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Arte, belleza del mundo e imaginación transformadora








Arte, belleza del mundo e imaginación transformadora

Juan José Angulo de la Calle



Kant gemaelde 3.jpg
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 Belleza como reconciliación con el mundo


Bangartem señala que la estética es la reflexión acerca de la experiencia sensible [contemplativa], diferente al entendimiento en tanto en cuanto no describe cómo nos parece que son los fenómenos, sino que trata sobre cómo nos afectan a nivel sensible [y consideraba que ello podía ser tratado lógicamente].
 

Hume consideró que los juicios de belleza no son lógicos ni racionales porque consisten en una serie de valoraciones acerca de seleccionadas partes de la realidad (y de las obras de arte) y que nos atraen en tanto que son placenteras.  Relacionó la belleza con el placer.
 

Kant siguió sus pasos y señaló que la belleza es el juicio que se da acerca de algo que por la mera contemplación ya resulta gozosa.  Es diferente del entendimiento porque sus juicios sensibles no datan sobre cómo nos parece que son los fenómenos; sino en la valoración de determinadas partes del mundo (y del arte) que consideramos dignas de admiración.
 

Es finalidad sin fin, no crea intereses egoístas, ni tiene que ver con fines prácticos porque no tiene que ver con algo que se quiera obtener: no tiene finalidad fuera de sí misma. No genera interés, ya que no tiene que ver con nada ajeno a la propia experiencia. 
 

E.g.  Se puede disfrutar por la mera contemplación de un paisaje y no haber nada más que el propio placer de admirarla, no hace falta comprar el terreno, no tiene que ver con el placer avaricioso de la búsqueda del beneficio económico que podría dar el terreno; la satisfacción se da en el mero contemplar, no hace falta nada más y no es necesaria la apropiación de estas tierras.
 

En el juicio de belleza se da un juego entre el entendimiento e imaginación.  No es un juicio que pertenezca al conocimiento de los fenómenos porque no tiene que ver con el saber de la sensibilidad, no tiene que ver acerca de cómo son los fenómenos, sino que hace una valoración acerca de los seres (en el mundo o en las obras de arte).  El concepto de belleza es muy amplio y no puede establecerse del todo, por lo que queda siempre en el aire y siempre espera que haya una nueva representación (producto de la imaginación) que haga que se renueve el juicio de belleza.
 

La imaginación permite dar a nuevos ordenamientos de los elementos de las obras de arte y a nuevas maneras de concebir la belleza (en las obras o en la manera de captar la realidad).  Ella permite crear nuevas maneras de pensar la realidad, crea nuevas formas, nuevos ordenamientos.  La poiética, la capacidad de la poiesis o la creatividad, permite idear nuevas obras, que estén hechas de una manera diferente (sino, no sería creación). Concluyo que ella permite, de forma creativa, romper con nuestros esquemas mentales y replantearnos la realidad.
 

Según Kant, el juicio de belleza nos reconcilia con el mundo porque hace que la realidad sea agradable.  Las obras de arte pueden resultar hermosas y darnos satisfacción, haciendo que el mundo sea más habitable y soportable.
 

La armonía que tanto se explotó en su época en el clasicismo, tanto en artes plásticas como en la música, nos da una agradable sensación de orden, embaucados por las formas proporcionadas y las armónicas sinfonías. 


La belleza disfraza la fea realidad


Es posible que este juicio de belleza nos haga conformistas, porque puede hacernos creer que hay algo positivo en el mundo, quizás el refugio del arte al que exiliarse si no se soporta la realidad.  
 

Si las personas huyen de la realidad evadiéndose en el arte, probablemente no actuarán en las cuestiones públicas y participarán poco en el debate público, o con menos motivación.
 

El arte, si no es tomado en su debida medida, puede ser una forma refinada de conformismo.  Puede conducir al sueño de que el mundo no puede ser muy horrible, dado que hay muchas obras y seres que son hermosos.
 

Como señala Eugenio Trías en Lo bello y lo siniestro, la belleza puede tapar la parte terrible del mundo, puede ser una romantización que esconda las partes más horribles de la realidad.  Lo señala con el ejemplo de la pintura de Rafael: El nacimiento de Venus.   
 

Sandro Botticelli - La nascita di Venere - Google Art Project - edited.jpg
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En ella, aparece Venus o Afrodita, la diosa del amor y de la belleza.  Aparece la bella diosa en todo su esplendor.  Este cuadro tan hermoso oculta el terrible mito del origen de esta diosa: ella surgió de la carne que se desprendió del  la castración de  Urano, un rey de los dioses que metía a sus hijos en la Tierra por ser deformes y desproporcionados (física y moralmente).  Cronos (Saturno) destronó a su padre quitándole su poder de forma violenta.  
 

La pintura de Botticeli en la que se presenta a la diosa de la belleza cumple la función de  la belleza: tapar la terrible realidad con bellas formas, que nos distraen, orientan la mirada hacia otros puntos de vista y nos fomenta a que no veamos la parte terrible de la realidad.  
 

Una versión más cercana al mito del que proviene lo que se representa en la pintura quedaría más exacto en la representación de lo horrible.  Considero que es más fiel a este mito, otra representación que trata de un mito semejante pero diferente: Saturno devorando a un hijo, tanto la de Goya como la de Rubens; en las que se muestra lo terrible del mundo por medio de otro rey de los dioses, Cronos, que devora a sus propios hijos (similar al acto cruel de Urano).

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/82/Francisco_de_Goya%2C_Saturno_devorando_a_su_hijo_%281819-1823%29.jpg
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Saturno o Cronos es el dios que castró y destronó brutalmente a Urano, y debido a esta mutilación nació la diosa de la belleza.  



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https://es.wikipedia.org/wiki/Saturno_(Rubens)#/media/Archivo:Rubens_saturn.jpg


La muestra de esta representación pictórica da cuenta del origen de la diosa de la belleza.  Ella puede ser muy simbólica: porque puede dar a entender que lo bello es resultado de la brutalidad, que todo lo que es horrible tiene que ser disfrazado con la romantización de la belleza para esconder las atrocidades del mundo.


Cultura de masas y alienación

 



Adorno y Horheimer, en su libro Dialéctica de la Ilustración, habían señalado que la Ilustración había llevado a configurar una razón instrumental.  La Enciclopedia de las artes y las ciencias tenía el mensaje de que si se racionalizaba todo y se manejaba la naturaleza, si se utilizaba y dominaba, se podía llevar a cabo el progreso técnico y social.  De una manera muy detallada lo refiere el Youtuber y filósofo Quetzal: https://www.youtube.com/watch?v=SLUgJQucju8&t=11s
 

Los ilustrados fomentaron, de forma secundaria, el mensaje de que se podía y debía dominar la naturaleza para mayor beneficio humano y se impulsaba un tipo de cálculo, en el que el pensamiento se centraba en procurar idear los mejores medios para dar con un bien entendido como positivo (sea el progreso, la Ilustración...) y sin que quepa lugar para replantearse el propio fin, entendido como bueno.
 

Resultado de este cálculo medios-fines, se permitió que pareciera eficiente y racional una estructuración y "optimización" de los recursos por medio de una producción industrial desmedida, en la que la naturaleza era tratada como un medio, un recurso.
 

Además, las personas trabajadores se veían en un proceso de "racionalización" laboral en forma de división social del trabajo, un paso más en la razón instrumental: tratar a las personas como herramientas, como "recursos" humanos.  
 

Unos "recursos" a los que se podía utilizar para lograr mayores ganancias, aunque fuese pagándoles menos lo que producen, explotándoles. 
 

En la "racionalización" de la división social del trabajo, se podía alienar a las personas trabajadores, presionándolas con dureza para que hagan de forma aceleradas tareas en las que tenían que servir a los objetivos de empresas con ritmos de producción acelerados y con la "lógica" y presión de un mercado.  





Es un trabajo productivo y mercantil, en el que se procura bienes y servicios para satisfacer los intereses de otros, los propietarios, y en los que no se procura que se sirva a los intereses de los propios productores, dando como lugar que el trabajo sea al servicio de otro, con los ritmos de otro y para cubrir los intereses de otro; reduciendo a la persona trabajadora a ser una mercancía más del mercado, sujeta a la oferta y la demanda de un mercado laboral cada vez más precarizado y, por tanto, en condiciones más draconianas y alienantes.
 

La Escuela de Frankfurt considera que la forma de romper con la razón instrumental es por medio de los propios funcionamientos del arte.  El arte que siga sus propias normas, el que procure generar algo nuevo, permite que se den nuevas maneras de entender la realidad, al crear nuevas formas de expresión, nuevas formas de entender la realidad que pueda hacer que el público sea crítico.
 

Adorno, en su libro Estética, diferencia el arte rompedor de vanguardia del arte dirigido al mercado y a la cultura de masas. 
 

Adorno destacó la labor de artistas de vanguardia; entre ellos los músicos creativos Mahler, Webern, Shónberg y Berg.  Ellos no se dejaron llevar por los moldes simples de los productos de mercado, ni por buscar la venta masiva de entradas, y generaron nuevas formas de expresión en la música, pese a que pudieran generar extrañeza en el público y hacer que fuera menos receptivo.  Sin embargo, aportaron nuevas maneras de entender la música y nuevas formas de sensibilidad.

La cultura de masas, por contra, procura el mero entretenimiento pasivo, configurado en "moldes de corte y pega", pastiches, en las tramas ya prefabricadas y facilonas del espectáculo que fomenta la pasividad.  Pudiera ser los productos de mero entretenimiento como el cine más comercial y los productos televisivos en general, que son consumidos de forma pasiva (son recibidos por los sentidos y exigen una atención plena, casi acrítica y, desde luego, de consumo pasivo por parte de la vista y el oído).

Máxima representación del mismo podrían ser las grandes producciones de Hollywood, en la que los efectos especiales son tan potentes que pueden suspender el juicio y fomentar el dejarse llevar.  En muchos casos, la complejidad de sus tramas no es grande y, en el mejor de los casos, reproducen esquemas manidos y ya conocidos por el espectador, fomentando de forma indirecta su conformismo.

No es que se busque el abotargamiento para conseguir el control sobre las personas, pero sí que se procura una forma de ocio acrítico que permita unas grandes ventas de entradas por ser poco exigente para el público (con tramas "mascaditas" y poco elaboradas) y genera un culto que conduce al consumo de merchandising.  

Lo que se fomenta es el mayor beneficio comercial y él se consigue amoldando a las personas, fomentando que busquen novedades (efectos especiales impactantes no contemplados antes) y que se embarquen en la búsqueda de siempre nuevos estímulos externos, generando cierta dependencia, debida cuenta de que lo que es externo  requiere ser adquirido y consumido en el mercado [mientras que un desenvolvimiento del propio pensamiento y sensibilidad es una labor gratificante, que siempre queda a mano y no requiere necesariamente consumismo].

No es que de por sí sea malo que haya productos de entretenimiento, no  tiene nada negativo de por sí pasar el tiempo de forma agradable con bienes fáciles y que distraigan.  

El problema estriba en que desde la más indefensa infancia somos "bombardeados" por un montón de publicidad relacionada con productos de usar y tirar, espectáculos pasivos.

Se fomenta de manera indirecta que se tomen como las únicas o principales formas de cultura y de pasar el tiempo libre; reduciendo así las posibilidades de que las personas, en general, puedan plantearse siquiera dedicar tiempo a replantearse las cosas o trabajar la sensibilidad a niveles más complejos.

Marcuse considera que la imaginación puede romper con la represión innecesaria que se fomenta en la sociedad.  La razón instrumental fomenta una manera de comportarse y de pasar el tiempo que procura que no se busque la gratificación, dado que si las personas pudiesen llegar a gozar mucho (sexual, cultural o artísticamente), querrían extrapolar la calidad de vida de un ámbito a tener mejores condiciones laborales y sociales.  

Por ello, fomenta un tipo de disciplina, regido por los horarios de trabajo y sus exigencias, así como propiciar preferentemente un tipo de entretenimiento limitado que sea presentado como el máximo placer "racional" y real, por muy limitado que sea y por mucho que no de verdadera gratificación.  

El puritanismo y la cultura de masas que fomenta el consumismo más pasivo podrían ser los elementos indirectos de una tendencia no buscada por sí, pero tampoco evitada.  El entretenimiento más comercial y el "bombardeo" de sus productos desde todos los medios de difusión (televisión, radio y redes sociales) dan una imagen de omnipresencia y relevancia, así como referencia principal, que limita la capacidad de reacción y redunda en unos tipos de conducta más receptivos, pasivos y menos críticos.

Habría que pensar en cómo el gran oligopolio Disney, que está anexionándose casi todas las grandes productoras de entretenimiento global, presenta una versión romantizada de todo, en la que la belleza, al igual que el cuadro de El nacimiento de Venus, tapa la realidad y nos da una versión romantizada, en la que todo tiene un "final feliz" y fomenta, de alguna manera, el conformismo y la autocomplacencia.  El Youtuber Quetzal lo describe en el siguiente vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=Qz9ZGTTKF8w&t=255s

El mismo autor refiere que la industria cultural y el consumismo pasivo queda representado de forma directa en las obras de la macro-franquicia Disney: https://www.youtube.com/watch?v=nCTFGa8f8EA&t=116s

No es que se busque el control social por él mismo, como si fuera una versión de El mundo feliz de Aldous Huxley (en el que se controla por medio del placer, la distracción y el abotargamiento mental generalizado); sino que los efectos de una producción de espectáculos procura un tipo de público más tendente a buscar placeres externos simplistas, que serán adquiribles por la compra de bienes en una dinámica consumista que sí se fomenta con la publicidad y las estrategias de  marketing.

Todo lo que resulta extraño y supone una cierta complejidad es dado de lado, no atendido debidamente en la educación, olvidado por los medios de comunicación masivos y dejados en segundo plano por los medios de difusión públicos. 

Por primera vez en la historia de Occidente, no se da relevancia al arte, elaboración compleja de pensamiento plasmado en objetos contemplativos, y se deja que principalmente se exponga al público una ingente cantidad de iconos de felicidad y conformismo, fomentando que la sociedad sea menos crítica y que la gente sea preferentemente consumista.

Tampoco es que el entretenimiento haya llevado al derrocamiento del arte, ya que se siguen realizando obras de arte y no es posible un final del arte.  El arte no ha tenido fin y no es posible el final del arte, porque siempre se puede generar nuevas formas de representar.   

Como señala el autor Cayetano Aranda Torres, el arte no conocerá final porque siempre será necesario litigar con la realidad de alguna manera, y una manera de tratar lo que nos rodea de forma soportable es por medio de las representaciones artísticas, el arte es terapéutico porque permite darnos una distancia frente a la dura realidad y hacer que ella sea tratable.
La cuestión es que la industria cultural se antepone y se presenta como la principal forma de expresión, ella ocupa un espacio preponderante que no deja lugar para el arte y las personas lo necesitan para vivir.  El arte es necesario para la sociedad, en tanto él nos permite trabajar nuestra sensibilidad y nos fomenta el pensamiento, en tanto en cuanto la complejidad de las obras exige un ejercicio de interpretación.  

Su menoscabo y reducción a entretenimiento simplista es una reducción que nos limita, no nos permite crear nuevas maneras de interpretar y ordenar las ideas, permitiendo que se generen nuevas maneras viables de configurar la sociedad.

Imaginación, transformadora de la sociedad




 
 
 
 
 
 
 
 
Marcuse señala en Eros y civilización que por medio de la imaginación se pueden superar: la razón instrumental, la reducción del pensamiento a cálculo, la cultura de masas limitada y la represión del placer que exige una moral puritana y laboral, que fomenta disciplina y rigor para todos los ámbitos de la vida.  

La imaginación permite idear nuevas formas de entender la realidad, facilita un gozo controlado y su actividad en la actividad creativa da gratificación.  Concluye Marcuse que se podría reordenar la sociedad planteándola desde otra manera (quizás producto de la propia imaginación), si se basa el trabajo en la facultad creativa y la producción se reduce a la subsistencia.

Se liberaría mucho tiempo libre si la producción se dejara a las máquinas, y si no se crearan bienes y servicios masivos para el consumismo más ciego; sino que se produciría meramente para satisfacer las necesidades reales.

Entonces quedaría tiempo suficiente como para que las personas puedan dedicarlo a una actividad realmente gratificante, basado en la imaginación y la creatividad, dando lugar a un tipo de trabajo artesanal de carácter lúdico-artístico.  

De esta manera, por medio de plantear la sociedad en otra ordenación y bajo otros principios, se podría construir una sociedad lúdico-artística, en la que se procuraría la gratificación.

Bibliografía:



-Adorno, Th. W.  (2004): Teoría estética.  Madrid: Akal. 


-Adorno, Th. W. & Horkheimer, M.  (2004): Dialéctica de la ilustración.  Madrid: Trotta.

-Aranda, C.  (2004): Introducción a la estética contemporánea.  Almería: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería.

 

-Aristóteles (2007): Poética
Buenos Aires: Editorial Gradifco.

 


-Ardeo Rubio, I. (2005): “Fundamentos de estética”,
 in: Revolución Neolítica, n. 5. 
 Donostia/San Sebastián: Ti.Ta. Editores asociados.

 

-Bayer, R. (2018): Historia de la estética.   
Barcelona: EFE. 

-Benjamin, W. (1989):  
La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica.   
Buenos Aires: Editorial Taurus.

 

-Corbalán, F.  (2012): La proporción áurea.  El lenguaje matemático de la belleza.  Villatuerta: RBA. 


-Eco, U.  (2018): Historia de la belleza.  Barcelona: Lumen.


-López, R. (2018): La obra de arte en siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.

 

-Marcuse, H. (2002): Eros y civilización.  Barcelona: Editorial Ariel.


-San Martín, F. J.  (2019): Guía para el arte del siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.




 

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