Literatura filosófica: El día que Nietzsche lloró
Juan José Angulo de la Calle
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La novela es un gran juego en el que, por medio de un engaño, ficticiamente uno de los fundadores del psicoanálisis tiene diálogos con Friedrich Nietzsche acerca de su filosofía y su manera de tratar la desesperación. De esta manera, el autor nos embarca en una narración en la que se presenta al filósofo (y filólogo) Nietzsche en la tesitura de procurar poner en práctica su teoría para aplicarla a la vida y como forma de tratar la desesperación.
Lou Andreas Salomé le pide al Dr. Breuer que trate la depresión que padece su amigo Friedrich Nietzsche. Como el filósofo alemán es demasiado orgulloso para pedir ayuda y su filosofía condena la debilidad, tiene que presentar su terapia psicológica como una forma de sanación de su deterioro físico (jaquecas, dolor en los ojos, visión deteriorada y demás síntomas de la enfermedad genética que mató a su padre y a su hermano).
El doctor, en el desarrollo de la terapia, elabora otra estrategia. Se da cuenta que la depresión de Nietzsche es resultado del rechazo de Lou Andreas Salomé, finge que le pide consejo para que trate un mal de amores que supuestamente padece el doctor Breuer y le pide consejo vitalista basado en la filosofía de Nietzsche. Así, de forma indirecta, Friedrich Nietzsche da cuenta de su propia experiencia, habla de su propio estado depresivo y puede hacer, de alguna manera, terapia psicológica.
En esta extraña terapia, Nietzsche da cuenta de su filosofía: el sostenimiento de que lo más fundamental en todo ser es buscar el poder, el eterno retorno como prueba de fuerza que puede hacer que nos reafirmemos y el superhombre [übermensch], que sería el objetivo último de la voluntad de poder.
Asimismo,
el doctor Breuer aprende del filósofo para aplicarlo a la propia
vida. La negación de asumir porque sí el peso de la tradición
y las presiones sociales, hace que el buen doctor se pregunte por
primera vez qué tipo de vida realmente quiere vivir, sin que tenga
que hacer ciegamente lo que se espera de él y para guardar meramente
las formas. Se replantea su vida y empieza a pensar en su propia felicidad para que tenga auténtica razón de ser; de forma que, aunque decida seguir con su vida, sea porque él lo ha querido y no por verse forzado por un artificial convencionalismo.
Nietzsche tuvo unas experiencias conflictivas con muchas mujeres: el rechazo de Lou Andreas Salomé, sus discusiones con su hermana antisemita y demasiado absorbente, sus desencuentros con su madre y sus tías. Acabó reaccionando a todo gestando una misoginia que no supo cuestionarse.
"¿Vas con mujeres? No olvides el látigo." (AHZ, De las viejas y las jóvenes).
"La mujer quiere ser tomada, aceptada como "posesión", de "poseída", y por consiguiente quiere alguien que tome, que no dé ni se entregue [...]
La mujer se entrega, el hombre acepta: creo que esta contraposición natural no se superará mediante contrato social alguno, tampoco mediante la mejor de las voluntades de justicia" (GC, § 363).
De esta manera, fue enemigo del feminismo y, de hecho, acabó denostando todo igualitarismo, interpretando que el afán de buscar la igualdad iba en contra de la posibilidad de que alguien destaque mejorándose a sí mismo, era puro populismo en el que se ensalza a la masa solamente por la aritmética y el mero peso del número (fomenta que las masas se crean más por ser más) y que impiden que las personas busquen ser mejores por el propio esfuerzo y lleguen a ser superhombres. Nietzsche adoptó una postura reaccionaria y aristocrática.
"Al teatro nadie lleva consigo los más sutiles sentidos de su arte, tampoco el artista que trabaja para el teatro: en él se es pueblo, público, rebaño, mujer, fariseo, ganado con derecho a voto, demócrata, prójimo, congénere, en él hasta la más personal conciencia está sometida a la magia niveladora "del mayor número", en él la estupidez actúa como lascivia y contagio, en él gobierna el "vecino", en él se convierte uno en su vecino... (GC, § 368).
Exaltó a figuras cesaristas como Napoleón Bonaparte, que acabaron con el igualitarismo de la Revolución Francesa, recuperaron los duelos y el código de honor, y devolvieron los valores aristocráticos del triunfo, la fuerza y la conquista.
Nietzsche adopta posturas reaccionarias y enemigas del igualitarismo, entendido como tendencia a que no pueda destacar nadie, ni los que se han esforzado por superarse, y que, según él, se basan en la aritmética y el mero peso del número de las masas. Exaltó a figuras cesaristas y autoritaristas como Napoleón Bonaparte, que acabaron con el igualitarismo de la Revolución Francesa, recuperaron los duelos y el código de honor, y devolvieron los valores aristocráticos del triunfo, la fuerza y la conquista.
"Nuestra fe en una masculinización de Europa. Es a Napoleón (y no absolutamente de ningún modo, a la Revolución Francesa, que iba en pos de la "fraternidad" entre los pueblos y del general y florido intercambio de los corazones) a quien hay que agradecerle que ahora puedan seguir uno a otro un par de siglos guerreros sin igual en la historia, que hayamos entrado, en suma, en la era clásica de la guerra, de la guerra a la mayor escala (de medios, de talentos, de disciplina), de la guerra erudita y al mismo tiempo popular, a la que todos los milenios venideros mirarán retrospectivamente con envidia y veneración, por cuanto verán en ella un ejemplo de perfección: pues el movimiento nacional del que crece esta gloria guerrera es solo la reacción a Napoléon, y sin Napoleón no existiría. A él será lícito atribuirle algún día que el varón haya vuelto a ser señor en Europa sobre el comerciante y el filisteo; quizá incluso sobre la "mujer", que ha sido malcriada por el cristianismo y por el espíritu alucinado del siglo XVIII, y todavía más por las "ideas modernas". [...] Y quién sabe si esta parte del modo de ser antiguo no volverá a enseñorearse del movimiento nacional y tendrá que declararse en sentido afirmativo heredera y continuadora de Napoleón, quien -como es bien sabido- quería a Europa unida, y unida como señora de la Tierra." (GC, § 362).
La
misoginia y el enaltecimiento del poder de Nietzsche, en esta novela, se ven
explicados por una necesidad de evitar al género femenino y al
género humano en general resultado de haber sufrido rechazo por
parte de las mujeres y conflictos con sus amigos varones.
En el texto, se interpreta que la aproximación hacia los demás era entendido por Friedrich Nietzsche como una debilidad: era considerado como una cesión de poder en favor de la petición y exigencia de acercamiento de una persona con la que se tiene una relación cercana.
En
la novela, se ve que es lo que genera sufrimiento es la soledad y el
aislamiento en el que vive Friedrich Nietzsche, resultado de sus
malas experiencias con otras personas y como consecuencia de su moral
"estoica" de endurecimiento. La
desesperación que padece es fruto de su soledad y ella es provocada
por su incapacidad de abrirse, su miedo a los demás, su orgullo y
consecuente falta de reconocimiento de los propios límites. Solamente
cuando reconoce su situación limite, se desahoga y puede calmar su
desesperación.
La soledad de Nietzsche es presentada como causa de su depresión y ella como fruto de su miedo a abrirse. Su endurecimiento queda como un ahogado grito de auxilio, que solamente puede calmarse cuando Nietzsche finalmente habla de sus problemas y logra desahogarse.
Es una gran novela en la que se muestra de forma concreta en qué consiste la filosofía de Nietzsche, por medio del ejercicio de procurar aplicarlo a la vida del Dr. Breuer y a la del propio Friedrich Nietzsche.
Filosofía de Nietzsche
Nietzsche critica la cultura occidental, su sobrevaloración de lo conceptual y su fijación de las ideas, tratadas como eternas. Frente a ello, describe que el mundo y sus conceptos están en devenir, en constante cambio; y, en buena medida, ensalza el papel importante de la emoción en la vida y en la condición humana.
El filósofo alemán Friedrich
Nietsche es el encargado de dar cuenta de la muerte de los
principales conceptos y valores de la modernidad. Su análisis parte
de su crítica a la metafísica occidental. Hasta su fecha, ella
había tratado al ser como si fuese el proceso que da forma y
contenido a todos los seres, presentándoles como eternos e
inmutables.
Hablaba de los seres como si tuvieran una
manera de ser única y no cambiante, dotados de características
inamovibles por las que no pasa el tiempo. P.e. definir al gato como
un felino que caza ratones ahora y siempre.
No solamente eran tratados estas “esencias” como definiciones, sino que se plantean como realidades en el mundo (y los cambios son tratados como meras creencias, forjándose una dualidad de mundos: el de las esencias y el de las apariencias, el eterno y el material, el paraíso y la tierra).
Estas “eternidades” constituyen, según
Nietzsche, un buen refugio para inventarse otros mundos (más
ideales, más puros, más eternos y “más reales”) en los que no
se padezca el doloroso presente y las incertidumbres que dan los
cambios (mundos tales como el paraíso del cristianismo, el mundo de
las ideas de Platón, el futuro progreso...).
La crítica de Nietzsche pasa por la negación de estas “esencias” ante la presencia del proceso llamado devenir (el constante cambio de las cosas). El tiempo pasa, las cosas se deterioran o transforman: no hay un modo de ser fijo, no hay ninguna eternidad. ¿Cómo se puede hablar de fijaciones cuando todo cambia y a cada momento se es distinto?
Esto conlleva, según Nietzsche, la muerte de Dios; es decir, la muerte de todos los absolutos (que están basados en la estabilidad y la certeza de la fijación). Los valores están sustentados en creencias y la muerte de los “seres ideales” y de “otros mundos” conlleva la muerte de sus derivados valores.
Esos mundos soñados son una vía de escape para huir de la dura realidad en la que nada es estable y en la que hay dolor. En el fondo, es un rechazo al dolor. Según Nietzsche, esta actitud es decadente porque es una forma de huida cobarde del dolor. Toda la decadencia viene de este escape.
El “espíritu” de venganza, que hay en algunas morales basadas en el castigo, es el hecho de atribuir que la causa del dolor proviene de otro y atacarle, pensando que así se acaba con el dolor (es la idea de deuda a partir de la que se forma la moral tradicional, según Nietzsche).
El sentimiento de culpa no deja de ser otro tipo de “espíritu de venganza”: se atribuye que la causa del dolor es uno mismo y se piensa que la redención de ese dolor viene del auto-tormento: se espera que con el martirio se acaba el dolor.
La compasión es no poder soportar el dolor ajeno y ayudar al prójimo sin pensar en que es mejor que deba auparse por sus propios medios y ser independiente. Según Nietzsche, la compasión es la forma en la que el débil ataca al fuerte, al que atribuye el dolor, y le obliga a rebajarse para igualarse a él y vivir en la mediocridad.
Nietzsche es
aristocrático, elitista y reaccionario: atribuye a todos los
igualitarismos esta tendencia compasiva hacia la mediocridad, en la
que todos estaríamos igualados , sin que nadie destacase sobre los
otros por sus méritos.
Muertos los absolutos por los que actuar, muertos los valores, en medio de la nada, Nietzsche ve en este final una oportunidad para crear nuevos valores. El nihilismo de Nietzsche no es pasivo, no se limita a negar los valores y dejarnos en el vacío; es nihilismo activo porque asevera que como no hay nada absoluto a lo que estar encadenado, se puede ser creativo e inventar nuestros propios valores.
Encontrarse
que nada es absoluto, más que un motivo de pena, es un
descubrimiento positivo porque muestra que los valores han sido
inventados y que se puede ser creativo haciendo unos nuevos. Puede
que este crear sea la acción resultado de la voluntad de poder o
ella misma.
Nietzsche se vio influido por la filosofía de Schopenhauer. Schopenhauer dividía el mundo como representación y como voluntad.
El
mundo como representación es la forma cómo se nos presenta el mundo
a través de los conceptos, es el hilo de maya del budismo lleno de
confusión e ilusión, y es, en cierta manera, el conocimiento
fenoménico de Kant, que trata acerca de las representaciones del
mundo, los fenómenos, y que no conoce el noúmeno,
las
cosas en sí (las cosas tal como son en realidad y no como se nos
aparecen).
La cosa en sí consistiría en la voluntad que hay en todos los seres, una serie de impulsos internos que presionan al movimiento. En el caso de los seres vivos, consistiría en las necesidades básicas (hambre, sed...) y otras, que presionan sobre ellos.
En
cierta medida, es el deseo budista (o el apego al deseo) que nos
impulsa y nos crea sufrimiento durante toda la vida (nos vemos en la
tensión de necesitar cubrir los deseos, frustrarnos si no lo
conseguimos y decepcionarnos si los cubrimos: satisfacer un deseo da
un reposo momentáneo que lleva luego al tedio y a buscar más porque
nunca es suficiente).
Para Schopenhauer, la vida es tensión; sin embargo, Nietzsche habla más de voluntad de poder que de voluntad de vivir y ve la vida más como energía que como tensión.
Así, Nietzsche plantea un nuevo valor consistente con el mundo en devenir: la voluntad de poder. Ella es el querer ser más grande, ser más fuerte y ser capaz de hacer más y mejores cosas ( querer poder hacer más). Es una voluntad de poder en contacto con otras (porque se da en el mundo) y que requiere lucha (se puede querer lo mismo o chocar), la cual fortalece.
El objetivo final de esta voluntad de poder es el superhombre. El superhombre es un ser que ha pasado por muchas pruebas de fuerza (superar la necesidad de eternidades, superar la compasión y el remordimiento) que le han hecho superar el miedo al dolor, a aceptar el devenir, el mundo y la vida.
Él
ha aceptado la vida en su totalidad (con placer y dolor) y se ha
sumergido en el mundo, tal como la figura de Dionisos, dios a la vez
del vino y de la tragedia. Ha superado el dolor tras haber eliminado
el rencor, la culpa y la compasión a través de haber asumido la
necesidad del dolor.
Ha llegado a esta aceptación
tras superar la idea del eterno retorno (aceptar que la vida que
tenemos la vamos a volver a vivir de la misma forma innumerables
veces). Superada las huidas del dolor, se fortalece y se hace capaz
de decidirse a crear (sobre todo, nuevos valores).
Gracias a ese poder adquirido, ha podido crear como un artista, inventando sus propios valores y, de esa forma, se ha hecho a sí mismo o se ha dado su propia forma de vida según su criterio, haciéndose independiente.
Crítica de Bertrand Russell
a la filosofía de Nietzsche
Bertrand Russell, en su Historia de la filosofía, llega a caracterizar a Friedrich Nietzsche casi como un ser temeroso, cuyo enaltecimiento al poder y al dominio esconde un profundo temor hacia el prójimo. Este miedo quedaría reflejado por la necesidad de tiranizar y anular a los demás por medio del miedo y el sometimiento.
En su hilo descriptivo, Russell considera que Nietzsche hace del desprecio una norma; de la refutación por medio del desprestigio, un modo de persuadir; de la desconfianza, un método crítico adecuado; y del enaltecimiento del odio, un sustento emocional de su moral aristocrática (en la que se pone como deber el uso de la fuerza, la conquista y el dominio de los señores).
Nietzsche adopta posturas reaccionarias y enemigas del igualitarismo, entendido como tendencia a que no pueda destacar nadie, ni los que se han esforzado por superarse, y que, según él, se basan en la aritmética y el mero peso del número de las masas. Exaltó a figuras cesaristas y autoritaristas como Napoleón Bonaparte, que acabaron con el igualitarismo de la Revolución Francesa, recuperaron los duelos y el código de honor, y devolvieron los valores aristocráticos del triunfo, la fuerza y la conquista.
"Nuestra fe en una masculinización de Europa. Es a Napoleón (y no absolutamente de ningún modo, a la Revolución Francesa, que iba en pos de la "fraternidad" entre los pueblos y del general y florido intercambio de los corazones) a quien hay que agradecerle que ahora puedan seguir uno a otro un par de siglos guerreros sin igual en la historia, que hayamos entrado, en suma, en la era clásica de la guerra, de la guerra a la mayor escala (de medios, de talentos, de disciplina), de la guerra erudita y al mismo tiempo popular, a la que todos los milenios venideros mirarán retrospectivamente con envidia y veneración, por cuanto verán en ella un ejemplo de perfección: pues el movimiento nacional del que crece esta gloria guerrera es solo la reacción a Napoléon, y sin Napoleón no existiría. A él será lícito atribuirle algún día que el varón haya vuelto a ser señor en Europa sobre el comerciante y el filisteo; quizá incluso sobre la "mujer", que ha sido malcriada por el cristianismo y por el espíritu alucinado del siglo XVIII, y todavía más por las "ideas modernas". [...] Y quién sabe si esta parte del modo de ser antiguo no volverá a enseñorearse del movimiento nacional y tendrá que declararse en sentido afirmativo heredera y continuadora de Napoleón, quien -como es bien sabido- quería a Europa unida, y unida como señora de la Tierra." (GC, § 362).
Nietzsche en bastantes ocasiones señala que el uso de la fuerza, el odio y tener enemigos son algo positivo, lo ensalza, y lo hace porque considera que gracias a los enemigos hay enfrentamiento que nos endurece y nos hace más fuerte.
"¿Decís que una causa justa santifica hasta la guerra? Pues yo os digo que la guerra justifica todas las causas. La guerra y el valor han conseguido cosas más importantes que el amor al prójimo. Lo que ha salvado a los que estaban en peligro no ha sido vuestra compasión, sino vuestro arrojo. ¿Preguntáis qué es bueno? Ser valiente es bueno. Que sean las niñas las que digan que bueno es lo bonito y lo que conmueve. Se dice que no tenéis corazón; pero vuestro corazón es auténtico, y me encanta que os avergoncéis cuando obráis con cordialidad [...]
Debéis tener enemigos a quienes odiar, no enemigos a quienes despreciar. Debéis enorgulleceros de vuestros enemigos; pues, de este modo, los éxitos de vuestros enemigos serán también vuestros éxitos." (AHZ, Las guerras y los guerreros).
Su superhombre [Übermensch], en la crítica de Russell, quedaría como una suerte de ser solitario y temeroso, paradógicamente. Sería un ser que busca dominar sobre los demás porque teme a las otras personas. En cualquier caso, sería un ser que se aleja de los demás, huye de ellos y se queda solo en el mundo. La fortaleza perfecta no deja entrar el aire.
Cabría pensar si esta descripción no dilucidaría la imposibilidad de llevar a la práctica hasta las últimas consecuencias los planteamientos de Friedrich Nietzsche.
Es posible que sea adecuado que cada persona piense por sí misma, no tome ningún valor de la tradición por supuesto y haya una decisión autónoma sobre la actitud que se va a llevar en la vida, de forma que cada persona elija cómo actuar y qué tipo de vida se quiere tener, haciendo a cada persona dueña de su propia vida y destino.
Sin embargo, la decisión sobre la propia vida también tiene que tener en cuenta a los demás, no solamente porque la sociedad tiene que tener unas normas para que haya convivencia, sino porque la vida sin los demás es imposible (se necesita de otras personas para subsistir, nadie es totalmente independiente) y porque el ser humano también es sociable y afectivo.
En esta novela quedaría reflejada esta consideración de Russell, en tanto en cuanto presenta a un Friedrich Nietzsche que se hace el duro, no pide ayuda y queda solo y debilitado por no tener el valor de pedir ayuda cuando se necesita y por su empeño en no mostrar ninguna debilidad.
Esta tesitura hace que sean atendidas las consideraciones de Russell, que critican la filosofía de Nietzsche en tanto simplificación de los planteamientos acerca del amor al prójimo del humanismo cristiano, la compasión empática del budismo y su excesivo culto al poder y al odio.
Russell plantea que para Nietzsche ambos planteamientos morales son solamente negativos, ausencia de orgullo en la humildad cristiana y búsqueda de falta de sufrimiento respecto al budismo. En el amor universal hay algo más que negación de uno mismo y en el budismo hay algo más que el ascetismo que planteaba Schopenhauer (obsesionado conque la vida es una Voluntad compuesta de deseos que tienen que provocar sufrimiento, y de la que hay que sustraerse con renuncias totales). En ambas posiciones puede haber aspectos positivos, como el amor, el conocimiento y la complacencia en la belleza.
En cualquier caso, la caracterización de Bertrand Russell acerca de la filosofía de Friedrich Nietzsche (sobre sus nociones de voluntad de poder y superhombre) son muy simples, casi simplistas, y no pueden abarcar los complejos matices de su teoría. Russell reduce la filosofía de Nietzsche casi a tópicos y lugares comunes, parece una caricatura de la misma.
Sistema de citas
Bibliografía y webgrafía:
-Adictos a la filosofía: El VITALISMO de NIETZSCHE: https://www.youtube.com/watch?v=wNrV9_tuGlo
-El día que Nietzsche lloró (película completa): https://www.youtube.com/watch?v=2CneK2bURaQ&t=1s