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Estética griega clásica

  

 Estética griega clásica


Juan José Angulo de la Calle

 

Artes plásticas, belleza y bondad

 

En la cuna de nuestra civilización, se desarrollaron las principales aportaciones iniciales de teatro, escultura, arquitectura, poesía, matemática y filosofía.


Policleto estableció un canon para el arte, en el que se procuraba plasmar las figuras escultóricas cuyas proporciones se ajustaban en su estructura a medidas matemáticas ideales (uso del número phi o 1,618..., que permite el cumplimiento del teorema de Pitágoras y facilita la formación de figuras ordenadas). Esta manera casi matemática de hacer un arte en un orden agradable a la vista se empleó también en arquitectura. Siguiendo este canon de belleza, los artistas procuraron plasmar la armonía introduciendo con habilidad las debidas proporciones (casi matemáticas) a las obras. 

 

The Parthenon in Athens.jpg
https://es.wikipedia.org/wiki/Parten%C3%B3n#/media/Archivo:The_Parthenon_in_Athens.jpg

 

 

 

El partenón de Atenas, como ejemplo, colocó sus columnas y los elementos que soportaban con una separación matemáticamente proporcional: en forma de triángulos áureos, basados en el uso de formación de figuras geométricas armoniosas (cuya base es la proporción establecida por el uso del número phi) y que son agradables a la vista. [Unas columnas que, por cierto, se realizaron de tal forma que parecieran rectas a la vista: la línea recta no existe en el mundo, es una figura matemática ideal].


Las esculturas griegas empezaron como estatuas similares a las egipcias. Cada elemento de la escultura era casi un bloque, sin apenas pulir, refinar y dar organicidad. Ellas fueron creadas con fines más ideológicos que artísticos: trataban de mostrar la divinidad de reyes y héroes de sonrisa hierática fría, semidivina, y con un pie hacia delante, que representaba que estaban a un pie de los cielos. Más adelante procurarían una formación menos básica y más expresiva artísticamente, depurando sus formas y proporciones, hasta llegar a humanizar las figuras y dotarlas de un dinamismo casi orgánico.  Empezaron a dotarlas de una impresión de movimiento.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Arte_de_la_Antigua_Grecia#/media/Archivo:NAMA_Diadum%C3%A8ne_2.jpg

 


Las esculturas adoptaron unos gestos más humanos y menos parcos, logrando una gran organicidad: las esculturas parecían personas, pero personas idealmente bellas. Por otro lado, la columna de los templos fue embellecida y recargada. La columna corintia quedó pulida con trazos y un acabado casi vegetal, que le daba asimismo una impresión de vida que solamente fue superada siglos después por la arquitectura ondulante y orgánica de Antoni Gaudí.

 

Orden, medida y proporción: ellos son los valores del canon de belleza clásico griego. Todo lo que se salga del orden y la belleza es monstruoso para los griegos, porque todo aquello que no tenga unas proporciones y medidas ordenadas está torcido y tiene que ser retorcido. Todo ser sin medida tiene que ser necesariamente algo excesivo y, por tanto, extremo; y, sin orden, puro desorden. Los titanes eran desproporcionados y tuvieron que ser sometidos; los inmensos imperios orientales eran demasiado grandes para ser gobernados sin hacer uso de un mando de puño de hierro, un poder fuerte, despótico y, necesariamente arbitrario. Los persas eran vistos como monstruos soberbios que no conocían límites a su poder total y que hasta pudieran atreverse a comportarse de forma demasiado atrevida con los dioses (se contaba el rumor que un rey persa acuchilló al mar, como venganza a los dioses).  Todo lo que no tuviera unos límites y unas medidas, todo lo inmenso y desproporcionado, era visto como horrible, desmedido, desorganizado y desestructurado.


Y, además, los griegos antiguos tenían el prejuicio de que lo que fuese bello tenía que ser bueno. En realidad, utilizaban el mismo término para referirse a lo bello y lo bueno: καλὸς, kalón: lo grande, lo noble, lo hermoso. En una ocasión, un hombre griego que defendió en un juicio a una mujer acusada de impiedad y corrupción, no tuvo mejor idea que usar como alegato la propia belleza de la acusada: le despojó de sus ropajes y mostró su pureza; alguien tan bello no podía ser impío o malvado. Parece ser que funcionó.


Incluso el racional Platón igualó la bondad suprema (o justicia) con la bondad, razonando que la justicia es la suprema belleza porque lo bueno o justo da equilibrio, orden y armonía (lo que hace que la bondad sea sumamente hermosa). Según el filósofo, los actos buenos son tan nobles y loables que resultan extremadamente bellos. Todavía a día de hoy, se dice que una buena persona es una bellísima persona.


El dios de la luz Apolo, tan valorado por los griegos, fue condenado por su arrogancia a ser esclavo en el templo que le dedicaron a él, tras haber vencido a una pitón monstruosa. De esta experiencia, estableció los dos lemas del oráculo de Delfos: “nada en extremo” y “conócete a ti mismo”, conoce tus límites, no seas arrogante y no cometas actos por encima de tus posibilidades llevado por la soberbia. Los fines del canon de orden, medida y proporción responden a estos lemas.

 

    Las columnas dorias eran tan básicas y escasas de elaboración plástica como la escultura. La escultura y columna jonia empezaban a perfilar mayor grado de trabajo expresivo. Finalmente, las figuras y columnas corintias fueron dotadas de una depuración mayor y elaboración artística conforme al ideal de canon de belleza griega, plasmando las proporciones debidas y los detalles cuidados. 

 

https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%93rdenes_cl%C3%A1sicos#/media/Archivo:Schema_Saeulenordnungen.jpg

 

Las esculturas adoptaron unos gestos más humanos y menos parcos, logrando una gran organicidad: las esculturas parecían personas, pero personas idealmente bellas. La columna corintia quedó pulida con trazos y un acabado casi vegetal, que le daba asimismo una impresión de vida que solamente fue superada siglos después por la arquitectura ondulante y orgánica de Antoni Gaudí.

 

Todo lo que se salga del orden y la belleza es monstruoso para los griegos, porque todo aquello que no tenga unas proporciones y medidas ordenadas está torcido y tiene que ser retorcido. Todo ser sin medida tiene que ser necesariamente algo excesivo y, por tanto, extremo; y, sin orden, puro desorden. Orden, medida y proporción: ellos son los valores del canon de belleza clásico griego.


Y, además, los griegos antiguos tenían el prejuicio de que lo que fuese bello tenía que ser bueno. En realidad, utilizaban el mismo término para referirse a lo bello y lo bueno: καλὸς, kalón: lo grande, lo noble, lo hermoso. En una ocasión, un hombre griego que defendió en un juicio a una mujer acusada de impiedad y corrupción, no tuvo mejor idea que usar como alegato la propia belleza de la acusada: le despojó de sus ropajes y mostró su pureza; alguien tan bello no podía ser impío o malvado. Parece ser que funcionó.


Incluso el racional Platón igualó la bondad suprema (o justicia) con la bondad, razonando que la justicia es la suprema belleza porque lo bueno o justo da equilibrio, orden y armonía (lo que hace que la bondad sea sumamente hermosa). Según el filósofo, los actos buenos son tan nobles y loables que resultan extremadamente bellos. Todavía a día de hoy, se dice que una buena persona es una bellísima persona.


El dios de la luz Apolo, tan valorado por los griegos, fue condenado por su arrogancia a ser esclavo en el templo que le dedicaron a él, tras haber vencido a una pitón monstruosa. De esta experiencia, estableció los dos lemas del oráculo de Delfos: “nada en extremo” y “conócete a ti mismo”, conoce tus límites, no seas arrogante y no cometas actos por encima de tus posibilidades llevado por la soberbia. Los fines del canon de orden, medida y proporción responden a estos lemas.

 

 Música, teatro y tragedia clásica


El dios Dionisos, dios de la fertilidad, el vino, la locura y la muy celebrada tragedia, fue perseguido por la celosa Hera y finalmente fue descuartizado por sus terribles tíos. Sus miembros se introdujeron en la Madre Tierra, que lo gestarían de nuevo y le harían brotar de nuevo en la tierra, como promesa de fertilidad y vida nueva.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Bacanal#/media/Archivo:William-Adolphe_Bouguereau_(1825-1905)_-_The_Youth_of_Bacchus_(1884).jpg

 

 

Los grandes héroes de la guerra de Troya sufrieron terribles castigos por participar en esta guerra terrible, que enfrentó Europa a Asia. 

 

Tras diez años de guerra, Ulises con toda su astucia no pudo evitar ser contaminado por una guerra maldita que le separó de su país durante diez años de dolorosa odisea. Aquiles murió por una flecha disparada a su único punto débil por parte del más cobarde de los troyanos (Paris). Por otro lado, debido a los engaños del mismo Ulises, Ayax se derrumbó.  Ayax se volvió loco y se suicidó. 

 

Menelao, el esposo legal de Helena, que tuvo que ir a Troya a recuperar a su esposa porque él era rey de Esparta únicamente por haberse casado con la reina de Esparta, estuvo retenido en Egipto durante diez años con la mujer que le abandonó y humilló su viril soberbia (no me puedo imaginar qué tipo de convivencia tuvieron). 

 

Su hermano Agamenón, coordinador de la guerra sacrílega, que tuvo que matar a su hija Ifigenia para poder conseguir que los barcos griegos pudiesen salir de puerto sin retenciones punitivas divinas, fue asesinado en venganza por su horrible filicidio por parte de su esposa Clitemenestra.  Ella misma fue una gran matrona trágica: aunque tomó el poder, no se vio librada, a su vez, de ser asesinada después por la conjura de sus hijos Electra y Orestes.


La tragedia griega tenía un efecto extremadamente estimulante. El placer que daba era la catársis.  Aristóteles consideraba que ella estaba asociada a la experiencia de la tragedia.


En una tragedia existe un personaje virtuoso (de forma que dé pena su dolor); pero responsable de un acto excesivo (cuyo resultado es la maldición que le conducirá a un dolor). En la experiencia de la contemplación de la tragedia se genera tensión en el espectador a través del climax de la trama dramática y, en su culmen, sucede un alivio que resulta gratificante: una catarsis psicológica.


Nietzsche en su El origen de la tragedia recuperó a tiempo esta rica tradición recordando que la cultura europea no era meramente apolínea, buscadora de la bella apariencia (representada por el canon griego y la posterior búsqueda de armonía en el Renacimiento, clasicismo y neoclasicismo); sino que también el arte tenía una faceta dionisíaca: también había influencia de la tragedia griega. 

 

No solamente había búsqueda de la armonía, sino que también se ha procurado expresar el desencadenamiento de las pasiones extremas en el delirio, en la ebriedad, en las festividades rurales arcaicas de la fertilidad en la que se representaba ritualmente el despedazamiento de Dionisos como promesa de nueva vida (al ser introducido sus pedazos en la Madre Tierra y la posibilidad que abrió a una nueva fecundación y renovación del dios).

 

 Cuando la sociedad griega pasó de ser rural a urbana, las expresiones cultuales a Dionisos se convirtieron en representaciones del teatro trágico. Nuestra cultura heredó la tradición trágica en la que se cantaba poemas terribles y quedó como la moderna ópera.


Escribía Nietzsche que los griegos antes aprendían a bailar que a andar, y que antes aprendían a cantar que a hablar. De la música en la que transmitían sus poemas acerca de sus leyendas épicas y mitos, solamente nos han llegado la letra.


Se perdió la música, que era entendida como cierto modo de saber: las musas inspiraban en los artistas las canciones que narraban los hechos y valores de unos personajes que eran considerados históricos o representativos. En ella aparecían los héroes que eran modelo de conducta, por medio de ella, se educaba moralmente a las personas. 

 

Por ello, Platón quiso restringir los excesos inmorales de las narraciones de los poetas y Aristóteles presentó un tratamiento de la música en la educación de los ciudadanos, de forma que pudieran formarse personas virtuosas y participantes del bien común.


Los poemas más famosos eran unas canciones que siempre acababan siempre en tragedia. La Teogonía de Hesiodo narraba el origen de los dioses y su establecimiento del orden tras enfrentamientos terribles. La Iliada y la Odisea relataban los avatares de personajes que se encontraban contra la espada y la pared, y que se vieron envueltos en círculos viciosos de violencia, que no parecían tener fin.


Las tragedias mostraban que todo ser, incluso los agraciados por los dioses, se ve atrapado por un destino incierto e irrevocable que nos pone en situaciones desesperadas y que obligan a llevar a cabo acciones que darán consecuencias terribles.


El prototipo de ellas pudiera ser el personaje de Orestes, que se veía en la tesitura de que tenía que vengar a su padre matando a su madre; si no lo hacía, las Furias de las normas antiguas le atormentarían por no dar cumplida venganza a su padre, pero si lo hacía, las Furias también le perseguirían por cometer la atrocidad de matar a su madre.


El conjunto de las obras teatrales trágicas era el arte musical dramático que daba cuenta de la visión pesimista de la Grecia arcaica acerca de la realidad, en la que se consideraba que la vida de por sí conlleva siempre desgracia (los mortales son seres limitados condenados al sufrimiento, la vejez y la muerte dolorosa), y a considerar que los conflictos entre las personas solamente conduce a desencadenar actos terribles (vengativos o arrogantes); cuyas consecuencias siempre se les escaparían de las manos a los mortales, por muy poderosos que fueran, y quedarían en manos de un destino tan imprevisible como irracional.


Según la Grecia arcaica, los mortales son seres deficientes que no tienen poder suficiente como para eludir la fatalidad de una vida llena de conflictos, enfrentamientos, sufrimiento, enfermedad y muerte inevitables. Los poemas trágicos daban cuenta de esta visión dramática de la realidad; este arte volvería en el romanticismo, como ópera.


-Bibliografía:


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-Foucault, M. (1997): Las palabras y las cosas

Madrid: Siglo XXI.



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Lecciones sobre la estética

 Madrid: Akal, Madrid.

 

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 Madrid: Editorial Gredos.



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-Platón (1971). El banquete. 

 Patricio de Azcárate (ed.). Filosofía en Español.

[Contsulta: 2019ko ekainaren 25ean]. Hemen igota:

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf05285.pdf



-Platón (1971). Fedro.  
 Patricio de Azcárate (ed.). 

Filosofía en Español.

[Contsulta: 2019ko ekainaren 25ean]. Hemen igota:

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf02257.pdf



-Platón (1994):  La República o el Estado. 

Barcelona: Edicomunicación.


-Russell, B.  (2009): Historia de la Filosofía.   

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-Schiller, J. C. F. (1969):  

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-Schopenhauer, A. (2000):  
El mundo como Voluntad y representación. 
 Madrid: Akal.



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