La filosofía de Nietzsche
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Nietzsche critica la cultura occidental, su sobrevaloración de lo conceptual y su fijación de las ideas, tratadas como eternas. Frente a ello, describe que el mundo y sus conceptos están en devenir, en constante cambio; y, en buena medida, ensalza el papel importante de la emoción en la vida y en la condición humana.
El filósofo alemán Friedrich
Nietsche es el encargado de dar cuenta de la muerte de los
principales conceptos y valores de la modernidad. Su análisis parte
de su crítica a la metafísica occidental. Hasta su fecha, ella
había tratado al ser como si fuese el proceso que da forma y
contenido a todos los seres, presentándoles como eternos e
inmutables.
Hablaba de los seres como si tuvieran una
manera de ser única y no cambiante, dotados de características
inamovibles por las que no pasa el tiempo. P.e. definir al gato como
un felino que caza ratones ahora y siempre.
No solamente eran tratados
estas “esencias” como definiciones, sino que se plantean como
realidades en el mundo (y los cambios son tratados como meras
creencias, forjándose una dualidad de mundos: el de las esencias y
el de las apariencias, el eterno y el material, el paraíso y la
tierra).
Estas “eternidades” constituyen, según
Nietzsche, un buen refugio para inventarse otros mundos (más
ideales, más puros, más eternos y “más reales”) en los que no
se padezca el doloroso presente y las incertidumbres que dan los
cambios (mundos tales como el paraíso del cristianismo, el mundo de
las ideas de Platón, el futuro progreso...).
La crítica de Nietzsche pasa por la negación de estas “esencias” ante la presencia del proceso llamado devenir (el constante cambio de las cosas). El tiempo pasa, las cosas se deterioran o transforman: no hay un modo de ser fijo, no hay ninguna eternidad. ¿Cómo se puede hablar de fijaciones cuando todo cambia y a cada momento se es distinto?
Esto conlleva, según Nietzsche, la muerte de Dios; es decir, la muerte de todos los absolutos (que están basados en la estabilidad y la certeza de la fijación). Los valores están sustentados en creencias y la muerte de los “seres ideales” y de “otros mundos” conlleva la muerte de sus derivados valores.
Esos mundos soñados son una vía de escape para huir de la dura realidad en la que nada es estable y en la que hay dolor. En el fondo, es un rechazo al dolor. Según Nietzsche, esta actitud es decadente porque es una forma de huida cobarde del dolor. Toda la decadencia viene de este escape.
El “espíritu” de
venganza, que hay en algunas morales basadas en el castigo, es el
hecho de atribuir que la causa del dolor proviene de otro y atacarle,
pensando que así se acaba con el dolor (es la idea de deuda a partir
de la que se forma la moral tradicional, según Nietzsche).
El
sentimiento de culpa no deja de ser otro tipo de “espíritu de
venganza”: se atribuye que la causa del dolor es uno mismo y se
piensa que la redención de ese dolor viene del auto-tormento: se
espera que con el martirio se acaba el dolor.
La compasión es no poder
soportar el dolor ajeno y ayudar al prójimo sin pensar en que es
mejor que deba auparse por sus propios medios y ser independiente.
Según Nietzsche, la compasión es la forma en la que el débil ataca
al fuerte, al que atribuye el dolor, y le obliga a rebajarse para
igualarse a él y vivir en la mediocridad.
Nietzsche
es aristocrático, elitista y reaccionario: atribuye a todos los
igualitarismos esta tendencia compasiva hacia la mediocridad, en la
que todos estaríamos igualados, sin que nadie destacase sobre los
otros por sus méritos.
"Al teatro nadie lleva consigo los más sutiles sentidos de su arte, tampoco el artista que trabaja para el teatro: en él se es pueblo, público, rebaño, mujer, fariseo, ganado con derecho a voto, demócrata, prójimo, congénere, en él hasta la más personal conciencia está sometida a la magia niveladora "del mayor número", en él la estupidez actúa como lascivia y contagio, en él gobierna el "vecino", en él se convierte uno en su vecino... (GC, § 368).
Muertos
los absolutos por los que actuar, muertos los valores, en medio de la
nada, Nietzsche ve en este final una oportunidad para crear nuevos
valores. El nihilismo de Nietzsche no es pasivo, no se limita a negar
los valores y dejarnos en el vacío; es nihilismo activo porque
asevera que como no hay nada absoluto a lo que estar encadenado, se
puede ser creativo e inventar nuestros propios valores.
Encontrarse
que nada es absoluto, más que un motivo de pena, es un
descubrimiento positivo porque muestra que los valores han sido
inventados y que se puede ser creativo haciendo unos nuevos. Puede
que este crear sea la acción resultado de la voluntad de poder o
ella misma.
Nietzsche
se vio influido por la filosofía de Schopenhauer. Schopenhauer
dividía el mundo como representación y como voluntad.
El
mundo como representación es la forma cómo se nos presenta el mundo
a través de los conceptos, es el hilo de maya del budismo lleno de
confusión e ilusión, y es, en cierta manera, el conocimiento
fenoménico de Kant, que trata acerca de las representaciones del
mundo, los fenómenos, y que no conoce el noúmeno,
las
cosas en sí (las cosas tal como son en realidad y no como se nos
aparecen).
La
cosa en sí consistiría en la voluntad que hay en todos los seres,
una serie de impulsos internos que presionan al movimiento. En el
caso de los seres vivos, consistiría en las necesidades básicas
(hambre, sed...) y otras, que presionan sobre ellos.
En
cierta medida, es el deseo budista (o el apego al deseo) que nos
impulsa y nos crea sufrimiento durante toda la vida (nos vemos en la
tensión de necesitar cubrir los deseos, frustrarnos si no lo
conseguimos y decepcionarnos si los cubrimos: satisfacer un deseo da
un reposo momentáneo que lleva luego al tedio y a buscar más porque
nunca es suficiente).
Para
Schopenhauer, la vida es tensión; sin embargo, Nietzsche habla más
de voluntad de poder que de voluntad de vivir y ve la vida más como
energía que como tensión.
Así, Nietzsche plantea un nuevo valor consistente con el mundo en devenir: la voluntad de poder. Ella es el querer ser más grande, ser más fuerte y ser capaz de hacer más y mejores cosas ( querer poder hacer más). Es una voluntad de poder en contacto con otras (porque se da en el mundo) y que requiere lucha (se puede querer lo mismo o chocar), la cual fortalece.
Sus escritos póstumos describen literalmente que considera que todo ser busca el poder, que todo ser procura crecer, expandirse y ser capaz de hacer más cosas. Desde las combinaciones mayores químicas a los seres vivos que extienden los pseudópodos, todo ser busca aumentar su poder. Además, habla de que los seres superiores tienen que ser señores y que debe haber explotación para que el Estado pueda mantener a los genios. Es la respuesta de Nietzsche frente a la voluntad de vivir nihilista de Schopenhauer, que considera que la vida son un conjunto de estímulos internos que pugnan por mantener la existencia, subsistir en última instancia, una derivación del deseo budista. La voluntad de poder es descrita como búsqueda de poder, querer superarse, ser capaz de hacer más cosas y superar más retos.
El objetivo final de esta voluntad de poder es el superhombre. El superhombre es un ser que ha pasado por muchas pruebas de fuerza (superar la necesidad de eternidades, superar la compasión y el remordimiento) que le han hecho superar el miedo al dolor, a aceptar el devenir, el mundo y la vida.
Él
ha aceptado la vida en su totalidad (con placer y dolor) y se ha
sumergido en el mundo, tal como la figura de Dionisos, dios a la vez
del vino y de la tragedia. Ha superado el dolor tras haber eliminado
el rencor, la culpa y la compasión a través de haber asumido la
necesidad del dolor.
Ha llegado a esta aceptación
tras superar la idea del eterno retorno (aceptar que la vida que
tenemos la vamos a volver a vivir de la misma forma innumerables
veces). Superada las huidas del dolor, se fortalece y se hace capaz
de decidirse a crear (sobre todo, nuevos valores).
Gracias a ese poder adquirido, ha podido crear como un artista, inventando sus propios valores y, de esa forma, se ha hecho a sí mismo o se ha dado su propia forma de vida según su criterio, haciéndose independiente.
Crítica de Bertrand Russell
Bertrand Russell, en su Historia de la filosofía, llega a caracterizar a Friedrich Nietzsche casi como un ser temeroso, cuya voluntad de poder y superhombre temor hacia el prójimo. Este miedo quedaría reflejado por la necesidad de tiranizar y anular a los demás por medio del miedo y el sometimiento.
Según Russell, Nietzsche había destacado a figuras impositivas y que se habían establecido por la fuerza, haciendo valer su posición por medio de la conquista del poder y su ejercicio, como pudieran ser Napoleón y otras figuras que hubiesen anulado toda forma aparente del poder del populacho para la reinstauración de la aristocracia.
Nietzsche adopta posturas reaccionarias y enemigas del igualitarismo, entendido como tendencia a que no pueda destacar nadie, ni los que se han esforzado por superarse, y que, según él, se basan en la aritmética y el mero peso del número de las masas.
"Al teatro nadie lleva consigo los más sutiles sentidos de su arte, tampoco el artista que trabaja para el teatro: en él se es pueblo, público, rebaño, mujer, fariseo, ganado con derecho a voto, demócrata, prójimo, congénere, en él hasta la más personal conciencia está sometida a la magia niveladora "del mayor número", en él la estupidez actúa como lascivia y contagio, en él gobierna el "vecino", en él se convierte uno en su vecino... (GC, § 368).
Exaltó a figuras cesaristas y autoritaristas como Napoleón Bonaparte, que acabaron con el igualitarismo de la Revolución Francesa, recuperaron los duelos y el código de honor, y devolvieron los valores aristocráticos del triunfo, la fuerza y la conquista.
"Nuestra fe en una masculinización de Europa. Es a Napoleón (y no absolutamente de ningún modo, a la Revolución Francesa, que iba en pos de la "fraternidad" entre los pueblos y del general y florido intercambio de los corazones) a quien hay que agradecerle que ahora puedan seguir uno a otro un par de siglos guerreros sin igual en la historia, que hayamos entrado, en suma, en la era clásica de la guerra, de la guerra a la mayor escala (de medios, de talentos, de disciplina), de la guerra erudita y al mismo tiempo popular, a la que todos los milenios venideros mirarán retrospectivamente con envidia y veneración, por cuanto verán en ella un ejemplo de perfección: pues el movimiento nacional del que crece esta gloria guerrera es solo la reacción a Napoléon, y sin Napoleón no existiría. A él será lícito atribuirle algún día que el varón haya vuelto a ser señor en Europa sobre el comerciante y el filisteo; quizá incluso sobre la "mujer", que ha sido malcriada por el cristianismo y por el espíritu alucinado del siglo XVIII, y todavía más por las "ideas modernas". [...] Y quién sabe si esta parte del modo de ser antiguo no volverá a enseñorearse del movimiento nacional y tendrá que declararse en sentido afirmativo heredera y continuadora de Napoleón, quien -como es bien sabido- quería a Europa unida, y unida como señora de la Tierra." (GC, § 362).
En su hilo descriptivo, Russell considera que Nietzsche hace del desprecio una norma; de la refutación por medio del desprestigio, un modo de persuadir; de la desconfianza, un método crítico adecuado; y de su impulso al odio, un sustento emocional de su moral aristocrática (en la que se pone como deber el uso de la fuerza, la conquista y el dominio de los señores).
Nietzsche en bastantes ocasiones señala que el uso de la fuerza, el odio y tener enemigos son algo positivo, los ensalza, y lo hace porque considera que gracias a los enemigos hay enfrentamiento que nos endurece y nos hace más fuertes.
"¿Decís que una causa justa santifica hasta la guerra? Pues yo os digo que la guerra justifica todas las causas. La guerra y el valor han conseguido cosas más importantes que el amor al prójimo. Lo que ha salvado a los que estaban en peligro no ha sido vuestra compasión, sino vuestro arrojo. ¿Preguntáis qué es bueno? Ser valiente es bueno. Que sean las niñas las que digan que bueno es lo bonito y lo que conmueve. Se dice que no tenéis corazón; pero vuestro corazón es auténtico, y me encanta que os avergoncéis cuando obráis con cordialidad [...]
Su superhombre [Übermensch], en la crítica de Russell, quedaría como una suerte de ser solitario y temeroso, paradójicamente. Sería un ser que busca dominar sobre los demás porque teme a las otras personas. En cualquier caso, sería un ser que se aleja de los demás, huye de ellos y se queda solo en el mundo. La fortaleza perfecta no deja entrar el aire.
Cabría pensar si esta descripción no dilucidaría la imposibilidad de llevar a la práctica hasta las últimas consecuencias los planteamientos de Friedrich Nietzsche.
Es posible que sea adecuado que cada persona piense por sí misma, no tome ningún valor de la tradición por supuesto y haya una decisión autónoma sobre la actitud que se va a llevar en la vida, de forma que cada persona elija cómo actuar y qué tipo de vida se quiere tener, haciendo a cada persona dueña de su propia vida y destino.
Sin embargo, la decisión sobre la propia vida también tiene que tener en cuenta a los demás, no solamente porque la sociedad tiene que tener unas normas para que haya convivencia, sino porque la vida sin los demás es imposible (se necesita de otras personas para subsistir, nadie es totalmente independiente) y porque el ser humano también es sociable y afectivo.
Las consideraciones de Russell critican la filosofía de Nietzsche y la presentan como una simplificación de los planteamientos acerca del amor al prójimo del humanismo cristiano, la compasión empática del budismo y su excesivo enaltecimiento del odio.
Russell plantea que para Nietzsche ambos planteamientos morales son solamente negativos, ausencia de orgullo en la humildad cristiana y búsqueda de falta de sufrimiento respecto al budismo. Pero para Bertrand Russell, en el amor universal hay algo más que negación de uno mismo y en el budismo hay algo más que el ascetismo que planteaba Schopenhauer (obsesionado conque la vida es una Voluntad compuesta de deseos que tienen que provocar sufrimiento, y de la que hay que sustraerse con renuncias totales). En ambas posiciones puede haber aspectos positivos, como el amor, el conocimiento y la complacencia en la belleza.
En cualquier caso, la caracterización de Bertrand Russell acerca de la filosofía de Friedrich Nietzsche (sobre sus nociones de voluntad de poder y superhombre) son muy simples, casi simplistas, y no pueden abarcar los complejos matices de su teoría. Russell reduce la filosofía de Nietzsche casi a tópicos y lugares comunes, parece una caricatura de la misma.
Sistema de citas
Bibliografía y webgrafía:
-Adictos a la filosofía: El VITALISMO de NIETZSCHE: https://www.youtube.com/watch?v=wNrV9_tuGlo
-Gallardo, G. 2020: "El día que Russell intentó ridiculizar a Nietzsche". Strambotic. Tómatelo con filosofía. Madrid: Sociedad de Filosofía Aplicada. [consultado el 22 de febrero de 2021]: https://www.strambotic.com/sofia/el-dia-que-russell-intento-ridiculizar-a-nietzsche/
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