Eneída: entre la Odisea y la Ilíada
Juan José Angulo de la Calle
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La historia escrita por Virgilio es una mezcla entre la Odisea y la Ilíada. Comienza con la toma de Troya por los griegos, con la que comienza el largo viaje del príncipe Eneas, en el que deambula hasta llegar a una tierra asignada por los dioses (sobre todo por su madre Venus) para que el héroe pueda crear una gran civilización; y termina con una guerra con algunos de sus habitantes.
Empieza con la narración de un largo vagar por mar, similar a los avatares del viaje de Ulises descritos en la Odisea, y termina en una guerra similar a la narrada en la Ilíada (en la que se narra el décimo año de la guerra de Troya).
Eneas escapa de la destrucción de Troya, pero no es una huída cobarde porque rescata a su padre en un noble acto de piedad filial. Este acto loable le hace muy digno de la fortuna que los dioses determinarán para él. Así, pese al odio de diosas como Juno, recibe ayuda de otros dioses, sobre todo de su madre Venus, y se le designa el destino de ser el fundador de una villa que, en el futuro, supuestamente tendrá que dirigir el mundo.
De Troya escapó el príncipe Eneas, hijo de la diosa Venus y del señor de la guerra Anquises. Era el sobrino del rey de Troya, pero a la muerte de Héctor logró el reconocimiento de Príamo como heredero al trono (debido al desprecio que sintió el rey por el resto de sus hijos: para él, eran un conjunto de cobardes y mujeriegos). La destrucción a sangre y fuego de la ciudad condujo a que Eneas huyera de su tierra patria.
Viajó por todo el mediterráneo, en una odisea que parecía sin fin. Logró hospitalidad en Cartago, tras seducir a su princesa, Dido. Los dioses le señalaron que su destino era otro, así que la abandonó. Ella se lanzó a la muerte, tras recibir tan fuerte rechazo. Este trágico suicidio condujo, según la poesía, a la eterna enemistad entre Cartago y los descendientes de Eneas, los romanos.
Llegó a la Península Itálica. Logró convencer al rey Latino para que se casase con su hija. La princesa Lavinia ya estaba comprometida por votos sagrados ante los dioses, así que el príncipe Turnus se enfrentó a Eneas. Hubo una guerra entre los aliados de Turnus y los huéspedes del rey Latino.
Después de una larga batalla, ambos contrincantes se encontraron cara a cara, de la misma forma en que se enfrentaron Aquiles y Héctor. Pasó como en la lucha entre Aquiles y Héctor, Turnus le vio y huyó lleno de terror. Eneas logró cortar la huida cobarde de Turnus y lanzó su jabalina sobre su aterrado rival, cuyos augurios y falta de fuerzas habían anunciado su caída.
Tras comprobar que sus colosales fuerzas no le acompañaban como para levantar la piedra que marca la zona de litigios, supo que las posibilidades no eran grandes y no pudo más que sentir la desesperación, mientras el curso de acontecimientos pasaba a pesar de él. Eneas proyectó su jabalina con una fuerza tan tremenda que cortó el aire en un estruendoso torbellino. Despedazó todo lo que se cruzó por su camino: escudo y armadura de Turnus incluido.
Eneas se casa con Lavinia y funda la ciudad de Lavinia. Su hijo, Ascanio, funda la ciudad de Alba Longa. Cerca de ella, siglos después, sus descendientes, Romulo y Remo construirán el muro sobre el que se asentará la ciudad de Roma. Tras una guerra de sucesión y un brutal fraticidio.
Culto a la familia Julia
y propaganda a Augusto
La Eneída fue un poema encargado a Virgilio por Octavio Augusto tras las guerras civiles para ensalzar los valores de entrega de las legiones inscritos en el régimen de imperium militarista de duración indefinida (que fue instaurado por el Senado en una votación forzada); para alabar la moral tradicionalista recién restaurada; y para dar gloria a Julio César y dar legitimación al golpe de Estado contra el cónsul legal Pompeyo (tras pasar el Rubicón con las legiones desobedeciendo al Senado).
En su primado, Octavio reconstruyó templos de Roma de forma centralizada; amparó y expandio con nueva fuerza una intensa pietas (respeto a la familia, hacia los antepasados, honra a los dioses y un sentido sagrado del deber); reorganizó los sacerdocios por lograr ser pontífice máximo y forma parte de los augures, los feciales y varias órdenes sacerdotales; fomentó la investigación y escritura de textos sobre rituales (entre ellos, varios de Varrón) y difundió su lectura construyendo bibliotecas de acceso público; y reforzó la meticulosidad [religio] en la ejecución de los rituales sagrados (que sufrieron relajamiento durante la etapa tardo-republicana].
Por todo esto, presionó al senado para que le nombrara: Augusto (título honorífico que aludía a los augures) y se presentó como máximo garante de la pax deorum (la paz con los dioses y el logro de su favor para Roma), reflejada con la prosperidad y el logro de la pax romana, tras un largo período casi continuado de diferentes guerras civiles.
En el poema se glorifica y se dan honores al padre adoptivo de Augusto, el dictador Julio César. Se expresa este ensalzamiento por presentarlo como un patricio descendiente de dioses e incapaz de actos sacrílegos de ningún tipo. Se realiza por medio renombrar a Ascanio como Iulo y presentándolo como ancestro de la familia Julia, cuyos últimos descendientes son Cayo Julio César y Cayo Julio César Octaviano. De esta manera, la gens Julia fue presentada como descendiente de Ascanio, de Eneas, de Rómulo y Remo y de la diosa Venus.
Más adelante Augusto pedirá al Senado que divinicen a su padre adoptivo, le nombren divo que ascendió a los cielos como Rómulo al convertirse en el dios Quirino (entonces se dio el primer paso para el culto a los emperadores). Por medio de ensalzar a su padre adoptivo, Augusto reforzaba su legitimación, al presentarse como hijo de un dios -divi filius-. Daba comienzo a un imperium de poderes especiales de duración indefinida, cuya presunta sacralidad le hacía incuestionable. Fue el fin del poder del Senado y la sentencia de la República.
Fue un texto de propaganda que trataba de dar legitimación al nombramiento de Augusto como primer ciudadano (instauración del primado). Según la Eneída, el principado de Augusto sería la culminación del destino de Eneas de crear una civilización fuerte establezca leyes con garantías y traiga la paz en el mundo por medio de la instauración de un régimen en el que se garantice de forma disciplinada el cumplimiento del deber, la obligación, el oficio y la pietas.
Bibliografía:
-Graves, R. (1999): Dioses y héroes de la antigua Grecia. Madrid: Unidad Editorial.
-Havelock, E. A. 2002: Prefacio a Platón. Madrid: Antonio Machado Libros.
-Homero (2000): Ilíada. Madrid: Editorial Gredos.
-Homero (2000): Odisea. Madrid: Editorial Gredos.
-Marqués, N. F. (2021): ¡Que los dioses nos ayuden! Religiones, ritos y supersticiones de la antigua Roma. Barcelona: Espasa
-Redfield, J. M. (1992): La tragedia de Héctor: naturaleza y cultura en la Ilíada. Barcelona: Destino.
-Virgilio, P. (1999): Eneída. Madrid: Mestas Ediciones.
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