Ensayo sobre la filosofía feudal occidental
Juan José Angulo de la Calle
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La edad feudal transcurre en Europa desde la caída del Imperio Romano de Occidente hasta la caída del Imperio Romano de Oriente (con la invasión de Constantinopla por parte de los turcos, que les otorga el monopolio de la ruta de la seda y las especias, obligando a que se busquen otras rutas -surcando África y hacia América-).
En esta época, philosophia ancilla theologiae, la filosofía era sierva de la teología. La filosofía griega, primero la de Platón y luego la de Aristóteles, fue el sostenimiento teórico y conceptual que servía para estructurar y aclarar las diferentes teologías (cristiana, judía y musulmana). La razón permitía aclarar conceptos de teología o sustentarlos teóricamente.
Neoplatonismo
En la Alta Edad Media se hizo una mezcolanza entre la filosofía platónica [que establecía la separación del alma y el cuerpo, y lo explicaba por la presencia de las Ideas o Formas ideales de las cosas, sustento del interior del alma y que debían existir por las regularidades del mundo cambiante] y las teologías [y su consecuente sustento del poder: gobiernan las autoridades religiosas, dado que tienen la Verdad y conocen la Bondad; gobiernan "los que conocen el buen gobierno y saben"].
Tanto la Patrística como la Escuela de Bagdad (o buena parte de ella) puso como sustento teológico las posiciones ideales neoplatónicas, que permitían tratar la realidad espiritual o ideal.
Las concepciones platónicas duraron bien entrado el siglo XII. El filósofo autodidáctico es una historia prototípica que relata la historia de un filósofo que llega por sus propios medios a las deducciones platónicas. Relata como un náufrago logra el conocimienta solamente por el uso de la razón y la observación. Por ejemplo, tras ver que la gacela que le cuidó murió, dedujo la presencia del alma (dado que examinando su interior, no encontró nada que faltase y que lo que debió desaparecer debía ser inmaterial).
Agustín de Hipona defendió que debía de haber unas ideas que fueran el sustento de las Formas, maneras de ser de las especies que son fundamentales, y que no podían venir de un mundo material y cambiante, siendo una copia de un mundo de las Ideas (el Paraíso, en su concepción cristiana).
Conocer ya no es recordar, como señalaba Platón, dado que en su concepción cristiana no hay transmigración y dado que el espíritu solamente puede darse por un proceso de creación, en cada nacimiento: el conocer tiene que venir de otra fuente.
Se realiza por medio de un proceso de interiorización, abstrayendo nuestra materialidad llegamos a conocer nuestra intimidad, nuestra alma, donde deben estar las Ideas (sin las cuales, no habría posibilidad de resultar los datos un haz de sensaciones imposible de enfocar y focalizar).
El saber, el conocer nuestra contingencia, nuestra falta de necesidad de existir, nos haría darnos cuenta de la necesidad de un Ser Necesario (Dios, según Agustín) y este saber nos daría fuerza para hacer el bien y lograr la verdadera felicidad (el realizar el bien); dado que, como seres contingentes, no tenemos suficiente fuerza de voluntad para hacer el bien.
Aristotelismo
La recuperación de los textos de Aristóteles y su relevancia, vino de mano de los países árabes. La Escuela de Córdoba realizó muchas reflexiones acerca de la filosofía de Aristóteles y la manera de conjugarla con la teología (judía, por parte de Maimónides; y musulmana, a través de Avicena).
Destaca Averroes que consigna, entre otras consideraciones, que hay dos verdades diferentes: la que se llega a través de la ciencia y la que se llega por medio de la Revelación. Ambas son completamente distintas: una trata sobre la realidad material y la otra, de la espiritual.
Una mala versión de esta postura fue el averroismo. En un momento de la edad feudal, en el que surgían las primeras ciudades y burgos, y la sociedad estaba en un estado de tránsito, el poder más profano se atrevió a reclamar mayor autoridad para asuntos políticos.
El Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico fomentó a una serie de pensadores que pudiesen defender que hubiese una separación de poderes: que el Estado se ocupase de la política y que la religión, se ocupase meramente de asuntos de fé. Se dieron enfrentamientos entre güelfos y gibelinos, enfrentados acerca de quién era la autoridad: si el Emperador o el Papá.
El sustento ideológico de esta postura podía ser una perversión de la filosofía de Averroes: aseverar que había dos maneras de llegar a la Verdad, una por medio de la ciencia y otra a través de la Revelación. Ambas llegarían a la verdad, era posible que por medios profanos se llegase al conocimiento y que los Estados pudiesen tener saber de la política y autoridad suficiente como para gobernar, y pedir que la Iglesia se limitase a los asuntos de fé.
Debido a este uso ideológico de una mala versión de la filosofía de Averroes, la filosofía de Aristóteles fue rechazada durante muchos siglos en los reinos cristianos.
Hasta que Tomás de Aquino mostró: 1) que se puede superar la posición de las dos verdades; 2) es posible refutar la presunta presencia de un alma global en Aristóteles; 3) y la utilidad de los planteamientos Aristotélicos para explicar los fenómenos naturales, sustentar dogmas y explicaciones teológicas (como la transubstanciación, en la que la Sagrada Forma no cambia de materia, sino de forma o estructura; aceptando la explicación de Aristóteles de que los seres están compuestos por materia y forma).
Tomás de Aquino realizó un gran trabajo para la teología cristiana con la Summa Theologiae; en la que dio cuenta de las principales cuestiones de fé y teológicas del cristianismo, por medio del uso de la filosofía de Aristóteles.
Defiende el modo de conocer planteado por Aristóteles y en sustitución de las supuestas ideas del alma, cuya demostración era imposible. El modo de conocer era partiendo de la experiencia, para lograr hacer generalizaciones en las que se abstrae las particularidades materiales de cada ser concreto y se llega a la generalidad de cada especie, viendo su naturaleza más esencial o estructural (su substrato, su esencia, su estructura fundamental -como si fuese su ADN o composición molecular-). Nihil est in intellectu quod prius no fuerit in sensu.
Recogió la idea Aristotélica de un motor inmóvil en el universo (más allá de las estrellas fijas, que mueve todo y que es necesario que exista para que pueda haber el movimiento de los seres celestes, y que no se mueve, no cambia y no debe cambiar para no corromperse). Dicho motor sería Dios y permitiría que todo existiese.
Otros razonamientos acerca de la existencia de Dios eran la necesidad de una causa de las causas (todo tiene una causa, que es causada por otra y ella por otra... y para no tender al infinito -imposible- ha de haber una causa primera o Dios). El grado de perfección conduce a la posibilidad de un ser perfecto (los animales tienen más poder que las plantas, se mueven, y las personas tienen raciocinio, dominando el mundo, y en este hilo cabe pensar en algo más perfecto que la especie humana). Todos ellos argumentos dentro de la filosofía de Aristóteles (y bajo sus condiciones y limitaciones).
Más adelante, Kant indicó acerca de los argumentos ontológicos que llevan a ser pensamiento puro incomprobable, no se pueden verificar por la experiencia y el saber. Lo estableció con una metáfora: se puede pensar que se tiene monedas en el bolsillo y resultar que ellas no existan.
Escolástica: nominalistas y realistas
En la Baja Edad Media, se acabó aceptando en Europa los contenidos de la Summa Theologicae. El debate entraba en el grado de aceptación de las categorías de Aristóteles.
Las categorías describían diez modos de ser (cualidad, cantidad, relación, sustancia...), trataban de generalidades o esencias que estaban en los seres mismos.
Todo era entendido como si estuviese compuesto de materia y forma, y nunca separados; salvo el caso de los ángeles, que según Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, en el que cada ángel era una especie única de ángel, solamente forma y sin materia (superando la discusión bizantina de si los ángeles tenían sexo: no lo tenían porque cada ángel era una especie diferente de ángel y sus diferencias eran esenciales).
La manera de entender las categorías daba lugar a fuertes discusiones. La forma más ortodoxa es considerar que las Formas y categorías existen en la realidad; la que proponían los nominalistas era que las categorías solamente eran puros conceptos: no existen especies puras, sino conjuntos de ejemplares de una especie que son completamente distintos, y las categorías eran formas de abstraernos de la realidad, sin ser la realidad misma. No existía la esencia de los caballos, sino que ella nombraba (nominalmente) al conjunto de los caballos.
La famosa navaja de Ockham eliminó nueve de las diez categorías de Aristóteles (mostrando que eran meros conceptos para entender la realidad, pero que no eran la realidad misma). No se atrevió a tocar la categoría de la cualidad porque, como ya he escrito antes, permitía explicar la transubstanciación de la Sagrada Forma y hubiese tenido problemas con la Inquisición.
De hecho, bastantes de estos filósofos nominalistas, entre ellos William of Ockham, tuvieron el apoyo del Emperador del Sacro Imperio. El nominalismo permitía restar autoridad a la teología y daba pie a la defensa de la separación de poderes.
Como se ve en El nombre de la rosa, los nominalistas y los franciscanos tendían de manera indirecta a procurar limitar poder a la Iglesia. El debate que aparece en el libro acerca de si Jesús fue pobre, si tenía propiedades o solamente las usaba, trataba en realidad de si la Iglesia debía ser pobre, con menor poder, en beneficio del poder profano.
Detrás de los debates, había luchas de poder y posicionamientos ideológicos muy determinados, hijos de la época y que fomentaban la difusión de una serie de ideas muy acordes con partidismos políticos.
Bibliografía:
-Arana, J. R. 2005: Balada de la filosofía y de la ciencia. Barakaldo: Ediciones de Librería San Antonio.
-Averroes (2015): El Tratado decisivo y otros textos sobre filosofía y religión. Buenos Aires: Ediciones Winograd.
-Eco, U. (2002): El nombre de la rosa. Milán: MEDIASAT.
-Ibn Tufayl (2003): El filósofo autodidacto. Madrid: Trotta.
-Merino, J. A. (1993): Historia de la filosofía franciscana, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.
-San Agustín (1980): De la vida feliz. Buenos Aires: Ed. Aguilar, Buenos Aires.
-Santo Tomás de Aquino (2010). Suma teológica. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
-Russell, B. 2009: Historia de la Filosofía. Madrid: RBA.
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