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Literatura filosófica: las novelas del Marqués de Sade

 

Literatura filosófica: 

las novelas del Marqués de Sade

 

Juan José Angulo de la Calle

 

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Las novelas del Marqués de Sade presentan a unos personajes privilegiados y poderosos del Antiguo Régimen y otros del Nuevo Régimen que usan y abusan de su posición para llevar a cabo los mayores brutalidades y crímenes.  Presenta a unos seres con poder que tienen completa impunidad.  De alguna manera describe la modernidad y su sociedad; de cuyos abusos y privilegios también él participó: golpeando y echando cera fundida a prostitutas.

 

 El criminal Sade, 

guillotina y revolución

 

Una de las citas que se le atribuyen es la siguiente: «La ley solo existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero.» 

 

Sade describió un mundo en el que si se tiene poder, todo está permitido.  En él, todo poder, hasta el último republicano de la revolución francesa, se establece por medio de la fuerza, por el uso de la presión y de poder forzar a los poderes establecidos a hacer lo que no quieren, y por el uso de la violencia.  

 

"La fuerza es la que funda el derecho", sentenció Bismark, señalando que solamente el que conquista el poder o tiene capacidad de presión social real puede modificar el ordenamiento social y ejercer poder real. 

 

Con su discurso Franceses, un esfuerzo más si queréis ser republicanos, Sade defiende que el poder solamente puede ser tomado y conquistado porque los poderes no ceden si no se les obliga, si es presionado con la fuerza o si es derrotado por la imposición de la violencia.

 

Por sus crímenes contra prostitutas y mujeres de baja condición, acabó encerrado en la Bastilla.  Allí, de forma oportunista, tiró hojas desde su ventana en la que se denunciaban torturas y abusos carcelarios.  Además, usó un orinal como bocina para agitar a las masas revolucionarias.  

 

Ello fue un acicate más para la toma de la Bastilla. Con la Revolución Francesa se anularon las condenas reales y Sade fue liberado de Charenton (antes de la toma revolucionaria, había sido trasladado). 


Sade supo moverse para acabar siendo un colaborador de la revolución francesa y logró ser nombrado secretario de la sección de Picas.  El ciudadano Sade estuvo en una posición intermedia, defendiendo una monarquía parlamentaria, pero crítico a Luis XVI. Su ambivalencia le llevó a sufrir la ira de Marat, de tal modo que fue condenado a la guillotina y solamente se salvó por problemas burocráticos.

 

 Novelas monstruosas


En el prólogo de Justine el Marqués señala que lo que ha procurado es describir a la humanidad y realmente describió con toda su crudeza toda la crueldad humana posible.  

 

El Marqués describió un mundo en el que si se tiene poder, todo está permitido. Sus relatos cuentan los abusos impunes que tienen las personas poderosas. 

 

Transmiten que el que detenta el dominio puede hacer lo que quiera y que no hay nada que se pueda hacer, debido a que el resto de personas carecen de poder como para hacerles frente.


El Marqués de Sade escribió unas novelas cuyos personajes principales intentaron, por medio de uso de la razón, justificar hasta el asesinato. 

 

En pocos términos, la naturaleza es violenta: ella fomenta la lucha de los animales para sobrevivir usando los medios que hagan falta, y busca la destrucción, una forma de creación separando los elementos (de forma que se puedan formar otros). 

 

Según este planteamiento, matar es el acto más natural porque la naturaleza material necesita generar nuevos seres por medio del cambio, la corrupción y la destrucción. Para los personajes de Sade, el homicidio es natural.  

 

Matar puede ser interpretado por parte de la mayoría como un acto monstruoso; y, sin embargo, para los eruditos perversos, la naturaleza se basa siempre en el asesinato: los animales matan para comer o para escapar.  Según ellos, matar es algo natural, forma parte de la naturaleza. 

 

Siguiendo una versión retorcida del materialismo de Holbach, los perversos consideran que la muerte es la forma que usa la naturaleza para generar nuevos seres: de los cadáveres es de donde la tierra puede extraer los nutrientes necesarios para formar nueva vida y alimentar a los gusanos, de los que se alimentan otros animales en una cadena alimentaria, la gran cadena del no-ser.

 

El Marqués describe el materialismo ateo de Holbach; señala que todo es sensualidad y materia; y concluye que la moral es pura convencionalidad y un artificio forzado que no se corresponde con la naturaleza.

 

Esta interpretacion es un iusnaturalismo o derecho natural, que se contradice a sí misma como todo derecho natural: todo derecho y código moral es un acuerdo, una convención, algo artificial y no natural.  

 

El Marqués de Sade presenta un iusnaturalismo, un derecho natural (cuando todo derecho y código moral es convención), en el que se defiende que lo que hay que hacer es vivir conforme a la naturaleza.  

 

Señala que en la naturaleza existe la ley del más fuerte y que, como básicamente todos los seres buscan el gozo, de lo que se trata en la vida realmente es de seguir nuestros impulsos básicos y buscar el mayor placer. 

 

Dicho placer más intenso es el que se consigue por medio de la crudeza de hacer sufrir a otra persona, dado que el dolor es la sensación más fuerte y, por tanto, el provocar dolor puede dar el mayor placer posible.


Su planteamiento no tiene gran fundamento, debida cuenta que el ser humano es artificial hasta para los impulsos más básicos (se defeca en el baño, la comida es gastronomía...).  

 

Por tanto, el modo de vivir legítimo en sociedad tiene que estar basado en convenciones, en acuerdos de algún tipo (aunque sean pura formalidad) y en códigos morales derivados de la costumbre, la tradición o de la reflexión racional.  

 

La vida humana debería basarse en ciertos deberes racionales y normas, porque sin ellos no podría haber posibilidad de una necesaria convivencia, ni una coexistencia humana digna de ese nombre, ni una vida social en condiciones soportables y ninguna posibilidad de regulación aceptable de la sociedad.


 El Marqués de Sade y la razón instrumental

 

Según Adorno y Horheimer, los planteamientos del Marqués de Sade se situarían dentro del marco de la razón instrumental.  Los fundadores de la Teoría Crítica consideraron que la Ilustración dio lugar a una reducción del pensamiento, que sería la razón instrumental.  
 
La razón instrumental es pensar los mejores medios para llegar a un fin considerado bueno (sin cuestionar el fin y los medios).  Reduce el pensamiento al mero cálculo de cómo llegar a un fin utilizando los medios que mejor conduzcan a esa finalidad, optimizando la gestión de la forma mejor organizada por medio de una adminstración que lo racionalice todo y lo ordene de forma que sea lo más eficaz posible.

Consideraron que esta razón instrumental proviene de la Ilustración porque la Enciclopedia ensalzaba la técnica y el uso de la naturaleza como medio para lograr progreso y un supuesto mejor servicio para la sociedad.
 
Sade presenta a unos personajes que llevan hasta las últimas consecuencias la “racionalidad” calculadora de medios-fines, la planificación para el mayor dominio a través de la tortura más organizada para mejor uso de los seres humanos descritos sin tapujos como objetos, y la mayor construcción del sí mismo, el egoísmo más cerrado hacia consideraciones ante los demás. 
 
Sade es el precursor del totalitarismo; aunque su denuncia también se puede identificar con el liberalismo, en tanto los perversos buscan el mayor beneficio de sus víctimas, al modo empresarial de la división del trabajo y del tratamiento de las personas como recursos, recursos humanos, pero recursos. 
 
En sus novelas sus protagonistas dominan las vidas de sus víctimas.  Su objetivo no es simplemente el placer que otorga torturar a sus víctimas, es el dominio que llega a ser total. 
 
 

“Los amos introducen el placer como racional, como tributo a la naturaleza no del todo domada; tratan, para sí mismos, de neutralizarlo y al mismo tiempo de conservarlo en la cultura superior; y para los sometidos procuran dosificarlo donde no puede ser enteramente negado. El placer se convierte en objeto de manipulación hasta que, finalmente, desaparece en la organización.”(Adorno, 2004, p.151)

 

Así, la apatía es la emoción que se tiene que procurar y usar como medio a la hora de someter y dominar.  
 
En la formación de un perverso, en la educación de un sujeto libertino, tiene que conseguir hacer las cosas con apatía para que no puedan aparecer emociones que le puedan estorbar y poder hacerlo con control.    Las propias emociones tienen que ser reprimidas para que no escape nuestra actitud al control.  
 
La autonomía del individuo de la que habla Kant, casi se ve representada en Sade por este buscar la apatía para poder dominarse a sí mismo para poder realizar sin interrupciones sus acciones en búsqueda del dominio, eliminando irrupciones ajenas a la propia “racionalidad” instrumental; en la que el sujeto tiene dominio sobre sí mismo y puede realizar, así, lo que considera lo más racional sin interrupciones externas a dicho modo de pensar.  
 
No entra en los planteamientos de Kant acerca de formular máximas que se consideren que todas las personas deberían cumplir; y que señalan que las personas, como sujetos que se ponen fines, no pueden ser tratados nunca como medios y deben ser tratados como fines en sí mismos.  
 
Pero la deriva de la dialéctica de la Ilustración y su sub-producto de la razón instrumental, hacen que parezca que el perverso de Sade es un sujeto que se guía por su "racionalidad" [distorsionada]; da la impresión de ser parecido al sujeto autónomo racional.
 
 

“Elaborad vuestro proyecto unos días antes, reflexionad sobre todas las consecuencias, examinad con atención todo lo que podrá seros útil… lo que podría traicionaros, y calculad todo esto con la misma sangre fría que si fuera seguro que vais a ser descubierta.” (Sade, 1977, p.257)

 


De esa manera, nada de fuera puede conmoverlo, al hacerlo insensible a cualquier emoción interna, se hace imposible una com-pasión (no se puede compartir una pasión que no se padece, o no se hace caso).

Aunque lo más terrible de Sade, según Adorno y Horkheimer, no es que continúe en esta tradición de la razón instrumental; sino que en sus obras solamente se da un paso más (sólo cuantitativamente), y se llegue a tratar de justificar el asesinato. 

 

“El no haber ocultado, sino proclamado a los cuatro vientos, la imposibilidad de ofrecer la razón un argumento de principio contra el asesinato, ha encendido el odio con el que justamente los progresistas persiguen aún hoy a Sade y a Nietzsche.”(Adorno, 2004, p.163)

 

Dicho asesinato se enmarca dentro de la búsqueda del control y el dominio, sobre las personas en este caso, su sumisión a través del miedo:   El que se llegue al exceso de plantear el asesinato como algo racional, el que sea un buen medio para una planificación (“racionalización”) mejor de los recursos a lo que se ve reducida la capacidad racional.

 

Enseña que el pensamiento ilustrado puede llevar a convertirse en algunos casos en un mero cálculo medios-fines. Puede verse reducido el pensamiento, al final, a ser una reflexión únicamente de la mejor organización e instrumentalización; en la que el asesinato como medio no choca, sino que más bien es pensable bajo los mismos parámetros y es comprensible para los demás (sin lo cual, la obra de Sade sería imposible de comunicar y entender). 

 


Referencias bibliográficas


-Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004). Dialéctica de la Ilustración, Madrid: Editorial Trotta.

 

-Holbach, D. P. H. (2009): Sistema de la naturaleza.  Pamplona: Laetoli.


-Horkheimer, M.  (1973): Crítica de la razón instrumental.  Buenos Aires: Editorial Sur.


-Kant, I. (2001). Crítica de la razón práctica. Madrid: Alianza Editorial.


-Sade, D. A. (1977). Juliette. Barcelona: Tusquets Editores. 

 

-Sade, D. A. (2002).  La filosofía en el tocador.  Barcelona: Tusquets Editores.


-Sade, D. A. (2003). Justine. Barcelona: Tusquets Editores.


-Sade, D. A. (2003). 120 jornadas de Sodoma. Barcelona: Tusquets Editores.

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