El miedo a la libertad: síndrome de Estocolmo
Juan José Angulo de la Calle
Erich Fromm asociaba la libertad a la capacidad de tomar decisiones a nivel individual. Aunque se actúe de forma colectiva en asociaciones, sindicatos o comités de empresa siempre se está frente a los demás y, por mucho que se esté en un grupo con el que se guarda afinidad, siempre puede y debería haber un espacio para debates, autocríticas, observaciones y replanteamientos. Hay un margen en el que se está frente a los demás a nivel individual.
Considera Erich Fromm que en ese espacio en el que hay posibilidad de actuar a nivel individual y en el que se está bajo presión social que es un ámbito de soledad. El peso de la responsabilidad de los propios actos individuales frente al resto de personas genera ansiedad y miedo. Las demás personas pueden recriminar tus actos tomados voluntariamente y puede pesar mucho también la carga de la responsabilidad.
Fromm considera que los primeros atisbos de libertad en la modernidad europea se pueden ver de forma más significativa en el surgimiento del protestantismo. La reforma de la iglesia permitió la libre interpretación de la Biblia, no se tenía por qué seguir bajo el peso de la autoridad religiosa. Se podían hacer interpretaciones de los textos sagrados y actuar en consecuencia con toda libertad, pero ello dejaría a los creyentes sin certidumbres. Se quedarían a solas frente a Dios.
Cuando había una autoridad absoluta de la interpretación oficial de la iglesia y la absolución de las autoridades en la confesión, se sentía cierta certidumbre porque había una autoridad directa en la que confiar y que se presentaba como absoluta.
De forma similar ocurriría en las dictaduras: hay una figura autoritaria que se presenta como protectora y que da seguridad, hace que las personas sientan que hay una figura paternalista que les va a proteger y a la que se puede culpar de todo (en silencio).
Bastantes personas pueden tener miedo a la libertad porque ella conlleva una responsabilidad enorme y pone a las personas frente a las otras (en absoluta soledad); pero los autoritarismos dan la impresión de que hay figuras paternalistas con gran poder y que tendrán capacidad de darles seguridad. Las personas que temen la libertad, de alguna manera, consideran como protectores a las figuras que las oprimen; de la misma forma que hay secuestrados que aceptan a sus captores y se identifican con ellos en el síndrome de Estocolmo.
Maquiavelo consideraba que las personas tienen intereses egoístas, son malas y que el príncipe tiene que imponer el orden por la fuerza de forma artificial. Hobbes consideraba que la estabilidad en la sociedad solamente puede existir cuando las personas no siguen sus impulsos individualistas y ceden su libertad de forma que acumule poder un soberano que dé seguridad e imponga un orden jurídico con las garantías que da el gran poder otorgado. Carl Schmitt consideraba que más allá de todas las consideraciones, hay un poder soberano que puede acabar con la legalidad y normalidad jurídica: dicho soberano sería la figura que pueda establecer un estado de excepción.
Ha habido bastantes autores que han defendido la cesión de libertad a cambio de seguridad. Benjamin Franklin consideraba que las personas que ceden libertad a cambio de seguridad no merecen ninguna de las dos, como si la elección de una sobre otra conllevase una mala versión de ambas.
Autores como Dahl, Arendt o Habermas defienden, de alguna manera, que si debe existir un orden no debería proceder de figuras autoritaristas, que se presenten como autoridad solamente por tener poder y no legitimidad; sino que el orden debería ser el acuerdo de todas las personas, de forma que se logre equilibrio y se respete la dignidad de las personas (su capacidad de tomar decisiones propias, ser un fin o un sujeto que pone sus propias finalidades y nunca sea tratado como un medio o una herramienta).
Bibliografía:
-Adorno,
Th. W. & Horkheimer, M. (2004): Dialéctica
de la ilustración. Madrid:
Trotta.
-Arendt,
H. (1998): Los
orígenes del totalitarismo. Madrid:
Taurus.
-Aristóteles
(2000): Política.
Madrid:
Editorial Espasa Calpe.
-Dahl,
Robert A. (1993): La
democracia y sus críticos.
Barcelona: Paidós.
-Foucault,
M. (1979): Microfísica
del poder.
Madrid: Las Ediciones de la Piqueta.
-Foucault,
M. (2012): Vigilar
y castigar.
Madrid: Biblioteca Nueva.
-Fromm,
E. (2009): El
miedo a la libertad. Barcelona:
Paidós Ibérica.
-Habermas,
J. (1999): Teoría
de la acción comunicativa.
Madrid: Editorial Taurus.
-Hobbes,
T. (2000): Leviatán:
o la materia, forma y poder de una república eclesiástica.
México
D.F.: Fondo de Cultura Económica.
-Horkheimer,
M. (1973): Crítica
de la razón instrumental. Buenos
Aires: Editorial Sur.
-Kant,
I. (1997): Filosofía
de la historia. Madrid:
Fondo de Cultura Económica.
-Kant,
I (2001): Crítica
de la razón práctica. Madrid:
Alianza Editorial.
-Locke,
J. (2002): Segundo
tratado sobre el gobierno civil. Madrid:
Alianza Editorial.
-Maquiavelo,
N. (2012): El
príncipe. Madrid:
Akal.
-Manin,
B. (1998): Los
principios del gobierno representativo. Madrid:
Alianza Editorial.
-Marcuse,
H. (2002): Eros
y civilización. Barcelona:
Editorial Ariel.
-Popper,
K. (2017): La
sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona:
Paidós.
-Rawls,
John (1971): Teoría
de la justicia.
México
D. F.: Fondo de Cultura Económica.
-Rodríguez,
J. L. (1997): La
palabra y la espada. Genealogía de
las revoluciones.
Madrid: Talasa Ediciones.
-Roemer,
John E. (1995):
Un
futuro para el socialismo.
Barcelona: Editorial Crítica.
-Rousseau,
J-J. (2001): Discurso
sobre las ciencias y las artes /
Discurso
sobre el origen de la desigualdad entre los hombres /
El
contrato social. Madrid:
Editorial LIBSA.
-Schmitt,
C. (2014): El
concepto de lo político. Madrid:
Alianza Editorial.
iruzkinik ez:
Argitaratu iruzkina