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La aparente esterilidad de la filosofía


La aparente esterilidad de la filosofía


Juan José Angulo de la Calle



Más allá de la escasa capacidad de difusión de ideas que pueden tener las personas filósofas, hay una escasa receptividad en la mayoría de la gente respecto a la crítica y al cuestionamiento constante que se realiza desde la filosofía.

Por un lado, la mayoría de la gente no tiene un interés real hacia los debates académicos, hacia los libros de filosofía o hacia las cuestiones de la filosofía. Vivimos en la sociedad de la información y la mayoría de las personas, en el mejor de los casos, recurre a los medios de comunicación para informarse. Muchas personas quieren estar al día de los sucesos que le pueden afectar o que son de actualidad. No tienen normalmente interés en buscar conocimiento, que es diferente de la información en tanto que la información ofrece datos sobre los hechos y el conocimiento, por su parte, ayuda a interpretar esos datos y ordenarlos para conocer la realidad.  


La mayoría de las personas cree que ya dispone de la capacidad, los conceptos básicos y los métodos de análisis suficientes como para interpretar la realidad, sin reflexionar que el conocimiento más riguroso, la ciencia, está en constante proceso de cambio. Sus teorías, metodología (dentro de ella, el método de análisis) e instrumentos están en continua transformación.

De hecho, cada ley científica solamente tiene una presunción de verdad, la experimentación científica no verifica, comprueba en laboratorios o por otros medios que se produce un proceso en unos casos comprobados (pero no en toda la inmensidad de casos dados en el pasado y los que tienen que aparecer en el futuro, lo cual es imposible) y solamente tiene una capacidad de contrastación, puede comprobar si en un caso no se da un proceso previsto y refutar una ley científica. Las verdades en ciencia son verdades hasta que se demuestre lo contrario, éste es el principio de presunción de verdad en ciencia.
  
No hay un conocimiento del todo seguro, no hay un método de análisis definitivo y, por tanto, para conocer se debe estar constantemente reflexionando sobre las creencias que se disponen para comprobar si son del todo válidas, de forma que se pueda buscar otras si es preciso. Toda manera de interpretación no es definitiva del todo y, por ello, las aportaciones de la filosofía, de la hermenéutica en concreto, pueden ayudar a las personas a mejorar su capacidad de interpretación. Pueden dar algunas claves a las personas para que puedan interpretar mejor, puede servir de ayuda.

Sin embargo, a la mayoría de la gente no le interesan en absoluto las aportaciones de la filosofía, su temática les aburre o la consideran oscura y pesada. No suelen leer ensayos ni libros técnicos o científicos, prefieren leer la literatura como medio de entretenimiento y de cultivación o leer periódicos (aunque sean digitales o de prensa gratuita) para informarse, lo que es ciertamente positivo pero limitante. Hay personas que creen que conocen bien la realidad y que tienen un conocimiento seguro, pese a no ser segura ni la ciencia y no se replantea nada, ni suele reflexionar a menudo.

Aún diría más, hay gente que aborrece las preguntas filosóficas. El cuestionamiento de sus más arraigadas creencias les crea inseguridad y ansiedad, por lo que pueden llegar a irritarse cuando se encuentra con personas filósofas que analizan críticamente todo lo dado por supuesto. La gente basa su vida en sus creencias o teorías sobre la realidad, y actúan conforme a ellas. Les da seguridad pensar que conocen la realidad y tienen cierta capacidad para desenvolverse en ellas. 
Las dudas y las incertidumbres perturban. Pueden producir un rechazo e irritación los cuestionamientos que realiza la filosofía, pueden ser tomados incluso como algo personal y sentirse agredidos. Y como resultado de ello, se rechaza a la persona filósofa y no se le escucha (no al menos como para que se replantee sus más profundas creencias). 

Quizás el caso más sonado de este rechazo, fuese la condena a muerte de Sócrates por parte de un tribunal popular. Sócrates hacia preguntas y cuestionaba las ideas más arraigadas y dadas por  válidas. Solamente hacía preguntas, no hacía críticas destructivas; como mucho usaba la ironía, ¿por qué produjo tanta irritación como para que le condenasen y no se hiciese en Atenas algo parecido con Diógenes el cínico, que hacía uso del sarcasmo más mordaz, dejando en ridículo a aquellos que eran blancos de sus críticas mordaces? Hay preguntas que alteran más que las agresiones verbales. No es posible que los discursos filosóficos reciban demasiada atención o que sirvan para que haya reflexión.

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