La
“racionalidad” del mal
Razón
instrumental en la ideología nacionalsocialista
Juan
José Angulo de la Calle
Doctor en Filosofía
Resumen
Voy a explicar la relación
entre la razón instrumental y la ideología Nacionalsocialista.
Dicha relación es el principal tema del libro Dialéctica
de la Ilustración de
Adorno y Horkheimer. Ellos explicaron que la estructura de las ideas
del nazismo provienen de las ideas y objetivos de la Ilustración
Europea: el control de la naturaleza y el progreso de la sociedad.
Ellos también dijeron que el nazismo era la última versión de la
ideología de la Ilustración.
Sin
embargo, en mi opinión, sus explicaciones fueron incompletas: ellos
describieron la estructura de la ideología nazi, pero no explicaron
las específicas ideas del nacionalsocialismo y su relación con la
razón instrumental. Por lo tanto, voy
a explicar esta relación.
Abstract
I
am going to explain the relationship between the instrumental reason
and the National Socialism ideology which is one the most important
topic of the book Dialectic
of Enlightenment by
Adorno
and Horkheimer. They explained that the structure of the ideas of
the Nazism comes from the ideas and objectives of the European
Enlightenment: the control of the nature and the progress of the
society. They also said that Nazism was the last version of the
ideology of the Enlightenment.
However,
in my opinion, their explanations were incomplete: they described the
structure of the Nazism ideology, but they did not explain the
specific ideas of the National Socialism and their relationship with
the instrumental reason. So I am going to explain this relationship.
Nazismo, razón
instrumental y consentimiento
Horkheimer
y Adorno postularon que el nazi-fascismo alemán suponía el último
eslabón de la principal estructura de pensamiento de nuestra
civilización. Según ella, la racionalidad se reduce al mero
cálculo de medios-fines, se reduce a la planificación eficaz de
unos objetivos que no son objeto de reflexión ni crítica. En su
obra Dialéctica de la Ilustración describen que dicha
tendencia de articular el pensamiento instrumental formaba parte de
la estructura conceptual de la ideología nacionalsocialista.
Esta
estructura se halla presente en el formato del modo de pensar nazi y
forma parte de su metodología. Sin embargo, ambos autores no
especifican cómo se va aplicando dicha base dentro del contenido
concreto de las ideas del partido fascista alemán. En este escrito
voy a tratar de indicar cómo se aplica la razón instrumental en el
conjunto de creencias del nacionalsocialismo alemán.
De esta forma, voy a intentar explicar qué razones pudieron llevar a
una parte de la población alemana a apoyar, participar o consentir
el totalitarismo nazi. Es interesante conocerlo porque las formas de
opresión política son resultado del consentimiento de una parte
importante de la ciudadanía. Todas las formas de gobierno político
se asientan sobre el consentimiento del conjunto de personas
tuteladas por los gobiernos. No existe gobierno alguno, ni siquiera
el fascismo, sin estar sustentado por el consentimiento a las leyes
por parte del pueblo. Si nadie obedece, no hay mando, solamente
existe una voz impotente y atónita ante la imperturbabilidad de un
pueblo ante la represión.
Toda realidad política, por muy alejada
que esté de la representación del pueblo, requiere, por lo menos,
la pasividad del conjunto de la sociedad. Así, toda ley que se
sancione es el resultado del hacer de la gente o de su hacer no hacer
(dejar hacer, por no usar expresiones orientalistas). Siempre se es
parte activa y no mero espectador. Siempre queda alguna
responsabilidad. Sartre señaló que no somos libres de ser libres.
Yo añadiría que no somos libres de ser algo responsables. Por lo
tanto, si existe un gobierno fascista o una realidad política
ilegítima, queda bajo la responsabilidad de todos.
¿Qué es lo que lleva a consentir un estado ilegítimo o a grupos
fascistas? ¿Qué es lo que lleva a ser cómplice “pasivo” de
las injusticias? Más allá de confusiones, de relativismos, de
cobardías, de perezas, de irresponsabilidades y de delegaciones, las
personas procuran justificarse y explicar su modo de actuar.
Es más,
las personas suelen actuar por motivos. Lo terrible del mal
consentido no es que las personas se engañen a sí mismas o sean
irresponsables. Lo terrible es que las personas tratan de sustentar
sus excusas por medio de razonamientos para que sus actitudes
parezcan justificables. Llega un momento en que las personas
consienten la ilegitimidad porque creen que es justo consentir y que
hay buenas razones para que las realidades políticas ilegítimas
existan. Y, entonces, dejan interpretar como ilegítimas las
dictaduras y los abusos.
La gente acaba utilizando razones que les
llevan a interpretar que el fascismo es aceptable y por esta
interpretación terminan validando el consentimiento. Lo que voy a
mostrar aquí es que la banalidad del mal es relativa y que, por
encima de todo, lo que prima es la racionalidad del mal.
Dicha racionalidad se enmarca dentro de la propia realidad ilustrada
forma parte del modo de pensar occidental tradicional de
medios-fines, proviene de la búsqueda de dominio sobre la naturaleza
para planificar y racionalizar lo existente. Dentro de estos
parámetros de pensamiento, la separación entre aquello que puede
ser beneficioso para la población y las prácticas políticas
ilegítimas “útiles”, resulta indistinguible. Dicha manera de
pensar continúa con el nazismo y es precisamente lo que le hace
alcanzar el poder y mantenerse en él. Es más, es lo que le permite
que el pueblo alemán acepte la Solución Final, que es el último
peldaño de una racionalización paulatina y progresiva de los
excesos del nazismo.
No es el odio lo que empujó a los nazis a mantenerse en el poder,
fueron una serie de discursos éticos a favor de cohesionar a la
comunidad alemana para crear entre todos la dignidad alemana y su
progreso económico-social. Parte de la sociedad alemana consintió
el nazismo porque estaban convencidos por una serie de ideas, por
unas razones. Estas razones pertenecían a la razón instrumental,
pero eran razones al fin y al cabo. De eso voy a hablar.
Racionalidad
como control
En el
libro Dialéctica de la Ilustración (primera edición de
1969), Adorno y Horkheimer presentaron unas ciertas
nociones de la idea de razón instrumental. La definían como la
reducción del pensamiento a un mero proceso de cálculo
medios-fines. Además, explicaron que esta forma de pensamiento
surgió en la Ilustración, Adorno y Horkheimer postularon que la
razón instrumental procedía de la Ilustración europea. La
ilustración es el movimiento cultural del siglo XVIII, que
pretendía, a través del ejercicio de la razón, acabar con los
oscurantismos y las supersticiones, y llegar a un progreso a través
de los saberes y las artes (de la “Enciclopedia”).
Según Kant,
la Ilustración consiste en el logro de la mayoría de edad, la
construcción de un sujeto autónomo y responsable de su modo de
actuar gracias al ejercicio del pensamiento.
Se pretendía erradicar la superstición y el fanatismo, que son
irracionales y opuestas al progreso. Estos objetivos no son del todo
inocentes porque esconden una sub-consciente aspiración de lograr
control sobre el medio natural y sobre lo que se puede conocer. En
cierta medida, se busca conocer para controlar.
La superstición se elimina a través del conocimiento riguroso y
objetivo de la realidad. Se suprime al conocer los procesos de una
realidad. Gracias a eso, el miedo hacia lo que se desconoce
desaparece. Al conocer cómo funciona cada proceso y cómo surge un
hecho, es posible manejar cada situación. De esa forma, se sabe
cómo actuar y manipular la realidad.
El fanatismo se elimina al
establecer como única autoridad moral la reflexión del propio
sujeto individual y autónomo. Un sujeto que, al conocer el entorno y
sabe manipularlo, procura no verse afectado por él y tiende a
actuar sobre él según su propio criterio. Así ven Adorno y
Horkheimer en su “Dialéctica de la Ilustración” dicha
manera de pensar las cosas:
“[…] el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre
la naturaleza desencantada. […] Lo que los hombres quieren
aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por
completo, a ella y a los hombres. […] Poder y conocimiento son
sinónimos” (Adorno, 2004, p. 60).
Se quiere conocer para saber cómo funcionan las cosas, y, así, a
través de la técnica, reproducir los mismos procesos en beneficio
del “progreso”. Nada más gráfico que el comienzo de dicho
libro: “La Ilustración, en el más amplio sentido de
pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el
objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en
señores” (Adorno, 2004, p. 59)i
.
El objetivo de conocer es eliminar el miedo. Se tiene miedo hacia
aquello que no se puede controlar y, si se pretende eliminar lo que
da miedo, es que se busca lograr control. La búsqueda de eliminar
supersticiones en realidad es la búsqueda de poder y control frente
a las amenazas. Se usa el pensamiento para satisfacer intereses de
poder, se utiliza como instrumento para lograr dominio.
El
pensamiento, así, es reducido a mera funcionalidad, a razón
instrumental, a planificación de medios. “A partir de ahora la
materia debe ser dominada por fin sin la ilusión de fuerzas
superiores o inmanentes, de cualidades ocultas. Lo que no se doblega
al criterio del cálculo y la utilidad es sospechoso para la
ilustración.”(Adorno, 2004, p.62) El conocer no es
planteado como un afán de saber por el saber, ni un procedimiento
para el desarrollo personal: es un modo de “racionalización” de
lo que rodea. Busca hacer comprensible la realidad para manipularla.
Este proceso empieza con las artes o técnicas que se fomentan en la
“Enciclopedia” defendiendo que ellas dan progreso y este proceso
acaba, en su afán de planificación y mejor uso de la naturaleza,
defendiendo y buscando la división social del trabajo. “La
técnica es la esencia de tal saber. Éste no aspira a conceptos e
imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método,
a la explotación del trabajo de los otros, al capital.”(Adorno,
2004, p.60)
El proceso es sencillo, se empieza con la instrumentalización del
pensamiento a través de eliminar en los textos científicos las
cualidades y particularidades de los seres concretos y reduciéndolos
a meros ejemplos de los conceptos generales. “Lo que podría ser
distinto, es igualado. […] No sólo quedan disueltas las
cualidades en el pensamiento, sino que los hombres son obligados a la
conformidad real” (Adorno, 2004, p. 66)ii
. Así, cada ser particular se reduce a una cifra, es tratado como
un ejemplar tipificado en una generalidad.
“La sustituibilidad se convierte en fungibilidad universal. Un
átomo no es desintegrado en sustitución, sino como espécimen de la
materia; y el conejo pasa a través de la pasión del laboratorio no
en sustitución, sino desconocido como puro ejemplar.”(Adorno,
2004, p. 65)iii
Toda particularidad de cada ser queda anulada, es ignorada en el
proceso de conceptualización. Para la persona que procura
investigar la realidad, cada ser es sustituible, reemplazable y
equiparable. Dejan de ser tratados como seres concretos para
convertirse en ejemplos de una especie: solamente cuentan en la
medida en que puedan ser tipificados, ajustados a una generalización
que interesa hacer para ciertos fines epistémicos y tecnológicos.
De hecho, el nazismo solamente es un pequeño paso en esta manera de
pensar.
La rata 1 puede ser fácilmente sustituida por la rata 2 en el
laboratorio sin dar problema alguno. A la hora de investigar valen
igual ambas y no hay diferencia entre las dos. Eso quiere decir que
los seres particulares son tratados en la investigación como objetos
que sirven a un fin. Son meros objetos de estudio que únicamente
suscitan interés en tanto que valen para conocer algo y en tanto que
pueden servir para transformar la naturaleza. Por tanto, son “meros
conceptos” de una teoría. “Las únicas afinidades entre lo
existente son reprimidas por la relación única entre el sujeto que
confiere sentido y el objeto privado de éste, entre el significado
racional y el portador accidental del mismo.”(Adorno, 2004, p.66)iv
Dejan de ser considerados como seres propiamente dichos. Son objeto
de atención solamente en tanto en cuanto puedan ser asimilados en
una categorización que pueda servir a alguna planificación que
“racionalice” la realidad investigada.
Los seres dejan de ser tratados como tales, son tratados como cifras
de un cálculo que sirve a una funcionalidad determinada.
“Con la previa identificación del mundo enteramente pensado,
matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al
retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las
matemáticas. […] El modo de procedimiento
matemático se convirtió, por así decirlo, en ritual de pensamiento
[…] dicho procedimiento se instaura como necesario y
objetivo: transforma el pensamiento en cosa, en instrumento, como él
mismo lo denomina.”(Adorno, 2004, p.79)v
La
relación con cada ser vivo se reduce a utilizarlo y tratarlo un mero
objeto que sirve a unos fines. Dichas finalidades son la
racionalización y el control, y ellas se ponen por encima de los
seres. Entonces, para el investigador deja de existir cada ser
particular con sus peculiariedades accidentales y su idiosincrasia
para pasar a ser tratado como un ejemplar anónimo numerado y
cifrado.
La fuente de toda la racionalización es el sujeto, él es el fin al
que tienen que servir los objetos de estudio. Desde Descartes se ha
conferido al sujeto pensante la capacidad de producir
representaciones del mundo. Cuando surgió su pensamiento dejó de
considerarse el conocimiento algo propio del objeto. El conocimiento
dejó de ser objetivo e inmediato como en el pensamiento griego.
Dicho modo de conocer ha llevado a conferir al sujeto un poder y una
autoridad casi total en el planteamiento que hizo Kant. Según su
teoría, el sujeto es trascendental: es un ser que crea el
conocimiento y los conceptos. Por lo tanto, el sujeto trascendental
es el único detentador del poder legítimo para darse a sí mismo
normas morales y justificación.
“El sí mismo, que tras la metódica eliminación de todo
signo natural como mitológico no debía ser cuerpo ni sangre, ni
alma ni siquiera yo natural, constituyó, sublimado en sujeto
trascendental o lógico, el punto de referencia de la razón, de la
instancia legisladora del obrar.”(Adorno, 2004, p.82)
vi
El sujeto queda así cerrado. Sus categorías son lógicamente
producidas por él mismo y los datos externos de los sentidos son
reducidos a las categorías. Es más: en el sujeto trascendental
kantiano todos los conceptos se limitan y se restringen a ellas.
No se conocen las cosas en sí, sino los fenómenos. Solamente es
cognoscible la interpretación o representación que se haga de las
cosas. No hay contacto directo con las cosas. El hecho de conocer
se restringe a las capacidades del propio sujeto, esto es, el
conocimiento se reduce a las categorías cerradas del propio sujeto.
No se sabe cómo pueda ser realmente cada objeto y no es relevante
llegar a saberlo.
El trato con el entorno, entonces, no puede ser cercano de ninguna
manera. Por consiguiente, no tiene por qué haber ninguna
consideración respecto al medio ambiente. La moralidad también se
cierra en el sujeto trascendental, dado que él tiene que ser
autónomo y no verse afectado por las emociones. Los sentimientos
que puedan surgir del contacto con los demás seres y todo lo que es
ajeno al propio razonar pueden condicionar al sujeto y hacer que él
sea más heterónomo y menos libre. El sujeto solamente tiene que
tomar como referencia su propia teoría y, por tanto, lo que le rodea
solamente debe ser tratado como una parte de teoría, como un
concepto enmarcado en una proposición más compleja y parte de una
teoría que la abarque. El sujeto tiene que situar cada realidad
como un concepto que pueda ser tratado como un objeto, como un objeto
de estudio; y, como tal objeto, tiene que ser usado para una
finalidad (sea el saber o la técnica derivada de ese saber).
Los seres (los procesos, los animales y plantas, las personas) se
convierten en cifras de estadísticas y planificaciones. Pueden ser
objetos de estudio, pueden ser materia útil para aplicaciones en
proyectos tecnológicos o pueden ser instrumentos que sirvan a
programas económicos que atienden a las “exigencias” y
“realidades” sociales. Se produce, así, la mirada que
describía Sartre cuando hablaba del ser-del-otro y del infierno que
suponía: ser observado y juzgado, ser tratado como objeto por otro
para instituirse como sujeto y ser.
“[...] cuando el otro nos devuelve la mirada, no sólo adquirimos
noticia de que tenemos delante un sujeto que se resiste a ser
relegado a la condición de mero objeto, sino que sabemos que, al
mirarnos, nos está objetualizando, esto es, nos está anulando como
sujetos. Hay, por tanto, una objetivación mutua que, sin embargo,
no persigue convertir al otro en un mero en sí. El para
sí quiere dominar al otro como libertad, es decir, poseerlo como
objeto y como libertad.”(Cruz, 2002, p.212)vii
Así,
no se tiene en cuenta al otro como fin y no se tiene un contacto como
un igual. No se considera a otra persona como a alguien que forme
parte de uno mismo y con el que se forma “comunidad” o con el que
se interrelacione.
No se aprende nada con él, sino más bien se calcula por medio de él
y se procura que sirva a unos determinados fines que son
supuestamente útiles al sujeto pensante. Todo lo que rodea al
sujeto queda reducido a los intereses y fines de él, el sujeto se
“apropia” de los demás seres o, al menos, procura que ellos se
adapten al sujeto. No hay conciencia del otro, solamente se tiene
conciencia del objeto representándolo como un útil que sirve y se
ajusta a los deseos. Se reduce a los seres a algo manejable por el
sujeto y que son limitados a ser medios del sujeto. El sujeto trata a
otros seres como instrumentos, los considera como una cosa que le
sirven y a los que no hay que adaptarse ni conocer, ni tener que
adaptarse a ellos.
Dicho afán de dominar no es más que un mero miedo hacia la
naturaleza (entorno). Es una forma de intentar controlar lo que
podría amenazarnos. “La existencia puramente natural,
animal y vegetal, constituía para la civilización el peligro
absoluto.”(Adorno, 2004, p.84)
Si se pretende dominar es en tanto que nos puede afectar y
alterar el entorno natural. Nos puede afectar porque formamos parte
del mundo y estamos en conexión con lo que nos rodea. Por tanto se
tiende a procurar controlar lo que nos rodea para que no afecte a
nuestra autonomía y libre arbitrio, para evitar las emociones que no
controlamos.
“Los comportamientos mimético, mítico y metafísico aparecieron
sucesivamente como eras superadas, caer en las cuales estaba cargado
del terror a que el sí mismo se transformara de nuevo en
aquella pura naturaleza de la que se había liberado con indecible
esfuerzo y que justamente por ello le inspiraba indecible terror.”
(Adorno, 2004, p. 84)
Con este ejercicio de la racionalidad se había configurado un modelo
determinado de conducta racional. Se habían desarrollado unos
hábitos que restringían las emociones con el fin de llegar a ser
libre y ser capaz de dominarse a uno mismo; esto es, ser capaz de
racionalizarse a sí mismo.
“El dominio no se paga sólo con la alienación de los hombres
respecto de los objetos dominados: con la reificación del espíritu
fueron hechizadas las mismas relaciones entre los hombres, incluso
las relaciones de cada individuo consigo mismo. Éste se convierte
en un nudo de reacciones y comportamientos convencionales, que
objetivamente se esperan de él.”(Adorno, 2004, p.81)
El sujeto queda atrapado en un mecanismo construido por él mismo y
para él. Pero este proceso tiene su propia lógica, él forma parte
de un sistema que tiene que “racionalizar” (planificar) las
conductas en torno a unos fines y a unos programas de producción y
distribución. Dicha administración finalista puede dirigirse al
mundo del trabajo (la división social del trabajo o la explotación),
o puede dirigirse a un tipo de ocio planificado (el consumismo).
“A través de la mediación de la sociedad total, que invade todas
las relaciones y todos los impulsos, los hombres son reducidos de
nuevo a aquello contra lo cual se había vuelto la ley de desarrollo
de la sociedad, el principio del sí mismo: a simples seres
genéricos, iguales entre sí por aislamiento en la colectividad
coactivamente dirigida. Los remeros [de la Odisea, cuando tienen que
pasan la isla de las sirenas], que no pueden hablar entre sí, se
hallan esclavizados todos al mismo ritmo, lo mismo que el obrero
moderno en la fábrica, en el cine y en el transporte colectivo”
(Adorno, 2004, p.89)
Desde esta dialéctica de la Ilustración, la actuación primordial
es deshacerse de todo aquello que no se pueda controlar. Surge la
frialdad burguesa, que es la búsqueda de eliminar las emociones para
que nada interrumpa ni impida el ascenso hacia los puestos de poder.
Esta moral está representada por Kant y su búsqueda de la autonomía
frente a la subjetiva felicidad, que solamente conduce a la
heteronomía y a la variabilidad de las circunstancias y los
sentimientos.
La razón instrumental genera alienación. Ella no afecta solamente
al entorno manipulado y contaminado, ni tampoco se limita a su
aplicación social (división social del trabajo), sino que perturba
al sujeto que se quiere crear. El burgués –el máximo
representante de la búsqueda del poder – es un ser frío que tiene
que arrancarse todo lo que no le sirva.
“La otra posibilidad es la que elige el mismo Odisea, el señor
terrateniente, que hace trabajar a los demás. Él oye [ a las
sirenas, los recuerdos encantadores: emociones], pero impotente,
atado al mástil de la nave, y cuanto más fuerte resulta la
seducción más fuertemente se hace atar, lo mismo que más tarde
también los burgueses se negarán la felicidad con tanta mayor
tenacidad cuanto más se les acerca al incrementarse su
poder.”(Adorno, 2004, p.87)
Para un empresario, según esta interpretación, las consideraciones
sobran. Si tiene que tener alguna consideración con el medio
ambiente, no podrá producir con menos gastos y ser competitivo; si
concibe a sus asalariados más que como cifras y les ve como fines,
le costará más tener que explotarlos. Un empresario con compasión
no podría competir en el mercado.
Sade presenta a unos personajes que llevan hasta las últimas
consecuencias la “racionalidad” calculadora de medios-fines. Él
presenta la máxima expresión de la planificación tendente al
dominio, describiendo la tortura más organizada y óptima. Ella
hace la mejor y mayor instrumentalización de los seres humanos, que
son descritos sin tapujos como objetos. A través de esa
planificación, consigue la mayor construcción del sí mismo,
logra el egoísmo más cerrado y menos afectado por los demás. Sade
es el precursor del totalitarismo, en sus novelas sus protagonistas
dominan completamente las vidas de sus víctimas. Su objetivo no es
simplemente el placer que otorga torturar a sus víctimas, la
finalidad que busca es el dominio, que llega a ser total.
“Los amos introducen el placer como racional, como tributo a la
naturaleza no del todo domada; tratan, para sí mismos, de
neutralizarlo y al mismo tiempo de conservarlo en la cultura
superior; y para los sometidos procuran dosificarlo donde no puede
ser enteramente negado. El placer se convierte en objeto de
manipulación hasta que, finalmente, desaparece en la
organización.”(Adorno, 2004, p.151)
Así, la apatía es la emoción que se procura alcanzar y ella es
usada como medio para someter y dominar. En la formación de un
perverso, uno de los pasos que tiene que seguir es conseguir hacer
las cosas con apatía. De esa forma, no aparecen emociones que
estorben la búsqueda de control. “[…] el libertinaje
ahoga la piedad en el hombre y habitualmente sólo sirve para
endurecerlo: sea porque la mayor parte de sus extravíos necesita la
apatía del alma, […] la verdad es que un libertino rara vez es un
hombre sensible.”(Sade, 2003, p. 74)
Las emociones tienen que ser reprimidas para que no perdamos
autocontrol. “La libertad frente a los remordimientos es ante la
razón formalista tan esencial como la libertad frente al amor y al
odio.” (Adorno, 2004, p.142)
La autonomía del individuo de la que habla Kant, se ve representada
en Sade por su afán de buscar la apatía para poder dominarse a sí
mismo y, así, poder realizar sin interrupciones la consecución del
dominio. Si el perverso destruye irrupciones ajenas a la propia
“racionalidad” instrumental, puede realizar lo que considera lo
más racional sin interrupciones.
“Elaborad vuestro proyecto unos días antes, reflexionad sobre
todas las consecuencias, examinad con atención todo lo que podrá
seros útil… lo que podría traicionaros, y calculad todo esto con
la misma sangre fría que si fuera seguro que vais a ser
descubierta.” (Sade, 1977, p.257)
De esa
manera, nada de fuera puede conmover al perverso, dado que llega a
ser insensible a cualquier emoción interna. Es decir, se hace
imposible una com-pasión (no se puede compartir una pasión que no
se padece, o no se hace caso).
Aunque lo más terrible de Sade, no es que continúe en esta
tradición de la razón instrumental. Lo temible es que cuando
justifica el asesinato solamente se da un paso cuantitativo respecto
a la razón instrumental. El asesinato se enmarca dentro de la
búsqueda del control y el dominio. En este caso, se sitúa el afán
de control sobre las personas, su sumisión a través del miedo:
“Descubren [los cuatro protagonistas perversos de las “120
jornadas de Sodoma] que había un leve comienzo de motín general
entre los folladores subalternos [algunas de las víctimas de los
protagonistas], que el acontecimiento del sacrificio de uno de ellos
ha calmado por completo.”(Sade, 2003, p.391)
El que se llegue al exceso de plantear el asesinato como algo
racional, enseña que el pensamiento ilustrado es un mero cálculo
medios-fines. Según Adorno y Horkheimer, el pensamiento de la
Ilustración es una mera reflexión acerca de la mejor organización
e instrumentalización del entorno y la sociedad. En esta forma de
pensar, el asesinato como medio no choca, sino que más bien es
pensable bajo los mismos parámetros y es comprensible para los demás
(sin lo cual, la obra de Sade sería imposible de comunicar y
entender). Adorno ya lo señala:
“El no haber ocultado, sino proclamado a los cuatro vientos, la
imposibilidad de ofrecer la razón un argumento de principio contra
el asesinato, ha encendido el odio con el que justamente los
progresistas persiguen aún hoy a Sade y a Nietzsche.”(Adorno,
2004, p.163)
Dicho pensamiento planificador de los recursos continuará en el
nazismo. Durante este régimen se usará a las personas y ellas
serán tratadas como meros recursos materiales que gestionar para
lograr una organización más productiva. Esta manera de pensar
“justificará” el régimen, será la defensa argumental de las
decisiones gubernamentales. La razón instrumental será primordial
y será considerada más importante que las motivaciones emocionales
como el odio.
“Esta actitud “objetiva” – hablando sobre campos de
concentración en términos de “administración” y sobre campos
de exterminio en términos de “economía”- era típica de la
mentalidad de las SS y algo de lo que Eichmann, en el juicio, todavía
se sentía orgulloso. Con su “objetividad” (Sachlichkeit),
las SS se separaron de tipos “emocionales” como Streicher,
aquel “loco carente de sentido de la realidad”, y de ciertos
“factótums teutónico-germánicos del partido, que se comportaban
como si fueran vestidos con pieles y tocados con cuernos” (Arendt,
2006, p. 104)
Los nazis motivados por ciegas emociones son tildados por sus propios
camaradas como locos y faltos de comprensión. Son vistos como seres
que no entienden lo que pasa y que no han superado las emociones para
entregarse a una causa racional (el mayor engrandecimiento de
Alemania). El odio y la exaltación son solamente pasiones
infantiles, les faltan la debida comprensión de la realidad en que
se vive y a la que hay que atenerse para procurar hacer lo posible
para construir un mayor progreso a través de la planificación más
disciplinada y calculada fríamente.
El teniente coronel Eichmann,
encargado de los asuntos judíos (transporte de “mercancías”),
señala que su principal guía de actuación es el imperativo
categórico kantiano. Su modo de actuar se basa en la racionalidad en
su forma más pura y sin contenidos. “[…] Con mis palabras
acerca de Kant quise decir que el principio de mi voluntad debe ser
tal que pueda devenir el principio de las leyes generales”
[…]”(Arendt, 2006, p.199)
Despreciado el odio ciego, buscada la planificación y buscando la
racionalidad, queda claro que el nazismo no se reduce a la imagen
carnavalesca del nazi como fanático y estúpido que actúa como un
monstruo. Todo nazi tiene que ser una persona fría que actúa por
razones con las que pueda justificarse ante los demás. En función
de esas razones, el pueblo puede consentir el nazismo por considerar
estas ideas lo suficientemente racionales. De lo que se trata ahora
es de describir esas razones o justificaciones ideológicas.
3.
La "virtud" nacionalsocialista
Las
razones por las que se obedeció al nazismo se remontan a 1914. Allí
nació un movimiento popular de conciencia nacional que inauguró una
manera de actuar considerada virtuosa: la solidaridad nacional. Esta
noción fomentaba la unidad del Volk (pueblo) y se defendía
que todo el mundo tenía la obligación de participar y aportar su
granito de arena para la supervivencia nacional de la comunidad
política. La guerra o, mejor dicho, cómo se vivió la guerra y se
actuó en ella, fue lo que lo hizo nacer. Hubo un apoyo masivo a la
guerra con manifestaciones espontáneas a favor de la patria, sin que
interviniera el gobierno en ellas.
“[…] la gente se reunía en las calles en reconocimiento de algo
más [que el asesinato del archiduque de los Habsburgo] : el
sentimiento compartido de ser alemán y pertenecer a una nación. La
declaración de guerra contra Serbia y Rusia, y luego contra Francia
y Gran Bretaña, a principios del mes siguiente, fue seguida por una
ola de nacionalismo popular, más tarde recordada sentimentalmente
como los Días de Agosto, un período en el que las diferencias de
clase, credo y región parecieron borrarse y el pueblo, el Volk,
pareció estar forjado en una sola pieza.”(Fitzsche, 2006, p.20)
Dicha actividad popular nacionalista se mantiene durante toda la
guerra y consistía en la colaboración mutua y en la solidaridad
nacional para hacer frente a la guerra. Más allá de las
actividades del gobierno para gestionar la guerra, surgieron
espontáneas actividades de apoyo mutuo para ayudar a los soldados y
para resistir. Las personas alemanas hacían frente a la guerra con
la conciencia de que hacerlo era una virtud puesto que era una forma
de colaborar con la comunidad.
“A lo largo de todo el conflicto, los ciudadanos se organizaron
para proveer ayuda social, recolectar materiales de guerra, brindar
alivio a los soldados heridos y lisiados y levantar la moral, y lo
hicieron mucho antes que el gobierno. […]
No obstante, mientras se ensanchaba la brecha entre ricos y pobres,
entre trabajadores calificados y no calificados, y entre soldados y
oficiales, los alemanes expresaban su disgusto con las desigualdades
económicas y sus esperanzas de paz en un vocabulario que destacaba
el bien común y los intereses públicos.”(Fritzsche, 2006,
pp.49-50)
Esa unidad del Volk y esa virtud de procurar el mayor progreso
y bienestar a un Volk unido más allá de las diferencias de
clases (en eso consistirá la planificación nazi) serán más
adelante las primordiales invocaciones de los nazis en sus programas,
campañas electorales y discursos durante todo su régimen. El
bienestar del Volk unido será la razón que se invocará para
justificar la política nazi. El odio a los judíos, que tan básico
se presupone en los nazis, apenas aparecía en sus discursos durante
las elecciones y los primeros años del régimen.
“[…]
Sólo en tres ocasiones entre abril de 1933 y la invasión de
Polonia, en septiembre de 1939, expresó [Hitler] de manera directa
su odio y fobias raciales. En el Reichstag, durante el Congreso de
Nuremberg de 1935, expuso el preámbulo de lo que serían las leyes
que acababan con el estatus legal de los ciudadanos judíos de
Alemania. Con la Guerra Civil española como telón de fondo, y
aprovechando la presencia de Mussolini en el Congreso de Nuremberg de
1937, Hiter clamó contra el “contagio” del judeobolchevismo […]
Posteriormente, con ocasión del sexto aniversario de su acceso a la
cancillería, Hitler pronunció un discurso difundido por radio en el
que precedía que, en caso de guerra mundial, los judíos serían
“exterminados”. Comparándola con el amplio abanico de temas
que tocaba en sus discursos de dos o tres horas de duración, la
política racial apenas figuraba en sus pronunciamientos.”(Koonz,
2005, p.122)
Lo principal es el Volk y el actuar por conseguir lo mejor
para él. El objetivo principal defendido por el nacionalsocialismo
es el crear una comunidad unida más allá de las diferencias de
clases y en la que todos aporten sus esfuerzos y valor para conseguir
un mayor progreso y mejoras sociales.
“La unidad nacional; es ésta la dinámica clave de la política
del nacionalsocialismo. El atractivo del movimiento radicaba en una
visión de la nación que reconocía y legitimaba políticamente al
pueblo, sobre la base de lo que cada uno de sus miembros hacía por
el Volk y no de quién era de acuerdo con jerarquías de
estatus, una visión que prometía la reforma social y la estabilidad
económica.”(Firzsche, 2006, p. 225)
Ésos
eran los discursos y las razones usados para justificar el régimen.
Fue votado el partido nazi gracias a la invocación de estos
objetivos. Finalmente, estos discursos les mantuvieron en el poder,
dado que el régimen fue consentido gracias a la convicción popular
de que el nacionalsocialismo iba a conseguir una Alemania unida y
mejor.
“Durante los años de éxito diplomático y recuperación
económica, los alemanes de etnia vivían en un ambiente de
colectivismo que les embriagaba. […] Tanto equipos de vigilancia
financiados por el nazismo como personas encargadas de sondear el
estado de ánimo colectivo, pertenecientes a grupos antifascistas
clandestinos, informaban de que los alemanes mostraban su
satisfacción por la desaparición del desempleo y por el
desmantelamiento del Tratado de Versalles.”(Koonz, 2005, p.294)
No fue miedo lo que condujo a consentir el régimen, fue la
convicción y el apoyo. Dicho apoyo apareció porque fueron
presentadas razones convincentes y atractivas, como la virtud ética
de participar en una comunidad y procurar su bienestar. “Una nueva
“voz de la conciencia” étnica (Gewissensbissen) guiaría a los
individuos a poner el bienestar del Volk por encima del suyo
propio.”(Koonz, 2005, p.132)
Las denuncias a los judíos fueron tardías y fueron tratadas como si
de una cuestión secundaria se tratara. El antisemitismo era una
noción derivada de las retóricas nacionalistas: se describen como
nocivos a los judíos porque son intrínsecamente enemigos de
Alemania. Los presentaron como amenazas el Volk y, en
cualquier caso, estas “denuncias” tardarán más que los
discursos y acciones contra el Tratado de Versalles, contra los
comunistas y homosexuales. Los primeros campos de concentración se
llenaron de comunistas y algunos socialdemócratas por la
oficialidad, si bien los ataques descontrolados de las SA se
dirigieron tanto a comunistas como a judíos. Pero había una
diferencia enorme entre unas acciones y otras: mientras que los
alemanes sí consideraban como "enemigos" a los comunistas, los judíos
no eran vistos así y les provocaba disconformidad dichos ataques.
“En las horas de incertidumbre que se vivieron tras la quema del
Reichstag, la mayoría de alemanes consideraron creíble la amenaza
de una revolución comunista, pero sólo los racistas más radicales
se tomaron el “peligro judío” lo bastante en serio como para
disculpar la brutalidad contra civiles indefensos.”(Koonz,
2005, p.57)
El régimen de aquél año se tomó muy en serio dicha opinión
popular y Hitler hizo un llamamiento a las SA a no excederse y
obedecer su autoridad. “[…] Hitler exhortaba a los “obedientes
hijos del nacionalsocialismo” a abandonar la violencia
incontrolada.”(Koonz, 2005, p.107)
Tuvo que reciclar a las guardias de asalto, de forma que pudiesen
estar acordes con la virtud nazi de colaborar con la comunidad.
“En las descripciones de las SA escritas con anterioridad a 1933,
los luchadores nazis se arriesgaban a morir en combate contra los
comunistas. Acosaban a los judíos y alteraban la pacífica
existencia de los pequeñoburgueses. Los jóvenes desafiaban a sus
padres; los mayores ignoraban a sus esposas y novias. Pero a partir
de 1933, el führer empezó a ensalzar un nuevo tipo de honor.
En lugar de la lucha y el martirio, recordaba a aquellos hombres
disciplinados, idealistas y entregados que soportaran privaciones en
aras de una meta más elevada. […] La moral, en la memoria
oficial que era “Tiempo de Lucha” (Kampfzeit) se encarnaba
en el patriotismo, en el idealismo étnico y en el autosacrificio […]
Esparcir ese espíritu de comunidad también implicaba la
organización intensiva de esa misma comunidad, y para ello era
preciso llevar a cabo tareas que en la década de 1920 se denominaban
Kleinarbeit (pequeños trabajos). En vez de gozar de los
beneficios de sus nuevos puestos, a los integrantes de la vieja
guardia se les alentaba a organizar barrios, lo que implicaba
entregarse a tareas de captación puerta a puerta, de recolección de
fondos, de publicidad; tareas que, hasta 1933, habían realizado las
mujeres nazis.” (Koonz, 2005, p.107)
Sin
embargo, ese mensaje no caló y acabaron los excesos impopulares de
las SA en la “noche de los cuchillos largos”, en la que se hizo
una purga a los principales miembros de las guardias de asalto. No
se adaptaron a la nueva coyuntura y no fueron unas buenas
herramientas al servicio del proyecto y a la razón de estado: por
eso tuvieron que ser eliminados.
La
virtud nazi de colaboración y solidaridad nacional se enmarcaba
dentro de la razón instrumental antes descrita. La finalidad era el
bienestar y engrandecimiento de la comunidad alemana. Se buscaba la
mejora social y política con reformas sociales y un“mejor”
ordenamiento político a través de las órdenes del führer.
Desde esa perspectiva, los medios necesarios eran la colaboración y
el trabajo, como se ha visto. Y aún más, también eran un medio
útil el autosacrificio de los individuos arios y la limpieza: “Hasta
que la” purga moral del Volkskörper alemán no sea completa” no
se dedicaría a la economía. ¿Qué significaba “salud”?
Hitler divagaba sin cesar sobre su visión estética de una cultura
étnica pura” (Koonz, 2005, p.52)
Era en función de esta limpieza de la comunidad la que condujo
durante la guerra a los medios terribles que harán famoso al régimen
nazi.
Según la visión nacionalsocialista, todas las desgracias de
Alemania provienen de sus "enemigos", que "han contaminado bajo su
enfermiza influencia" la política alemana.
“Vestido con camisa blanca, corbata y traje negro, luciendo una
discreta insignia con una esvástica, el canciller Hitler tronaba
contra las potencias extranjeras hostiles, la amenaza bolchevique, la
decadencia cultural y la tibieza de los liberales. Exudando
fundamentalismo étnico, apenas hablaba de los judíos [de momento].
[…] Una y otra vez, Hitler representaba el melodrama de un pueblo
martirizado, a merced de “gacetilleros políticos de poca monta”,
“jefes de partido” corruptos que habían exterminado el…
glorioso imperio de nuestro pasado.”(Koonz, 2005, p.50)
Los
comunistas eran "enemigos" de Alemania porque "dividían al pueblo en
clases", en vez de procurar la unidad de acción nacional y el pensar
como comunidad; los homosexuales eran considerados una amenaza para
la reproducción de hijos para el estado y por su supuesta
corrupción; los judíos lo serán por ser “técnicamente” otra
etnia, y, por tanto, estar en lucha con la autóctona (la idea de
raza vendrá después, en los primeros años se habla de Volk,
pueblo, etnia).
La lucha contra esos supuestos enemigos era el medio para volver a
hacer grande al Volk y hacer que funcione de la forma más
ordenada y con mayor disciplina. Era una forma de protegerlo para
garantizar que Alemania esté en unas manos que organicen el país de
la forma más racional o mejor administrada. Dicha organización y
seguridad pasaba por crear los campos de concentración, primero para
los comunistas y luego para los judíos y gitanos. . Más adelante
se orientarían al exterminio por su idea de “limpieza” en
beneficio de la comunidad.
Ahora
bien, ¿cómo se hizo asumible para los alemanes los extremos contra
los judíos? En primer lugar, se desarrollaron numerosos estudios y
documentales raciales (que decían que los judíos son una raza
enfermiza que necesita dañar) y sociológicos (que mostraban que los
judíos formaban una etnia separada que realizaba una conspiración
sionista contra el mundo). Ambos “demostraban” con cierta
“objetividad” la “maldad” de los judíos. Esos datos
hicieron que los alemanes medios vieran como comprensibles los
encarcelamientos.
“[…] Hacia finales de la década de 1930 parecía que la mayoría
de alemanes aprobada tácitamente la persecución siempre que no se
sintieran amenazados o importunados personalmente. Los estereotipos
sobre la naturaleza hebrea que, con visos de objetividad, generaban
las investigaciones antisemitas, contribuían a limpiar las
conciencias de los alemanes que decidían no devolverle el saludo a
un amigo judío, no entrar a comprar a una tienda regentada por
judíos, no dar cobijo a los judíos cuyas propiedades hubieran sido
“arianizadas”, no consolar a los alumnos judíos
marginados.”(Koonz, 2005, p.251)
Incluso ellos vieron el envío a campos de concentración como una
medida racional y civilizada de resolver el “problema judío”.
“Aquella persecución sancionada por vía administrativa aparecía
como medida de protección contra los judíos, representados como
peligro moral amorfo.”(Koonz, 2005, p.294)
Tanto calaba esta versión de los hechos, que muchos no
solamente consentían estos abusos, sino que colaboraban con la
persecución a través de delaciones. “A los lectores [de revistas
antisemitas] se les incitaba a pasar a la acción. […] El impacto
de las denuncias podía ser devastador no sólo económicamente, sino
también para el estado anímico.”
(Koonz, 2005, p.266) La aceptación y la aprobación activa eran
significativas dentro del pueblo alemán. Al pueblo llano le había
calado el discurso fundamentalista étnico y sus derivados (defensa
del Volk a través de eliminar a sus enemigos).
“Lo que nos asusta no es sólo la facilidad con que los soldados
mataban a civiles indefensos en los territorios ocupados, sino el
espectro de un Estado tan popular que era capaz de movilizar las
conciencias individuales de un amplio sector de ciudadanos al
servicio de la catástrofe moral. Ese proceso de persuasión tiene
poco que ver con el lavado de cerebro, que tiene por objeto convertir
a los sujetos en autómatas descerebrados. En la Alemania nazi, la
fe en un führer virtuoso y la dicha de pertenecer a un Volk
superior propiciaba la iniciativa popular y permitía cierto
margen a la elección.”(Koonz, 2005, p.312)
No fue
miedo ni consentimiento apático lo que movió a consentir el régimen
totalitario alemán y sus excesos, lo que motivó a participar en el
sistema nazi fue la propia convicción y la asunción de sus ideales.
Hubo personas que, llevados por su conciencia, consintieron y
aceptaron al régimen.
El exterminio fue ignorado por muchos alemanes. Así como los campos
de concentración eran imposibles de esconder, el Holocausto fue algo
que no se difundió. Sin embargo, toda persona que quisiera
realmente saber de su existencia podía llegar a conocerlo. Algunos
lo hicieron y, aún así, siguieron fieles al régimen.
“En el primer estudio sobre campos de concentración, publicado en
1947, Eugen Kogon, periodista austriaco que sobrevivió tras cinco
años internado en Buchenwald, citaba a testigos creíbles. “Lo
metódico de la matanza debió sin duda hacerla visible incluso a
ojos de un ciego… No hay ninguna duda de que no había ni una sola
persona en Alemania que no supiera que se estaba haciendo daño a los
judíos, y que se les había hecho daño desde hace años.” […]
El conocimiento sobre el genocidio estaba al alcance de todo el que
se interesara por averiguarlo.”(Koonz, 2005, p. 308)
La obsesión de eliminar “enemigos” de Alemania para llegar a
construir una comunidad más próspera, llevó a asumir “limpiarla”
de todo aquello que fuese “pernicioso”. Se empezó asumiendo
acabar con los comunistas que “dividían el país en clases” y,
después, se pasó a la limpieza de judíos, que eran una “peste
que contaminaba la pureza racial”. ¿Cómo se llegó al paso de
eliminar dicha enfermedad? El primer paso fue aceptar su envío a
campos de concentración, habiendo años antes ya aceptado que
hubiese campos para enemigos nacionales (comunistas). El segundo
paso fue aceptar que hay que eliminar y “limpiar” lo que no sirve
al imperio: acabando con los minusválidos, los enfermos mentales,
gente con enfermedades hereditarias, tullidos y personas con
malformaciones. Se aceptó que había que hacer todo lo posible por
levantar Alemania y, en consecuencia, se consintió la eutanasia que
libere al país de “lastres”.
“[…] La medicina moderna, al posibilitar “artificialmente” la
supervivencia de los débiles, habría perjudicado la salud del Volk
a la larga. Con su crítica al anticuado “amarás a tu prójimo”,
Frick abogaba por una intervención eugenésica auspiciada por el
Estado que satisficiera los “deseos de la naturaleza” […]
A lo largo del siguiente decenio, filósofos y médicos etnicistas de
la Alemania nazi se dedicaron a valorar las ventajas del
racionamiento [racional distribución, mejor administración] de la
atención médica, la asesoría genética, la esterilización
involuntaria y la eutanasia, […]”(Koonz, 2005, p.128)
La “limpieza” de los judíos, además de estar dentro del
objetivo de eliminar enemigos, se enmarca dentro de esa mencionada
eutanasia y de la defensa de una eugenesia para la raza aria. Entra
dentro de esta lógica porque se presenta a los judíos como una
etnia separada y diferenciada con objetivos opuestos a los alemanes.
Según esta visión, los judíos son una raza corrosiva que atrofia a
la raza aria y su eliminación mejorará la pureza racial de
Alemania.
“[…] Advirtió [Walter Gross en un discurso por radio en 1933]
contra la “falsa humanidad” y la “piedad exagerada”, y expuso
la política racial como cruzada moral a favor de la pureza y en
contra del egoísmo corrosivo de la filosofía liberal. A
continuación pasó a esbozar la batalla en tres frentes contra una
“reproducción inconsciente”, es decir, contra la disminución de
los índices de natalidad entre los denominados aptos, contra la
natalidad sin control de los denominados no aptos y contra la mezcla
racial. Por primera vez en la historia, un país que sufría la
decadencia racial (Alemania), iba a renacer, pues los biólogos
habían descubierto el secreto de la vida eterna de la etnia, y unos
líderes políticos preocupados por el tema de la raza decididos a
aplicar aquellos conocimientos.”(Koonz, 2005, p.135)
Las primeras actuaciones de eutanasia a los no aptos y la eliminación
de judíos se encontraban en el mismo marco de pensamiento. Una vez
consentidas y aceptadas las primeras, las segundas solamente eran un
pequeño paso más. Fue algo que no solamente fue consentido, sino
asimilado. Por esta asunción, parte del pueblo colaboró y apoyo el
régimen participando en las concentraciones populares del régimen y
ayudando en la persecución por medio de las delaciones.
Todo eso fue aceptado por la mayoría de los alemanes no por un
lavado de cerebro (como muestran los estudios expuestos con
anterioridad), sino motivados por unas razones. Ayudaron al fascismo
alemán llevados por la virtud de colaborar con su nación y por
procurar al país el mejor funcionamiento administrativo y el
progreso. Se realizaron actos de colaboración por conseguir un fin.
Se hicieron estos actos por una razón, una razón reducida a buscar
medios para conseguir un fin (la razón instrumental).
Lo
terrible del nacionalsocialismo no es que el ser humano pudiese sacar
lo peor de sí mismo cegado por pasiones ciegas y el fanatismo. Lo
aterrador es que los excesos del nazismo son el producto de la
racionalidad (o de un cierto tipo de racionalidad) y que se puede
justificar el Holocausto (o que es pensable dicha justificación).
Sin embargo, habría que entender que esta realidad pasada tiene algo
positivo. Si el Holocausto entra dentro del lenguaje y la
racionalidad, entonces él puede ser tratado con el método de la
racionalidad, con el discurso y con la crítica racional. Se puede
criticar las retóricas de los fascistas y demostrar su falsedad.
Probablemente las críticas que se realicen no convenzan a los
adeptos al fascismo, pero por lo menos puede influir en el pueblo. A
la razón solamente puede ser tratada usando la razón. Ya se ha
visto cuán fácilmente pueden alterarse las emociones a través de
discursos y teorías: ellas hicieron que muchos alemanes acabasen
ignorando a sus amigos (comunistas y judíos) y defender a sus
enemigos.
Apelar a sentimientos mediados por teorías, solamente sirve para que
se remita cada persona a sus propias teorías y únicamente conduce a
la incomprensión entre los interlocutores. Es a la teoría a la que
hay que tratar. La compasión, que ha sido usada hasta ahora como
medio persuasivo para condenar el Holocausto, es algo fácilmente
alterable y cerrado a un grupo de seres a los que se reconoce como
parte del grupo social. Todo grupo siempre es cerrado porque para
poder crearse una identidad propia como grupo y para afirmarse como
tal tiene que diferenciarse de otros grupos. Además, la conducta
grupal está marcada por una serie de cerradas normas morales
adscritas a un tipo de racionalidad o algún código de conducta que
guía la acción (y las emociones) y sobre el que hay que trabajar en
la crítica. Fuera de la razón sólo hay barbarie.
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