2021(e)ko martxoaren 28(a), igandea

Existencialismos: Sartre, Camus, Kundera

 

Existencialimos: 

Sartre, Camus, Kundera

 

 

Juan José Angulo de la Calle

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Según Sartre, como estamos condenados a la libertad, a cada momento podemos actuar de manera distinta a como habíamos actuado antes: a cada momento podemos ser una persona distinta.  

 

Siempre en potencia, nunca llegamos a una manera de ser, pese a tender a ello con nuestros proyectos y eso nos deja en un vacío inquietante que nos angustia.

 

Así, somos una pasión inútil, actuamos y queremos ser de una manera, y nunca llegamos a ser nada fijo. Por tanto, somos nada: nunca tenemos una manera de ser determinada como los demás seres (con sus instintos, composiciones químicas y demás formas de ser ya fijadas). 


Somos contingentes, efímeros, nuestra manera de ser es volátil.  Podríamos buenamente no existir sin que importe. La vida no tiene objeto: todos nuestros proyectos no conducen a hacernos ser del todo, como pretendemos. 

 

La vida, así, es absurda y saber eso puede hacer que nos revuelvan las tripas, conduciéndonos a la náusea. 

 

Toda vida es innecesaria, toda es inútil. Nuestro vida carece de relevancia, no tiene peso en el mundo. Así, surge lo que Kundera llama la insoportable levedad del ser: sentir que la vida carece de peso, interpretar que la existencia no tiene importancia.  

 

En la novela La insoportable levedad del ser, tras la entrada de los tanques soviéticos sobre la supuestamente soberana República de Checoslovaquia, un médico casi comprometido con los comunistas reformistas checoslovacos se ve apartado de su profesión como castigo a su participación en la rebelión y ve que cae su papel en el mundo.  Deja de ser médico y tiene que ser un simple limpiacristales con un trabajo menos significativo (aunque con menos dificultad y responsabilidad).  Por otra parte, su esposa perdió la relevancia que había tenido en la primavera de Praga vendiendo fotos a periodistas internacionales cuando entró el ejército soviético a parar las reformas.  Ambos vieron que sus vidas dejaron de tener tanto impacto sobre la de los demás, perdieron peso en el mundo y les angustió sentir que no eran importantes para el mundo, las vidas y la existencia.


Además de innecesarios por lo contingentes e irrelevantes que somos, carecemos de una manera de ser por nuestra libertad: siempre podemos ser personas diferentes si decidimos actuar de manera distinta, entonces nunca somos del todo y somos nada. la libertad de la que habla Sartre y de la que acusa de responsabilidad, se proyecta en el mundo. Un mundo construído con la actuación de cada uno y en coexistencia con las otras personas, el infierno de Sartre. 

 

Infierno porque nos encontramos con otros sujetos que nos miran desde su posición de sujeto.  Para afirmarse o para proclamar que se es sujeto toda persona debe tratar a las demás como objetos, sino serán las otras personas las que lo harán. 

 

Nos miran como si fuéramos objetos,  objetos de conocimiento de su conciencia aunque sea. Sujetos llenos de intereses que nos ven como objetos.

 

Potencialmente, los otros seres humanos pueden utilizarnos para satisfacer sus aspiraciones particulares y proyectos.  La intersubjetividad es complicada y, en la mayor parte de las sociedades, se deja de lado.


Así, constantemente amenazados y, a veces, utilizados, la coexistencia se vuelve dura y el mundo acaba convirtiéndose en una lucha de intereses.  Es una lucha por el poder: por poder hacer más cosas, por tener más, acaba convirtiéndose en una lucha por los intereses. 

 

Se conforma un mundo hostil en el que todo es absurdo, en el que la vida es absurda y en el que la sociedad sirve a intereses egoístas y no a las personas en su conjunto.  

 

Como indica Camus, la vida y el mundo carecen razón de ser.  En la vida, se sirve a la producción ciega, que se reduce a producir por producir.  

 

El trabajo se parece a la tarea encargada a Sísifo: levantar una piedra hasta una cima hasta que caiga allí y se deba volver a alzar de nuevo. 

 

Todo intento por sustraerse de este absurdo puede ser visto como una forma de resistir. Pero, al final, solamente es un aguante, un soportar la angustia y la náusea del absurdo.  La existencia se limita a una serie de subterfugios para soportar la vida.


Schopenhauer una vez escribió que el optimismo es un cruel y duro sarcasmo teniendo en cuenta la realidad que hay que vivir. ¿Acaso hay algo que niegue el absurdo de la vida y pueda revocar sus palabras?



-Camus, A. (2006). El mito de Sísifo. Madrid: Aguilar.
 
 
-Kundera, M. (1985). La insoportable levedad del ser.  
 
Barcelona: Tusquets.
 
 
-Sartre, J.P. (2008). La náusea. Buenos Aires: Losada.
 
 
-Sartre, J.P. (2005). El ser y la Nada. Buenos Aires: Losada.

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