Reflexiones clásicas acerca de la tragedia
Juan José Angulo de la Calle
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La vida es una tragedia. La vida es dolor: si no consigue lo que se necesita se padece y se da frustración; y, si se logra, solamente se nota ausencia de malestar y una consecuente decepción. La condición humana conlleva el sufrimiento porque el ser humano es el animal con menos defensas naturales y es el más vulnerable; y porque es el ser que es más consciente de sus límites, peligros, ansiedades, angustias, incertidumbres y miedos.
Por todo ello, La vida humana es una tragedia. Lo normal es que el ser humano se sienta perdido, arrojado al mundo, angustiado por sus inseguridades, lleno de incertidumbres por sus limitaciones y con miedo al constante peligro.
La vida es una tragedia. Pero la tragedia es bella de forma terrible y puede ser sublime (Eugenio Trías consideraba que la representación de la belleza en Europa ha necesitado dotar de un aspecto siniestro para dar intensidad a las obras de arte, y para dar dinamismo a la armonía de la pura belleza formal).
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Según la
Poética de Aristóteles, en una tragedia existe un personaje
virtuoso (de forma que dé pena su dolor), pero responsable de un
acto excesivo (cuyo resultado es la maldición que le conducirá a un
dolor). En la experiencia de la contemplación de la tragedia se
genera tensión en el espectador a través del climax de la trama
dramática y, en su culmen, sucede un alivio que resulta
gratificante: una catarsis psicológica. Es una purga de los tormentos internos, un desahogo del dolor interno, una descarga.
La música era entendida como cierto modo de saber: las musas inspiraban en los artistas las canciones que narraban los hechos y valores de unos personajes que eran considerados históricos o representativos. En ella aparecían los héroes que eran modelo de conducta; por medio de ella, se educaba moralmente a las personas.
Por ello, Platón quiso restringir los excesos inmorales de las narraciones de los poetas y Aristóteles presentó un tratamiento de la música en la educación de los ciudadanos (de forma que pudieran formarse personas virtuosas y participantes del bien común).
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Tragedias significativas y reflexiones principales
El prototipo de ellas pudiera ser el personaje de Orestes, que se veía en la tesitura de que tenía que vengar a su padre matando a su madre. Estaba en una situación límite, en una situación trágica: hiciese lo que hiciese se vería condenado.
Si no lo hacía, las Furias de las normas antiguas le atormentarían por no dar cumplida venganza a su padre; pero si lo hacía, las Furias también le perseguirían por cometer la atrocidad de matar a su madre.
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La tragedia de Orestes, a su vez, representa mucho la tragedia clásica porque muestra toda la carga fatalista, situaciones límites e irresolubles de ellas; una historia trágica que solamente puede resolverse con la brutalidad final trágica, en forma del desgarramiento de las Furias en su proceso para convertirse en Euménides.
Orestes se vio en una situación irresoluble, trágica. Según su moral, debía vengar a su padre matando a su asesina: su madre. Si no vengaba a su padre, le atormentarían las Furias; pero si lo hacía, las Furias le atormentarían por ser vil matricidio.
Sufrió horrores hasta Atenas. Allí los atenienses votaron en favor de perdonar a Orestes y la Furias, frustradas, sufrieron el desgarro interno por no ver cumplida la venganza que las nutre y sufren brutalmente hasta convertirse en Euménides, diosas protectoras de las nuevas leyes.
El conjunto de las obras teatrales trágicas era el arte musical dramático. Él daba cuenta de la visión pesimista de la Grecia arcaica acerca de la realidad: ella daba a entender que la vida de por sí conlleva siempre desgracia (los mortales son seres limitados condenados al sufrimiento, la vejez y la muerte dolorosa).
También indican que los conflictos entre las personas principalmente conducen a desencadenar actos terribles (vengativos o arrogantes); cuyas consecuencias siempre se les escaparían de las manos a los mortales, por muy poderosos que fueran, quedando en manos de un destino tan imprevisible como irracional.
Según la Grecia arcaica, los mortales son seres deficientes que no tienen poder suficiente como para eludir la fatalidad de una vida llena de conflictos, enfrentamientos, sufrimientos, enfermedades y muertes inevitables. Los poemas trágicos daban cuenta de esta visión dramática de la realidad; este arte volvería en el romanticismo, como ópera.
Los antiguos griegos creían que las tragedias eran terapéuticas, dado que alejan temporalmente de pensar en los problemas.
Aristóteles consideraba que se podrucía una catarsis en la tragedia, una descarga: los espectadores se compadecen de un héroe bueno, pero que cometió un grave error, se identifican con su dolor, sienten pena por él y cierto temor.
Se descarga todo el incremento de la tensión generada por el drama y el climax trágico cuando finalmente el héroe comete un acto brutal final en el que se termina todo su sufrimiento con su muerte o un acto violento definitivo; por el cual, los espectadores sienten alivio, se descarga su tensión y se da una catarsis del sufrimiento derivado de la compasión sentida. Se descarga la tensión en una catarsis que nos purga por dentro.
Por otro lado, la tragedia es bella, aunque sea bella de una manera siniestra. Eugenio Trías había defendido que en las representaciones bellas europeas ha tenido que haber un elemento extremo o siniestro, aunque sea velado, porque es la manera en la que las formas armoniosas dejan de ser puras formalidades ideales o matemáticas y tomaban cierta necesaria intensidad (imprescindible para que despierte un poco la sensibilidad).
La tragedia griega auna el orden de la trama, la belleza de las historias dramáticas y lo siniestro del sufrimiento humano, unido a su reparadadora catarsis.
Esta noción de lo siniestro tiene cierta similitud con lo sublime: el juicio estético acerca de lo que es inmenso, magnífico e inmenso. Lo sublime no es la belleza porque ella da gozo por su forma agradable a la contemplación y, en cambio, al emitir al juicio de sublimidad se suele expresar aquello que es más impresionante, lo que está bajo el umbral o bajo el límite de nuestras consideraciones concebibles, sublimis etimológicamente: lo que es demasiado grande, lo que es excelso, eminente o extraordinario.
Lo sublime es aquello que, al contemplarlo, nos abruma y nos hace sentir pasmo, pero que, por su magnificencia y esplendor, nos resulta soportable y gozoso de alguna manera, siempre que haya una distancia que permita sentirnos seguros frente a lo que es extremo.
El origen de la tragedia según Nietzsche
Nietzsche en su El origen de la tragedia recuperó a tiempo esta rica tradición recordando que la cultura europea no era meramente apolínea, buscadora de la bella apariencia (representada por el canon griego); sino que también el arte tenía una faceta dionisíaca: también había influencia de la tragedia griega.
No solamente había búsqueda de la armonía (clásica, renacentista o clasicista), sino que también en la cultura europea se ha procurado expresar el desencadenamiento de las pasiones extremas que se hallan en el delirio, en la ebriedad, en las festividades rurales arcaicas de la fertilidad.
En
ellas, se representaban ritualmente el despedazamiento de Dionisos
como promesa de nueva vida (al ser introducido sus pedazos en la
Madre Tierra y la posibilidad que abrió a una nueva fecundación y
renovación del dios). Cuando la sociedad griega pasó de ser rural a
urbana, las expresiones cultuales a Dionisos se convirtieron en
representaciones del teatro trágico. Nuestra cultura heredó la
tradición trágica en la que se cantaba poemas terribles y quedó
como la moderna ópera.
Escribía Nietzsche que los griegos antes aprendían a bailar que a andar, y que antes aprendían a cantar que a hablar. De la música en la que transmitían sus poemas acerca de sus leyendas épicas y mitos, solamente nos han llegado la letra.
Dionisios
era el dios de la locura, el vino, la música ditirámbica y la tragedia.
La interpretación dionisíaca hace que se quiera sentir la vida desde la
mayor intensidad posible por medio de la locura y el delirio: el trance
en el que se entra por la danza, la música en ritmo ascendente y la
descarga de la catarsis.
Según Nietzsche, la interpretación dionisíaca del mundo es la aceptación de todos los aspectos de la vida, asumir que se debe aceptar tanto el placer como el dolor para que aceptar la vida en su totalidad y no vivir anestesiado, intentando no sentir nada. Aceptar la vida trágicamente permite tolerar la desesperación.
Consideraciones:
La vida es una tragedia porque se compone de penalidades, angustia, ansiedad, sufrimiento y miles formas de dolor. Los seres sintientes tenemos que sufrir porque tenemos una sensibilidad que nos hace susceptibles de sentir las alteraciones externas e internas, que tienen que venir por el enfrentamiento con otros derivados de los conflictos de intereses y por el efecto del deterioro del paso del tiempo.
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La vida es siempre sufrimiento porque los seres humanos somos limitados y nos tienen que afectar las cosas, y entonces hay fatalidades (dolor, muerte..) que deben superarnos. Asumir que el dolor es necesario, no hay remedio.
La vida es sufrimiento, debemos sufrir porque somos limitados y nos tienen que afectar todas las fatalidades (dolor, angustia, enfermedades, vejez...) que nos ocurren y que nos dañan.
La vida es una tragedia, pero puede que como tal nos pueda conmover si la vemos como una historia, dramática y quizás hermosa en tanto humana, y nos resulte sublime (algo inmenso que nos sobrecoge, pero gozoso de forma ambigua, tras verla como una historia a contemplar).
Bibliografía:
-Agudo Villanueva, M. (2021): Mitología clásica. Córdoba: Almuzara.
-Aristóteles 2000: Política. Madrid: Editorial Espasa Calpe.
-Aristóteles 2007: Poética. Buenos Aires: Editorial Gradifco.
-Esquilo, Sófocles et Eurípides (2012): Obras completas. Madrid: Cátedra.
-Graves, R. (1999): Dioses y héroes de la antigua Grecia.
Madrid: Unidad Editorial.
-Graves, R. (2012): Los mitos griegos. Barcelona: Ariel.
-Havelock, E. A. 2002: Prefacio a Platón. Madrid: Antonio Machado Libros.
-Nietzsche, F. (2002): El origen de la tragedia. Madrid: Alianza Editorial.
-Platón
1994: La
República o el Estado.
Madrid: Akal.