2014(e)ko apirilaren 29(a), asteartea

La sociedad del espectáculo: el consumismo


La sociedad del espectáculo: el consumismo

Juan José Angulo de la Calle
 
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/43/Guy_Debord%2C_painted_portrait.jpg
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/43/Guy_Debord%2C_painted_portrait.jpg


Guy Debord definía la sociedad del espectáculo como el intercambio (económico) de espectáculos, ellos son una serie de mercancías que se consumen de forma pasiva. 

De alguna forma, alude al consumismo, en el que las personas adquieren productos que son utilizados de forma que el sujeto no tome parte activa en ella (películas que son vistas pasivamente, discos de música...).

Los espectáculos conducen a un modo de vida en el que las personas se acostumbran a permanecer pasivos, a ser meros espectadores que contemplan, se dejan llevar y no hacen nada. Ello lleva a la formación de personas acríticas, acostumbradas a contemplar pasivamente y a limitarse recibir información sin intervención, en lugar de reflexionar y cuestionar los datos (sensoriales o conceptuales) que son dados. 

Los medios de comunicación de masas, sin ninguna intencionalidad conspirativa pero con una terrible eficacia, fomentan esta tendencia y conducen a la formación de una sociedad acrítica, pasiva y conformista.  

Su objetivo es la consecución de audiencia o público para lograr que la publicidad sea recibida por el mayor número de personas logrando mayores ganancias, pero en esa búsqueda difunden una serie de espectáculos en un formato que pide una  gran atención y dificulta la reflexión.  

Al final, sin pretenderlo expresamente, apaciguan a la sociedad y, en parte, la abotargan.

Como dijo Umberto Eco:
"Una sociedad democrática se salvará solamente si hace del lenguaje de imágenes una provocación a la reflexión y no una invitación a la hipnosis."

-Debord, Guy 2005: La sociedad del espectáculo. Barcelona: Editorial Pre-textos.
 

2014(e)ko apirilaren 21(a), astelehena

El principio de muerte


El principio de muerte

Juan José Angulo de la Calle

El único conocimiento seguro es que vamos a morir. Éso es lo que pensó Heinrich, tras buscar un principio del conocimiento seguro y válido.

Las matemáticas y la lógica son demasiado abstractas y no pueden decir nada del mundo. Las ciencias están bajo una presunción de verdad, sus leyes han sido comprobadas en experimentos pero sólo las han corroborado en un determinado número de casos, no en todos (que sería imposible). Como mucho pueden decir las ciencias que hasta ahora no ha habido un experimento que haya refutado las leyes, que el método hipotético-deductivo es contrastable. Ello es mucho, pero no es seguro del todo.

Pensando ésto, Heinrich se preguntó por algún conocimiento más seguro y sólo encontró la consciencia de la muerte. Una vez llegado a este principio, pensó en sus consecuencias. Los animales morimos y los seres humanos somos los únicos entre ellos que sabemos que nos moriremos, luego ello nos hace ser más temerosos y más desgraciados, pero también puede hacernos más empáticos porque, conscientes de la brevedad de la vida, podemos ver su supuesto valor, apreciarla y a respetar, en lo posible, la de los demás. Por otro lado, el saber que un día moriremos nos puede hacer atesorar cada momento y vivirlo con intensidad sabiendo que nos quedan pocos y que las vivencias son un tesoro.

Además, saber que el ser humano es mortal lleva a las consecuencia de su carácter efímero, limitado. Un ser limitado tiene cierta fragilidad, puede dañarse del todo y, por tanto, puede dañarse algo. Ésto es el dolor, el informe sobre un fallo o alteración del que da cuenta el organismo. El ser humano tiene dolor y es consciente de que en toda su vida lo va a tener y sufre por ello. Es el ser más desgraciado entre los animales y el más digno de lástima. Saber ésto refuerza aún más la empatía y la comprensión, concluye Heinrich.

Llegados a estas conclusiones, Heinrich se propuso difundir su pensamiento para hacer que las personas ahondasen en el asombro de la maravilla de la vida. Sin embargo, nadie le escuchó de verdad. A ninguna persona le gustaba recordar el dolor y la muerte. Preferían evadirse pensando en otras cosas o centrarse en las dificultades o problemas de la vida. Muchos le llamaron “bicho raro” por aludir a algo demasiado lejano, demasiado ajeno, demasiado obvio o demasiado innecesario de relatar.

Rechazado por todas las personas, Heinrich se encerró en sí mismo, sin dejar entrar a nadie. La fortaleza perfecta no deja entrar el aire. El joven se consumió en su propio jugo y se volvió completamente loco, pero un loco con una amplia sonrisa.

2014(e)ko apirilaren 2(a), asteazkena

Segundo poema de Ilargi


Segundo poema de Ilargi


Tengo algo dentro
que me corroe:
es sufrimiento,
mi ser recorre.

Todo es absurdo,
la vida aterra.
No existe mundo,
sólo hay Tierra.
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