2015(e)ko martxoaren 12(a), osteguna

KULTURAtaKRITIKA

 
KULTURA ta KRITIKA

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2015(e)ko martxoaren 11(a), asteazkena

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2015(e)ko martxoaren 9(a), astelehena

El "estructuralismo" de Foucault


El método genealógico de Foucault y su 

“estructuralismo”


Juan José Angulo de la Calle


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/76/Michel_Foucault_1974_Brasil.jpg
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/76/Michel_Foucault_1974_Brasil.jpg


Foucault considera a los conceptos como un resultado de un proceso de eventualización, que es una operación de un acontecer improvisto y salido de procesos diversos. Lo que la Ilustración había entendido como universal y necesario, Foucault ve los conceptos como eventuales. Los conceptos cambian en el tiempo.



Para mostrar esto, Foucault recoge el método genealógico de Nietzsche. Nietzsche investigó el origen del concepto de moral y descubrió que había sufrido cambios durante la historia. Él señaló que en la antigüedad clásica se valoraba como “bien” la fuerza y la nobleza, y se consideraba “malo” la bajeza y la debilidad. Dicha visualización fue trastocada y dada la vuelta, hubo cambios en estos conceptos de tal manera que se viese como “bueno” la humildad y la debilidad, frente a la fortaleza. Se pasó a un código moral-judicial basado en el castigo y la venganza, en función del cuál había normas cuyo incumplimiento suponía una violación de la justicia frente al afectado, el que incumple las normas queda en deuda con el afectado y solamente puede el afectado ser redimido por un castigo (se repara un daño por venganza). La moral es una moral de venganza, en la que se considera que el dolor tiene un causante (generalmente visto como el fuerte u opresor) y que se debe realizar venganza para poder acabar con el dolor: debe haber un castigo para condonar una deuda.



Foucault utiliza el mismo método para mostrar que los conceptos cambian en el tiempo y que los perfiles sociales (loco, delincuente, enfermo, pervertido...) son creados por una forma de poder o de control (dichos perfiles son insertados en instituciones en las que son controlados). Foucault no contempla de forma neutral estos perfiles: nos quiere hacer cambiar nuestro pensamiento. Según él, los perfiles son presentados como evidentes para borrar la arbitrariedad de su origen.





"Historia de la locura”



Por poner un ejemplo, la idea de la locura es un fenómeno de un momento histórico de una cultura determinada.



En la antigüedad se relacionaba la locura con la genialidad y la divinidad. En la Edad Media, por su lado, no excluía al loco del todo porque se consideraba que tenía algo de racionalidad (aunque distorsionada). Se entendía que la locura era muestra del apocalipsis y la vanidad humana. En el Renacimiento, la locura se vincula a las letras al lenguaje. Es conciencia crítica. La locura no es negativa, es argumento para cierta sabiduría moral: muestra las insensateces o extremos de la razón. El loco es como un borracho que dice verdades, frente a las personas racionales que se callan críticas por una prudencia que se asemeja a la cobardía. Erasmo de Rotterdam escribe un Elogio a la locura y don Quijote es presentado como un loco que realiza acciones sin temor y que da discursos que otros no darían, tales como sus discursos sobre las artes y las letras (criticando el papel de la nobleza en los comienzos de la modernidad).



A partir de mediados del siglo XVI se empieza a encerrar a los locos en los lugares que ocuparan los leprosos. Emerge la razón moderna (cartesiana, que separa la conciencia de la materia), excluyendo a los locos. Se entiende que el pensamiento no puede ser insensato, debe ser certero, preciso y seguro. Así, la locura es la condición de imposibilidad del pensamiento. La conciencia analítica toma al loco como objeto del saber y no como sujeto.

Con posterioridad, reaparece la locura excluida relacionándola con los problemas que la asistencia médica, se la considera un trastorno clínico. Se considera la locura como una enfermedad mental. Según Foucault, se aprehende el funcionamiento de la mente (la psicología) por sus disfunciones, se define la razón en función de su opuesto: la locura. Foucault cree que las ciencias humanas se apoyan en actitudes negativas (las sociología surge para explicar el suicidio, se define la mente normal como lo contrario a la locura...).





Las palabras y las cosas”



Los seres se ordenan por la episteme. La episteme son los conceptos y el orden o estructura en la que se fundamentan los saberes. La episteme (u ordenación y estructura global de las teorías) es cambiante durante la historia. Según Foucault, hay tres ámbitos del saber: lenguaje, seres vivos y riquezas. Estos valores son sostenidos por un sistema de reglas. Existe una servidumbre del pensamiento a sistemas arbitrarios. La episteme es una construcción de la razón que nos dice lo que debemos de pensar y cómo. Durante la historia van cambiando las epistemes, una sucede a otra como resultado de discontinuidades de los regímenes de pensamiento. No hay razón ni motivo para los cambios de episteme, se han cambiado por saltos las estructuras del conocimiento.



Por ejemplo, en el Renacimiento el principio del conocimiento es la semejanza, ella es la categoría que domina sobre otros criterios. Se recogían parentescos entre las cosas. El lenguaje no es un sistema arbitrario, está en el mundo y es parte de él; y por eso, se consideraba que había similitud entre las palabras y las cosas. En esta episteme, el “ser humano” está ausente como objeto y sujeto (está con los demás animales).



La episteme clásica (siglo XVII-XVIII) considera el mundo como una representación humana. Las palabras no son como las cosas, solamente son representaciones. La semejanza es la sinrazón y la imaginación. Hay que ver el encadenamiento de las representaciones. El lenguaje se separa del mundo y es un instrumento, una convención que representa representaciones.



La era moderna da a un gran cambio. La primera fase (1775-1795) pasa de la representación de las especies a la historicidad. El trabajo (Adam Smith), la organización funcional de los seres vivos (Lamarck) y la flexión en el lenguaje (William Jones) llevan a la independización con respecto a las representaciones. Estos saberes no se reducen a la mera representación, tienen su propia entidad y funcionamiento interno sin entrar en la lógica representacional.



En estos tres ámbitos hay tiempo: historia. La historia dirige los análisis de producción, lenguaje y vida. Por debajo de las representaciones surge el sujeto trascendental (que organiza las representaciones y es limitado).



Se inventa el “ser humano”. Antes no se era consciente de ser el objeto de saber y el sujeto que investiga ese saber. Hay cuatro cualidades de hombre: es finito (es un ser limitado y condicionado por su ser): es un ser dominado por la vida, el trabajo y el lenguaje; es un duplicado empírico-trascendental (conoce por los sentidos y por los medios de enfocar las sensaciones a través de categorías); es una presencia de lo impensado (es más que conciencia y pensamiento, es más que sus conceptos y representaciones: es el que los organiza); es un ser relacionado con el origen (conoce la vida que le preexiste, la sociedad anterior a él y el lenguaje desplegado).



Desde el punto de vista de Foucault, las ciencias forman un triedro, del que no forman parte las ciencias humanas. En un lado están las ciencias físico-matemáticas, que muestran la concatenación de causas evidentes y las causas comprobadas. A otro lado están las ciencias empíricas, que estudian fenómenos. Y la base la forma la filosofía, quedando entonces excluídas del triedro epistemológico las ciencias humanas. Según Foucault, las ciencias humanas están excluidas del triedro epistemológico y vagan por el interior hueco de él, perdiéndose entre las ciencias. Cabría preguntarle a Foucault si no tienen entidad dado que el desarrollo y teorización de las ciencias sociales le ha separado de la filosofía, y que su peculiar fuente de contrastación (las pruebas “blandas” tales como los tests, estadísticas y encuestas) le diferencia de las ciencias naturales.



En cualquier caso, en la episteme moderna, el lenguaje no se reduce a la representación. El nuevo lenguaje está fragmentado: las lenguas están cargadas de historicidad (son resultado de tradiciones cambiantes y de connotaciones culturales), hay ambigüedad y equivocidad. Si se reunificase el lenguaje daría lugar una nueva episteme.



Foucault se fija en tres disciplinas: la lingüistica de Saussure (que considera el lenguaje como una estructura compuesta por las relaciones entre significado, significante y referente), el psicoanálisis de Lacan (que considera que la mente es el resultado de la ordenación lingüística-mental de la diferencia entre significado y significante) y la etnología de Levi-Strauss (que considera que las sociedades se consolidan por la obediencia a una estructura de intercambio de dones o regalos). Todas muestran un inconsciente, una parte de la mente que no es controlada por el sujeto constituyente, sino que le influye profundamente. Así, Foucault considera que ellas son contraciencias de las ciencias humanas. El “ser humano” de la era moderna deja paso a un inconsciente anónimo e impersonal. Foucault sentencia la muerte del ser humano, tal como Nietzsche sentenció la muerte de Dios.





Microfísica del poder



Estos conceptos, que cambian en el tiempo en función del cambio discontinuo de epistemes, conforman el conocimiento, que es resultado del conflicto entre verdad y mentira. El conocimiento busca la verdad y Foucault se pregunta por qué se ha tendido a la búsqueda de la verdad (y no de la mentira). Según él, hay una vinculación entre verdad y poder. Se busca la verdad porque da poder.



La verdad se asocia a la iluminación y emancipación de la ignorancia. Éso permite disociar la verdad de los discursos, justifica al poder permitiendo la coherción e impidiendo la creatividad (se dice que hay una sola verdad y que no es posible pensar otras posibilidades que lo que actualmente existe y es conocido). El poder produce verdades.



El poder son relaciones de poder. El poder no es una posesión de unas pocas personas, el poder circula. Funciona como una cadena. Los individuos no son solamente blancos del poder, sino una parte por el que fluye. El poder es una red de relaciones. En Occidente se ha privilegiado la visión del poder como derecho (en los juicios se dice que se esclarece la verdad y eso justifica su poder, fuera de los tribunales parece que hay menos verdad). El poder, así, se presenta como impersonal y omnipresente.



Saber y poder están integrados. No es posible que el poder se ejerza sin saber y no hay saber sin que cree poder. Las instituciones de saber son instituciones de poder, sometidos a disciplina (horarios, normas del entorno académico) y al control.



Los hospitales (dotados del saber de la medicina) regulan a los enfermos, separándolos de los sanos y controlándolos. Los psiquiátricos localizan y encierran a los excluidos de racionalidad. Las empresas (dotadas de poder y cierto saber) controlan a los trabajadores con su disciplina laboral. Las cárceles (última instancia del saber del derecho) dirigen y reducen la vida de los presos. Las instituciones se reducen a los principios de vigilar y castigar.









-Galparsoro, J. I. 2010: Pensar la Filosofía hoy. Madrid: Plaza y Valdes.

-Galparsoro, J. I. & Cordero, A. (de.) 2013: Reflections on Naturalism. Madrid: Sense Publishers (REF).



-Nietzsche, F. 2000: La genealogía de la moral. Madrid: Editorial EDAF.



-Foucault, M. 1979: Microfísica del poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta.

-Foucault, M. 1997: Las palabras y las cosas. Madrid: Siglo XXI.

-Foucault, M. 2006: Historia de la locura. Madrid: Alcaná.

-Foucault, M. 2012: Vigilar y castigar. Madrid: Biblioteca Nueva.

2015(e)ko martxoaren 5(a), osteguna

LO-CURA


"LO-CURA”




Cómic publicado en: 



HUMOR CRUEL, RELATOS Y TONTADAS QUE

 SACARÁN MÁS DE UNA SONRISA. . . 








El cómic completo en:



2015(e)ko martxoaren 2(a), astelehena

Políticas de la amistad


Políticas de la amistad de Derrida

Juan José Angulo de la Calle




Aristóteles en su Política indica que la base de la sociedad es la amistad. Esto es, hay una filía, hay un afecto hacia los conciudadanos que cohesiona las sociedades y permite que existan relaciones estables entre los habitantes. 

Sin embargo, en su Ética a Nicómaco indica que la amistad verdadera solamente es compartida entre pocas personas o hacia una única persona normalmente. La amistad no se da a cualquiera y se otorga a pocas personas, normalmente semejantes. 

La persona virtuosa necesita a amigos para poder practicar la virtud (no se suele ayudar a desconocidos), pero al final la persona virtuosa solamente es verdadero amigo de alguien que sea semejante a él, otra persona virtuosa (que suelen ser escasas). La amistad queda, entonces, como un círculo cerrado, casi como el de la familia.

Derrida se basa en la filosofía de Lévinas. Lévinas considera que la ética precede a la ontología, la cuestión del deber ser es anterior a la del ser porque tenemos una primera noción del ser, empezamos a ser conscientes del ser, a través de la conciencia de la presencia del Otro, de las personas que están fuera, que existen fuera de cada uno y que son. De dicha conciencia y reconocimiento, compartimiento del ser y semejanza, surge una conciencia de responsabilidad y, más adelante, se es consciente del ser.

Derrida, en contra de Aristóteles, indica que se hacen amistades no con el semejante, sino con el diferente (en la línea de Lévinas). En tanto diferente puede ofrecer novedades y generar interés, forjando una extraña concordia basada en la aceptación de la diferencia y la construcción de la convivencia en la diversidad. Derrida considera que se debería fomentar dicho modo de amistad, de forma que se establezcan relaciones de fraternidad cada vez más amplias y se permita la construcción de una sociedad más armónica y abierta (a la diferencia).

-Aristóteles 1999: Moral, a Nicómaco. Madrid: Editorial Espasa Calpe.
-Aristóteles 2000: Política. Madrid: Editorial Espasa Calpe.
-Derrida, J. 1998: Políticas de la amistad. Madrid: Editorial Trotta.
-Derrida, J. 1998: Adiós a Emmanuel Lévinas. Palabra de acogida. Madrid: Editorial Trotta.
-Lévinas, E. 1974: Humanismo del otro hombre. México D.F. : Siglo XXI.
-Lévinas, E. 1933: El tiempo y el otro. Barcelona: Paidós.
-Lévinas, E. 1933: Entre nosotros. Ensayo para pensar en otro.
Valencia: Pre-textos.
-Lévinas, E. 1999: De otro modo que ser, o más allá de la esencia. Salamanca: Editorial Sígueme.
-Lévinas, E. 2000: De la existencia al existente. Madrid: Arena Libros.
-Lévinas, E. 2000: La huella del otro. México D.F. : Taurus.
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