El suicidio según Albert Camus
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Toda
vida es absurda. Tratamos de hacer cosas con sentido, con una razón
de ser, pero nos engañamos a nosotros mismos porque todo lo que
hacemos carece de ningún objetivo trascendental, simplemente nos
ocupamos de mantener la realidad tal como está y todo es inmanencia,
no trascendencia. En la vida, se sirve a la producción ciega, que se
reduce a producir por producir. La existencia es como el castigo
mitológico de Sísifo: repetición de las misma tareas todos los
días, sin que se logre nada revelante y, por tanto, sin ningún
sentido. Se vive en un ciclo trabajar-descansar y vuelta trabajar-descansar que no va a ninguna parte, es una repetición constante de lo mismo.
Todo intento por sustraerse de este absurdo puede ser visto como una forma de resistir. Es lo que intenta hacer el hombre rebelde, pero es una pataleta inútil. Al final, solamente es un aguante, un soportar la angustia y la náusea del absurdo. La existencia se limita a una serie de subterfugios para soportar la vida.
El único problema filosófico serio es si deberíamos suicidarnos, porque si no somos capaces de dar una respuesta satisfactoria todo lo demás carece de relevancia. La existencia es repetición irreflexiva de las mismas tareas sin que haya una verdadera razón de ser. No hay una explicación cabal para la existencia en el mundo. La falta de sentido, el vacío, el absurdo que es la vida lleva a la angustia. Pero si se es sincero con uno mismo, la vida deja de ser tragedia. En la mitología griega, Edipo dejó de sufrir cuando se reconoció como parricida e incestuoso.
La vida de por sí carece de razón de ser... Sin embargo, así como la vida es absurda, el suicidio también. El suicida es simplemente alguien que se ve sobrepasado por la pregunta acerca de la razón de ser de la vida y que confiesa su incapacidad para dar respuesta; pero, así, tiene que darse cuenta que simplemente es alguien que ha llegado a un punto muerto, que tiene que ser consciente que no comprende el mundo y que es un mero ignorante. Nada sostiene tampoco que haya que matarse; tampoco hay razón de ser, ni justificación, ni sentido ninguno respecto al acto de suicidarse.
La solución que propone Camus es sobreponerse al absurdo, esforzarse porque cada momento cuente y sea intenso. De lo que se trata es de procurar animarse y decirse a uno mismo que cada experiencia es nueva, única y susceptible de ser vivida con asombro y pasión.
Considero que es una forma de engañarse a uno mismo y hacer como si la vida de por sí no tuviese razón de ser, ser una distracción para que la mente desvíe la atención de las obsesiones y que no consuman el ánimo. Pero es una distracción. Es un truco: como se distrae la atención de los problemas, se angustia menos por ellos, pero los problemas siguen ahí y volverán la tensión por su irresolución con más fuerza cuando pase el efecto de lo que no es más que un mero placebo.
Todo lo que evite observar el horror de las fatalidades de la vida es evasión, un acto de posponer lo inevitable hasta que la fuerza de la vida y el mundo hagan sus efectos y retornen con más dureza, por no estar preparados y haber estado obnubilados con una mera ilusión falsa.
Personalmente, entiendo que no somos de piedra porque somos seres dotados de una sensibilidad con límites y nos afectan las cosas, por mucha autosugestión y autoengaño que trate de disimular vivir duras realidades y tener un sufrimiento ineludible por una depresión, angustia, ansiedad, incertidumbre, miedo, inestabilidad social real, malestar general y desolación.
En los casos en los que la vida sea insoportable y todo falle porque la realidad es demasiado dura e ineludible, no se debería prohibir que una persona acabe con una vida que solamente es dolor insufrible. Es duro morir, pero más duro es sufrir. Nadie debería permanecer vivo por pura obligación, más allá de la realidad de que no pueda sufrir una existencia compuesta por dolores insoportables y sufrimientos horribles.
Una muerte digna puede ser la única respuesta para una vida que ya no es vida y que es inhumano y cruel hacer que continúe, manteniendo un sufrimiento y horror insostenible. El suicidio siempre tiene que ser una opción. A nadie se le puede pedir lo que no puede hacer. La vida es un derecho, no un deber y nadie debe martirizarse en una agonía perpetua si no puede soportarlo de ninguna manera y el mero existir es pura tortura inhumana.
Bibliografía:
-Camus, A. (2005): Calígula. Barcelona: Edhasa.
-Camus, A. (2005): La peste. Barcelona: Edhasa.
-Camus, A. (2006). El mito de Sísifo. Madrid: Aguilar.
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