2015(e)ko urriaren 14(a), asteazkena

El principio de esperanza de Bloch


"El principio de esperanza”


Juan José Angulo de la Calle



https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/2f/Bundesarchiv_Bild_183-35545-0009%2C_Berlin%2C_Ernst_Bloch_auf_15._Schriftstellerkongress.jpg
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Solamente por el hecho de estar compuestos por articulaciones, las personas están obligadas al movimiento y la acción. Cada parte del cuerpo tiene que estar constantemente en movimiento porque las articulaciones se doblan y tienen que hacerlo porque sino se atrofiarían, conduciéndonos a un dolor que nos presiona para movernos. Tenemos que movilizarnos, tenemos que actuar, ¿pero hacia dónde y para qué?


Los animales actúan respondiendo a estímulos internos y externos dentro de las indicaciones de los instintos. Carentes de instintos unidireccionales y unívocos, las personas actúan en función de otros patrones de conducta.

 

Realizar acciones supone un esfuerzo; así que actuamos esperando conseguir algo.  La actividad humana está orientada también a proyectos, valores e ideales (aparte de las acciones dirigidas procurar cubrir las necesidades).  En cualquier caso, siempre se espera conseguir algo a cambio del esfuerzo empleado, como recompensa merecida y como finalidad que hace que provoque que el realizar unas determinadas acciones tiene una causa justificada o una razón de ser con "sentido".

 

La acción humana únicamente puede ser entendida como intencional concibiéndola como el resultado de una serie de creencias y deseos. Se dispone de datos (creencias) que indican que hacer algo puede ser positivo o útil (deseos) y se actúa por conseguir dicho objetivo según el medio que consideremos mejor para conseguirlo (gracias a la información que nos aportan nuestras creencias).


Así, actuamos en función de objetivos, en función de un cierto tipo de “ideales” (todavía no presentes, pero alcanzables). Nuestra motivación es la esperanza de que, tras actuar, se logre algo. Nuestro modo de actuar y vivir se rige por dichas motivaciones. Se actúa por algo que merezca la pena el esfuerzo de moverse, por lograr algo que dé razón de ser a nuestra acción.


No es raro que al conjunto de nuestra acciones, la vida entera, se le quiera dar una razón de ser o una razón para vivir, algo por lo que merezca la pena la vida. Cada etapa de la vida, planificamos un curso de acción en función de unos objetivos que tengan “sentido” o que consideremos positivos.


De esa forma, el ser humano se marca su modo de vida en función de “ideales” o de objetivos ideales; cada persona necesita en cierta medida de algún “sentido” en su vida. Los proclamas de Lyotard de la desaparición de los grandes relatos pueden ser un buen diagnóstico del fracaso de los ideales de la modernidad y la Ilustración, pero no implica que los llamados grandes relatos tengan que desaparecer obligatoriamente y que éso sería positivo. 

 

Es positivo que no haya valores absolutos del todo, en tanto impide la aparición de extremismos; pero en nuestras vidas necesitamos  razones para vivir.  De hecho, se ha hecho una revisión del nihilismo post-moderno y han aparecido nuevos relatos como el multiculturalismo, el ecologismo o los diferentes feminismos.  

 

Las limitaciones en ciencia por la relatividad de Einstein, la incertidumbre que tienen los físicos por el principio de indeterminación de Heisenberg o el teorema de la incompletitud de Gödel no implican que no haya avances en el saber (con nuevas y más depuradas teorías contrastadas que superan a las antiguas siguiendo su línea de forma evolutiva) y que no puedan haber aplicaciones benéficas de él, como la innovación en energías renovables.


La post-modernidad critica el saber occidental, lo trata como limitado y etnocéntrico; pero tiene que haber una posibilidad de comunicación entre pueblos, basada en la universal lógica y la matemática, que permita superar un relativismo casi nihilista que no lleva a nada.  El escepticismo es un punto de partida, no de llegada.  No se puede estar seguros de las propias dudas, no se puede decir que es absolutamente cierto que no hay verdades absolutas o grandes, y el relativismo hace que todo se vea como relativo y coloca como relativo al relativismo.


Una vez que se ha comprobado que el relato del fin de los relatos también es un relato porque la ciencia avanza (aunque sea de forma humilde a pequeños pasos, que pueden ser contrastados siempre), la tecnología no es intrínsecamente destructiva (y su reducción es volver a un pasado al que no se puede regresar por el modo en que la vida está organizada ahora) y hay valores que tienen su peso, como los ya mencionados.


Entiendo que necesitamos relatos o razones de ser que expliquen nuestra vida y que hagan que no sea absurda. Necesitamos valores para vivir, el nihilismo frustra nuestra predisposición a actuar en tanto actuar precisa de una serie de deseos y creencias.


Bloch presenta un principio de esperanza en la humanidad. Considera que el ser humano, dotado de limitaciones, tiene carencias y se ve en la necesidad de subsanarlas; por ello, busca vías en las que pueda superar su finitud. 

Heidegger había respondido al “sentido” del ser (qué significa el verbo ser y a qué se refiere) a partir de la experiencia de la finitud extrema del hecho de existir y ser (Dasein), que da cuenta del ser. Sin embargo, Bloch sitúa la posibilidad de ruptura de esa finitud en la experiencia del futuro en la esperanza, la esperanza rompe con esa finitud buscando ir más allá de ella. Bloch postula un principio de esperanza en el ser del ser humano.

Considera que se busca la utopía, a la que Bloch identifica con la sociedad comunista, en la que no hay explotación (el no pagar en función de lo que se produce), tras eliminar las clases y dar a vivir en una sociedad sin un Estado tal como lo conocemos (herramienta que sirve a las clases dominantes).


La esperanza lleva al ser humano a actuar en el mundo en pos de lo deseado, la persona actúa dentro de las posibilidades que hay en el mundo para lograr lo que quiere. Busca lo deseable, lo que puede ser y aún no es, lo potencial que tiene la realidad, lo utópico.

 

Bibliografía:

 

-Bloch, Ernst  1977: El Principio Esperanza.  Madrid: Aguilar.

 

-Elster, John 2007: Explaining Social Behavior. Cambridge: Cambridge

University Press.

 

- Gómez-Heras  1977: Sociedad y utopía en Ernst Bloch.  Salamanca: Ediciones Sígueme.

 

2015(e)ko urriaren 13(a), asteartea

2015(e)ko urriaren 9(a), ostirala

Berreskuratzea?


BERRESKURATZEA? NON?

-HITZARMEN KOLEKTIBOA HEMEN EMAN DADILA NAHI DUZU?!

-ISILDU BEHINGOZ EDO BIHAR EZ DIZUT EGUNEROKO KONTRATUA EMANGO!

2015(e)ko urriaren 1(a), osteguna

Historia de la filosofía antigua griega


Historia de la filosofía antigua griega


Juan José Angulo de la Calle





La filosofía occidental nace en la antigua Grecia con el paso del mito al logos. Los preludios de la filosofía fueron los escritos de los llamados “7 sabios jonios” (Tales, Anaxímenes, Anaximandro, Parménides, Heráclito, Empédocles...). Trataban de investigar el ser de la realidad (qué significaba el verbo ser y a qué se refiere). Consideraban el ser de las cosas, lo que hace ser a las cosas, como fundamentado en un principio. Tales decía que el principio de todo es el agua, Heráclito decía que era el fuego; Anaxímenes, el aire...

Se puede entender de esa forma que el principio es el elemento básico y fundamental de la realidad. Sin embargo, Anaximandro señaló que el principio era la indeterminación y Empédocles señalaba que los dos principios que forman la realidad son el amor y el odio (la atracción y la repulsión de los componentes entre sí). Así, se puede ver que no trataban solamente del ser material, sino que trataban de averiguar qué es lo que define el ser y lo constituye. Se puede interpretar que la referencia al fuego de Heráclito es una metáfora de la realidad, que cambia de la misma manera que crepita constantemente el fuego; hablar del agua puede referirse a la adaptabilidad de la realidad...

Sócrates cambió el centro de la reflexión desde el ser al deber ser. Él quería saber, pero tenía serias dudas de todas las afirmaciones que recibía y que todas las personas consideraba evidentes. Formuló preguntas a las personas que parecían saber y a las que habían tratado el ser, y comprobó que no estaban tan fundamentados sus asertos, al resistir a las dudas y preguntas. Llegó a la conclusión de que él no sabía nada, pero que, al menos, era consciente de su propia ignorancia, frente a los que creían saber y no sabían.

Vio la necesidad de replantearse todo por las preguntas y haciendo caso no a lo que la mayoría daba por hecho, sino haciendo caso a un “daimón” interior (una forma de conciencia) que cuestionaba lo que todos consideraban bien. Introdujo cierta subjetividad en el saber, el saber no está ahí fuera exclusivamente y dio importancia a los conceptos, de los que trataban las preguntas y que se alejaban del pensamiento tradicional griego más centrado en lo concreto que en lo abstracto.

Sócrates no trató el tema del ser, tal vez por no hallar fundamentación suficiente, y se centró en reflexionar sobre la ética. Entendía que había que investigar qué es el bien, en abstracto, y que hay que buscar su concepto. A las malas personas las consideraba ignorantes. Sus dos principios eran los lemas del oráculo de Delfos: “nada en exceso” y “conócete a ti mismo” (consulta a tu “daimón” interior).

Platón es el discípulo de Sócrates y en parte le sigue. Dedica bastante parte de su obra a la reflexión ética acerca de la la justicia y el bien. Pero sobre todo sigue su tendencia a buscar los conceptos generales, a los que convertirá en ideas inmutables pertenecientes a otro mundo, del que se basaría el nuestro. 

Platón recoge la idea de Heráclito de que todo cambia y trata de reconciliarlo con la interpretación de Parménides, que indica que el ser no cambia. Admite que las cosas no paran de cambiar, pero indica que la presencia de ideas inmutables con sentido tienen también fundamentación. Como las ideas no pueden surgir de un mundo mudable, afirma que las ideas pertenecen a un mundo eterno, del que se basaría el nuestro (siendo una mala copia de él).

Platón tiene que buscar una fundamentación de los conceptos porque una realidad constantemente cambiante no permite inducir conceptos generales, ni conocimiento estable. Platón pone como principio de la realidad las Formas o Ideas eternas y a la racionalidad formal como la forma de conocimiento fiable, frente a los subjetivos y confusos sentidos.

Aristóteles, discípulo de Platón, le replicó que el mundo de las ideas es indemostrable e indicó que no hace falta para hablar de las Formas de las cosas, que la forman están ya en los seres.  Son las esencias, las estructuras básicas y fundamentales de todo ser (algo parecido al ADN y a las fórmulas químicas).  Por ejemplo, el ser humano es un animal racional, lo que le define es su capacidad de utilizar el discurso articulado y lógico.
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