2020(e)ko uztailaren 17(a), ostirala

Cultura de masas y arte

  Cultura de masas y arte


Juan José Angulo de la Calle
Doctor en Filosofía

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/ed/Alan_Moore_at_the_ICA_on_June_2nd_2009.jpg

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Denuncias de críticos de arte


Hace algunos años, el novelista gráfico Alan Moore (autor de V de Vendetta y Watchmen) señaló que al público no hay que darle todo lo que quiere, sino lo que necesita. 

 

En  una entrevista reciente, el novelista gráfico Alan Moore (autor de V de Vendeta y Watchmen) señaló que el cine de superhéroes había arruinado la cultura.  Refiriéndose al mismo tipo de cine, Martin Scorsese señaló hace un año que es más una experiencia de parque de atracciones (por los efectos especiales) que de verdadero cine (tramas elaboradas y capacidad narrativa visual).

 

El cine comercial en general procura dar más importancia a los efectos especiales deslumbrantes que al propio argumento de las películas.  No deja de ser entretenimiento más que arte y, si siguen fines económicos, tampoco se le puede exigir tanto como al cine español (que recibe algunas subvenciones públicas).  

 

Pero como consumidores sí que debería de ser posible exigir unos mínimos (si no es arte, por lo menos que sea entretenimiento aceptable con tramas elaboradas y bien construidas -y no supongan malestar-). 

 

El youtuber Quetzal señala, en este punto, que este fenómeno está unido al fomento del consumismo fácil de la cultura de masas que procura la industria del entretenimiento.  Lo enlaza con la crítica de Adorno de que la mayoría de los productos de arte y culturales se han convertido principalmente en un producto de mercado y que no procura grandes aportaciones para la vida. 

 

Los productos culturales son un mero espectáculo que nos abruma con sus efectos visuales y nos hace pasivos, según Guy Debord.  La cultura de masas está más orientada al entretenimiento pasivo que a cuestiones estéticas o intelectivas: https://www.youtube.com/watch?v=nCTFGa8f8EA

 

Esta crítica se podría trasladar al arte en general, con artistas pobres que miran más por agradar (que realizan obras sin complejidad, intensidad o mensaje artístico elaborado); no procuran crear obras que tengan una repercusión real en el desarrollo artístico; son obras de artistas tales como Hirst, Koonz y Murakami: https://www.youtube.com/watch?v=OlG8_q3JLTI&t=8s

 

Avelina Lesper considera que el llamado "arte contemporáneo" es un fraude, dada la escasez de mensaje por sí mismo (que debería ser reflejado por la propia obra de arte y no requerir "explicaciones" o, más bien, relatos del artista).  No hay reflejo en las obras mismas de pensamiento y elaboración, no transmiten directamente y las obras acaban, así, "siendo" lo que los artistas dicen que es y que expresan: https://www.youtube.com/watch?v=RfHubArMMA8&t=284s.  

 

Mario Rodríguez Guerras, por su parte, denuncia que hay artistas que abusan de la confusión entre los límites del arte y lo no artístico.  Se aprovechan de la difusa definición de arte actual para presentar obras que no aportan nada al panorama artístico: https://esquimalenator.wordpress.com/2010/11/23/corrientes-del-arte-actual/

 

El doctor Juan Carlos Villagrán habla incluso de "hamparte", el supuesto "arte" que existe meramente por la gran campaña de promoción y publicidad de auténticas industrias (que funcionan casi como el "hampa", de ahí el término de "hamparte").  

 

Villagrán señala que hay todo un entramado comercial que trata de vender obras de arte solamente por el mero lucro y cuyo máximo fin es la venta cada vez más masiva o con el mayor beneficio; aunque sea por medio de presentar en galerías obras sencillas pero agradables a la vista y que resultan muy atractivas (pese a su escasa elaboración artística, complejidad, escasa composición y poca intensidad).  

 

Si bien el autor reconoce que es posible en la actualidad la producción artística y reconoce a autores actuales, denuncia que en el panorama de ferias, galerías y tratamiento por los medios de comunicación, hay mucho fomento del arte pobre pero espectacular: https://www.youtube.com/watch?v=XHtfmngQ7aA

Sin embargo, más allá de las etiquetas, calificaciones y críticas, todavía se puede hablar de producción artística.  Rafael López Borrego indica que más allá de términos como "hamparte", "no-arte", "arte contemporáneo fraudulento", hay todavía artistas cuya formación y dedicación les permite generar obras que transmiten un mensaje artístico: https://www.youtube.com/watch?v=Qp7VEcR3iUE&t=264s.

Este autor señala que en la actualidad se podría hablar, entre otras plasmaciones, de un comienzo de nuevo barroco, dado que bastantes obras presentan un grado de recargamiento y complejidad que les asemeja al estilo del arte del siglo XVII: https://www.youtube.com/watch?v=48KjEm_Zkt8&t=30s

 

Críticas contemporáneas


Walter Benjamin ya señaló que el hecho de que haya una gran difusión de las obras de arte (por medios de comunicación) hace que la experiencia ante él había hecho que dejase de ser especial, que perdiese su aura.  

 

Theodor Adorno, por su parte, señaló que en la cultura de masas, en el consumismo, se generan obras de arte más tendentes al mercado y la venta que al desarrollo artístico (dentro de sus propias reglas, las de cada corriente).  

 

Guy Debord indicó que nuestra sociedad se basa en el intercambio de unas mercancías, los espectáculos, que se consumen de forma pasiva (haciendo que las personas sean cada vez estén más abrumadas por productos deslumbrantes que se consumen sin actividad mental y hace que las personas sean menos críticas).  

 

Me arriesgaría a decir que ello fomenta que las personas tengan principalmente una mentalidad muy estancada (al no fomentarse la crítica ni la actividad reflexiva) y hace que las personas sean, en términos de Marcuse, unidimensionales (con un único criterio y que interpretan las cosas desde un único punto de vista, encasillando todo bajo un único criterio y sin ver los demás puntos de vista o "dimensiones" de la complejidad de las cosas).  

 

No es que las personas no puedan tener capacidad crítica, sino que se ven, en nuestra cultura de masas fundamentalmente audiovisual -de contemplación pasiva por vista y oído-, sin herramientas para realizarla de forma elaborada y bien construída.  

 

Sin una educación artística profunda, sin un fomento de la cultura exigente (no fácil y suave, como la cultura de masas y algunas obras sin contenido) y dejando la filosofía como optativa en segundo de bachiller (con las herramientas y métodos que facilitan la crítica bien construida), se deja a la sociedad a un estado de incapacidad para el entendimiento, la comprensión, el trabajo de la sensibilidad y el pensamiento, que el arte bien elaborado podría proporcionar.

 

Frente a los productos comerciales alienantes y de cultura de masas, Adorno considera que se debe reivindicar un arte que siga sus propias normas: el arte siempre ha procurado crear y con esta generación rompedora se logra alejarse del abotorgamiento.  

 

El arte que siga sus propias normas, el que procure generar algo nuevo, permite que se den nuevas maneras de entender la realidad, al crear nuevas formas de expresión, nuevas formas de entender la realidad que pueda hacer que el público sea crítico.

 

Adorno destacó la labor de artistas de vanguardia; entre ellos los músicos creativos Mahler, Webern, Shónberg y Berg.  Ellos no se dejaron llevar por los moldes simples de los productos de mercado, ni por buscar la venta masiva de entradas, y generaron nuevas formas de expresión en la música, pese a que pudieran generar extrañeza en el público y hacer que fuera menos receptivo.  Sin embargo, aportaron nuevas maneras de entender la música y nuevas formas de sensibilidad.

 

Gramsci, por su parte, defendió que se procurase una cultura popular porque, por medio de ella, se podría sustraer a las personas trabajadoras del influjo de la hegemonía y dominio de ideas de las clases dominantes (que disponen de los grandes medios de difusión), al procurar que la cultura no fuera algo que se recibe de fuera y de forma pasiva, sino que se construiría de forma activa y crítica.  

 

De esta forma, las personas trabajadoras no tendrían como únicas ideas las difundidas por la industria cultural y podrían disponer de una alternativa con la que la cultura no se reduciría a lo difundido masivamente y permitiría defenderse del influjo del bombardeo de los productos culturales, presentados como principales y casi únicos (y que no fomentan cuestionamientos, reflexiones y crítica, sino un consumo pasivo, abotargante y alienante).

 

En cualquier caso, las personas tendrían que poder sustraerse de alguna manera de un bombardeo publicitario y de difusión de unos productos que se consumen de forma pasiva.  

 

Se tendría que fomentar la actitud de que, por mucho que sean consumidos los productos de la cultura de masas, se tiene que tener una mente activa frente a ellos y que se tenga un distanciamiento suficiente como para poder hacer observaciones, reflexiones y, si es necesario, críticas.  

 

El que haya productos espectaculares u otros de arte pobre no debería ser impedimento para que las personas que lo contemplan o lo consumen puedan ser capaces para ser activo en la cultura y puedan responder a aquello que se le presentan.  Se debe fomentar ser activos y críticos frente a todo el bombardeo de los medios de difusión y a los efectos de los productos del espectáculo.



 El gran cambio del 

arte contemporáneo europeo



Ya desde la invención de las máquinas fotográficas, el papel de las obras de arte tuvo que ser totalmente modificado.  Además que desde el final del neoclasicismo, se agotaron la mayor parte de las posibilidades del clásico canon artístico basado en el orden, medida y proporción (la armonía), que podía ser expresado con el uso de proporciones matemáticas basadas en el uso del número phi y la sucesión de Fibonnacci (que permite la elaboración de fractales y otras figuras geométricas, que permiten ordenar los elementos y proporciones de los cuadros y esculturas de forma armoniosa).

 

El arte no tendría que ser totalmente figurativo o representativo, dado que el modelo clásico había sido agotado y que la fotografía reproduce la realidad mucho mejor.  

 

Se tendieron a varias corrientes para ahondar en otros motivos.  Tras el neoclasicismo, surgieron las corrientes iluminista (que trabajó el reflejo de la luz) y el impresionismo, que buscó expresar pinturas en las que la luz y el color fuesen los protagonistas (reflejando la primera impresión que se tiene de algún paisaje o figuras observadas, previa a la más conceptual).  

 

Como reacción al impresionismo, se rompió con él con el expresionismo, en el que los autores procuraron expresar de la forma más viva las emociones profundas humanas (aunque sea curvando o desestructurando las verdaderas formas de las cosas, de forma que puedan reflejar angustia y otras emociones). 

 

Más adelante, se desarrolló el cubismo, en el que los cuadros presentaban figuras con varios lados o caras de ella (de frente y de perfil), de forma que permitiese al espectador su reconstrucción mental en tres dimensiones.  

 

Por otro lado, se desarrolló el superrealismo o surrealismo, en el que se ahondó en el mundo más íntimo humano: el psicológico profundo y lo onírico (relacionado con los sueños).  

 

Y finalmente se rompió totalmente con el arte figurativo, por medio de la introducción del arte abstracto (cuyo principal defensor fue Kandinski, que buscaba que las obras expresasen la profundidad del espíritu humano, más allá de figuras materiales).

 

A partir de la abstracción en el arte, él se vuelve cada vez más conceptual y limita la capacidad de comprensión directa.  Debido a ello, el arte contemporáneo y el más actual se ha vuelto demasiado complejo como para que sea entendido por el gran público.  

 

Consecuencia de ello, la posibilidad de saber qué es arte y qué no lo es, se vuelve casi imposible y ello conduce a que pueda haber artistas cuyos fines sean más la venta y el mercado, que la aportación artística.  

 

Sin embargo, el que haya artistas que sean más orientados al marketing, la promoción y el puro mercado, no implica que no existan artistas que realicen obras elaboradas que tengan gran valor estético y que aporten obras elaboradas que tengan contenido artístico.  


Criterios de evaluación 

del arte actual europeo 


Las personas pueden hacer análisis de las obras de arte, así como respecto a los productos de la cultura de masas de la industria del entretenimiento.
 
Es posible hacer evaluaciones de las obras de arte por medio de criterios de evaluación accesibles y no especializados.
 
Aristóteles consideraba que las obras de arte son las plasmación de pensamiento elaborado, dado que requieren una creatividad y gran trabajo diferente de los meros productos útiles técnicos y los meramente decorativos. 
 
A partir de esta definición, se deducen, al menos, tres aspectos que identificarían a la obra de arte: la composición elaborada (puede que belleza), el seguimiento de unas reglas por las que se pueda expresar un mensaje pensado por el artista (de una corriente reconocible, de forma que sea entendible y comunicable) y la intención artística (un mensaje que ha querido procurar generar el artistas con su obra y que se expresa por la obra misma: que pueda ser reconocido directamente).  El cumplimiento de los tres implica el reconocimiento de una obra como artística.
 

Asimismo, esta definición de arte como pensamiento elaborado permite descubrir tres valores objetivos de la obra de arte, en función del grado de elaboración de la expresión de un pensamiento y unas ideas expresadas.
 
 
Hay tres valores objetivos para evaluar una obra de arte: la complejidad (su composición, estructura u ordenación articulada o con sentido de sus elementos); la coherencia del mensaje o de las ideas en función de su estructuración; y el grado de intensidad con el que se expresa la intención artística.  Por medio de estos valores, se puede valorar el grado de aportación artística de cada obra.


Bibliografía:


-Adorno, Th. W.  (2004): Teoría estética.  Madrid: Akal. 


-Adorno, Th. W. & Horkheimer, M.  (2004): Dialéctica de la ilustración.  Madrid: Trotta.

 

-Arana, J. R. (2005): Balada de la filosofía y de la ciencia.  Barakaldo: Ediciones de Librería San Antonio. 


-Aranda, C.  (2004): Introducción a la estética contemporánea.  Almería: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería.

 

-Aristóteles (2007): Poética
Buenos Aires: Editorial Gradifco.

 


-Ardeo Rubio, I. (2005): “Fundamentos de estética”,
 in: Revolución Neolítica, n. 5. 
 Donostia/San Sebastián: Ti.Ta. Editores asociados.

 

-Bayer, R. (2018): Historia de la estética.   
Barcelona: EFE. 

-Benjamin, W. (1989):  
La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica.   
Buenos Aires: Editorial Taurus.

 

-Corbalán, F.  (2012): La proporción áurea.  El lenguaje matemático de la belleza.  Villatuerta: RBA. 


-Eco, U.  (2018): Historia de la belleza.  Barcelona: Lumen.


-López, R. (2018): La obra de arte en siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.

 

-Marcuse, H. (2002): Eros y civilización.  Barcelona: Editorial Ariel. 

 

-Marcuse, H. (2010): El hombre unidimensional.  Barcelona: Editorial Ariel.


-San Martín, F. J.  (2019): Guía para el arte del siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.



2020(e)ko uztailaren 13(a), astelehena

Bitácora de la doctora Sklodowska

 Bitácora de la doctora Sklodowska

Juan José Angulo de la Calle

I







 Siglo XXII cuando dejé la Tierra.  Pese a la posesión de un reloj atómico y de un ordenador cuántico cuyos qubtis realizan cálculos extremadamente precisos, mi situación particular en la nave hace que desconfíe en cualquier medidor de tiempo.


Viajo en un cohete por el espacio.  La carga previa por medio de extractores fotosintéticos y el consecuente reciclado del sistema de fusión nuclear han sido lo suficiente eficientes como para que la energía para los virajes en el espacio sean suficientes y cumplan su cometido.


Vago por el espacio con los motores apagados, claro.  Al no haber necesidad, de momento, de ninguna necesidad de cambio en el rumbo, la inercia espacial permite que la nave siga su curso, sin haber impedimientos en el espacio "vacío" que resten velocidad.


No noto la inmensa velocidad, viajo a una velocidad cercana a la luz.  Mi masa se habrá expandido y mi tiempo se habrá "alargado", dilatándolo; pero, como señaló el filósofo Kant, nuestro entendimiento sobre el espacio y el tiempo es subjetivo y no noto nada.


En esta situación de inadecuación de la percepción espacio-temporal, me limito a recordar el mundo del que vengo y pienso en todo lo que habrá cambiado cuando llegue.  Tras el Cambio Climático, la humanidad tuvo que basar las relaciones internacionales en la cooperación global.  La economía se basó en el intercambio de conocimientos.  A mayor conocimiento científico, mayor tecnología y nuevas formas de generar energía y producción.


El ordenador me avisa de que llega el momento de realizar un viraje.  Lo prepara y me indica el momento exacto de dar la orden.  La máquina podría haberlo efectuado automáticamente con mayor precisión, dado que maneja una ingente cantidad de información variante; el procesamiento de los volubles e indeterminados qubtis, ni más ni menos...  

Sin embargo, el Proyecto Global fue tajante con que las operaciones las tenía que hacer un ser humano, quizás por una suerte de sentimiento de inferioridad o para que nos quedase algún atisbo de dignidad en una misión tan mediada por la tecnología...


Estoy a punto de volver a la Tierra; girando en la curvatura espacial que genera el sol, alcanzaré el "curso temporal normal"...  Para mí, ha pasado poco tiempo, pero en una velocidad cercana a la de la luz mi espacio y mi tiempo se habrán alterado.  Para la Tierra, habrán pasado décadas.


Espero que mis cálculos, junto a los del ordenador cuántico, hayan sido correctos y no colapse la nave.  Temblando procedo a dar la orden de viraje.


¡Alarma roja!  ¡Oh, no...!  Quiero ver a Marie... Quiero ver a mi gemela...


Ahí está...  Más envejecida que yo...



II


La anterior misión abrió camino.  El Consejo dio luz verde a los extremos experimentos que tendré que realizar en la prudente lejanía del espacio profundo.


Viajaré rumbo a Proxi Centauri, lugar en la que realizaré el trabajo con el que he soñado toda la vida.  Realizaré comprobaciones que solamente eran experimentos mentales hace siglo y medio.


A suficiente distancia de lejanía, procedo a los preparativos científicos.  Voy a la sala de pruebas y enciendo las máquinas, previamente ancladas a sus debidas posiciones.


Disparo electrones a través de una lámina con una doble rendija y que está paralela a una lámina plana, en la que se estrellarán las partículas.  El tamaño del cañón de electrones es suficientemente grande como para observar a simple vista los resultados.  Compruebo que los electrones actúan de forma diferente si hay un observador (luz y medición), y sin él.


Compruebo las aseveraciones de la teoría cuántica, observo cómo en la lámina en la que se realiza observaciones se dan patrones fijos y cómo, en la que no se hacen mediciones directas, los electrones quedan aplastados de forma casi aleatoria.


La materia se divide en paquetes discretos de energía: los cuantos.  A veces, funcionan como partículas (son como puntos); a veces, funcionan como ondas (como las del agua); y, a veces, realizan la función de onda y partícula a la vez.





Compruebo que, efectivamente, en esta realidad material tan indeterminada, cuando hay un observador, se colapsa la función de onda y los cuantos quedan como partículas con una posición concreta.


Para asegurarme del papel del observador, meto a un gato en una caja con una ampolla radiactiva, que se abre si un dispositivo capta un electrón como partícula.  Pueden darse dos casos: o bien el electrón cumple la función de partícula y el gato muere; o bien funciona como onda y el gato sigue vivo.


Le oigo maullar y expirar a intervalos demasiado próximos.  El gato maulla con regularidad a la vez que se le oye expirar muriendo, para después volver a maullar y expirar...





 Sin un observador que colapse la función de onda, el electrón que capta el dispositivo es a la vez onda y partícula.  Se activa y no se activa la ampolla radiactiva, el gas es expulsado y permanece, y él hace efecto y, a la vez, se dispersa...  El gato se haya en un limbo: vivo y muerto a la vez.

El ordenador cuántico me avisa de que los sensores captan anomalías en el espacio.  ¿Acaba de desdoblarse el universo?  El ordenador registra los datos y procede a hacer una comprobación de la captada remora.

Oigo al gato.  Está vivo.  Se acabó el limbo.  Está vivo.  Al menos, en nuestro universo...  Si realmente se ha dividido el espacio, puede que en otro universo el mismo gato se haye muerto...


III

 

Animada por el anterior experimento, decido investigar algún indicio que pudiera registrar alguna anomalía que indique que existe el otro universo desdoblado.


El ordenador indica que nuestra sonda electrónica ha captado una partícula que carece de las características del modelo standard: no pertenece a nuestro universo, o al menos tal como lo conocemos...


Debo variar el rumbo hasta un planeta, donde la sonda indica que ha procedido las ondas electromagnéticas de partículas extrañas a nuestro universo observable.


Está a miles de parsecs, pero nuestro motor se acerca a la velocidad de la luz.  Se ha cargado de energía solar por medio de nuestro sistema fotosintético y se ha reciclado la energía por el sistema de fusión nuclear.


Llegada al Polo del planeta, envío ondas electromagnéticas con la esperanza de que vuelvan y puede que acompañadas de partículas similares a la desconocida que registró la sonda.  Vuelven, pero acompañadas de otras diferentes... ¿He recibido una respuesta?  ¿Una señal extraterrestre?


El ordenador cuántico avisa de la proximidad de un objeto desconocido, que ha viajado a velocidad regular y con variaciones fugaces de rumbo.  


En el puente de mando contemplo atónita una reconstrucción molecular: un ser se ha teletransportado a nuestra nave.  El análisis del ordenador cuántico indica que se trata de una forma de vida basada en el silicio.  No puedo creer todo lo que está pasando.  Me quedo atónita y helada, sin saber si tengo que reaccionar o volcarme a un profundo escepticismo.






Oigo una voz en mi cabeza.


-Buenos días, doctora Sklodowska.


-¡¿Cómo puede hablar mi idioma?!- le grito desde mi cabeza, llena de terror.


- Me comunico con usted telepáticamente, usando el lenguaje universal de la mente, el mentalés...


-¿Como postulaba el filósofo Putnam...? -pensé con ansiedad y acelerada-.  Pero, ¿qué querrá...?  ¿Explorar... invadir... investigar... destruir?  ¡Espera, si lo he pensado, lo he dicho!


-Tranquila, -contestó inalterable el ente- vuestra insignificante tecnología y sus productos no nos interesan.  Vengo a hablaros del multiverso...  Existen innumerables universos distintos...  Cercano al vuestro está el nuestro.  Me he trasladado siguiendo el trazo de un lazo de supercuerda que atraviesa los tres universos brana a los que estamos conectados.

-¡La teoría de supercuerdas probada! -grité con ingenuidad y precipitación en mi fuero interno, mientras mi mente divabaga-  Los cuantos son entendidos como una dualidad de función: funcionan como partículas y ondas...  Las supercuerdas son la postulación de que esos "puntos" que son los cuantos, en realidad son filamentos alargados que vibran, dando lugar a ondas.  Pero... para eso se requieren diez dimensiones...




 -Las dimensiones extras -explicó el ser con total serenidad- están en los universos-membrana que están próximos entre sí...  Además de vuestras tres dimensiones del espacio y el tiempo, hay otras dimensiones en los universos próximos...  Pero hay otros tipos de universo...  Universos burbuja resultado de vuestro Big Bang, universos dentro de agujeros negros, universos holográficos...


-¡Otros mundos posibles, como pensaron los filósofos  Leibniz y Krikpe! - grité exaltada en el último arrebato de mis emociones encendidas y apresuradas-.


2020(e)ko uztailaren 1(a), asteazkena

Ensayo sobre estética europea

Ensayo sobre estética europea

 

Juan José Angulo de la Calle

Estética griega clásica




Tras el derrocamiento del Anax, rey de autoridad religiosa y militar, por los medio bárbaros dorios, los basilei o señores de la guerra se convirtieron en autoridad, excusada por ser los “defensores” de la comunidad. Su poder venía representada simbólicamente por ser portadores de una armadura completa; y con la mejora de la técnica de forja y el abaratamiento de las armas, los soldados empezaron a exigir participación política. Con ello, se implantó la isonomía o igualdad ante la ley para los ciudadanos.


Dicho régimen daba legitimidad y estabilidad política. Una vez logrado orden en la organización humana, se quiso buscar un orden similar en el cosmos y en el arte. Poco a poco se fue estableciendo el canon de belleza griego clásico consistente en la armonía, basada en el orden, medida y proporción.


Para la mentalidad griega todo lo que no tuviese una medida, era desproporcionado y caótico, terrible y monstruoso.  Los inmensos titantes no solamente eran horribles, sino que eran seres excesivamente grandes y que tenían que ser soberbios y regidos por la arbitrariedad.  El orden del universo únicamente se alcanzaría tras la derrota de ellos por parte de los bellos y armoniosos olímpicos.

El Imperio Persa, tan enorme, parecía casi sin limitaciones y medidas; un Estado tan inmenso solamente podía ser gobernado por un poder enorme e ilimitado, un gobierno de la arbitrariedad.  La amenaza persa se veía como una monstruosidad. Desde la mentalidad antigua, lo bello o armonioso era bueno [se utilizaba el mismo término para describir lo bueno, lo grande, lo noble y lo bello].


El desorden generaba inquietud, incertidumbre y desasosiego; por lo que siempre se buscaba un orden. Se empezó poco a poco a establecer en el arte griego antiguo con los criterios de medida y proporción. Las figuras debían tener unas proporciones armoniosas casi matemáticas.


Influído por el arte egipcio, el primer arte dorio era más ornamental o decoración con fines externos al arte (fines ideológicos, de muestra de grandeza del poder) que trabajo elaborado que buscase la belleza. Las columnas dóricas eran básicas y austeras, la arquitectura mostraba grandeza y decoración, y las figuras eran más estatuas que esculturas. Las estatuas mostraban figuras de fuerza, una característica sonrisa hierática (meramente formal y ajena a la humanidad) y mostraban a personas con un pie delante de otro (mostrando que las figuras estaban entre el cielo y la tierra, tratando de divinizarlas).


El arte jónico era más depurado y procuraba respetar las proporciones, procurando la belleza artística. Las columnas tenían detalles más trabajados y mayor complejidad. Empezaron a crearse esculturas propiamente dichas, que ya tenían dotados expresividad y posturas más acordes al movimiento, y que procuraban acercarse a unas proporciones armoniosas y bellas.


El arte corintio fue la mejor expresión del canon de orden, medida y proporción. Las columnas estaban muy pulidas, trabajadas y construídas con líneas armoniosas y acabados con detalles muy ornamentados y artísticos. Las esculturas contaron con proporciones casi matemáticas y expresión plástica menos artificiosa, que mostraban cuerpos ideales, pero más “orgánicos” o más cercanos a la figura humana. La arquitectura aplicaba medidas matemáticas, sin buscar demasiado su exactitud (e. g. Las columnas del Partenón estaban construídas de forma que a la vista parecían rectas). Se procuraba en todas las artes descritas aplicar la proporción áurea (el número phi, para establecer medidas y ordenamiento de los elementos armoniosos), sin que se impusiese de forma forzosa.


Como ya se ha indicado, el prejuicio griego establecía que lo bello era bueno. Al hilo de esta manera de interpretar la realidad, Platón consideró que la bondad era la auténtica belleza, en tanto en cuanto la justicia dotaba de equilibrio y ello daba armonía. Consideraba que el arte era mera copia de la realidad, cuando la realidad ya era copia de un mundo ideal del que procedía el mundo cambiante en el que vivimos. Rechazó a los poetas, por desviar a la gente del conocimiento más adecuado, el racional que se abstrae de la sensibilidad.


El mejor discípulo de Platón, Aristóteles, señaló que el mundo de las ideas era indemostrable y que si había que buscar patrones que se repetían había que buscarlo en las estructuras de la naturaleza de las especies, que era captable por la abstracción de los sentidos, aunque siempre remitiéndose a éstos: las estructuras básicas de los seres o Formas estaban en los mismos seres. El arte es mímesis, el arte es imitación de la naturaleza y no copia, el arte es capaz de captar parte de la realidad, la que se recoge a través de los sentidos, y mostrar la belleza, que pudiera ser la mejor expresión de la naturaleza.

Estética medieval y renacentista

 

 

En la Edad Feudal, bajo las consideraciones principales de Agustín de Hipona, Dios, el ser que tenía que existir para que los seres contingentes y limitados (entre ellos los humanos) pudieran ser, era entendido como la mayor bondad.  En su visión neoplatónica, dicha suma bondad era entendida entonces como el mayor orden y excelsa armonía.

Entonces, el arte europeo (tanto el occidental como el bizantino) procuró plasmar ese orden supremo, desde perspectivas diferentes.  En Bizancio se trató de expresar la grandeza divina con expresiones grandilocuentes, tonos dorados y detalles trabajados. El arte más occidental tenía unos fines más pedagógicos, pretendían que los fieles no se distrajesen con un arte demasiado bello y representaba figuras y formas simples, pero en bajo proporciones matemáticas (aunque más centradas en el la composición de cruces y figuras dentro de cuadrados, otra forma de expresión de los cuatro lados de la cruz y de la divinidad cristiana).

La belleza era entendida como armonía, pero una consistente en la epifanía o muestra del orden que se atribuye que establece Dios.

Con la invasión de Constantinopla, artistas de Bizancio huyeron a la península itálica recuperando textos antiguos clásicos.  Acabaron en un territorio donde ya había tenido lugar un esplendor cultural [sobre todo con el Quatroccento, con figuras como Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio, Francesco Petrarca o Sandro Botticeli; promocionadas por mecenas de la nueva clase mercantil, que buscaban una imagen de status de poder].  Allí se produjo el Renacimiento.

Con la recuperación de los textos clásicos, en los que se difundía los ideales de belleza de orden, medida y proporción, así como el fomento de la proporción áurea (por parte sobre todo del arquitecto romano clásico Vitrubio), se explotó volver y potenciar los criterios artísticos clásicos.  Las medidas en las que se tenía que aplicar las proporciones armoniosas estaban basadas en el cuerpo humano (pulgadas, pies, pasos...) y se valoró humano por evaluar positivamente los textos y arte antiguos clásicos, anteriores al cristianismo.  Pico della Mirandola, un filósofo neoplatónico, consideró que dada la racionalidad del ser humano, él podía ser capaz de tomar decisiones y ser, en parte, dueño de su vida.

Con el uso de la medida humana para realizar las proporciones matemáticamente armoniosas, la valoración de textos clásicos anteriores al cristianismo que trataban de temas mundanos y la evaluación de la capacidad humana, el pensamiento y el arte dejó de centrarse tanto en la divinidad, desconocida, y se dirigió la cultura hacia el ser humano, más cognoscible y con capacidades.  Ello dio lugar al humanismo.

El arte se vio muy influenciado por la traducción de textos clásicos del arquitecto romano Vitrubio (de la época de Julio César).  En ella, se fomentaba una arquitectura basada en el número áureo (phi), las consecuentes proporciones armoniosas matemáticas y la importancia de nociones tridimensionales (no dejaban de ser textos de arquitectura).

Artistas y teóricos como Luca Pacioli, Leon Battista Alberti y  Albrecht Dürer fomentaron el uso de proporciones matemáticas (basadas en el número phi).  La perspectiva fue una derivación de la valoración de los textos de arquitectura de Vitrubio, que fueron aplicados en la pintura a través de la técnica del sfumato o difuminado del fondo para que dé sensación de profundidad.

Los avances en investigación matemática, con los cálculos de artillería, la investigación acerca de la perspectiva y el estudio de la aplicación explícita de la proporción áurea dotaron al arte renacentista de una composición matemática muy elaborada y armoniosa.

La noción de belleza tenía que ver con el canon de armonía clásico, aunque más matemáticamente exacto y en función de proporciones humanas, con lo que era más humanista.  La belleza era entendida como la expresión de la naturaleza idealizada y proporcionada.

Estética moderna



El Renacimiento agotó todos los motivos de expresión que podía explotar y los artistas tendieron a hacer arte a la maniera (a la manera) renacentista. Sin embargo, aunque pretendían seguir el estilo renacentista tuvieron que distanciarse en parte de él para poder expresar algo nuevo.  Dio lugar al manierismo: el uso de figuras animadas por medio de presentar representaciones en posturas onduladas.  Se creía que el canon griego utilizado en el Renacimiento forma parte de la etapa decadente del arte griego antiguo y se buscaba el original, por medio de figuras más cercanas a la imitación de la naturaleza, relacionadas con el movimiento y el dinamismo.

La llegada de la Reforma y el establecimiento de la monarquía absoluta (con la formación de Estados modernos e imperialistas respecto a las colonias del "Nuevo Mundo"), conduce a que se procure un culto al poder (de la Iglesia católica, cuestionada y que necesitaba atraer gente con el esplendor; y el culto al gran poder de la monarquía absoluta).  Se fomentó el arte barroco, recargado y lleno de excesos (gran ornamentación en escultura y arquitectura, en pintura fuertes claroscuros y luces inmensas en figuras de poder, grandes construcciones arquitectónicas que dieran imagen de poder como las nuevas catedrales y el jardín del Palacio de Versalles del rey Luis XIV o Rey Sol).

El arte relacionaba la belleza con la complejidad, la belleza era severa y se entendía que la melancolía podía ser bella.  El arte, así, es recargado en detalles y busca lo sublime (cierto absoluto).

La nobleza, por su parte, más hedonista y tendente a la búsqueda del placer, financió un arte que deleite y dé gozo.  El refinamiento posterior dio lugar al clasicismo, un arte elaborado y bien ordenado que buscaba la armonía, pero que también tenía en cuenta las emociones refrenadas y que tenía que plasmar una belleza basada en el estilo y el gusto.

Esta armonía iba al hilo del nuevo movimiento cultural, la Ilustración que defendía que todo tenía que estar basado en la razón y que el orden provenía de ella (la soberanía política no era de origen divino, sino legitimada por la aplicación de la racionalidad y de la justicia en una suerte de contrato social, el conocimiento no era revelado sino basado en alguna forma de racionalismo y la ética era una reflexión racional acercad de la moral).  

En este momento histórico y cultural, se empezó a reflexionar sobre los juicios que se producen en la contemplación del arte y de la naturaleza.  Ya existían precedentes reflexiones acerca del concepto de belleza y acerca del arte, pero no sobre la propia contemplación.

Baumgartem estableció que la estética es el estudio de la experiencia sensible [habría que precisar que dicha experiencia es contemplativa y que no tiene que ver con el empirismo o el conocimiento sensible].  Consignó que ella debía estar basada en la lógica para que tuviera un ordenamiento adecuado.

Reflexiones posteriores como las de Shafstesbury y Diderot permitieron concluir que tenía que ver con otros criterios.  Shafstesbury lo identificaba con los "buenos humores", estímulos internos que realmente se despiertan más en la contemplación y no se refiere meramente a un orden por el orden (cuya máxima expresión podría ser la lógica), sino a un ordenamiento que resulte agradable.  Diderot consideraba que la belleza tenía más que ver con lo agradable a la contemplación y que tenía que ver más con la categoría de relación (había grados de gozo, por medio de los cuales se podrían hacer evaluaciones de grados de belleza).

Kant asevera que el concepto de belleza, al ser demasiado abstracto no puede atenerse a un tipo de representación determinado y, por ello, tiene que ver con un juego entre el entendimiento (la presencia de cierto concepto) y la imaginación (una forma de expresión bella concreta bajo unas reglas y ordenamiento determinada).  Toda representación entendida como bella bajo ciertos canones no agota el concepto de belleza, que es muy amplio y se ve actualizado en cada nueva manera de entender lo bello.  

Lo bello es lo que da gozo por su mera contemplación (por eso no genera interés: da gozo por sí mismo y no por lo que se pueda conseguir por medio de él; una paisaje hermoso da placer meramente por ser visto y no es necesario su compra para lograr una satisfacción, ni recompensa).  Es una noción universalizable: aunque dos personas no estén de acuerdo conque algo en concreto sea bello, entienden de lo que están hablando.  Un paisaje puede ser valorado como hermoso por una persona y es posible que otra persona no esté de acuerdo, pero ha entendido lo que ha dicho.  

Lo sublime, por otro lado, es un juicio que es asignado hacia todo lo que consideramos que es inmenso, y por tanto nos sobrecoge.  Da un gozo agridulce: es una sensación agradable al contemplar algo que parece que nos supera, pero del que tenemos un distanciamiento, del que surge un alivio que resulta agradable.

La belleza hace del mundo un lugar agradable y los juicios estéticos nos reconcilian con el mundo.

Romanticismo y estética



La teoría del conocimiento de Kant establecía que tenemos conceptos acerca de las representaciones del sujeto; el conocimiento proviene de la experiencia focalizada por unos apriori, pero que se limita a cómo nos aparecen las cosas, data sobre los fenómenos: cómo le parecen al sujeto que son las cosas.  Las cosas en sí mismas no son cognoscibles.

Los idealistas denunciarán que si se puede decir que nuestro conocer no da cuenta de cómo es la realidad es que algo se sabe de la realidad.  El pensamiento podría llegar a conocer la realidad.

En la antigüedad europea el conocimiento era entendido como objetivo, se describía que el entendimiento daba conceptos que describían la realidad objetiva.  En la modernidad, se llegó a la conclusión de que meramente tenemos conceptos y que ellos son solamente representaciones de las que dispone el sujeto (son el mapa, pero no el territorio): el conocimiento era entendido como subjetivo.  Con la crítica a las contradicciones de la concepción filosófica moderna (que defendía que el conocimiento era meramente representación y subjetiva), se procura unir el conocimiento objetivo y el subjetivo, dando lugar a un saber que abarque dichas facetas del conocer y que pueda dar cuenta de todo su potencial, dando lugar al conocimiento absoluto.

De la misma forma que el saber era entendido como objetivo en la antigüedad europea, el arte era una manera de expresión simbólica objetiva (representada por el canon clásico de la armonía: orden, medida y proporción; que se concretaba en la proporción áurea de la matemática).  Asimismo, el arte tornó a ser subjetivo.  El centro de atención no estaba en la propia obra de arte, sino en la interpretación del observador: el arte se volvía subjetivo.  E. g.  En El Quijote no solamente ocurren sucesos, sino que queda cierto margen a interpretar por parte del lector la verdad de los hechos -la versión de Sancho o la imaginería de Don Quijote-; en Las Meninas de Velázquez, es el observador el que tiene que decidir cuál el motivo principal del cuadro: si la princesa Margarita que aparece en el centro, las meninas que dan nombre al cuadro o los reyes que aparecen reflejados al fondo en un espejo.

Schiller consigna que se da una reconciliación entre la sensibilidad (que se puede entender como subjetividad) y la racionalidad (cierta objetividad) por medio de los juicios estéticos, dado que en ellos hay representaciones que dan cierto gozo pero ordenados con una estructura determinada y, en cierta medida, racional.  El ser humano queda liberado de sus facultades en el libre juego entre la sensibilidad y el entendimiento.

Hegel entiende que en el romanticismo se aúnan lo objetivo y lo subjetivo, dando lugar a un cierto absoluto.  El romanticismo es una reacción al clasicismo; en contra de su armonía que limita las emociones, se ensalza las pasiones desatadas y la belleza queda como la expresión de la naturaleza (a veces, grotesca, tenebrosa, horrenda y esperpéntica; pero desde luego, fascinante).  En ella se data la naturaleza y las identidades culturales (cierta objetividad), pero con un ensalzamiento muy grande. Por medio de este arte se expresa tanto la subjetividad como la objetividad y se expresa todo lo que el arte podía tener de expresión de ideas (sobre todo, a través de la poesía, el arte que mejor expresa ideas por medio de la bella expresión de la palabra escrita y conceptual).  Según Hegel, con el romanticismo se plasma simbólicamente el Absoluto y se expresa todo lo que podía ser expuesto simbólicamente, dando lugar al fin del arte.

Schopenhauer entiende que el arte puede expresar los fenómenos (representaciones del sujeto) como conocimiento o ilusión, pero, como todo, está sujeto a la Voluntad (el deseo, que proviene de la naturaleza, que es la forma de las cosas en sí).  Dicha voluntad procura y nos atenaza a seguir existiendo y queda, al final como vivir por vivir.  El arte mayormente tiene como impulso y finalidad primordial esta voluntad ciega, que reduce todo a que todo siga igual y sin sentido final.  La música puede escapar de dicha voluntad, si consigue una cierta sublimación, una suerte de abstracción de la vida y que calma.




Nietzsche considera que la filosofía de Schopenhauer es nihilista, conduce a no creer en nada y a una gran sensación de vacío.  Considera que entender la vida como vivir por vivir es una suerte de pesimismo y de renuncia a una serie de potencias vitales muy vigorizantes.  Frente a la voluntad de vivir, presenta una voluntad de poder: querer ser más grande, expansión, uso del poder, poder hacer cosas, ser creativo.  La vida puede ser una obra de arte si el individuo es creativo y genera valores propios.  La vida no es pasiva, no es tensión; sino energía: hacer cosas, ser creativo.

La música puede llevar a estas potencias.  Nietzsche consigna que el arte clásico no solamente fue el apolíneo, el que busca la bella apariencia (con el canon de orden, medida y proporción); sino que también fue dionisíaco: un delirio y arrebatamiento frente a una música en la tragedia que nos atrapa, con unas emociones llevadas al extremo por el drama de un teatro que fue una derivación urbana de los cultos y ritos dionisíacos rurales arcaicos griegos.  

El arte puede fomenar el amor fati: decir sí al dolor, sí a la vida en su completitud, si es dionisíaco y es capaz de expresar (y así aceptar) lo extremo, horrendo y la naturaleza desatada.  Dicha aceptación quedaría reflejada en la aceptación del eterno retorno, la aceptación trágica (pero vigorosa) de que nuestra vida se repita una e innumerables veces de forma inexorable.

Algunas teorías de estética europea del siglo XX

 


 

Heidegger entendía que la metafísica occidental había sido el gran olvida del ser, al confundir el ser con el ente.  Durante la historia de la metafísica europea se había considerado a un ente o entidad determinada como al ser (sea la sustancia, la mónada...).  Heidegger defendía que el ser no puede ser un ente determinado, no puede ser un ser concreto porque es distinto un tipo de ser que el ser en general.  El ser sería lo que desvela los entes, el ser es lo que muestra y desarrolla el modo de ser de cada entidad: no es un ente o entidad, sino lo que está siendo.

El arte puede mostrar dicha verdad, dicho desvelamiento, plasmando la autenticidad de las cosas por medio de un medio de comunicación lleno de sencillez y gran expresividad.  E. g.  El cuadro Los zapatos viejos de Van Gogh muestran las huellas y el desgaste del trabajo y el ritmo de vida del campesinado.  

El arte tiene la capacidad de transmitir ideas y, por tanto, de desvelar la verdad de las cosas, haciéndolas más cercanas a las personas y convirtiendo nuestro entorno cultural y social en algo más humano.  Hace que la vida sea más humana, más habitable; desvela el potencial que hay en los materiales para hacer de la tierra bruta un mundo en el que podemos vivir.  

El arte transforma los materiales, usa el espacio y el vacío que es cubierto por el material para hacer más habitable el mundo.  Él pensaba más en la arquitectura (en la que tanto cuenta el vacío interior como el recubrimiento externo junto a su ornamentación determinada que hace habitable un edificio); pero el arte de Chillida (aunque más el de Oteiza) usa tanto el vacío como el material que lo cubre y le da forma, haciendo que haya esculturas que hacen que el entorno sea más humano y habitable.

Wittgenstein refería que el lenguaje lógico-referencial se limitaba a describir los sucesos del mundo y que se atiene a cuestiones concretas. El uso más semántico (literal) del lenguaje da cuenta de sucesos concretos y otros usos tendrán que ver con otros juegos del lenguaje, con otras normas.  En este sentido, la estética no da cuenta de la realidad, sino a evaluaciones sobre la realidad y, por tanto, da cuenta no de valores de verdad concretos y definidos, sino sobre valores absolutos. No puede ser expresado por el lenguaje lógico-referencial y los juicios estéticos tendrán que ver con la evocación y otros usos prácticos del lenguaje.

Walter Benjamin describe que el tratamiento del arte de su época hace que pierda su "aura", se pierde la experiencia especial.  El arte puede reproducirse en cualquier momento y la experiencia de contemplación se puede dar en cualquier momento por medio de su difusión masiva por los medios de comunicación y por la situación técnica (el que el arte cinematográfico pueda ser repetido en cualquier momento).

Adorno va más lejos y considera que el arte se ha convertido en una mercancía más de consumo, por la producción técnica, la tendencia al mercado y la cultura de masas.  La experiencia artística contemporánea se convierte, así, en un producto que puede ser comprado, consumido como una suerte de espectáculo o experiencia por la que se paga y se consume. 

Según Adorno y Horkheimer el arte debería seguir sus propias reglas, mantener su autonomía sin influencias de intereses más allá del desarrollo de la expresión de las corrientes artísticas; la tendencia artística debería ser una dinámica de constante replanteamiento de las normas artísticas y tendría que estar en una dialéctica negativa, en la que se critica todo para poder expresar nuevas formas artísticas (permitiendo salir de la razón instrumental normal -la racionalidad europea tradicional que, según ambos autores, ha reducido el pensamiento al cálculo de los mejores medios para llegar a fines considerados como positivos-).

Marcuse, por su parte, defiende que la cultura fomenta una represión innecesaria del gozo, dado que la búsqueda de la satisfacción en un ámbito de la vida impulsaría una mejora en las condiciones laborales y sociales.  Aboga por un fomento de una forma de producción lúdico-artística, configurar una manera de producción mecánica y de distribución masiva  de medios de subsistencia (necesidades básicas) que liberen tiempo para la dedicación de un tipo de trabajo creativo, basado en la imaginación y su libre juego que dé gratificación.

Gramsci, por su lado, defiende un arte con su propia normatividad y constante crítica, que obedezca sus propias normas y no se vea invadido por lo ideológico (limitando la capacidad artística a los tópicos y simplificaciones de los lemas propagandísticos).  La clase trabajadora debería generar un arte popular propio que lo defienda de las justificaciones hegemónicas de un arte principal fomentado por las clases altas, dueñas de editoriales y medios de difusión, y que procuran una cultura conformista que mantenga el statu quo y la hegemonía cultural de las clases altas.

 

Cuestiones estéticas

 

Con los planteamientos y debates del siglo XX, se replantea el papel del arte y sus finalidades.  Se empieza a hablar que hay tres características que definen una obra de arte: 1) ser bien estructurado y llamativo; 2) seguir unas normas de composición o estructuración de cada arte en cada momento o corriente artística; 3) la presentación de un mensaje o intención artística.

Asimismo, se establecieron tres criterios objetivos de evaluación estética: 1) la complejidad de la obra, una composición o estructuración de los elementos con un sentido y de forma elaborada; 2) la coherencia del mensaje; y 3) la intensidad de la expresión.

Bajo estos criterios tal vez se consiga llegar a una nueva definición de belleza, como la apariencia que al ser contemplada tenga un ordenamiento coherente y elaborado determinado (con una complejidad dada) que resulte agradable de ver y oír.


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