2021(e)ko abenduaren 28(a), asteartea

La "Odisea" y la filosofía europea

 

La Odisea y la filosofía europea


Juan José Angulo de la Calle



https://es.wikipedia.org/wiki/Odisea#/media/Archivo:Herbert_James_Draper,_Ulysses_and_the_Sirens,_1909.jpg


Odiseo rico en ardides [Ulises para los romanos]. La figura de Ulises como referente de moderación y cierta sabiduría fue recogida por diferentes filósofos griegos y romanos clásicos, sobre todo por parte de los estoicos. Ulises es un héroe que tiene como guía a Atenea, diosa de la sabiduría. Ella fue la que le inspiró la estratagema de construir el caballo de madera para infiltrarse en Troya y fue la protectora que ayudó a Ulises y a su familia durante su Odisea por mar.


Cuando salió de Troya, desembarcaron en la isla de los cíclopes y se abastecieron en la cueva de Polifemo. El gigante les encerró en la cueva y los fue devorando, sin escuchar las solicitudes de hospitalidad de mandato de Zeus porque él se consideraba más grande que el rey de los dioses. A la noche, el cíclope duerme. Ulises se ve tentado por la ira a acabar con el monstruo, pero supo sobreponerse a su impulso y se esforzó por superar sus encendidas pasiones en favor de su prudencia.


“Al momento me di yo a pensar en mi espíritu altivo

en llegarme, sacar del costado la aguda cuchilla

y clavarla en su cuerpo entre el pecho y el hígado luego

de palpar con la mano; otro impulso detúvome entonces,

pues hubiéramos muerto nosotros también sin remedio

incapaces de alzar con los brazos la piedra terrible

que él dejaba en la gran abertura cerrando su cueva.

Suspirando, a la espera quedamos del alba divina.”

(Odisea, Canto IX, versos 299-305)



Ulises supo esperar hasta pensar en un plan. Uso su inteligencia más que la fuerza bruta. Le dio regaló vino al gigante y cuando, agradecido, el cíclope le preguntó su nombre, le dijo que se llamaba Nadie. Con el sopor del alcohol, Ulises y sus compañeros le clavaron un tronco y se ocultaron debajo de las ovejas. El monstruo trató de buscarlos para vengarse, pero no los encontró y, resignado, tuvo que sacar a su rebaño para poder seguir abasteciéndose como siempre. Palpó a las ovejas, pero los griegos se escondieron debajo de ellas y pudieron salir con ellas.


Esta actitud de usar la inteligencia por encima de la fuerza bruta es una constante en el astuto rey durante su odisea y es valorada por distintos autores, que ven en él a un hombre sabio que se pone por encima de las pasiones y actúa de forma racional, guiándose por la moderación, la templanza, la serenidad, la prudencia y otras virtudes racionales.


Lucio Anneo Séneca escribe en uno de sus escritos filosóficos sobre ética acerca de este hábito racional y lo pone como ejemplo de madurez racional, señalando que su actitud de no dejarse llevar por las pasiones y guiarse por la inteligencia es un ejemplo de sabiduría y racionalidad.


“Por lo que toca a Catón, te dije que no había para qué te congojases, porque ningún sabio puede recibir injuria ni afrenta; y que los dioses nos dieron a Catón por más cierto dechado de un varón sabio, que en los siglos pasados a Ulises o Hércules: porque a éstos llamaron sabios nuestros estoicos por haber sido invictos de los trabajos, despreciadores de los deleites, y vencedores de todos peligros.” 

(De la brevedad de la vida, capítulo II)


El cíclope sale y reclama ayuda de sus hermanos. Dice que Nadie le ha cegado y los demás gigantes se lo toman al pie de la letra. Los griegos llegan hasta su barco y, alejados, en un acto de arrogancia, Ulises le dice su nombre y que fue él el que lo cegó. Polifemo le maldice y suplica al dios Poseidón que lo castigue.


A partir de entonces, el dios Poseidón se ocupa de dificultar el viaje de Ulises, provocando que se las aguas se tornen tormentosas y le desvíen de su camino de vuelta a su reino, Ítaca. Acaban en varias islas, en las que viven hechiceras como Circe o mujeres encantadoras como Calipso que hacen prisionero del amor a Ulises y hacen que postergue su estancia con ellas.

 

Finalmente, en cada ocasión, Ulises logra vencer su pasión e, incluso, la alegría desmedida por el nacimiento de nuevos hijos, en favor de un objetivo de mayor valor y del deber que tiene para con su esposa legítima y su hijo Telémaco. Su viaje al Hades le permite hablar con la sombra del adivino Tiresias que, además de explicarle cómo llegar a Ítaca, le dice que casa se ve asaltada por pretendientes que están consumiendo su hacienda, pretenden usurpar su trono y asesinar a su hijo. Ulises tiene que vencer sus pasiones amorosas, poner por encima el pensamiento y la virtud, siendo un personaje que se guía por la racionalidad y la reflexión.


Además, se ve envuelto en los peligros de los monstruos de los mares profundos. Tiene que hacer uso de todo el conocimiento de navegación y disciplina para pasar por peligros como los destructivos gigantes lestrigones, los cantos hipnóticos de las sirenas, el paso equilibrado entre el torbellino Caribsis y la sanguinaria Escila de varias cabezas. La argucia que usa Ulises para superar el canto de las sirenas fue una de las más significativas: fue objeto de diversas representaciones artísticas con diversas interpretaciones y fue usado por Horkheimer y Adorno para hablar de la razón instrumental (lo que primero llamaron la dialéctica de la Ilustración).


Horkheimer y Adorno consideran que, desde la Ilustración, se ha establecido en Europa una manera de estructurar el pensamiento que hace que se reduzca al mero cálculo de los mejores medios para llegar a un fin, considerado como virtuoso, bueno, valioso o racional. 

 

La Ilustración hacía un llamamiento a que prevaleciese la razón por encima de otras consideraciones, defendía una racionalización de todos los aspectos de la vida (organizar todo en función de la optimización o “racionalización”) y ensalzaba la técnica elaborada de las nuevas máquinas, como máxima expresión del uso racional de instrumentos elaborados por la inteligencia y que colocaban a las personas en una situación de progreso de producción y de civilización.


Los ilustrados defendían que la razón tenía que ponerse por encima de la naturaleza, de forma que se la trate como un instrumento que sirva a los fines humanos (como el Progreso y la Civilización). Se veían reflejado esto en la Enciclopedia de las ciencias y las artes, en las que se ensalzaba los logros de aparatos técnicos cada vez más racionales y productivos que eran presentamos como grandes instrumentos que traían Progreso y Civilización. 

 

Así, se empezaba una dinámica en la que se trataba a los seres vivos como instrumentos y recursos naturales, se ponía un fin por el que casi justificaba todos los medios y se defendía una organización de la realidad en la que todo debía ser sometido a la optimización y la razón instrumental. El paso de tratar la naturaleza como recurso a tratar a las personas como recursos humanos solamente fue cuantitativo a partir de la sociedad industrial y redundó en la división social del trabajo, en la que la explotación laboral podía realizarse sin cuestionamientos emocionales en nombre del “desarrollo” económico y la presunta "eficacia" de un modelo sin regulaciones y con derechos laborales reducidos, planteamientos defendidos por el discurso liberal.


Esta dialéctica de la Ilustración, se veía fundamentada con la apelación a una fría racionalidad instrumental, por encima de consideraciones emocionales y de todo lo que se presentaba como la única forma de racionalización de la sociedad (al reducir el pensamiento al cálculo medios-fines y al ser los propietarios de los grandes medios de comunicación los que difundieran más su versión del Progreso). 

 

Adorno y Horkheimer presentaron la narración de la aventura de Ulises con las sirenas como muestra de este tipo de reducción del pensamiento. Ulises, para centrarse en su destino y objetivo puramente formal, alienó a sus remeros por medio de tapar sus oídos con cera, de manera que eliminaba la posibilidad de acceso a la sensualidad en aras de un objetivo presentado como mejor y racional; y el mismo rey tuvo que autodisciplinarse, en una suerte de moralidad de frialdad burguesa, por medio de atarse al mástil y frenar a sí mismo las consideraciones sensibles.


“La otra posibilidad es la que elige el mismo Odiseo, el señor terrateniente, que hace trabajar a los demás. Él oye [ a las sirenas, los recuerdos encantadores: emociones], pero impotente, atado al mástil de la nave, y cuanto más fuerte resulta la seducción más fuertemente se hace atar, lo mismo que más tarde también los burgueses se negarán la felicidad con tanta mayor tenacidad cuanto más se les acerca al incrementarse su poder. [...]


A través de la mediación de la sociedad total, que invade todas las relaciones y todos los impulsos, los hombres son reducidos de nuevo a aquello contra lo cual se había vuelto la ley de desarrollo de la sociedad, el principio del sí mismo: a simples seres genéricos, iguales entre sí por aislamiento en la colectividad coactivamente dirigida. Los remeros [de la Odisea, cuando tienen que pasan la isla de las sirenas], que no pueden hablar entre sí, se hallan esclavizados todos al mismo ritmo, lo mismo que el obrero moderno en la fábrica, en el cine y en el transporte colectivo.” (Adorno, 2004, p.87- 89)

 

Tras muchos avatares, Ulises llega a su tierra y la ve saqueda por los pretendientes de su esposa. Ayudado por la diosa Atenea, logra entrar disfrazado de anciano mendigo y es acogido por uno de sus sirvientes. En su casa, se encuentra con su hijo, Telémaco, y le explica su plan. Se infiltra en el palacio vestido como mendigo y pasa desapercibido.

 

Telémaco se hace con las armas de los pretendientes mientras Penélope propone una prueba final para elegir a su futuro esposo. Ella pide a todos que intenten armar el arco de su antiguo marido (regalado por Ífito y que había sido hecho por el dios Apolo), y después disparar los ojos de doce segures. Todos empiezan a preparar el arco, pero solamente, al final, Ulises lo logra y dispara certeramente. Terminada la farsa, dispara las flechas contra los saqueadores y luego Telémaco trae armas para terminar la masacre sangrienta.

 
 

Todas sus desventuras terminan, pero todavía debe superar la astucia de Penépole, que cambió la colocación de su tálamo de forma que solamente su auténtico esposo pudiera identificar esta modificación significativa de su palacio. Ulises pasa la última prueba y, por medio de otras señas que solamente conocen ambos esposos, convence a su esposa de que es él. Así termina su larga odisea de retorno del hogar.

 

Bibliografía:

 

-Adorno, Th. W. & Horkheimer, M. (2004): Dialéctica de la ilustración. Madrid: Trotta.

 

-Aristóteles (2013): Poética. Madrid: Alianza Editorial.

 

-Homero (2000): Ilíada. Barcelona: Gredos.

 

-Homero (2000): Odisea. Barcelona: Gredos.

 

-Platón (2002): Obra completa. Madrid: Gredos.

  

-Ovidio, P. (2012): Las metamorfosis. Barcelona: Gredos.

 

-Redfield, J. M. (1992): La tragedia de Héctor: naturaleza y cultura en la Ilíada. Barcelona: Destino.

 

-Séneca (2012): Tratados morales. Barcelona: Espasa Libros.

 

-Virgilio, P. (1999): Eneida. Madrid: Mestas Ediciones.

2021(e)ko abenduaren 21(a), asteartea

"Eneída": entre la "Odisea" y la "Ilíada"

 

 

Eneída: entre la Odisea y la Ilíada

 

 Juan José Angulo de la Calle


https://es.wikipedia.org/wiki/Eneida#/media/Archivo:Aeneas_and_Turnus.jpg

 

     

    La historia escrita por Virgilio es una mezcla entre la Odisea y la Ilíada. Comienza con la toma de Troya por los griegos, con la que comienza el largo viaje del príncipe Eneas, en el que deambula hasta llegar a una tierra asignada por los dioses (sobre todo por su madre Venus) para que el héroe pueda crear una gran civilización; y termina con una guerra con algunos de sus habitantes. 

 

  Empieza con la narración de un largo vagar por mar, similar a los avatares del viaje de Ulises descritos en la Odisea, y termina en una guerra similar a la narrada en la Ilíada (en la que se narra el décimo año de la guerra de Troya).


    Eneas escapa de la destrucción de Troya, pero no es una huída cobarde porque rescata a su padre en un noble acto de piedad filial. Este acto loable le hace muy digno de la fortuna que los dioses determinarán para él. Así, pese al odio de diosas como Juno, recibe ayuda de otros dioses, sobre todo de su madre Venus, y se le designa el destino de ser el fundador de una villa que, en el futuro, supuestamente tendrá que dirigir el mundo.

 

    De Troya escapó el príncipe Eneas, hijo de la diosa Venus y del señor de la guerra Anquises. Era el sobrino del rey de Troya, pero a la muerte de Héctor logró el reconocimiento de Príamo como heredero al trono (debido al desprecio que sintió el rey por el resto de sus hijos: para él, eran un conjunto de cobardes y mujeriegos). La destrucción a sangre y fuego de la ciudad condujo a que Eneas huyera de su tierra patria.



    Viajó por todo el mediterráneo, en una odisea que parecía sin fin. Logró hospitalidad en Cartago, tras seducir a su princesa, Dido. Los dioses le señalaron que su destino era otro, así que la abandonó. Ella se lanzó a la muerte, tras recibir tan fuerte rechazo. Este trágico suicidio condujo, según la poesía, a la eterna enemistad entre Cartago y los descendientes de Eneas, los romanos.



    Llegó a la Península Itálica. Logró convencer al rey Latino para que se casase con su hija. La princesa Lavinia ya estaba comprometida por votos sagrados ante los dioses, así que el príncipe Turnus se enfrentó a Eneas. Hubo una guerra entre los aliados de Turnus y los huéspedes del rey Latino.


 

  Después de una larga batalla, ambos contrincantes se encontraron cara a cara, de la misma forma en que se enfrentaron Aquiles y Héctor. Pasó como en la lucha entre Aquiles y Héctor, Turnus le vio y huyó lleno de terror. Eneas logró cortar la huida cobarde de Turnus y lanzó su jabalina sobre su aterrado rival, cuyos augurios y falta de fuerzas habían anunciado su caída. 

 

    Tras comprobar que sus colosales fuerzas no le acompañaban como para levantar la piedra que marca la zona de litigios, supo que las posibilidades no eran grandes y no pudo más que sentir la desesperación, mientras el curso de acontecimientos pasaba a pesar de él. Eneas proyectó su jabalina con una fuerza tan tremenda que cortó el aire en un estruendoso torbellino. Despedazó todo lo que se cruzó por su camino: escudo y armadura de Turnus incluido.

 

Eneas se casa con Lavinia y funda la ciudad de Lavinia. Su hijo, Ascanio, funda la ciudad de Alba Longa. Cerca de ella, siglos después, sus descendientes, Romulo y Remo construirán el muro sobre el que se asentará la ciudad de Roma. Tras una guerra de sucesión y un brutal fraticidio.



Culto a la familia Julia 

y propaganda a Augusto

 

La Eneída fue un poema encargado a Virgilio por Octavio Augusto tras las guerras civiles para ensalzar los valores de entrega de las legiones inscritos en el régimen de imperium militarista de duración indefinida (que fue instaurado por el Senado en una votación forzada); para alabar la moral tradicionalista recién restaurada; y para dar gloria a Julio César y dar legitimación al golpe de Estado contra el cónsul legal Pompeyo (tras pasar el Rubicón con las legiones desobedeciendo al Senado).  

 

En su primado, Octavio reconstruyó templos de Roma de forma centralizada; amparó y expandio con nueva fuerza una intensa pietas (respeto a la familia, hacia los antepasados, honra a los dioses y un sentido sagrado del deber); reorganizó los sacerdocios por lograr ser pontífice máximo y forma parte de los augures, los feciales y varias órdenes sacerdotales; fomentó la investigación y escritura de textos sobre rituales (entre ellos, varios de Varrón) y difundió su lectura construyendo bibliotecas de acceso público; y reforzó la meticulosidad [religio] en la ejecución de los rituales sagrados (que sufrieron relajamiento durante la etapa tardo-republicana].

 

Por todo esto, presionó al senado para que le nombrara: Augusto (título honorífico que aludía a los augures) y se presentó como máximo garante de la pax deorum (la paz con los dioses y el logro de su favor para Roma), reflejada con la prosperidad y el logro de la pax romana, tras un largo período casi continuado de diferentes guerras civiles.

 

En el poema se glorifica y se dan honores al padre adoptivo de Augusto, el dictador Julio César.  Se expresa este ensalzamiento por presentarlo como un patricio descendiente de dioses e incapaz de actos sacrílegos de ningún tipo.  Se realiza por medio renombrar a Ascanio como Iulo y presentándolo como ancestro de la familia Julia, cuyos últimos descendientes son Cayo Julio César y Cayo Julio César Octaviano.  De esta manera, la gens Julia fue presentada como descendiente de Ascanio, de Eneas, de Rómulo y Remo y de la diosa Venus.  

 

Más adelante Augusto pedirá al Senado que divinicen a su padre adoptivo, le nombren divo que ascendió a los cielos como Rómulo al convertirse en el dios Quirino (entonces se dio el primer paso para el culto a los emperadores).  Por medio de ensalzar a su padre adoptivo, Augusto reforzaba su legitimación, al presentarse como hijo de un dios -divi filius-.  Daba comienzo a un imperium de poderes especiales de duración indefinida, cuya presunta sacralidad le hacía incuestionable. Fue el fin del poder del Senado y la sentencia de la República.


Fue un texto de propaganda que trataba de dar legitimación al nombramiento de Augusto como primer ciudadano (instauración del primado).  Según la Eneída, el principado de Augusto sería la culminación del destino de Eneas de crear una civilización fuerte establezca leyes con garantías y traiga la paz en el mundo por medio de la instauración de un régimen en el que se garantice de forma disciplinada el cumplimiento del deber, la obligación, el oficio y la pietas.

 

Bibliografía:


-Graves, R. (1999): Dioses y héroes de la antigua Grecia.  Madrid: Unidad Editorial.

 

-Havelock, E. A. 2002: Prefacio a Platón.  Madrid: Antonio Machado Libros.

 


-Homero  (2000): Ilíada.  Madrid: Editorial Gredos.


-Homero  (2000): Odisea.  Madrid: Editorial Gredos.

 

-Marqués, N. F. (2021): ¡Que los dioses nos ayuden!  Religiones, ritos y supersticiones de la antigua Roma.  Barcelona: Espasa

 

-Redfield, J. M. (1992): La tragedia de Héctor: naturaleza y cultura en la Ilíada.  Barcelona: Destino. 

 

-Virgilio, P. (1999): Eneída.  Madrid: Mestas Ediciones.

2021(e)ko azaroaren 28(a), igandea

Literatura filosófica: "Memorias de Adriano"

Literatura filosófica:  

Memorias de Adriano

 

Juan José Angulo de la Calle 

 

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https://es.wikipedia.org/wiki/Adriano#/media/Archivo:Bust_Hadrian_Musei_Capitolini_MC817_cropped.jpg

 

 

Hubo, en el transcurso de los siglos, emperadores que se vieron guiados por la sabiduría. Trajano mantuvo una íntima amistad con el filósofo Dion Coceyo; su sucesor, Adriano, aunque era un amante del amor y de los placeres de la vida, conoció las lecciones de Epicteto, el estoico; y procuró que Marco Aurelio, su hijo adoptivo, recibiese la educación necesaria, la cual más adelante le llevó a ser un emperador sabio, estoico, justo y adorado por las legiones (debido tal vez, a que procuró que las únicas guerras fuesen estrictamente defensivas -pero esta vez, en serio-).

 

En la novela de Margueritte Yourcenar, se describe al emperador Adriano como un pensador ecléctico, muy influido por diversas fuentes del saber y del pensamiento. Era conocedor de la filosofía estoica, muy cercana a la severidad moral tradicional romana, pero se separaba de ella por ser demasiado estricta y dura, muy mortificadora en exceso y de una austeridad que el consideraba como innecesaria. 

 

El estoicismo griego (que luego se desarrolló en el Imperio Romano) consideraba que, como todo tiene una causa, todo es racional (y, como todo está unido e interrelacionado como universo ordenado y cosmos, debe haber una red de causas que haga que todo el conjunto de causas conformen un destino racional). Debido a que todo es racional, el filósofo debe entender que ha de aceptar todo lo que pasa, porque todo lo que ocurre tiene una razón de ser (aunque no se conozca o sea perceptible). Los estoicos defendían que hay vivir conforme a la naturaleza, conforme a la racionalidad, porque ello da orden a la sociedad, al cosmos y a la vida humano. Actuar según los dictados de la razón, realizar las obligaciones morales racionales o deberes por encima de las pasiones descontroladas, endurece el carácter, hace que se sea más resistente a los avatares de la fortuna, da moderación y templanza (dando lugar a la serenidad: la ataraxia, la felicidad según la filosofía antigua griega). Desde la perspectiva estoica, se debe tener una vida equilibrada, moderando la atención a las emociones y existir sin vivir para los deseos irracionales, casi de forma austera.

 

Adriano, en la novela, se muestra crítico por este modo de vida, a su parecer demasiado estricto. El emperador, por contra, se muestra favorable a los placeres de la vida y verse afectado por emociones tan fuertes como el amor. Esta actitud le llevaría a formular criticas a su heredero, Marco Aurelio, que asumía con fuerza la filosofía estoica. 

 

Adriano, más bien estaría más cerca del epicureísmo, que considera que la buena vida consiste en buscar el placer y evitar el dolor (con prioridad la segunda parte, por la que esta filosofía abogaría por evitar placeres excesivos -porque serían dañinos, como las indigestiones y las borracheras-; y este planteamiento, por ello, fomentaría los placeres resultado de las virtudes de la moderación, la templanza, la búsqueda del saber y la amistad).  

 

En el texto, sin embargo, señala que fue tentado por esta filosofía en su juventud y que la abandonó a su debido tiempo.  El emperador se va mostrando en sus memorias como una persona sin austeridad forzada, como amante del arte, como entregado a la pasión del amor y como una persona que busca los placeres aceptados por el común de los mortales.  Se describe que su vida está más guiada por el sentido común y las costumbres romanas que por los principios teóricos de los sistemas filosóficos (considerados por él como artificiosidades).

 

Su visión de la vida, del rigor exigible a las personas y su humanismo se formó por la apertura de mente del emperador, que, constante viajero, procuraba conocer los modos de vivir y de pensar de los habitantes del Imperio de Roma. Visitó sobre todo a Grecia, pero se dirigió a otras provincias por diversos motivos. Fue a Britania para ver el famoso muro que el emperador ordenó construir para establecer la eficaz separación entre la civilización y la “barbarie”. La tierra que conquistó Claudio tenía un clima húmedo e inhóspito, similar al carácter de los nativos, que no podían disimular su odio. Maś adelante, pasó nuevamente por Grecia, donde fue honrado con el título honorífico de Arconte de Atenas.

 

Tuvo contacto con el emperador de los partos, con el que tenía que firmar unos tratados de paz para terminar con la guerra total que intentó realizar su antecesor Trajano. Adriano recibió un trato correcto en estas negociaciones y tuvo noticias de que en el imperio parto existían las mismas rencillas internas que las que siempre había en Roma, haciéndole reflexionar en la universalidad de muchos aspectos de los pueblos, más allá de su supuesta barbarie.

 

    Terminados los trámites burocráticos y protocolarios, se dirigió a Judea. Allí las legiones habían vencido otra revuelta judía y esperaban sentencia directa del emperador. Adriano ordenó cortar la cabeza del nuevo mesías en la plaza pública, de forma que se terminara de desacralizar a aquel aventurero y fanático religioso. Además, Adriano quiso dar un cierre fuerte a las pretensiones judías. Ordenó que la provincia romana volviese a ser llamada Palestina, nombre que había tenido toda su historia más allá de las leyendas antiguas y los mitos. Marco Aurelio tomó buena cuenta de la decisión de su padre adoptivo y tomó como suya su tratamiento de las sectas rebeldes.

 

    Formalizada la pax romana, la paz de los muertos, se condujo al granero de Egipto. El clima era pegajoso y de difícil soporte. El amante varón del emperador quiso sustraerse del calor. Antinoo suplicó a su amado Adriano que le permitiese nadar en el sagrado río del Nilo. Por un insoportable largo período de tiempo, cre que el joven se había dejado llevar por el entusiasmo y había hecho un ejercicio deportivo enorme. Tardaba mucho en volver. Adriano llegó a no pasar por alto los atrevimientos normales de los jóvenes y exigió que le trajeran. Encontraron su cuerpo ahogado.

 

    El emperador quedó destrozado. Lo alzó en un último acto de ternura. Fue peor. El frío y el peso plúmbeo le comunicaron de forma directa que efectivamente el gran amor de su vida estaba muerto. Sintió físicamente su muerte. Notó su hedor, su humedad, su gelidez, su cuerpo reducido a materia bruta. La conciencia que tuvo de su fallecimiento fue carnal, sintió su muerte de forma absoluta.

 

En medio de la pena más absoluta, consintió que le concedieran homenajes divinos y que se construyera un templo en su memoria. Adriano pensó que de esa forma paliaría su dolor. Se equivocó. Pensó que hacer más por su amante podría hacer que se sintiera menos mal, por darle honores y reconocimientos que superarían todo tipo de exequias debidas. Ordenó que construyeran una ciudad en su nombre: Antinoópolis. El paso del tiempo hizo que se debilitase el dolor, provocando que fuera perdiendo el gran peso inicial, por el deterioramiento de todas las cosas en el devenir.

 

Adriano decidió no volver a Roma. Se quedó en Grecia, donde lloró todo lo que fue necesario la muerte de Antinoó. Dejó al príncipe Marco Aurelio a cargo del Imperio. Marco Aurelio continuó las obras de Adriano, propulsó políticas austeras para sanear la caja pública, reforzó la presencia de legiones en las fronteras y disciplinó al ejército para evitar confrontaciones innecesarias. Adriano falleció pocos años después, totalmente afectado por los males de amor.

 

Bibliografía:  

 

-Cicerón, M. T. (2005): Disputaciones Tusculanas.  Madrid: Editorial Gredos.

 

-Diógenes Laercio (2007)Vidas de los Filósofos Ilustres.  Madrid: Alianza Editorial.


-Epicuro 
(1985): Carta a Meneceo y máximas capitales.  Madrid: Alhambra.

-Epicteto 
(2012): Un manual de vida.  Barcelona: Los pequeños libros de la sabiduría.

 

-Séneca (1984): Diálogos.  Madrid:  Editora Nacional.

 

-Schlanger, J. (2000): Sobre la vida buena. Madrid: Editorial Síntesis. 

 

-Yourcenar, M. (1999): Memorias de Adriano. Madrid: Unidad Editorial.

2021(e)ko azaroaren 15(a), astelehena

«Ilíada»: cólera de Aquiles y compasión

 Ilíada: ira de Aquiles y compasión

 

Juan José Angulo de la Calle

 

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En el décimo año de la guerra de Troya, los griegos saquean un templo dedicado a Apolo. Se llevaron como botín de guerra a la hija del sacerdote y él solicitó su rescate a cambio de unos tesoros que igualarían la honra de la posesión de una esclava de guerra. Agamenón rechazó devolver, a cambio de regalos honrosos, a la hija de un sacerdote de Apolo.


El sacerdote clamó con justa indignación o némesis que el acto del rey de Micenas era pura arrogancia excesiva o hybris. El apolíneo sacerdote clamó justa venganza a su dios. Él le escuchó y, con sus acertadas flechas, envió una peste que asoló a los griegos. Llamaron a un vidente para que explicara el enfado de los dioses y la forma de aplacarlos. Calcas señaló la falta del rey de Micenas y añadió que debía ser devuelta la muchacha sin recepción de regalos: ello suponía reducir honor al rey Agamenón (el honor era asignado en forma de botín de guerra, dar cierto grado del saqueo era una forma de reconocer los méritos).


Como Aquiles defendió a Calcas, el auspicio, Agamenón la tomó con él y aceptó la entrega a cambio de arrebatar a Aquiles una esclava. Lleno de ira por el honor vulnerado, Aquiles deja el combate hasta que ve el resultado de sus actos: muchos amigos perecen por su retirada. Los griegos empezaron a sufrir estragos por la falta de Aquiles. Se ve compadecido y dejó que su amante Patroclo fuese en su lugar. Como iba con la armadura de Aquiles, le tomaron por él y causó el pánico entre los troyanos. Los venció hasta llegar a la empalizada que protegía a los griegos.


Héctor se sintió atraído por la armadura y, borracho de poder por sus recientes victorias, se atrevió a arremeter. Comprobó que el guerrero que veía era meramente Patroclo y, aun así, lo mató con la sensación de que había matado al propio Aquiles. Cuando su víctima agonizaba le dijo que acabaría también con su amante. Héctor provocó su tragedia: la ira de Aquiles pasó de estar dirigida a Agamenón a estar dirigida a Héctor. Enterado del desastre, Aquiles redirigió su ira. De guardar odio a Agamenón, pasó a quedar obsesionado con matar troyanos en general y a Héctor, en particular. La ira de Aquiles se dirigió hacia el príncipe enemigo, al que persiguió hasta las murallas de Troya.


Allí le esperó el príncipe troyano hasta que el pánico le dominó. Cuando le vio y se dio cuenta de que era real, empezó a correr alrededor de los muros hasta que Atenea lo engañó y se hizo pasar por su hermano. Se quedó quieto y esperó la llegada de Aquiles. Atenea desapareció y solamente le quedó luchar. Héctor lanzó su lanza. El furor de Aquiles hizo que reaccionase bruscamente y paró la saeta con su escudo.


Entonces, el príncipe se lanzó desesperado a atacarle con su espada, pero Aquiles tenía su lanza, que contaba con la ventaja de abarcar más distancia. Además, Héctor portaba la antigua armadura de Aquiles y él conocía su único punto débil. Todo estaba protegido, salvo la garganta y allí le alcanzó Aquiles, antes de que la espada pudiera rozarle siquiera. Lo mató como un zorro mata a un pato, en un acto más parecido a un juego que a una hazaña, un mero abuso de la superioridad combativa.


La ira de Aquiles no arreció con la matanza. Lo ató a su carruaje y lo arrastró para desfigurarle. Lo hizo en incontables ocasiones. Su furia era un fuego que crecía cada vez que se le alimentaba con cada acto de venganza. No podía dormir por pura cólera, dando vueltas y más vueltas en las noches.


Héctor era la gran baza de Troya. Le llamaban el protector de la Ciudad. Una vez muerto, la balanza tenía que inclinarse para los griegos. Sin embargo, el rey troyano Príamo logró infiltrarse en el campamento y consiguió tiempo. Pudo entrar en la tienda de Aquiles y suplicó de rodillas el cuerpo de su hijo para poder darle las debidas exequias. El héroe vio el dolor del rey y se vio reflejado en él: estaba sufriendo como el padeció cuando mataron a su amante.

 

La ira de Aquiles se desvaneció y no fue por la venganza, sino por la compasión: por compartir un dolor similar con otra persona y aplacarlo con el mutuo reconocimiento. Aquiles se compadeció del anciano, le permitió llevarse a su hijo y, por fin, vio aplacada su ira. Solamente la compasión pudo terminar con la terrible cólera de Aquiles.

 

Bibliografía:


-Graves, R. (1999): Dioses y héroes de la antigua Grecia.  Madrid: Unidad Editorial.

 

-Havelock, E. A. 2002: Prefacio a Platón.  Madrid: Antonio Machado Libros.

 

-Hesíodo  2001: Obras y fragmentos.  

 Madrid: Editorial Gredos.


-Homero  (2000):
Ilíada.  Madrid: Editorial Gredos.


-Homero  (2000): Odisea.  Madrid: Editorial Gredos.

 

-Nietzsche, F. (2002): El nacimiento de la tragedia.  

Madrid: Alianza Editorial. 

 

-Redfield, J. M. (1992): La tragedia de Héctor: naturaleza y cultura en la Ilíada.  Barcelona: Destino. 

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