Hetero-normatividad
y patriarcado
Juan José Angulo de la Calle
Dentro de nuestra sociedad
hay una serie de normas no escritas que procuran “normalizar” la
vida sexual de las personas. Dentro de esta normatividad impuesta de
manera sutil y subconsciente, se dejan fuera, entre otras realidades,
las orientaciones sexuales distintas a la heterosexualidad. No hay
más que ver que las parejas homosexuales no expresan en público
muestras de afecto tan normales como ir de la mano o besarse por
miedo al rechazo social. Dentro de los términos que forman parte de
las conversaciones de la gente, se usan los términos como “marica”
o “nenaza” para referirse a los homosexuales masculinos. Hay un
claro machismo en estas palabras llenas de connotaciones negativas:
se considera que un varón que se pueda parecer en algo a las mujeres
es un ser degradado. Seguramente, se aplican términos igual de
negativos respecto a la homosexualidad femenina por el hecho de que
las mujeres homosexuales no dan placer a ningún hombre, porque no
sirven a un hombre y eso es considerado una disfunción.
La sexualidad que se promueve
en nuestra sociedad tiene cierto liberalismo en el cual se permite que los varones usen
o consuman a las mujeres como objetos para obtener placer. Se
impulsa estas ideas subliminales a través de las imágenes de la
publicidad, la televisión, el cine y otros medios sin ninguna
estrategia consciente o conspirativa, pero con una eficacia terrible
y beneficiosa para el sistema patriarcal. Sus resultados se pueden
ver en cómo es vista la sexualidad activa en hombres y mujeres: un
varón que consigue copular con muchas mujeres es considerado y
tratado como un campeón, y, en cambio, a una mujer que hace lo mismo
respecto a los hombres es tratada como un ser sucio y llamada:
“guarra”.
Esta “permisividad” es
bien vista por la sociedad siempre en cuando las personas tiendan a
un modelo de pareja patriarcal y es a lo que tienden las personas de
forma acrítica. Las personas acaban conviviendo en pareja de forma
asimétrica, en una coexistencia en la que subconscientemente se
asume que, aunque trabaje fuera de casa, la mujer debe ocuparse de la
mayor parte (sino todas) de las tareas del hogar y el cuidado de los
hijos. De esta manera, la sexualidad liberal que en principio es
presentada como lo normal, conduce a un modelo de pareja que reduce
la sexualidad a la genitalidad y la reproducción dentro de unas
relaciones patriarcales.
Según Marcuse, la reducción
de la sexualidad a unos límites pequeños es una forma de represión
que facilita la creación de una disciplina de trabajo férrea y
acrítica. Las personas que exploran su sexualidad y la pretenden
vivir libremente, al embarcarse a la búsqueda de la satisfacción en
la vida, tienden a buscarlo en todos los ámbitos de ella (mejoras en
condiciones laborales, políticas o sociales) y pueden tender a la
búsqueda de cambios sociales. Para él, la restricción y reducción
de la sexualidad a unos parámetros mínimos es una forma de control
social.
La sexualidad no es sólo
reproducción, no es sólo penetración, no es sólo genitalidad, no
tiene por qué ser forzosamente heterosexual y no es utilización de
los demás como objetos de consumo. También puede ser buscar el
placer en zonas erógenas no exploradas, compartir y cooperar de
forma simétrica sin restricciones culturales ni normas impuestas.
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