2020(e)ko uztailaren 13(a), astelehena

Bitácora de la doctora Sklodowska

 Bitácora de la doctora Sklodowska

Juan José Angulo de la Calle

I







 Siglo XXII cuando dejé la Tierra.  Pese a la posesión de un reloj atómico y de un ordenador cuántico cuyos qubtis realizan cálculos extremadamente precisos, mi situación particular en la nave hace que desconfíe en cualquier medidor de tiempo.


Viajo en un cohete por el espacio.  La carga previa por medio de extractores fotosintéticos y el consecuente reciclado del sistema de fusión nuclear han sido lo suficiente eficientes como para que la energía para los virajes en el espacio sean suficientes y cumplan su cometido.


Vago por el espacio con los motores apagados, claro.  Al no haber necesidad, de momento, de ninguna necesidad de cambio en el rumbo, la inercia espacial permite que la nave siga su curso, sin haber impedimientos en el espacio "vacío" que resten velocidad.


No noto la inmensa velocidad, viajo a una velocidad cercana a la luz.  Mi masa se habrá expandido y mi tiempo se habrá "alargado", dilatándolo; pero, como señaló el filósofo Kant, nuestro entendimiento sobre el espacio y el tiempo es subjetivo y no noto nada.


En esta situación de inadecuación de la percepción espacio-temporal, me limito a recordar el mundo del que vengo y pienso en todo lo que habrá cambiado cuando llegue.  Tras el Cambio Climático, la humanidad tuvo que basar las relaciones internacionales en la cooperación global.  La economía se basó en el intercambio de conocimientos.  A mayor conocimiento científico, mayor tecnología y nuevas formas de generar energía y producción.


El ordenador me avisa de que llega el momento de realizar un viraje.  Lo prepara y me indica el momento exacto de dar la orden.  La máquina podría haberlo efectuado automáticamente con mayor precisión, dado que maneja una ingente cantidad de información variante; el procesamiento de los volubles e indeterminados qubtis, ni más ni menos...  

Sin embargo, el Proyecto Global fue tajante con que las operaciones las tenía que hacer un ser humano, quizás por una suerte de sentimiento de inferioridad o para que nos quedase algún atisbo de dignidad en una misión tan mediada por la tecnología...


Estoy a punto de volver a la Tierra; girando en la curvatura espacial que genera el sol, alcanzaré el "curso temporal normal"...  Para mí, ha pasado poco tiempo, pero en una velocidad cercana a la de la luz mi espacio y mi tiempo se habrán alterado.  Para la Tierra, habrán pasado décadas.


Espero que mis cálculos, junto a los del ordenador cuántico, hayan sido correctos y no colapse la nave.  Temblando procedo a dar la orden de viraje.


¡Alarma roja!  ¡Oh, no...!  Quiero ver a Marie... Quiero ver a mi gemela...


Ahí está...  Más envejecida que yo...



II


La anterior misión abrió camino.  El Consejo dio luz verde a los extremos experimentos que tendré que realizar en la prudente lejanía del espacio profundo.


Viajaré rumbo a Proxi Centauri, lugar en la que realizaré el trabajo con el que he soñado toda la vida.  Realizaré comprobaciones que solamente eran experimentos mentales hace siglo y medio.


A suficiente distancia de lejanía, procedo a los preparativos científicos.  Voy a la sala de pruebas y enciendo las máquinas, previamente ancladas a sus debidas posiciones.


Disparo electrones a través de una lámina con una doble rendija y que está paralela a una lámina plana, en la que se estrellarán las partículas.  El tamaño del cañón de electrones es suficientemente grande como para observar a simple vista los resultados.  Compruebo que los electrones actúan de forma diferente si hay un observador (luz y medición), y sin él.


Compruebo las aseveraciones de la teoría cuántica, observo cómo en la lámina en la que se realiza observaciones se dan patrones fijos y cómo, en la que no se hacen mediciones directas, los electrones quedan aplastados de forma casi aleatoria.


La materia se divide en paquetes discretos de energía: los cuantos.  A veces, funcionan como partículas (son como puntos); a veces, funcionan como ondas (como las del agua); y, a veces, realizan la función de onda y partícula a la vez.





Compruebo que, efectivamente, en esta realidad material tan indeterminada, cuando hay un observador, se colapsa la función de onda y los cuantos quedan como partículas con una posición concreta.


Para asegurarme del papel del observador, meto a un gato en una caja con una ampolla radiactiva, que se abre si un dispositivo capta un electrón como partícula.  Pueden darse dos casos: o bien el electrón cumple la función de partícula y el gato muere; o bien funciona como onda y el gato sigue vivo.


Le oigo maullar y expirar a intervalos demasiado próximos.  El gato maulla con regularidad a la vez que se le oye expirar muriendo, para después volver a maullar y expirar...





 Sin un observador que colapse la función de onda, el electrón que capta el dispositivo es a la vez onda y partícula.  Se activa y no se activa la ampolla radiactiva, el gas es expulsado y permanece, y él hace efecto y, a la vez, se dispersa...  El gato se haya en un limbo: vivo y muerto a la vez.

El ordenador cuántico me avisa de que los sensores captan anomalías en el espacio.  ¿Acaba de desdoblarse el universo?  El ordenador registra los datos y procede a hacer una comprobación de la captada remora.

Oigo al gato.  Está vivo.  Se acabó el limbo.  Está vivo.  Al menos, en nuestro universo...  Si realmente se ha dividido el espacio, puede que en otro universo el mismo gato se haye muerto...


III

 

Animada por el anterior experimento, decido investigar algún indicio que pudiera registrar alguna anomalía que indique que existe el otro universo desdoblado.


El ordenador indica que nuestra sonda electrónica ha captado una partícula que carece de las características del modelo standard: no pertenece a nuestro universo, o al menos tal como lo conocemos...


Debo variar el rumbo hasta un planeta, donde la sonda indica que ha procedido las ondas electromagnéticas de partículas extrañas a nuestro universo observable.


Está a miles de parsecs, pero nuestro motor se acerca a la velocidad de la luz.  Se ha cargado de energía solar por medio de nuestro sistema fotosintético y se ha reciclado la energía por el sistema de fusión nuclear.


Llegada al Polo del planeta, envío ondas electromagnéticas con la esperanza de que vuelvan y puede que acompañadas de partículas similares a la desconocida que registró la sonda.  Vuelven, pero acompañadas de otras diferentes... ¿He recibido una respuesta?  ¿Una señal extraterrestre?


El ordenador cuántico avisa de la proximidad de un objeto desconocido, que ha viajado a velocidad regular y con variaciones fugaces de rumbo.  


En el puente de mando contemplo atónita una reconstrucción molecular: un ser se ha teletransportado a nuestra nave.  El análisis del ordenador cuántico indica que se trata de una forma de vida basada en el silicio.  No puedo creer todo lo que está pasando.  Me quedo atónita y helada, sin saber si tengo que reaccionar o volcarme a un profundo escepticismo.






Oigo una voz en mi cabeza.


-Buenos días, doctora Sklodowska.


-¡¿Cómo puede hablar mi idioma?!- le grito desde mi cabeza, llena de terror.


- Me comunico con usted telepáticamente, usando el lenguaje universal de la mente, el mentalés...


-¿Como postulaba el filósofo Putnam...? -pensé con ansiedad y acelerada-.  Pero, ¿qué querrá...?  ¿Explorar... invadir... investigar... destruir?  ¡Espera, si lo he pensado, lo he dicho!


-Tranquila, -contestó inalterable el ente- vuestra insignificante tecnología y sus productos no nos interesan.  Vengo a hablaros del multiverso...  Existen innumerables universos distintos...  Cercano al vuestro está el nuestro.  Me he trasladado siguiendo el trazo de un lazo de supercuerda que atraviesa los tres universos brana a los que estamos conectados.

-¡La teoría de supercuerdas probada! -grité con ingenuidad y precipitación en mi fuero interno, mientras mi mente divabaga-  Los cuantos son entendidos como una dualidad de función: funcionan como partículas y ondas...  Las supercuerdas son la postulación de que esos "puntos" que son los cuantos, en realidad son filamentos alargados que vibran, dando lugar a ondas.  Pero... para eso se requieren diez dimensiones...




 -Las dimensiones extras -explicó el ser con total serenidad- están en los universos-membrana que están próximos entre sí...  Además de vuestras tres dimensiones del espacio y el tiempo, hay otras dimensiones en los universos próximos...  Pero hay otros tipos de universo...  Universos burbuja resultado de vuestro Big Bang, universos dentro de agujeros negros, universos holográficos...


-¡Otros mundos posibles, como pensaron los filósofos  Leibniz y Krikpe! - grité exaltada en el último arrebato de mis emociones encendidas y apresuradas-.


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