Razón
instrumental y razón emancipatoria
Juan José Angulo de la Calle
Razón instrumental
En su escrito: La crítica de la razón instrumental,
Horkheimer explicó en qué consiste su concepto de razón instrumental. En primer
lugar, distinguía entre razón subjetiva y razón objetiva. La razón subjetiva es
la facultad individual de pensar que busca la veracidad por la verdad misma; y
la razón objetiva, por su parte, es la postulación de que existe una verdad
objetiva y que es un cuerpo aparte, es postular que lo real es racional y que
hay que atenerse a ella.
La razón
objetiva es la consideración de que la razón es una totalidad que contiene la
individualidad y el colectivo. La razón objetiva establece unos fines últimos y
objetivos. Dicha razón, de hecho, se centra más en los fines que en los medios,
es una búsqueda del cumplimiento más eficaz, racional o mejor regulado y mejor
administrado de la consecución de unos fines como el progreso, la comunidad
unida o el Bien Supremo.
La razón
subjetiva, por el contrario, se concibió como una regulación entre medios y
fines, y para comprender y determinar los fines. Según Horkheimer, con el paso
del tiempo la razón objetiva acabó tendiendo a tener más peso que la razón
subjetiva.
Según Horkheimer, la sociedad
burguesa se desarrolló y realizó la división social del trabajo, presentando
dicha ordenación social como una manera de administración económica más
racional o de más óptima productividad. La razón objetiva tendió a describir
que el uso de la racionalidad no tiene que ser buena en sí misma y que todo
tiene que tender a la producción. Este tipo de racionalidad llegó a todos los
saberes, incluso a la ciencia puesto que permite el desarrollo tecnológico y
puede acabar en tecnocracia, la tendencia a fomentar que el saber tenga como
fin la técnica. Así, la razón objetiva
devino en una suerte de razón técnico-instrumental que solamente afirma y
mantiene lo dado, mantiene el estatus quo y propicia las desfiguraciones
ideológicas de la realidad social.
De esta forma,
el pensamiento queda reducido al cálculo o la previsión de los medios/recursos
óptimos para lograr un fin y la razón queda reducida a un mero instrumento útil
para la defensa de ideologías, políticas de empresa e ideas de grupos de poder.
La razón
instrumental se resumiría en el principio de que el fin justifica los medios y
ha sido la excusa para la instrumentalización de las personas en aras de un fin
mayor, llámese bienestar general, progreso, competitividad o crecimiento
económico.
Razón
instrumental y dialéctica de la Ilustración
Adorno y
Horkheimer, en su Dialéctica de la Ilustración, postulan que la
Ilustración dio también lugar a que surgiese la razón instrumental. Según estos autores, la Ilustración tuvo como
efecto no esperado la división social del trabajo y el nazismo.
La ilustración es el movimiento
cultural del siglo XVIII, que pretendía, a través del ejercicio de la razón,
acabar con los oscurantismos y las supersticiones, y llegar a un progreso a
través de los saberes y las artes (de la “Enciclopedia”).
Según Kant, la Ilustración
consiste en el logro de la mayoría de edad, la consecución del sujeto autónomo cuya actividad sería de su dominio a
través del ejercicio del pensamiento. Se
pretendía erradicar la superstición y el fanatismo, las cuales no se puede más
que padecer.
No puede haber nada menos
inocente que esto, puesto que es una aspiración por lograr control sobre el
medio, sobre lo que se puede conocer (y se busca conocer para controlar). La superstición se elimina a través del
conocimiento riguroso y objetivo de la realidad, al saber de los procesos de
una realidad: su miedo hacia lo que se desconoce desaparece al conocer cómo
funciona y cómo se puede manejarse a ello, cómo actuar sobre ello, cómo
manipularlo.
“[…] el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre
la naturaleza desencantada. […] Lo que los hombres quieren
aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por
completo, a ella y a los hombres. […] Poder y conocimiento son
sinónimos” (Adorno, 2004, p. 60).
El fanatismo se elimina al
situar como única autoridad moral la reflexión del propio sujeto individual y
autónomo; un ser que, de esa manera,
procura no verse afectado por el entorno y tiende a actuar sobre él
según su propio criterio. Se quiere conocer para saber cómo
funcionan las cosas, y así, a través de la técnica, reproducir los mismos
procesos en beneficio del “progreso”.
El objetivo de conocer es
eliminar el miedo, se tiene miedo hacia aquello que no se puede controlar y, si
se pretende erradicarlo, es que se busca lograr control. El pensamiento, así, es reducido a mera
funcionalidad, a razón instrumental, a planificación de medios. El
conocer no es planteado como un afán de saber por el saber, ni un procedimiento
para el desarrollo personal: es un modo de “racionalización” de lo que rodea,
de hacerlo comprensible para que sea manipulable, un proceso que empieza con
las artes de la “Enciclopedia” que dan progreso y acaban, en su afán de
planificación y mejor uso de la naturaleza, a la división social del trabajo.
El proceso es sencillo, se
realiza por la eliminación de cualidades y particularidades reduciéndoles a
conceptos generales. Así, cada
particular se convierte en una cifra, en un ejemplar tipificado en una
generalidad.
“La sustituibilidad se convierte en fungibilidad universal. Un
átomo no es desintegrado en sustitución, sino como espécimen de la
materia; y el conejo pasa a través de la pasión del laboratorio no
en sustitución, sino desconocido como puro ejemplar.”(Adorno,
2004, p. 65)
Toda particularidad de cada ser queda
“anulada”, ignorada en el proceso de conceptualización. Para el ser que procura investigar la
realidad, cada ser es sustituible, reemplazable y equiparable, tanto da un ser
de una especie que de otra: dejan de ser seres concretos para convertirse en
ejemplos de una especie: sólo cuentan en tanto puedan ser tipificados,
ajustados a una generalización que interesa hacer para ciertos fines
epistémicos y tecnológicos (el nazismo sólo es un pequeño paso en esta manera
de pensar y se sitúa en la misma manera de pensar). La rata 1 puede ser fácilmente sustituida por
la rata 2 en el laboratorio sin dar problema alguno, a la hora de investigar
valen igual y no hay diferencia entre las dos.
“Con la previa identificación del mundo enteramente pensado,
matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al
retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las
matemáticas. […] El modo de procedimiento
matemático se convirtió, por así decirlo, en ritual de pensamiento
[…] dicho procedimiento se instaura como necesario y
objetivo: transforma el pensamiento en cosa, en instrumento, como él
mismo lo denomina.”(Adorno, 2004, p.79)i
Eso quiere decir que los seres
particulares son tratados en la investigación como objetos que sirven a un fin,
objetos de estudio que sólo suscitan interés en tanto valen para conocer algo y
que puedan servir para transformar la naturaleza, son “meros conceptos” de una
teoría. Ya dejan de ser considerados
como tales, son pensados en tanto puedan ser asimilados en una categorización
que pueda servir a alguna planificación que “racionalice” la realidad
investigada.
Los seres dejan de ser
tratados como tales, sino que son tratados como cifras de un cálculo pensado
para una funcionalidad determinada. La
relación con el ser se reduce a convertirlo en mero objeto que sirve a unos
fines (la racionalización, el control) que se ponen por encima de ellos.
La fuente de toda la
racionalización y su fin al que tienen que servir es el sujeto. Desde Descartes se ha conferido al sujeto
pensante la capacidad de producir representaciones del mundo, en lugar de que
el conocer del objeto sea casi inmediato como en el pensamiento griego.
Dicho modo de conocer ha llegado hasta
conferirle al sujeto un poder y autoridad casi total en Kant, en cuya teoría el
sujeto llega a ser trascendental: un ser que es el que crea el conocimiento y
los conceptos, y el único detentador de poder para darse normas morales y
justificación. El sujeto queda así cerrado,
sus categorías son lógicamente producidas por él mismo y los datos de los
sentidos que puedan venir del contacto con el exterior se reducen a ellas, es
más: en el sujeto trascendental kantiano se limitan a ellas.
“El sí mismo, que tras la metódica eliminación de todo
signo natural como mitológico no debía ser cuerpo ni sangre, ni
alma ni siquiera yo natural, constituyó, sublimado en sujeto
trascendental o lógico, el punto de referencia de la razón, de la
instancia legisladora del obrar.”(Adorno, 2004, p.82)
No se conocen las cosas en sí,
sino los fenómenos, la interpretación o representación que se haga de las
cosas. No hay contacto directo con las
cosas, el conocer se queda en el propio sujeto, en las categorías cerradas del
propio sujeto. Cómo pueda ser realmente
el objeto es imposible de saber y no puede suscitar importancia. El trato con el entorno, entonces, no puede
ser cercano de ninguna manera, ni tiene por qué haber consideración
ninguna.
La moralidad también se cierra en
el sujeto trascendental, que tiene que ser autónomo y no verse afectado por
emociones (que puedan ser suscitadas del contacto con los demás) ni nada ajeno
al propio razonar, para que el sujeto pueda ser libre y no heterónomo.
El sujeto sólo toma como referencia su propia
teoría (sujeto no como individuo, sino como forma de ser o realidad – también
cuenta el diálogo entre varios individuos-) y lo que nos rodea sólo puede ser
tratado en tanto tal teoría, como concepto enmarcado en una proposición más
compleja y parte de un proceso que la abarque; situada dicha realidad como
conocimiento que pueda ser tratado como objeto, se trata como un objeto de
estudio, y, como tal objeto, puede ser usado para una finalidad (sea el saber o
la técnica derivada de ese saber).
No
entra en los planteamientos de Kant acerca de formular máximas que se
consideren que todas las personas deberían cumplir y que las personas,
como sujetos que se ponen fines, no pueden ser tratados nunca como
medios y deben ser tratados como fines en sí mismos; pero la deriva de
la dialéctica de la Ilustración y su sub-producto de la razón
instrumental, hacen que parezca que el sujeto tiene que someter todo a sus fines.
Los seres (los procesos, los
animales y plantas, las personas) se convierten en cifras de estadísticas y
planificaciones (sean de estudio, sean de proyectos tecnológicos, sean
programas económicos que atienden a las “exigencias” y “realidades” sociales –
como si dichas personas fueran los fines y no los medios para hacer
negocios-). Se produce así la mirada
que describía Sartre cuando hablaba del ser-del-otro y del infierno que
suponía: ser observado y juzgado, ser tratado como objeto por otro para
instituirse como sujeto y ser.
Así, no se tiene en cuenta al otro
como fin y no se tiene un contacto como un igual, como a alguien que forme
parte de uno mismo y con el que se forma “comunidad” o con el que se
interrelacione.
No se aprende nada con
él, sino más bien se calcula por medio de él para unos determinados fines que
sirven supuestamente a dicho sujeto, lo que pueda rodearme queda reducido a mí
mismo, se “engulle” o se procura que los demás seres se adapten al propio
sujeto.
No hay conciencia del otro, hay
conciencia del objeto que me sirve y se ajusta a mis deseos, reduciéndose a
algo manejable por mí y que “se reduce a mí” (entra en mi lógica y mi
funcionamiento, es un “instrumento que tengo”, una cosa que me sirve y a la que
no hay que adaptarse ni conocer su forma de ser en la que pueda verme afectado,
que pueda provocarme cambios y a la que tenga que respetar, tolerar y adaptar).
Dicho afán de dominar no es más
que un mero miedo hacia la naturaleza (entorno), una forma de ser presentada
hacia nosotros y que puede amenazarnos. Si se pretende dominar es en tanto que
nos pueda afectar y alterar (como resultado de la realidad de que formamos
parte del mundo y de que estamos en conexión con lo que nos rodea), y, por lo
cual, se tiende a procurar controlarla para que ello no ocurra.
“Los comportamientos mimético, mítico y metafísico aparecieron
sucesivamente como eras superadas, caer en las cuales estaba cargado
del terror a que el sí mismo se transformara de nuevo en
aquella pura naturaleza de la que se había liberado con indecible
esfuerzo y que justamente por ello le inspiraba indecible terror.”
(Adorno, 2004, p. 84)
Con el ejercicio de la
racionalidad se había configurado un modelo de conducta racional, unos hábitos
(tanto en lo epistémico –trato con los seres- como en lo moral –moral autónoma
dirigida por la razón trascendental) en los que no cabían las emociones en afán
de ser libre, de dominarse a uno mismo (de tener control, de racionalizarse a
sí mismo).
“El dominio no se paga sólo con la alienación de los hombres
respecto de los objetos dominados: con la reificación del espíritu
fueron hechizadas las mismas relaciones entre los hombres, incluso
las relaciones de cada individuo consigo mismo. Éste se convierte
en un nudo de reacciones y comportamientos convencionales, que
objetivamente se esperan de él.”(Adorno, 2004, p.81)
El sujeto queda atrapado en un
mecanismo construido por él y para él, pero que tiene su propia lógica, la de
formar parte de un sistema que tiene que “racionalizar” (planificar) las
conductas en torno a unos fines y a unos programas de producción y
distribución, sea tanto el trabajo (guiado hacia el máximo beneficio, la
explotación), como el ocio (el consumismo).
“A través de la mediación de la sociedad total, que invade todas
las relaciones y todos los impulsos, los hombres son reducidos de
nuevo a aquello contra lo cual se había vuelto la ley de desarrollo
de la sociedad, el principio del sí mismo: a simples seres
genéricos, iguales entre sí por aislamiento en la colectividad
coactivamente dirigida. Los remeros [de la Odisea, cuando tienen que
pasan la isla de las sirenas], que no pueden hablar entre sí, se
hallan esclavizados todos al mismo ritmo, lo mismo que el obrero
moderno en la fábrica, en el cine y en el transporte colectivo”
(Adorno, 2004, p.89)
Lo primordial es deshacerse de
todo aquello que no se pueda controlar.
La llamada “frialdad burguesa”, la búsqueda de eliminar las emociones
para que nada interrumpa ni impida la escala hacia los puestos de poder, está
representada por Kant y su búsqueda de la autonomía frente a subjetiva
felicidad (de la que como mucho sólo hay que hacerse digno), y la heteronomía y
variabilidad de las circunstancias y los sentimientos.
La alienación que resulta
del mencionado objetivo de conseguir
poder, no afecta solamente al entorno manipulado y contaminado, ni a su
consecuencia lógica de esa aspiración a “racionalizar” que es la división
social del trabajo, sino al propio sujeto que se pretende lograr, el burgués
–el máximo ostentador del poder sobre la división social del trabajo, último
resultado de la dialéctica ilustración-, un frío ser que tiene que arrancarse
todo lo que no le sirva.
“La otra posibilidad es la que elige el mismo Odisea, el señor
terrateniente, que hace trabajar a los demás. Él oye [ a las
sirenas, los recuerdos encantadores: emociones], pero impotente,
atado al mástil de la nave, y cuanto más fuerte resulta la
seducción más fuertemente se hace atar, lo mismo que más tarde
también los burgueses se negarán la felicidad con tanta mayor
tenacidad cuanto más se les acerca al incrementarse su
poder.”(Adorno, 2004, p.87)
Para un empresario, las
consideraciones sobran. Si tiene que
tener alguna consideración con el medio ambiente, no podrá producir con menos
gastos y ser competitivo; si concibe a sus asalariados más que como cifras y
les ve como fines, le costará más tener que explotarlos (creando cada vez mayor
plusvalía: pagándoles un sueldo en lugar de los bienes y servicios que
producen) para conseguir mayores beneficios.
Horkheimer y Adorno consideran que dicho pensar y entender la “racionalidad” como distribución
planificada de los recursos será la que continuará en el nazismo en el que el
uso de las personas; que serán tratadas como meros recursos materiales que
gestionar para lograr una organización sobre ellos más productiva. Dicho modo de pensar, en términos de
medios-fines, le sirvió al nazismo como “defensa”, “justificación” o “excusa”
de sus actuaciones.
Según
Adorno y Horkheimer, la razón instrumental que reduce el pensamiento a
un mero cálculo medios-fines es la que condujo a tratar a la naturaleza
como un instrumento y propició a que el mero criterio de eficacia y de
racionalización de la gestión llevase a tratar a las personas como
herramientas, como recursos (recursos humanos, pero recursos), y dio
lugar a la división social del trabajo, la explotación laboral y la
alienación. Ambos autores consideran que dicha razón instrumental es el
fundamento básico que perdura en las sociedades de Europa de la era
actual.
Razón
instrumental y razón emancipatoria
Los
autores de la primera generación de la Escuela de Frankfurt presentaron que el
conocimiento occidental estaba impregnado por una razón instrumental que
afectaba al modo de plantear y construir ciencia, influenciando en la política,
los modos de vida como el consumismo y facilitando la primacía de las
sociedades de mercado; pero no propusieron una salida o una solución clara
frente a ella.
Habermas
postuló una especie de razón emancipatoria frente a la razón instrumental, una
forma de pensamiento basado en la crítica que pueda denunciar la praxis
científica tendente a la producción tecnológica -instrumentalización de la
ciencia- y al fomento de la tecnocracia, que recupere el carácter emancipador
de la Ilustración (buscando en el ámbito público la deliberación como forma de
impulsar una mayor democracia y políticas del diálogo y debate) y que amplíe la
concepción positivista del conocimiento -cientificista, reduccionista de la
realidad a hechos objetivos e impersonales, separados del sujeto-, sumándole a
él las aportaciones humanistas de la ciencia social, la ética y una política
deliberativa.
El
interés emancipatorio permitirá conocer la realidad social, criticarla y
modificarla de forma que se ahonde en la libertad. Para ello, el psicoanálisis y el marxismo
pueden ser herramientas críticas que, si bien no son ciencias, permiten la
reflexión y el cuestionamiento de lo dado.
Una
visión más amplia le conducirá a plantear una teoría de la acción comunicativa,
que supere la praxis cientificista y que ahonde en los mecanismos dialógicos y
de encuentro del lenguaje. Busca una
praxis del lenguaje que permita, en la comunicación entre hablantes, análisis
autorreflexivos y la apertura de la
conciencia a diferentes y nuevas interpretaciones, tras el logro de
entendimientos, comprensiones y acuerdos entre los comunicantes, al llegar a un
punto aceptable por ambos (el mejor argumento), resultado del debate
abierto.
Se
procura el consenso en una acción comunicativa en la que las partes puedan
expresar sus ideas con libertad, haya escucha y contestación respetuosa y en el
hilo de las ideas expresadas, así como la búsqueda de una solución que
satisfaga a todas las partes (no teniendo que asumir necesariamente la posición
de una parte o de otra, sino permitiendo la posibilidad de una propuesta más
amplia).
Es una
práctica que, además de ampliar y renovar el conocimiento, permite la formación
de relaciones interpersonales simétricas y que generan vínculos sociales
basados en el mutuo respeto y el trabajo cognitivo compartido.
¿Solo? Sé que no sé ... ¿Me dicen la verdad?
ErantzunEzabatuPienso luego. Existo.
Buena noches Mundo.