2015(e)ko urtarrilaren 10(a), larunbata

Agotado de esperar el fin


"Agotado de esperar el fin”

Juan José Angulo de la Calle



Entro en el bar y pido una tila para los nervios. El psicólogo de la seguridad social ya me dice que tengo que reducir la tensión. No se da cuenta de que es existencial.

Decadencia, malestar. Heidegger decía que la primera toma de contacto con el hecho de existir es a través de la angustia. Sartre, por su lado, entendía que esa toma acababa tomando forma en la náusea, la consciencia de que la vida es absurda y sin objetivo revuelve las tripas. Yo principalmente siento asco.

Asco hacia la sociedad, tan competitiva e individualista que su principal valor es el dinero. La gente después de ver el declive del neoliberalismo y la crisis que ha provocado tras tanta especulación y tanta precariedad laboral (de esos barros tenemos estos lodos), todavía cree en las bondades de la mano invisible. Hay quien cree en el relato de la recuperación económica, en que si todo el mundo busca su propio interés y ambición egoísta, la productividad del trabajo sumiso y precario junto al consumo levantarán las empresas y permitirá que lluevan migajas de los grandes beneficios de la patronal.

Muchas personas se ponen de parte del explotador, del que especula con el trabajo precarizándolo como resultado de un turbio síndrome de Estocolmo que hace que se identifiquen con los que tienen el dominio y acaparan los recursos, en una desesperada búsqueda de la magnanimidad de los que más tienen, a costa de los demás.

Los 80 acabaron en el 89 con la caída del muro, llevándose todos los sueños y esperanzas. Las ilusiones murieron, la lucha se fue. Solamente nos quedan las asambleas de personas paradas, que conservan la dignidad. Lejos quedaron los años de juventud, cuando el punk y el rock vasco cohesionaba y daba forma al movimiento popular, o eso parecía...

Crisis, incertidumbres, miedos. Ésa es la herencia que reciben mis sobrinos, la generación perdida. Tienen que ver que el lema de esta época es: “sálvese quién pueda”. Se han quedado sin referentes. Lejana es la lucha social fuerte y la solidaridad de los trabajadores, luego habrá quien se pregunte por qué tampoco hay derechos sociales y laborales.

No les puedo culpar, yo tampoco es que haga mucho. Estoy quemado, desesperado, agotado de esperar el fin. Mi principal objetivo es volver a trabajar y mi última esperanza es encontrar los suficientes subterfugios para soportar la vida. No tengo decencia ni dignidad. Es increíble que me parezca sublime mi inmensa decadencia.

Me tomo la tila tranquilo mientras hojeo los anuncios de empleo. Me canso de tachar. Mierda de vida, después de tantos años trabajando y por debajo del mercado laboral. Más de cuarenta años, media vida de experiencia y estoy casi peor que los jóvenes. Es duro tener que estar presionado a ser productivo y útil,a hacerme máquina, producto a la venta publicitado en mi currículum, como si fuese otra mercancía más. No siento más que odio hacia todo.

Intento encender un cigarro, pero el camarero me pide que no fume por la ley. Apago el fiti aplastándolo contra mi antebrazo mientras se me queda mirando el chaval, quedándose todo loco. Pese a mi falta de decencia y dignidad, parece que todavía tengo algo de punk.

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