2020(e)ko abenduaren 29(a), asteartea

El miedo a la libertad: síndrome de Estocolmo

 El miedo a la libertad: síndrome de Estocolmo


Juan José Angulo de la Calle


https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9a/Erich_Fromm_1974_%28cropped%29.jpg
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Erich Fromm asociaba la libertad a la capacidad de tomar decisiones a nivel individual.  Aunque se actúe de forma colectiva en asociaciones, sindicatos o comités de empresa siempre se está frente a los demás y, por mucho que se esté en un grupo con el que se guarda afinidad, siempre puede y debería haber un espacio para debates, autocríticas, observaciones y replanteamientos.  Hay un margen en el que se está frente a los demás a nivel individual.
 
Considera Erich Fromm que en ese espacio en el que hay posibilidad de actuar a nivel individual y en el que se está bajo presión social que es un ámbito de soledad.  El peso de la responsabilidad de los propios actos individuales frente al resto de personas genera ansiedad y miedo.  Las demás personas pueden recriminar tus actos tomados voluntariamente y puede pesar mucho también la carga de la responsabilidad.
 
Fromm considera que los primeros atisbos de libertad en la modernidad europea se pueden ver de forma más significativa en el surgimiento del protestantismo.  La reforma de la iglesia permitió la libre interpretación de la Biblia, no se tenía por qué seguir bajo el peso de la autoridad religiosa.  Se podían hacer interpretaciones de los textos sagrados y actuar en consecuencia con toda libertad, pero ello dejaría a los creyentes sin certidumbres.  Se quedarían a solas frente a Dios.
  
Cuando había una autoridad absoluta de la interpretación oficial de la iglesia y la absolución de las autoridades en la confesión, se sentía cierta certidumbre porque había una autoridad directa en la que confiar y que se presentaba como absoluta.
 
De forma similar ocurriría en las dictaduras: hay una figura autoritaria que se presenta como protectora y que da seguridad, hace que las personas sientan que hay una figura paternalista que les va a proteger y a la que se puede culpar de todo (en silencio).  
 
Bastantes personas pueden tener miedo a la libertad porque ella conlleva una responsabilidad enorme y pone a las personas frente a las otras (en absoluta soledad); pero los autoritarismos dan la impresión de que hay figuras paternalistas con gran poder y que tendrán capacidad de darles seguridad.  Las personas que temen la libertad, de alguna manera, consideran como protectores a las figuras que las oprimen; de la misma forma que hay secuestrados que aceptan a sus captores y se identifican con ellos en el síndrome de Estocolmo.
 
Maquiavelo consideraba que las personas tienen intereses egoístas, son malas y que el príncipe tiene que imponer el orden por la fuerza de forma artificial.  Hobbes consideraba que la estabilidad en la sociedad solamente puede existir cuando las personas no siguen sus impulsos individualistas y ceden su libertad de forma que acumule poder un soberano que dé seguridad e imponga un orden jurídico con las garantías que da el gran poder otorgado.  Carl Schmitt consideraba que más allá de todas las consideraciones, hay un poder soberano que puede acabar con la legalidad y normalidad jurídica: dicho soberano sería la figura que pueda establecer un estado de excepción.
 
Ha habido bastantes autores que han defendido la cesión de libertad a cambio de seguridad.  Benjamin Franklin consideraba que las personas que ceden libertad a cambio de seguridad no merecen ninguna de las dos, como si la elección de una sobre otra conllevase una mala versión de ambas.  
 
Autores como Dahl, Arendt o Habermas defienden, de alguna manera, que si debe existir un orden no debería proceder de figuras autoritaristas, que se presenten como autoridad solamente por tener poder y no legitimidad; sino que el orden debería ser el acuerdo de todas las personas, de forma que se logre equilibrio y se respete la dignidad de las personas (su capacidad de tomar decisiones propias, ser un fin o un sujeto que pone sus propias finalidades y nunca sea tratado como un medio o una herramienta).
 

Bibliografía: 

 

-Adorno, Th. W. & Horkheimer, M.  (2004): Dialéctica de la ilustración.  Madrid: Trotta.


-Arendt, H. (1998): Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus.

 

 

-Aristóteles (2000): Política.  Madrid: Editorial Espasa Calpe.

 

-Dahl, Robert A.  (1993): La democracia y sus críticos.  Barcelona: Paidós.

 

-Foucault, M. (1979): Microfísica del poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta.

 

-Foucault, M. (2012): Vigilar y castigar. Madrid: Biblioteca Nueva.

 

-Fromm, E. (2009): El miedo a la libertad. Barcelona: Paidós Ibérica.

 

-Habermas, J. (1999): Teoría de la acción comunicativa.  Madrid: Editorial Taurus.

 

-Hobbes, T. (2000): Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica.  México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

  

-Horkheimer, M.  (1973): Crítica de la razón instrumental.  Buenos Aires: Editorial Sur.

 

-Kant, I. (1997): Filosofía de la historia. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

  

-Kant, I (2001): Crítica de la razón práctica.  Madrid: Alianza Editorial. 

 

-Locke, J.  (2002): Segundo tratado sobre el gobierno civil.  Madrid: Alianza Editorial.

  

-Maquiavelo, N.  (2012): El príncipe.  Madrid: Akal.

  

-Manin, B. (1998): Los principios del gobierno representativo. Madrid: Alianza Editorial.

  

-Marcuse, H. (2002): Eros y civilización.  Barcelona: Editorial Ariel.

 

-Popper, K. (2017): La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidós.

 

-Rawls, John (1971): Teoría de la justicia
México D. F.: Fondo de Cultura Económica.


-Rodríguez, J. L. (1997): La palabra y la espada. Genealogía de
las revoluciones.
Madrid: Talasa Ediciones.

 

-Roemer, John E. (1995): Un futuro para el socialismo.  Barcelona: Editorial Crítica.

 

-Rousseau, J-J. (2001): Discurso sobre las ciencias y las artes / Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres / El contrato social. Madrid: Editorial LIBSA.

 

-Schmitt, C. (2014): El concepto de lo político. Madrid: Alianza Editorial.




2020(e)ko urriaren 29(a), osteguna

Literatura filosófica: "El filósofo autodidacto"

 Literatura filosófica:  

El filósofo autodidacto

 

Juan José Angulo de la Calle

 

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El filósofo autodidacto de Abentofail es el relato de un náufrago desde niño, que no fue educado en la civilización. Él llegaba a conclusiones por medio de la observación y las consecuentes conclusiones a las que llegaba. 

 

Fue criado por una gacela y, cuando ella murió, pensó que algo de dentro de ella tenía que estar roto (como había visto en cadáveres de otros animales). Cuando comprobó que todo estaba intacto, coligió que lo que se había extinguido no podía ser material, sino que debía de tratarse de algo inmaterial. 

 

Terminó sus deducciones pensando que algo tan complejo como el mundo solamente podía ser la construcción de un ser perfecto y, por sus experiencias, lo relacionó a las vívidas experiencias que sentía cuando meditaba. 

 

Cuando fue rescatado por un civilizado musulmán, el hombre letrado se sorprendió con él y sus hábitos. El salvador lo educó para que aprendiera el lenguaje y las pías costumbres de rezo de la civilización musulmana, pero pasó de maestro a estudiante cuando vio su saber. Rápidamente, el náufrago despreció las actitudes de la civilización, al ver en ellas una mera expresión externa sin contenido, totalmente inferiores a las experiencias reales que él sentía en la meditación. Acabaron meditando juntos.

 

Es una novela de fácil lectura, profundas reflexiones y grandes razonamientos que hacen plantearnes a día de hoy muchas cuestiones de nuestra vida.

2020(e)ko urriaren 22(a), osteguna

Literatura filosófica: "El nombre de la rosa"

 Literatura filosófica: "El nombre de la rosa"


Juan José Angulo de la Calle

 
 
 
 
La rosa es el símbolo europeo de la belleza.  Dotada de una formación conforme a la proporción áurea, sus pétalos se alinean de forma armoniosa, aprovechando la mejor formación horizontal, la más estable y, por tanto, posible.
 
 
El título de la novela de Umberto Eco hace referencia al nominalismo del protagonista (Guillermo de Baskerville, nombre que refiere al nominalista Guillermo de Ockham y a una novela de Sherlock Holmes).
 
 
Para los nominalistas, las generalizaciones son simples términos o nombres de las cosas.  Consideran que no hay una esencia de cada especie porque lo que realmente existen son ejemplares concretos de la especie y no una especie en cuanto a tal.  E.g. No existe la esencia de ser caballo, sino el conjunto de los caballos.
 
 
Mediante este tipo de consideraciones y por uso de la observación que defendía Roger Bacon, el protagonista llega a generalizaciones prácticas, a deducciones de detective que le permiten investigar una serie de asesinatos que ocurren en una abadía ficticia en la que hay una gran biblioteca europea.
 
 
Umberto Eco, mediante esta sugestiva trama, nos va introduciendo a la filosofía, teología y política del tiempo en el que transcurre la acción de la novela.
 
 
El nominalismo de Baskerville es una respuesta al realismo aristotélico de Tomás de Aquino.  Tomás aceptó de Aristóteles el que los seres estuviesen formados por materia (el material bruto) y una forma básica (su estructura, su esencia).  Tomás consideraba que había una esencia o naturaleza propia en cada especie y que ella era real; los nominalistas consideraban que las esencias eran abstracciones mentales y conceptos, y que los seres reales eran concretos y no había, por tanto, puras esencias.

 
Tomás de Aquino defendía que toda especie tiene una parte material que tenía que cobrar una estructura básica o esencial para que tuviera forma.  E.g. En una escultura, la materia sería el marmol por pulir, la forma sería el contorno final formado y, cuando se unen ambos, se daría lugar a la estatua artística.  [Menos los ángeles, que como no tienen materia solamente pueden ser esencia y cada ángel es una especie de ángel completamente diferente]

 
El doctor angélico asumió la aseveración de Aristóteles de que si se observa la realidad, se ve que en cada especie hay una esencia o naturaleza básica porque aunque los ejemplares sean todos diferentes comparten unos rasgos comunes, que conformarán su estructura substancial.  El substrato podría ser una especie de estructura básica natural, como pudiera ser el ADN en los seres orgánicos o la composición molecular en todos los seres. E.g. Podemos ver personas más altas o más bajas, más anchas o más delgadas, pero siempre hay una base: ser un bípedo sin plumas o ser un animal con habla.
 
 
Tomás de Aquino escribió su Summa Theoligiae para vencer al averroismo.  El averroismo era una mala versión de la filosofía aristotélica del cordobés musulman Averroes; ella defendía que a la verdad se puede llegar por medio de la fe o por medio de la razón.  
 
 
Este pensamiento beneficiaba al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico porque permitía que los profanos pudiesen detentar el saber y tener, por tanto, autoridad suficiente como para ejercer el poder y restringir el poder de la Iglesia a cuestiones espirituales.  
 
 
Tomás de Aquino supera esta mala versión de Averroes señalando que la razón ayuda a la fe (permite aclarar conceptos teológicos) y la razón necesita de la fe acercad de los ámbitos a la que no llega (por ser incognoscibles y por ello requerir la fe).

 
En la novela se da un debate referido a estas cuestiones.  Dominicos y franciscanos discuten sobre si Jesús fue pobre, si tenía propiedades o simplemente usaba lo que disponía; pero, en realidad, se debatía acerca de si la Iglesia debía ser pobre y perder poder sobre la sociedad [lo que daría poder al emperador y estaba relacionado con la defensa de que el poder sobre asuntos mundanos lo llevase a cabo el Estado profano].
 
 
En medio de esta discusión teológica, con ciertos conceptos filosóficos e intereses políticos de fondo, interviene la Inquisición por una serie de sucesos que inducirían a considerar que dos frailes fueron herejes (por su pasado y por rumores recientes).  
 
 
Un inquisidor condenó a dos de los clérigos de la abadía en un intento por dar pasos a dar a entender que la orden de los franciscanos pudiera ser considerada poco ortodoxa y beneficiar así a los intereses del Papa, cuya autoridad era tratada como limitada por los franciscanos defensores del poder del emperador y del Estado sobre asuntos mundanos. 
 
 
Finalmente, intervenido el debate y salpicada por la condena inquisitorial, Guillermo de Baskerville solamente puede ocuparse de la investigación de los asesinatos de la abadía, que tiene que ver con una de las cuestiones filosóficas que son tratadas en el libro de Eco [cuyas referencias a temas de filosofía medieval son muy variadas].
 
 
Es un libro muy rico en explicaciones acerca del momento histórico, la situación política europea, las cuestiones filosóficas y teológicas de la época.  Sin embargo, no es de difícil lectura por ser ameno, dinámico y estar dotado de acción e intriga, que atrapan completamente al lector.
 
 
Novela muy recomendable tanto para aprender sobre historia y filosofía como para pasar el tiempo de una forma agradable e interesante.
 
 
-Eco, U.  2015: El nombre de la rosa.  Barcelona: Lumen. 

2020(e)ko urriaren 11(a), igandea

La comedia y el pensamiento

La comedia y el pensamiento


Juan José Angulo de la Calle

 

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9d/Henri_Bergson_02.jpg

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La comedia y sus efectos

 

La comedia podría ser calificada como oposición a la cultura en tanto en cuanto puede hacer uso de caticaturizaciones que resulten de tono vulgar, zafia y grosera.  
 
Sin embargo, en muchos de los recursos de la comedia se hace uso del ingenio y se procura que el remate de la expresión jocosa sea deslumbrante.  Por tanto, la comedia no tiene por qué estar confrontada al intelecto, sino que puede ser resultado de un uso lúdico del mismo.
 
La comedia, así, puede fomentar la reflexión y el pensamiento, tanto por exigir en muchos casos el uso del ingenio (aunque sea para entender la gracia expuesta), como por mostrar en otras ocasiones nuestros propios defectos y hacer que nos paremos a pensar en ellos.
 
Su crítica a los defectos pueden servir para replantear la realidad. Los abusos del mundo pueden quedar expuestos por la caricatura de todo lo que es absurdo hasta el ridículo.  Ella puede denunciar las realidades absurdas de nuestra sociedad y hacer que reparemos en ellas.  Puede servir para hacer crítica, parodiando hasta el ridículo todo lo que carece de sentido.
 
Además, su crítica puede conducir a cuestionar a figuras autoritarias y de poder, al reducir el miedo que pueden infundir por medio de ser eliminada su imagen de gravedad y poder por ser minimizados por su caricaturización, parodia y burla.  
 
El miedo que pueden infundir puede ser sustituido por la burla.  La compasión de la tragedia anula la comedia; y, al revés, la burla puede quitar la severidad a cualquier figura, reduciéndola al mínimo de consideración).

 

Comedia, ingenio y crítica

 

Si se tiene presente el Tractatus Coislinianus, atribuido a Teofrastro, la comedia sería un arte similar a la tragedia: https://cosmogono.files.wordpress.com/2013/08/tractatus-coislinianus.pdf
 
En la tragedia se da compasión hacia un personaje bueno pero responsable de su desgracia, se da una tensión por la pena que se siente por el protagonista y se da una catarsis o alivio final con la muerte final del mismo (con lo que se da el toque final de la pena y se termina con el cese del dolor de la víctima).
 
En la comedia, en cambio, no puede haber compasión hacia los personajes risibles, dado que impediría poder burlarse de ellos por tenerles pena.  Sin embargo, al igual que en la tragedia se da un climax o tensión por las expectativas que se generan; y de igual manera se da un alivio de la tensión, al ver que lo que había sido atendido y dado importancia había resultado ser rídiculo al final.
 
En la comedia se puede redundar en la risa por medio de la sorpresa ingeniosa. La risa puede ser provocada por mostrar que lo que se estaba presentando redunda en algo diferente y ridículo, pese a lo presentado. Se puede deslumbrar al lector o espectador con algo inesperado, pero que no  resulta extraño y que sorprende por no haber sido descubierto antes.  La comedia puede ser algo inventivo e ingenioso. 
 
Henri Bergson consideraba que la comedia se nutre de presentar personajes que son una distorsión del ser humano (una versión ridícula de ellos).  
 
Consideraba que la vida humana es el constante cambio, dado que no está determinada (no se imponen leyes naturales) y que siempre está abierta a cambiar por la voluntad. 
 
Los personajes de las comedias, en cambio, en muchas ocasiones, representan estereotipos inamovibles: son caracteres puros, cada personaje tiene un defecto del que no se sustrae, se mantiene en una forma de ser.  Contrario a la vida humana, es un ser mecánico que siempre se comporta de la misma forma y que le vemos ver venir sus errores antes de que los cometa.
 
Como seres cuadriculados, resultan una versión paródica del ser humano, que está en constante cambio.  Son una caricatura de seres humanos, una reducción de su condición libre, al ser presentados como seres impenitentes que cometen siempre las mismas faltas y que resultan ridículos por su obcecación.
 
De esta manera, la comedia tiene una finalidad moralizante: muestra a personajes con defectos que son puestos en ridículo y, así, animan a las personas que se ríen de ellos a no imitar sus faltas por el riesgo a acabar tan mal como ellos o parecer risibles para los demás.

 

Bibliografía:

 

-Aristóteles 2007: Poética. Buenos Aires: Editorial Gradifco.

-Bergson, Henri 2003: La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico. Buenos Aires: Editorial Losada.

-McKenzie, Alan 2005: Cómo dibujar y vender cómics strips para periódicos y cómics. Barcelona: Aboitiz-Dalmau.
 


2020(e)ko irailaren 30(a), asteazkena

Teorías estéticas y arte del siglo XX

Teorías estéticas y arte del siglo XX


 
Juan José Angulo


 

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Adorno indicaba que la forma de evitar la razón instrumental (la que reduce el pensar a mero cálculo) era por el arte dejado a sus propias normas: él busca crear, genera nuevas formas, procura nuevos medios de expresión (sino no daría a obras que comuniquen algo que no estuviera dicho antes y no sería una aportación).


Por su parte, Marcuse defendió que, por medio de la imaginación de la facultad estética y artística humana, se podía ir más allá de lo dado y daba goce; porque la creatividad es gratificante y permite pensar en nuevas posibilidades. Si la sociedad se basaba en la producción lúdico-artística se lograría una verdadera gratificación porque se atendería a nuestra búsqueda de satisfacción de una forma controlada (bajo las normas de las artes), se atendería a nuestra necesidad de sentirnos bien con lo que hacemos, y se producirían productos que contribuirían a la economía del país, a la vez que se crearían de forma humana.


Wittgenstein consideraba que las cuestiones realmente importantes era las que iban más allá del lenguaje lógico y referencial, las que no tenían que ver con cuestiones relativas, sino que daban cuenta de valores absolutos, como lo hacían la estética y la ética. Debían ser tratadas por otros juegos de lenguaje.


Marthin Heidegger consideraba que la obra de arte desvela los potenciales de la materia. En su creatividad, lograba creaciones plásticas en las que se veía el potencial de la materia bruta, porque las artes permitían generar constructos no previstos y con otras formas, que eran posibles, pero que no habían sido preconfiguradas completamente. El arte desvelaría la verdad que se encuentra en la materia: permitiría mostrar lo que podían llegar a ser las cosas.


Según Heidegger, el arte transformaría, con la creación, la materia bruta o Tierra en Mundo, en un lugar hecho para las personas y que fuese habitable. El arte hace que el espacio se vuelva habitable; usa el material para envolver partes del espacio de manera que tengan una forma, como un recipiente. Heidegger pensaba en arquitectura, en la que claramente tanto papel tiene el vacío como el espacio que se está ocupando recubriendo el espacio por la materia a modo de recipiente; pero, después, hallaría en la escultura de Chillida otra forma de hacer que el vacío y el material que lo recubre en una forma conduzca a ocupar el espacio y hacerlo habitable.


Walter Benjamin señaló que hay tres criterios para identificar una obra de arte y distinguirla de un producto mercantil: 1) ser un producto elaborado y complejo; 2) seguir unas normas de una determinada corriente; y 3) tener como finalidad el propio arte, tener una intencionalidad principal de transmitir un mensaje articulado, fruto de la técnica expresiva, la emoción y el pensamiento. 

 

Es muy posible que algunas creaciones tengan algo de las dos primeras condiciones, pero la más fundamental es que lo relevante sea la intencionalidad artística y no la venta de productos llamativos y no arriesgados, que son agradables a la contemplación de forma pasiva y cuyo contenido está más bien “mascadito”.


Una obra de arte de verdad tiene que hacernos reflexionar, hacernos plantearnos las cosas, debe presentar una nueva forma de expresión que rompa nuestros esquemas mentales y plantee las cosas de forma diferente. Tiene que ser creativa, poiética en el sentido más original del término: creatividad y nuevas maneras de articular los elementos.


Tiene que tener alma, dar una experiencia especial; debe disponer de un áurea que diría Walter Benjamin. Debe mostrar que todavía algunas personas tenemos sangre en las venas y que estamos muy vivas. 

 

No tiene que ser cobarde, no debe ir a lo fácil de presentar composiciones simplistas pero kawai o formas adorables. No tiene que tocar la neotina y presentarnos figuras entrañables que deleitan la vista, pero que no aportan nada. No tiene que estar compuesto de formas sencillas, colores amables y que no arriesgan nada y que son un insulto a la inteligencia.


No tiene nada que ver con el tiburón en formol de Damien Hirst que no transmite nada; ni las esculturas adorables y sin contenido del publicista Jeff Koons; ni las pinturas y esculturas explícita y obscenamente kawai de Takashi Murakami; ni mucho menos todo el humo que ha vendido Yoko Onno desde que separó a los Beatles.


Aristóteles consideraba que el arte debía ser un proceso de creación razonado. El arte tiene que ser pensamiento plasmado de forma compleja en una obra de arte elaborada que tiene una estructura compleja; tiene que ser así porque sino sería mera decoración y no cumpliría la función que se da en el arte de proporcionar formas de expresión que toquen nuestra sensibilidad y expanda la mente.

 

Consideraciones como la del filósofo de Estagira llevan a que se puedan plantear tres valores objetivos para evaluar una obra de arte: 1) su complejidad, su grado de elaboración según el mensaje de una corriente determinada; 2) la coherencia de los elementos con la composición ordenada de una manera determinada; 3) la intensidad con la que se transmite el mensaje.


El discípulo de Platón también señalaba que el arte era imitativo, pero hay que tener presente que él tenía como referente al arte de su época. Con la aparición de la fotografía el arte ha tenido que ir más allá de la representación y tuvo que abandonar el arte figurativo. 

 

Ello ha conducido a diversos modos de expresión y a la necesidad de explorar otros medios de comunicar, pero también ha conducido a que todavía hoy haya una confusión entre los límites del arte y de lo que no es arte.


No basta con una pretendida originalidad y con defender con fariseismo que el autor ha procurado dar un mensaje rompedor y difícil; tanto que es necesaria la explicaciones del artista y no es suficiente con la contemplación de la obra para transmitir lo que supuestamente quería comunicar. Todo ello no es más que humo para vender: si una obra no es compleja, ordenada de manera concertada, precursora de la reflexión y de la sensibilidad elaborada, entonces no es una obra de arte: es una estafa.


Hasta los collages del cubismo estaban situados en una estructura con un sentido, no tienen nada que ver con obras extrañas cuyos elementos están puestos sin orden ni concierto. 

 

Los cubistas trataron de explorar, no engañar descaradamente, no hacerse pasar por lo que no son, ni tratar de compensar sus carencias por medio de talonarios, fundaciones propias para su promoción y el uso del corporativismo y el tráfico de influencias.


El cubismo procuró trabajar el volumen, exponiendo pinturas en las que se mostraban elementos en varias caras (como si fuera un cubo aplastado, en el que se muestran seres de frente y de perfil a la vez) para que el espectador pudiera reconstruir lo observado en tres dimensiones.


Otras corrientes artísticas también procuraron configurar la transmisión de una intencionalidad artística por medio de complejo mensaje articulado. Los paralelos artistas surrealistas trataron de llevarnos a una realidad superior (superrealista) del profundo mundo interno de lo onírico, los sueños y los contenidos más ocultos de la psique humana.


Por su parte, los expresionistas reaccionaron al dominante impresionismo (que procuraba tratar la primera impresión de lo observable: destacando la luz y el color) y realizaron obras que trataban de expresar las emociones más profundas de la psicología humana. 

 

Hasta el extraño arte abstracto tenía una forma determinada y elaborada. El arte abstracto buscó ir más allá de lo figurativo y trabajó la comunicación que de por sí podía establecerse por los medios pictóricos y escultóricos, sin referirse a nada ajeno a la propia expresión de ambos medios. Trabajaban con formas complejas haciendo uso del color o de estructuras escultóricas en las que se exploraban nuevas posibles formas elaboradas.


Hasta en obras tan abstractas como las de Oteiza y Chillida se puede atisbar de forma directa un sentido directo y no forzado por el discurso falaz. 

 

Fue más Oteiza el que empezó con las investigaciones acerca de la ocupación del espacio y el vacío cubierto por la materia que lo envuelve, como un recipiente. 

 

Oteiza trabajó el volumen, se basó en el arte prehistórico vasco en su formato más elaborado: el cromlech, un conjunto de menhires en círculo que debía dar una apertura que sirviese simbólicamente como portal para el cosmos, era la posibilidad de abarcar el Absoluto de Hegel.  Todo esto pudiera quedar bien representado por la obra en frente del ayuntamiento de Bilbao: Variante ovoide.


Secundariamente, Chillida continuó durante décadas exponiendo sus esculturas que trabajaban el volumen, la ocupación del espacio y el vacío [más allá de que Oteiza lo dejase porque entendió que ya había explorado todo lo que se podía tratar en escultura de por sí y, por su ventaja en menor trabajo y gasto, se ocupó de la creatividad artística por medio de la poesía, que consideraba sagrada].


Chillida imitaba mucho a Oteiza, como lo muestra El libro de los plagios, y jugó con el vacío que era cubierto por el material, realizando obras que tenían que ver con la ocupación del espacio que había tratado Heidegger en sus escritos sobre estética; en los que señalaba que el arte hace que un espacio de la materia bruta, la tierra, se convirtiese en algo habitable, en mundo humano (el filósofo alemán pensaba sobre todo en arquitectura, pero señaló que en la escultura de Chillida también se hallaba ese juego entre el vacío, la ocupación del espacio y la forma que da el material que recubre el vacío).


Fuera aparte, el escultor trabajó con metales para darle una plasticidad que rompiera con la imagen de que tenemos de ellos, siendo considerados sólidos y casi bloques. La sociedad metalúrgica que fue una de las insignias de la Comunidad Vasca, quedó humanizada por medio de presentar que los metales que le había hecho famosos y desarrollados podían cobrar algún tipo de dinamismo y vitalidad.


Todas estas expresiones complejas se ven ridiculizadas por un mercado del arte que ha convertido las obras en objeto de especulación más salvaje y de menor criterio, gracias a corporativismos de fundaciones creadas ex profeso, ayudas de políticos ignorantes y que tratan de fomentar a artistas de su nacionalidad para hacer creer que se preocupan por la cultura nativa y por el peso del marketing y la connivencia de la prensa canallesca, que destaca más las obras polémicas, aunque vacías, que las que son verdaderamente artísticas.


Nos bombardearán con imágenes de pseudo arte y venderán porque es un mercado más, pero su permanencia en la historia del arte no se mantendrá cuando pase la moda y pierdan dinero para su publicidad. Todo se agota y la paciencia con la tontería antes que nada.


Ya se pasarán los quince minutos de oro de la mediocridad y se pondrá en su debido sitio la estafa de los falsos artistas, junto con los cantos de sirenas de la publicidad. La luz propia del esplendor del verdadero arte se acabará imponiendo por el peso de sus propios méritos y por la poderosa fuerza de su gran expresividad.

 

Como señala Cayetano Aranda Torres en su Introducción a la estética contemporánea, mientras haya necesidad de pensar nuevas formas de ordenar la realidad, por ser ella insoportable, seguirá siendo posible crear nuevas formas de expresión dignas de ese nombre y el arte continuará indefinidamente en diferentes formas complejas.


Bibliografía:


-Adorno, Th. W.  (2004): Teoría estética.  Madrid: Akal. 


-Adorno, Th. W. & Horkheimer, M.  (2004): Dialéctica de la ilustración.  Madrid: Trotta.

 

-Arana, J. R. (2005): Balada de la filosofía y de la ciencia.  Barakaldo: Ediciones de Librería San Antonio. 


-Aranda, C.  (2004): Introducción a la estética contemporánea.  Almería: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería.

 

-Aristóteles (2007): Poética
Buenos Aires: Editorial Gradifco.

 


-Ardeo Rubio, I. (2005): “Fundamentos de estética”,
 in: Revolución Neolítica, n. 5. 
 Donostia/San Sebastián: Ti.Ta. Editores asociados.

 

-Bayer, R. (2018): Historia de la estética.   
Barcelona: EFE. 

-Benjamin, W. (1989):  
La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica.   
Buenos Aires: Editorial Taurus.

 

-Corbalán, F.  (2012): La proporción áurea.  El lenguaje matemático de la belleza.  Villatuerta: RBA. 


-Eco, U.  (2018): Historia de la belleza.  Barcelona: Lumen.


-López, R. (2018): La obra de arte en siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.


-San Martín, F. J.  (2019): Guía para el arte del siglo XXI.  Madrid: publicación independiente.

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