La filosofía de Hannah Arendt
Juan José Angulo de la Calle
El
declive de los Estados-Nación y la inversión ecónomica extranjera,
condujeron a la formación del imperialismo (colonialismo de África
y parte de Asia, imposiciones comerciales a otros países por
presiones económicas). Se fomentaba la expansión del poder y la
opresión de los invadidos (considerados fuera de la ciudadanía y de
consideraciones), la opresión hacia otros se normalizó y permitió
la última forma de imperialismo: los totalitarismos (que buscaban la
expansión, algún tipo de dominación mundial).
Los
judíos perdieron sus funciones de poder que tenían en el
Estado-Nación (en la corte y de intermediarios en los arminsticios –
comunidad apropiada por tener conexiones internacionales con judíos
de otros países-) , no teniendo ningún lugar en la nueva sociedad y
generando una imagen de extrañeza que facilitó la asimilación
social de los discursos de rechazo.
Desgraciadamente,
la realidad es que el antisemitismo moderno creció en la medida en
que declinaba el nacionalismo tradicional y alcanzó su cota máxima
en el momento exacto en que se derrumbaba el sistema europeo de la
Nación-Estado y su precario equilibrio de poder.
[…]
Cuando los nobles perdieron sus privilegios, entre ellos el
privilegio de explotar y de oprimir, el pueblo les consideró
parásitos, sin ninguna función real en el dominio del país. En
otras palabras, ni la opresión ni la explotación como tales han
sido nunca la causa principal del resentimiento; la riqueza sin
función visible es mucho más intolerable, porque nadie puede
comprender por qué debería
tolerarse.
El
antisemitismo alcanzó su cota máxima cuando similarmente los judíos
habían perdido sus funciones públicas y su influencia y se quedaron
tan sólo con su riqueza. […]
[…]
Únicamente la riqueza sin el poder o el aislamiento sin una política
se consideran
parasitarios, inútiles, sublevantes, porque tales condiciones cortan
todos los hilos que mantienen unidos a los hombres. La riqueza que no
explota carece incluso de la relación existente entre el explotador
y el explotado; el aislamiento sin política ni siquiera implica una
mínima preocupación del opresor por los oprimidos. (Arendt, 1998 ,
28-30).
La
extrañeza inmensa que surgió hacia ellos (llevando a considerarlos
un grupo separado, completamente diferenciado y excepcional), sin un
papel social claro, hizo que los discursos de difamación hacia ellos
–acerca de la existencia de una conspiración judía internacional
y nacional- fueran verosímiles.
Fue
esencialmente este mismo tipo de gloria [considerar excepcionales a
los judíos, el creer que hay una “judeidad” especial más allá
de las conversiones] el que los judíos de Alemania y de Austria
disfrutaron bajo circuntancias más graves inmediatamente de la
primera guerra mundial. Su supuesto delito entonces era el de haber
sido culpables de la guerra, un delito que, no identificado con un
solo acto de un único individuo, no podía ser refutado, de forma
tal que la opinión que el populacho tenía de la judeidad como un
crimen permaneció inalterada y la sociedad pudo continuar
mostrándose encantada y fascinada por sus judíos hasta el mismo
final. Si existe alguna verdad psicológica en la teoría de la
víctima propiciatoria, es como efecto de esta actitud social hacia
los judíos; porque cuando la legislación antisemita obligó a la
sociedad a desahuciar a los judíos, los “filosemitas” sintieron
que debía borrar un estigma que misteriosa y perversamente habían
amado. (Arendt, 1998, p. 50)
De
ese antisemitismo y colonialismo, surgieron los regímenes que fueron
la última expresión del imperialismo: los totalitarismos nazi y
estalinista, que buscando la expansión del poder, forjaron unos
regímenes de poder fuerte que abarcaban todos los ámbitos de la
vida.
Ni
el nacionalismo ni el bolchevismo llegaron a proclamar una nueva
forma de Gobierno o afirmaron que sus objetivos habían quedado
logrados con la conquista del poder y el control de la maquinaria del
Estado. Su idea de la dominación era algo que ningún Estado,
ningún simple aparato de violencia, puede nunca lograr, sino que
sólo puede conseguir un movimiento que se mantiene constantemente
en marcha: es decir, la dominación permanente de cada individuo en
cada una de las esferas de la vida. (Arendt, 1998, p. 268)
La
base sobre la que reposaba ese poder total era la persecución de
“enemigos” a los que “había que enfrentarse”
(“conspiradores” disidentes políticos y judíos), el Terror, la
“necesidad” del Terror excusaba el ejercicio de ese poder total
y, a la vez, exigía un constante uso de la represión brutal para
justificar ese poder total.
El
totalitarismo en el poder utiliza la administración del Estado para
su fin de conquista mundial a largo plazo y para la dirección de las
sucursales del movimiento; establece a la Policía Secreta como
ejecutora y guardiana de su experimento doméstico de constante
transformación de la realidad en ficción, y, finalmente, erige los
campos de concentración como laboratorios especiales para realizar
su experiencia de dominación total. (Arendt, 1998, 317)
Paulatinamente,
los nazis indicaron una serie de enemigos del Imperio y de la unidad
del volk
o
pueblo presentado como comunidad unida: primero los comunistas, por
dividir a la sociedad en clases, luego las trabas al bienestar de la
comunidad (como los discapacitados) y, finalmente, los judíos, por
ser un pueblo aparte, inasimilable y con intereses propios y
supuestamente enfrentados a la comunidad (Koonz, 2005) Los elementos
considerados fuera o enemigos de este imperialismo fueron perseguidos
y enviados a campos de concentración, a judíos (comunidad aparte
inasimilable al Imperio) y a disidentes políticos (tanto en el
nazismo como en el estalinismo).
Hannah
Arendt señaló en su visión del totalitarismo que, dicho régimen,
es el producto no solamente de los gobernantes que lo llevaron a
cabo, sino de la pasividad y diversas formas de colaboración de la
gente corriente . El culto al hombre-masa de un gran movimiento
(nacional o revolucionario) fomentó que muchas personas se sintieran
parte de algo grande y participaran en él diluyendo su pensamiento
individual en pro de la “causa colectiva”.
Las
diferencias decisivas entre las organizaciones del populacho del
siglo XIX y los moviemientos de masas del siglo XX son difíciles de
percibir […] Sin embargo [….], ni los pan-movimientos, implicaron
a sus miembros hasta el punto de llegar a una completa pérdida de
sus ambiciones y reivindicaciones individuales ni llegaron a
comprender que una organización podía lograr extinguir
permanentemente la identidad individual y no tan sólo durante el
momento de la acción heroica colectiva. (Arendt, 1998, p. 259)
Muchas
personas participaron en delaciones, acusaciones a supuestos
disidentes políticos y otros perseguidos, y otras formas de cooperar
con el régimen de terror y represión (tanto en el nazismo como en el
estalinismo); el culto al hombre-masa de un gran movimiento “[...]
La colaboración de la población en la denuncia de los adversarios
políticos y la prestación de servicio voluntario como agente
provocador no carecen ciertamente de precedentes, pero en los países
totalitarios se hallan tan bien organizados que el trabajo de los
especialistas es casi superfluo.” (Arendt, 1998, p. 346)
En
el caso del nazismo, las autoridades nazis, para controlar los
guetos, se valieron de darle responsabilidades en él a autoridades
judías; y, más adelante, el dirigente nazi Otto Adolf Eichmann
pidió a los líderes judíos organizar el transporte de los judíos
de los guetos a los campos de concentración (sin que dichos líderes
supiesen cuál iba a ser su destino final) [Arendt, 2003, p. 77]
En conclusión, sus ideas generales son:
-
Hannah Arendt señaló que la expansión de los mercados de forma
internacional condujo a la formación del imperialismo (colonialismo
de diferentes formas), un régimen que busca la expansión (hasta
algún tipo de dominación mundial) y hace culto al poder, y a su
última forma: el totalitarismo;
-teorizó
que el totalitarismo, el régimen dictatorial en el que el Estado
toma todos los poderes y ámbitos de la vida, tiene como orígenes el
imperialismo y el antisemitismo (en esta sociedad, los judíos habían perdido sus antiguos puestos sociales y generaban extrañeza, aprovechada por los racistas demagogos del siglo XI y por los nazis para generar odio hacia ellos);
-
el imperialismo conllevó el fomento de la búsqueda de expansión
del poder y la opresión de los invadidos, normalizando las
injerencias sobre personas y poblaciones;
-este
culto al poder imperial llevó a la asunción de un ejercicio del
poder total por parte de la población, que consintió este poder
fuerte;
-
la
base sobre la que reposaba ese poder total era la persecución de
“enemigos” conspirativos a los que “había que enfrentarse”,
el Terror, la “necesidad” del Terror excusaba el ejercicio de ese
poder total y, a la vez, exigía un constante uso de la represión
brutal para justificar ese poder total;
-hubo
bastantes personas fuera del poder que colaboraron con él,
interiorizando ser masas de un movimiento hacia algo más grande que
ellos mismos (revolución, la gran nación alemana) y perdiendo
pensamiento individual, y realizaron delaciones de supuestos
disidentes políticos y sociales: el poder recibió complicidad de
gente corriente;
-Otto
Adolf Eichmann, dirigente nazi, tuvo también esa colaboración, al
darle a autoridades judías poder sobre la organización interna de
los guetos judíos y, más adelante, su cooperación en los
transportes de judíos a los campos de concentración, sin que los
líderes judíos supiesen cuál iba a ser su destino final;
-y
sin que Eichmann siquiera se plantease lo que estaba haciendo y se
centrase en cómo llevar su tarea administrativa de la manera más
eficaz – reduciendo su pensamiento a un mero cálculo de mejora de
medios, sin replantearse los fines-, su negación a reflexionar por sí mismo, reduciendo su capacidad humana de pensar a la mediocridad es lo Hannah Arendt llama banalidad del mal, la negación a ese diálogo interior que todo ser humano debería tener, deshumanizarse y no usar ese pensar que discierne la diferencia entre el bien y el mal, entre lo bello y lo monstruoso.
Bibliografía:
Arendt,
H. (2003). Eichmann
en Jesuralén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona:
Lumen.
Arendt,
H. (1998). Los
orígenes del totalitarismo. Madrid:
Taurus.
Fritzsche,
P. (2006). De
alemanes a nazis.
Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.
Koonz,
C. (2005). La
conciencia nazi. Barcelona:
Editorial Paidós.