2022(e)ko martxoaren 8(a), asteartea

El amor-camaradería y la igualdad sexual

 

El amor-camaradería

y la igualdad sexual

 

Juan José Angulo de la Calle
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Alexandra Kolantai era una bolchevique leal y conocedora de primera mano de la realidad del proceso revolucionario comunista en Rusia y países del antiguo Imperio zarista. No era nada sospechosa de ser contrarrevolucionaria, pero hizo una crítica a la creciente burocratización.  

 

Haciendo autocrítica, observa que había en los primeros años de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (1917-1923) una Oposición Obrera (protestas y críticas sindicales) y que tiene razón de ser en tanto en cuanto habían dificultades económicas (por la guerra civil y defensa frente a batallones internacionales invasores) y en que se estaba limitando el poder de los trabajadores de los soviets

 

Según Kolantai, se estaba instaurando en los soviets la colocación de especialistas (tecnócratas) como cargos responsables en asuntos económicos y políticos.  Había cierta burocratización, menor escucha a los trabajadores de los soviets (y su consecuente descontento) y la instauración de una primacía del Partido Comunista y de tecnócratas en los consejos (por ser la voz formada principal). Había cierta burocratización, si bien  todavía existían los soviets y eran un espacio para que los trabajadores pudiesen expresarse y participar en los espacios públicos.

 

Kolantai se puso a favor de la Oposición Obrera que pedía más soberanía de los soviets y la entrega del poder económico a las masas (como venía recogido en el programa del Partido Comunista Bolchevique). Ella estaba en contra de la burocracia, por no saber, como saben los obreros, cómo funciona y se administra una industria o unas tierras, por ser una institución que va en contra de la iniciativa y creatividad obrera y porque merma el poder obrero y su autonomía, limita la capacidad de participación de los trabajadores en los consejos obreros o soviets.

 

En el siguiente Congreso del Partido Comunista Bolchevique se aprobó, en cambio, la postura de Lenin, Trotsky y Zinoviev (entre otros) de que, hasta que se forme a los trabajadores en los soviets en economía y política, se mantenga la gestión de personas con estudios en cargos de poder y de organización de los soviets, tierras y fábricas.


 

El "amor" tradicionalista (matrimonio posesivo) 

y "amor" liberal (cosificación sexual femenina)


En el texto La mujer nueva y la moral sexual, y otros escritos se describen todas estas cuestiones. En él se recogen una serie de escritos en el que se plasman las ideas anteriormente descritas: “amor-camaradería” (las relaciones de amor basados en el compañerismo entre iguales), la reivindicación de igualdad entre sexos en cuanto a derechos reales (no meramente formales de las leyes, que luego pueden no seguir su contenido las parejas) y el desarrollo libre de la sexualidad o revolución sexual.


Con el desarrollo de la sociedad, con la industrialización y la difusión de ideas liberales y comunistas (igualitaristas radicales), surgió la mujer trabajadora, cuyo trabajo tenía prestigio [siempre ha trabajado la mujer: en los campos en la antigüedad, edad feudal y modernidad: pero nunca se le había reconocido su trabajo] y le proporcionaba cierta independencia económica (ocupaban puestos bajos y cobrando menos que los hombres: como ahora), y la capacidad de elegir. A pesar de todo, la cultura dominante, tradicionalista y sexista. Ella se nutría de la presión social y familiar, los prejuicios tradicionalistas y puritanos se implantaban desde niñas; en los que asignaba un papel diferenciado e de inferioridad a la mujer. Daba como papel principal de la mujer ser esposa en matrimonios asimétricos; esto es, ella ocupaba todas las tareas del hogar y del cuidado de los hijos: era tratada como la sierva del varón.


La mujer nueva es la mujer luchadora, la trabajadora que se movilizaba y que ocupaba parte de su vida en meterse lícitamente en los asuntos públicos. La res publica también a ella le afectaba y era silenciada de distintas formas: excluyéndola del derecho al voto, exigiéndola silencio en los órganos y agrupamientos políticos, fomentando la “pureza e inocencia femenina”: el silencio y la sumisión. Solamente la mujer combativa, es la mujer que lucha por sus derechos [los deberes ya vienen dados: se trabaja de forma productiva –sino, hay despidos: siempre se trabaja lo que toca; incluso más de lo que corresponde-, se ocupa de parte de las tareas del hogar y paga impuestos forzosamente].


Dicho tipo de mujer se halla en el mundo laboral [con reconocimiento], se mete lícitamente en los asuntos públicos (política, cultura, ciencia y condiciones laborales), se alejan del puritanismo y tratan de vivir su sexualidad en libertad. La mujer obrera también forma parte de esta mujer nueva, logra cierta autoestima por su capacidad productiva y creativa y tiene orgullo de una independencia económica conseguida con muchos sacrificios (las malas condiciones laborales y salariales de las fábricas).


La mujer que con la cultura trata de realizarse como persona, acaba sola: no es tratada en la moral liberal como persona, como alguien que te está con el varón, como una compañía (más bien es utilizada como objeto a poseer sexualmente). Se encuentra al lado de un hombre distante, que no corresponde con al amor que la mujer que le da y que siente.


El “amor romántico” que fomenta la cultura liberal es una nueva ideología del amor: pide a la mujer entregarse, disolver su personalidad; pero esta disolución está disimulada porque no se muestra directamente que se disuelva la mujer a la vida entregada por completo al marido (que es frecuentemente como acaba al final, tras años y años de supuesto amor libre), sino que es una disolución de la personalidad para entregarse a la pareja, entidad exaltada: se vende a la mujer que es la “media naranja” del hombre (mientras que al hombre, no). Kate Miller escribió: “El amor es el opio de las mujeres”.


El “amor romántico”, la mera emoción, no llena a la mujer. Además que, en realidad, supone entregarse ciegamente a la pasión y suspender el juicio de lo que está pasando (la entrega al varón y la disolución de la individualidad). La mujer nueva no se deja atrapar por este amor, que no le satisface (no es encuentro entre sujetos).


La mujer más activa es la revolucionaria. Dedica su vida a la propaganda y agitación, a sus ideales, y al trabajo. Por tanto, no tiene como fin principal “como mujer” el emparejarse y tiene relaciones esporádicas. Conseguir relaciones de pareja no es la finalidad de su vida: tiene prioridades más importantes, que son más relacionadas con su vida, su situación y su identidad personal, situada en la conciencia de clase.


La mujer no debe ser sierva del varón; puestos a entregarse a la dedicación hacia alguien, lo mejor es dedicarse a colaborar con los más explotados (que están en nuestra misma situación, misma situación: conciencia de clase). El “amor romántico” es un señuelo para que la mujer no busque de por sí el placer sexual, sino para enredarla en el matrimonio tradicionalista, en la que ella es la sirvienta del varón y niñera de sus hijos: una sierva, una esclava del varón.


El “amor romántico”, con su retórica, le convence a la mujer para que se “disuelva”: pierda la individualidad para entregarse al “amor”, al sentimiento de ser “media naranja” de la entelequia que es la supuesta “pareja” (la verdadera pareja sentimental propiamente dicha consiste en una relación de dos personas en igualdad). La “pareja liberal” es ser parte de la dualidad y no ser sí misma. La mujer nueva sabe reaccionar y recuperar su propia voz.


El fomentado “amor-romance” y “liberal” es una nueva forma para que la mujer sea tratada como objeto (objeto de deseo, objeto sexual a poseer) y que acabe “disolviéndose” supuestamente en el amor: pero en realidad es sacrificar la individualidad y terminar sirviendo al varón (que no renuncia a la individualidad y, entonces, puede tomar las iniciativas –órdenes- y estar en posición superior a la mujer). Para vencer la trampa del “amor-romance” se debe luchar contra su planteamiento, replantear el amor y formarse acerca de las trampas de los seductores (los donjuanes que halagan mujeres, las seducen, las poseen y luego las abandonan de diversas formas –separación, enfriamiento o distanciamiento-).


La cultura dominante que fomenta el “amor-liberal y el “amor-romántico”, con toda su fuerza retórica (su capacidad de persuadir, convencer y seducir), no puede con la mujer moderna, consciente de que ella ha sido autosuficiente e independiente; y ya no tiene la resignación de la mujer educada en el pasado y a la que se le convenció de que, aunque trabajara (como jornalera del campo cobrando poco y sin independencia económica), debía casarse en el matrimonio tradicional (en el que era sierva de su marido).


Aunque haya alguna mujer que sea mujer nueva y se case por el matrimonio tradicionalista con todos los “valores” (ser buena ama de casa o sierva, y la exaltada maternidad-dedicación total o ser niñera de sus propios hijos, sin compartir tareas con el varón), su individualidad y carácter no se ven socavados como en el pasado: no hay sumisión, ni servilismo, ni resignación, ni actitud acrítica y pasiva de la mujer a la que le imponían un papel de servidumbre en el pasado. Aún pasada por todos los trámites y asunciones que suponen el matrimonio conyugal y su consecuente asimétrica vida conyugal, todavía le queda a la mujer nueva la crítica racional, la reflexión y formas de rebeldía.


A pesar de lo descrito, es posible dentro del matrimonio haber libertad para ambos en el caso de que haya compañerismo (algún tipo de amor camaradería). La mujer nueva puede casarse con un hombre que sinceramente esté a favor de la igualdad y que, como la ama, quiere que sea feliz (siendo libre y en relaciones de felicidad). En todo caso, Kolantai lo expresa así: “Marido y mujer viven en su propio mundo. Ella consagrada al arte y él dedicado a la investigación científica. Constituyen una pareja de buenos compañeros, unidos por lazos espirituales sólidos, que no impiden su mutua libertad.”1


La mujer nueva arranca las cadenas impuestas a su sexo por la cultura dominante, la tradición ultraconservadora, la presión social y familiar reaccionaria.


El problema no es el matrimonio en sí: el matrimonio civil es más libre y, en el tradicional o religioso, la pareja puede decidir romper con el rituales tradicionalistas como el de las “arras” –compra de la mujer- y las costumbres sexistas de las diferentes tradiciones; y vivir más allá de los papeles tradicionalistas que han sido asignados. El amor puede ser libre, puede serlo en una relación de compañerismo, una relación entre iguales: un “amor-camaradería”.


Lo que debe procurarse es romper los esquemas de los papeles tradicionales (repartir tareas y estar en igualdad real) y romper también con la idea del amor como “entrega al amor” (de hecho, acaba siendo entrega de la mujer al hombre como sierva) y su forma edulcorada de presentarla como “amor romántico” (que se reduce, de facto, a la seducción de un “donjuán” libertino –que, al final, usa a la mujer como objeto sexual- o acaba en matrimonio tradicionalista).


El “amor-romance” que se fomenta con todo el romanticismo del mundo es, realidad, “disolver” la individualidad [la de la mujer, no se exige en el hombre] para entregarse del todo al amor del hombre (dejando de ser sujeto y frenando una relación entre iguales enriquecedora para ambas personas) y ser su “media naranja” (una persona que no está “entera” o que no se completa si no está atada a otra persona); un hombre que después, cuando finalmente ella está atada por los papeles jurídicos del matrimonio o la dependencia económica (las mujeres cobran menos que los hombres en los mismos puestos y con el mismo grado de trabajo –o mayor incluso-), la trata como sierva Se debe romper con el “amor-romance” en su forma liberal. Para romper la trampa del “amor-romántico” debe luchar contra él y formarse contra sus artimañas.

 

 El amor-camaradería y la igualdad sexual en el comunismo


La mujer nueva procura tener un amor que no es posesivo, favorable a que su pareja pueda poder romper con ella (si la emoción amorosa desaparece o si, de forma natural e incontrolada, se enamora de otra persona) e ir con otra mujer: está a favor del amor sin ataduras forzosas, acepta un cierto “amor libre” (la situación en la que en la pareja, sin encadenamientos, está junta mientras las dos personas lo quieran y que no estén retenidas y atadas forzosamente).


El amor tiene que ser “amor-camaradería”, amor de compañeros: ser personas que están en la misma posición [de clase, conciencia de clase]: personas deben ser tener relaciones en las que ambas sean tratadas como iguales en tanto en cuanto ambos son miembros de la misma clase y posición social; y consecuentemente, en la misma posición, han de tener ambos las mismas libertades, sin constricciones, ni ataduras férreas. “En Maia se manifiesta ya un sentimiento complementario desconocido de la mujer del pasado: el sentimiento de colectividad, de compañerismo.”2


Las mujeres nuevas realizan justas exigencias al varón, que con el tiempo se vuelve frío y distante (o rupturista). Frente a maridos que no prestan atención a la esposa, y los “donjuanes” que fingen interés, fingen ser comprensivos y las seducen psicológicamente hasta lograr manipularla, a través de artimañas, mentalmente y, después, corporalmente (hasta la posesión del mismo como si fuera un objeto).


La mujer nueva exige respeto, reivindica su personalidad y la valora. No consiente que nadie la ningunee, la desvalorice y niegue su individualidad. “La mujer contemporánea se hace exigente. Desea y exige el respeto a su personalidad, a su alma; pretende que se tenga en consideración su “yo”. No consiente el despotismo.”3


El amor que espera la mujer es el amor hacia su personalidad y no ser simplemente deseada como cuerpo (no quiere ser tratada como objeto, objeto de deseo y sexual). Quiere cariño. Buscan un “amor-compañerismo”: un amor con libertad e independencia, sin ataduras férreas (posesivas). Tiene unas exigencias mínimas, pide que se le trate como una persona, estar en unas relaciones de igualdad y con una libertad sin encadenamientos. La mujer nueva lucha con el “amor romántico”, en el que pierde individualidad para entregarse (“disolverse”) al “amor” (al varón, en realidad).


La mujer nueva elige al varón con el que quiere estar; es libre: sin matrimonios concertados, sin presiones sociales y familiares que le afecten de verdad. La mujer nueva es capaz de usar sus fuerzas para tener la oportunidad de elegir su pareja, puede tomar iniciativas y puede elegir libremente. No es ya un sujeto pasivo u objeto que entrega el padre en el matrimonio tradicionalista. Ella toma sus propias decisiones y, por tanto, puede tener iniciativa sexual. Puede buscar el gozo sexual para ella y no esperar pasivamente que la improbable comprensión del hombre le facilite que él se dé cuenta de que no solamente debe buscar su propio placer –posesión de la mujer como objeto-, sino que debe preocuparse de proporcionar placer a su pareja (y preguntarle cómo hacer que goce más). No, ahora la mujer es sujeto activo en la sexualidad y se ocupa de procurarse el placer ella misma, tomando la iniciativa en las actividades sexuales.


La mujer nueva es el producto del desarrollo material histórico, que ha permitido que haya mujeres que, con el acceso a un tipo de trabajo que tiene prestigio [no como el trabajo de jornalera o de obrera en las fábricas: minusvalorado por cobrar poco –y menos que sus compañeros de trabajo varones] y le permite ser independiente económicamente.


Además, el movimiento obrero ha permitido que surgieran mujeres más igualitaristas debido al activismo obrerista de mujeres trabajadoras de fábricas que realizan la lucha de clases contra las desigualdades. Ellas tienen conciencia de clase, son activistas de la lucha de clases y, por supuesto, favorables a todo igualitarismo.


Prioritariamente el movimiento obrero busca mejores condiciones laborales e igualdad en el ámbito social; pero, en su compromiso por la igualdad, trasladan ese compromiso hacia la igualdad sexual: sobre todo porque en él se van sumando un número grande de trabajadoras, que están también en las fábricas, también son explotadas –más que los varones- y se ven presionadas materialmente (y mentalmente por la conciencia de clase que adquieren) a la lucha de clases.

Aparte de que el sexismo en la forma contemporánea es de origen burgués, está basado en la propiedad privada: los esposos se comportan posesivos y dominantes con las mujeres porque la noción de propiedad privada cala, de forma subconsciente, hasta la mentalidad de ellos (por otro lado, acrítica y aprovechada de la situación por parte de ellos) y las tratan como si fueran siervas. Engels lo describe así: “La familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica más o menos disimulada de la mujer y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales. […] El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella el proletariado.”4


La mujer trabajadora se ha visto en una situación de independencia tal, que los antiguos valores impositivos hacia las mujeres, les resultan inadmisibles dada su relativa “libertad” y su no dependencia económica respecto a un esposo o hacia un padre, o hacia cualquier otra persona que no sea ella misma. En su trabajo encuentra condiciones laborales impuestas, formas de explotación y abusos, que la conducen a la lucha obrera. En ella, encuentran un movimiento insertado en la lucha de clases, en la lucha contra las desigualdades, y se introduce en un activismo que la lucha en pro de las relaciones igualitaristas (también en la sexualidad); en contra de todas las formas de opresión de la burguesía (la patronal). Empieza a ser combativa y reivindicativa.


La mujer obrera en lucha de clases forma una moral nueva. Su lucha contra la dominación clasista (de la la clase alta sobre las demás, que se ven dependientes económicamente y socialmente a la primera), su lucha de clases, es una lucha por la igualdad (social, principalmente); una lucha que, en su principio igualitarista, en consistencia con su igualitarismo, se conduce a trasladar la lucha igualitaria a todos los ámbitos (como la igualdad entre sexos y el establecimiento de relaciones sexuales en régimen de igualdad –y libertad: el “amor libre”, fomentado por las distintas organizaciones obreristas –sobre todo los anarquistas, más libertarios-). El movimiento obrero, opuesto a toda forma de alienación, defiende la individualidad, desarrollo de la humanidad y las relaciones sanas de la camaradería y la solidaridad (ayuda mutua entre iguales por tener intereses compartidos, hasta llegar a ser internacionalista –por medio de las diferentes Asociaciones Internacionales de los Trabajadores).


La lucha contra la opresión de clases y por la igualdad, lleva a la mujer obrerista a luchar por la igualdad en todos los ámbitos (tanto en derechos como en deberes tales como el reparto de tareas de la casa y cuidados, y las relaciones sexuales en igualdad). La propia lucha de clase necesita de mujeres obreras combativas para lograr aumentar su fuerza (y por tanto, sus camaradas varones las tendrán que tratar de forma adecuada, con compañerismo, pero también con respeto y con igualdad –por ser de la misma clase obrera-; de forma que sean elementos activos: con personalidad propia y capacidad crítica para los debates de los Comités de huelga). En definitiva, Kolantai considera que las mujeres obreristas son la vanguardia de la lucha femenina por lograr iguales derechos y deberes, la igualdad de sexos y el fomento de las relaciones sexuales igualitaristas.


Se debe romper con la moral tradicionalista bajo todas sus formas; hasta debe una ruptura con su versión más moderna y respetuosa con la mujer, porque, en realidad le exige a ella introducirse en el matrimonio tradicionalista en la que de hecho es sierva y se le fuerza a tener hijos, tratando la reproducción como una elección libre de la mujer por considerar la maternidad algo maravilloso, sino que es exigida forzosamente por ser presentada como norma moral utilitarista: la reproducción es útil para la sociedad; y no se tiene en cuenta a la mujer como sujeto que, como tal, puede y debería poder tomar sus propias decisiones. Frente a este código moral, se debe fomentar el legítimo desenvolvimiento de la sexualidad, que es una necesidad.


La transformación de las relaciones sexuales a ser de verdadero amor: en igualdad y libertad, mediante plantearlas como una forma de compañerismo. Se requiere un cambio total de la sociedad: la actual sociedad fomenta el amor burgués, formar una pareja atada por un contrato económico como el matrimonio y, así, encadenando a las personas emparejadas.


Hay que destruir sus estructuras como la propiedad privada, que subconscientemente conduce a actitudes posesivas en el matrimonio planteado como contrato comercial (reparto de bienes en propiedad). Un contrato que es asimétrico porque de facto, de hecho, conduce a que en muchos casos la mujer se ocupe de la mayor parte de las tareas del hogar y cuidados –cuando no todas, aunque trabaje fuera de casa), reduciendo a la mujer en la sierva del varón por tener dependencia económica al hombre –que cobra más que ella: en la actualidad en Europa, cobra más o menos un %16 menos que los varones5 y la proporción es aún mayor en países del tercer mundo- y merced a esa dependencia, a no poder subsistir (o a tener dificultades) sin el mayor salario masculino, se ve presionada a cumplir que le exige el marido (como si de un contrato laboral se tratase) y acaba siendo sierva del varón.


Todo esto es una clara translación del tipo de relaciones sociales que impulsa la burguesía o patronal (división social del trabajo y división de la sociedad en una estratificación de clases). Por tanto, Kolantai deduce que hay que romper con todos los impuestos esquemas (económicos y sociales, que luego se trasladan a los esquemas mentales y a las actitudes), transformando la sociedad: realizando la revolución social y estableciendo el comunismo: esta ideología -en parte filosofía y en parte economía política de Marx y Engels-, en principio, defiende la liberación total del ser humano – fomenta la eliminación de explotación, alienaciones y conquista de la democracia por la clase obrera6- y el igualitarismo –la sociedad sin clases y la eliminación de todo tipo de desigualdades-).


La mujer tradicionalista está unida al marido por estar atada económicamente, es tratada como una propiedad (“la mujer entregada al marido” y “comprada” simbólicamente con el rito de las arras, dotes y otros rituales posesivos tradicionlalistas); así, el marido suele ser posesivo y no da felicidad a nadie: no busca la satisfacción sexual ni amorosa (el matrimonio burgués y rutinario acaba “enfriando” las pasiones): solamente es una relación orientada a la reproducción forzada (por las presiones sociales).


Kolantai considera que el matrimonio tradicionalista (con ataduras férreas) es absurdo: muchos son concertados (puro comercio) y no se basa en el amor. El voto de unión exclusiva no se garantiza: no se basa en el amor, ni siquiera en la confianza; ya que los esposos ni siquiera se conocen. El matrimonio tradicionalista se basa en la propiedad, permite que haya aparición de celos: es posesivo. Esto es debido a cómo está ritualizado con el rito de las arras o las dotes –en otras religiones, rituales que pueden ser voluntarios-; a las ideas prejuiciosas y tradicionalistas que le acompañan como el papel del varón como proveedor del dinero y el de la mujer de ser ama de casa –sierva-; y a la dependencia ecónomica de la mujer respecto al varón: depende de él porque aunque trabaje cobra menos que él: es producto de la explotación burguesa y a su división clasista, posible gracias a la propiedad privada de los medios de producción o empresas (que permite al burgués imponer en su empresa las condiciones de los contratos a firmar por los candidatos –en los que el parado no tiene fuerza para negociar, salvo que haya lucha obrera-).


El matrimonio burgués influido por la cultura y valores predominante (de la clase dominante, la burguesa) trae a ambas partes prejuicios. Va contra ambos esposos, no deja libertad para ser uno mismo, se diluye cada miembro del matrimonio en la “pareja”; y, en la entrega al “matrimonio”, se quita tiempo para cada uno para ser uno mismo y se dedica todo el tiempo al “modo de vida matrimonial natural” (convencional, es un modo de vida forzosa y artificiosa que obliga a vivir en la entelequia de la “ser dos en uno”; estar en un grupo cerrado y reducido, sin haber trabajado antes la individualidad; una individualidad trabajada que podría participar mejor y de manera más activa y con ganas en la relación de pareja). Además, se fomenta en él la rutina y la muerte de la pasión, por no fomentar el constante desarrollo de la sexualidad y la afectuosidad.


Fuera del matrimonio descrito, hay otras formas de amor que también son tóxicas y en la que se utiliza a la mujer como objeto. El “amor libre” que los hombres buscan está imbuido por los prejuicios del matrimonio tradicionalista (pasión posesiva) y la prostitución (tratar a la mujer como objeto y poseerla físicamente sin reservas por el “derecho” del cliente que paga). No hay amor, sólo hay trato de la mujer como posesión y objeto. No puede haber amor verdadero, amor libre, en nuestra sociedad: las relaciones o bien acaban en matrimonio tradicionalista, o bien termina en ruptura.

 

Amor-camaradería y comunismo:

igualdad social y sexual 


Según Kolantai, solamente el movimiento comunista, con sus reivindicaciones igualitaristas (eliminación de clases y de todas las desigualdades) y libertadoras (buscan la conquista obrera de la democracia, como viene en el Manifiesto comunista7), permite la posibilidad de plantear un amor libre propiamente dicho. El comunismo busca: 1) la igualdad económico-social: quitar la sociedad clasista y la explotación: no pagar al trabajador en función de lo que produce; 2) la ausencia de toda jerarquía opresiva (los cargos en los consejos obreros son rotativos y destituibles por ellos); 3) los matrimonios civiles (menos posesivos por ser la separación o divorcio más viable); 4) la lucha contra opresión (división social del trabajo y sociedad clasista) y abuso (explotación y la alienación).


Las relaciones sexuales deben basarse en el igualitarismo comunista, el que disuelve las diferencias económicas entre clases y, por ende, entre sexos: por eliminar las dependencias económicas (en la sociedad sin clases, si es realmente sin clases ni desigualdades, entonces no habrá diferencia de retribución entre hombres y mujeres) y las ataduras encadenadas (el comunismo busca, en principio, la liberación total de la humanidad: generaría formulaciones jurídicas igualitarias para las parejas: como unos matrimonios civiles en los que el divorcio sea fácil y asequible).


El comunismo, en sus programas al menos, fomenta la igualdad, la eliminación de desigualdades económicas (y con ello, como ya he referido antes, implica eliminar toda posibilidad de dependencia económica de la mujer respecto a su esposo o pareja masculina de hecho); y fomenta la solidaridad: las relaciones de ayuda mutua entre iguales (igualitarismo puro), entre compañeros, entre camaradas con la misma posición (y libertades).


Según Kolantai, el amor posesivo es derivado de la propiedad privada, se trata a la mujer como parte del patrimonio (pero llamada: “matrimonio”). La idea de propiedad, según Kolantai, subliminalmente lleva a la noción subconsciente de que la esposa es algún tipo de propiedad [se ve porque en ellas pueden aparecer celos: no deseo de lo mejor para la persona amada, aunque sea con otra persona; es querer que la relación sea un compromiso contractual inviolable, negación de la posibilidad de elegir a la mujer en cualquier momento –siempre bajo el respeto-, y atadura férrea: signos de actitudes posesivas].


En resumen, los tres factores del sexismo son: 1) el egocentrismo exacerbado: buscar solamente el propio placer por medio del “uso” de la mujer o posesión de la mujer, tratada como objeto a utilizar para lograr el placer individualista (solamente el propio placer sexual, sin tener en cuenta a la otra persona) del hombre, que ni siquiera se plantea que la mujer procurar el placer también de la mujer, a la que no como como su igual o como sujeto (sino, no podría “usarla” y la tendría en cuenta); 2) las tendencias, prejuicios y actitudes posesivas, derivadas de la noción de propiedad privada; y 3) la desigualdad de hecho (que no de justicia) de los sexos, cuya existencia no es cuestionada y es asumida como algo “natural” o “normal”.


El amor no debe ser una pasión desatada que nos encadene y determinen su vida (hacia ser esposa-sierva), sino como una fuerza positiva que no constriña la personalidad, sino que refuerce la personalidad al lado de otra persona, que es su igual y quiere que se desarrolle como persona. Kolantai reivindica, a sus camaradas comunistas, que la cuestión sexual debe formar parte del programa comunista (muy centrado en la lucha de clases, en la revolución social y su consecuente eliminación de las clases sociales), puesto que se rige por el principio “a cada cual con su facultad, a cada cual según su necesidad” (necesidades sexuales y amorosas incluidas), y busca la libertad y bienestar general de la humanidad.


Además, la lucha de clases busca la igualdad y la eliminación de los intereses encontrados de los grupos humanos [no debe haber un varón con el interés de tener a la mujer como su sierva de la casa]: entre este igualitarismo, se encuentra la consecución de unas relaciones sexuales igualitarias y armoniosas. Es fundamental porque en las relaciones sexuales se juegan las relaciones personales, que pueden ser orientadas al igualitarismo (amoroso y simpatía hacia los camaradas de lucha), un compañerismo a la lucha de clases reforzada por los afectos entre camaradas y por crear un grupo unido afectuosamente que formará la Comunidad comunista y transformará la sociedad a una sociedad en la que todo el mundo será compañero y sin distinciones jerárquicas: sin clases de ningún tipo.


Esto es, se debe fomentar un amor en relaciones de igualdad en la que los dos miembros de la pareja (si no deciden ampliar el número de personas con las que establecer relaciones sexuales) en relaciones de igualdad, en los que ambos se respeten y valoren, reconociéndose mutuamente como sujetos con personalidad (y nunca ser tratados como objetos de deseo, esposas-siervas y mujeres como objeto sexual); y admitiendo la libertad de ambos (contra las ataduras férreas y las dependencias económicas); permitiendo expresarse que en la relación en la que se está, se está en ella porque se quiere y no por presiones sociales y familiares, convenciones, tradiciones y servilismo tradicionalista de la mujer y otras formas de opresión que atan abusivamente y forzosamente a la pareja.


La solución se dará cuando se establezcan en la pareja relaciones de igualdad, compañerismo entre personas de la misma posición: camaradería. En el “amor-camaradería” las parejas se tratarían como compañeros, como se tratan entre sí los compañeros de trabajo: se tratarían como iguales. Se debe lograr supera el amor tal como se entiende ahora: dentro de una pareja comprometida o atada por contratos y por presiones sociales que repudian la posibilidad, considerándola como traición, falta de “palabra y compromiso”, infidelidad o ataque a la persona con la que se rompe la relación (que es resultado de factores emocionales importantes, como el darse cuenta finalmente que no son compatibles, que surja otro amor mayor hacia otra persona –son cosas que pasan- o que la pasión haya desaparecido). El amor tiene que ser concebido como algo que no debe conformarse y que debe expandirse lo máximo posible (ampliación de los afectos, muestras de cariño y extrapolación hacia los demás como simpatía). El amor debe extender todas sus potencialidades.


[…] La Humanidad no encontrará solución a este problema hasta que no haya enseñoreado de su alma el “potencial de amor”, hasta que el concepto de libertad en el matrimonio y en la unión libre no sea un hecho consolidado; en suma, hasta que el principio de camaradería no haya triunfado de los conceptos tradicionales de desigualdad y de subordinación entre los sexos. Sin una reconstrucción total y fundamental de nuestra psicología es insoluble el problema sexual.”8


Según Kolantai, el nuevo grupo de vanguardia social lleva en su proyecto: el igualitarismo, la ayuda mutua y la solidaridad entre personas de la misma posición: la búsqueda de satisfacer los intereses compartidos, los interesesde clase o condiciones laborales y sociales en general, pero también la satisfacción de las necesidades cuyo incumplimiento conlleva formas de alienación (duramente criticadas por las distintas organizaciones obreristas y socialistas –utópicos, científicos o marxistas, y libertarios o anarquistas-).


Bajo el lema de Marx: “a cada cual con su facultad, a cada cual con su necesidad”, se expresa el reparto de recursos en función de necesidades [que puede confluir con su lema: “a cada cual con su capacidad” o reparto en función del valor real que cada trabajador genera, si se crea un Estado Social que atienda a las personas que, por las razones que fueren, con sus retribuciones no cubren sus necesidades materiales]. Se señala que es para satisfacer la necesidad sobre todo en cuanto a la retribución, pero Marx denunció todas las formas de alienación: por tanto, se puede extender esa proclama de satisfacer la necesidad, procurando satisfacer el resto de necesidades humanas (para evitar la alienación).


El comunismo busca el igualitarismo total: busca eliminar las clases, en pro de acabar de “la dominación y explotación del hombre por el hombre” [en palabras de Marx, hoy matizaríamos con más finura y se diría que hay que acabar con la dominación de una parte de la humanidad sobre el resto de personas –sin invisibilizar a la mujer, generalizando al hombre como sinónimo de ser humano, cuando realmente es solamente es la mitad de la población-). El comunismo, por lo menos en su programa, busca la igualdad real y total por medio de la eliminación de clases (como forma de eliminar toda forma de relaciones de dominio y subordinación. También es extrapolable al resto de ámbitos de la vida, fuera aparte de los socio-económicos: los ámbitos familiares, relaciones interpersonales igualitarias en general, relaciones sexuales en libertad e igualdad entre sexos [y géneros].


Los comunistas, en su programa al menos, van contra la burguesía y todos sus abusos:


  1. la explotación laboral (no pagar al trabajador por lo que produce);

  1. la Ideología clasista (las ideas dominantes que tratan de esconder la realidad social interna de la sociedad, usando conceptos vagos, abstractos y vagos –para evitar que la gente piense en la realidad concreta y el concreto abuso clasista explotador- como “democracia” –meramente formal-, “libertad”, “igualdad” (formal, no real) y “fraternidad” –no mencionan la sororidad-), y que no sirven para que la persona se sienta realizada (son puras abstracciones y las personas tienen necesidades materiales, laborales –poder hacer trabajo creativo y no alienante- y sociales);



  1. la alienación filosófica-abstracta-ideológica individualista: reducirse a ser “individuo” en abstracto: ser considerado como ser “atomizado”, el “individuo en general”: el individuo es la base de la sociedad según el liberalismo, sin atender que todo individuo es un ser social y con relaciones, un individuo al que se pretende que olvide su ser social y su conciencia de clase, fomentando el culto al individuo separado del grupo social al que pertenece, la clase trabajadora, mientras la burguesía actúa como clase organizada y dominante (en la Patronal, la banca y el IBEX 45), dando como resultado la creación de un individuo abstraído que no se puede realizar como persona (se le simboliza, no se trabaja la necesidad de creatividad, está alienado en el trabajo por no lograr mejoras por lucha social y está socialmente mal: explotado, y alienado en el trabajo y en la vida)9;


  1. la falta de libertades reales, la democracia liberal es democracia meramente formal y no real: los poderes fácticos del capital presionan a los gobiernos para cumplir sus intereses particulares frente a los de las personas trabajadoras [los grandes partidos que forman gobiernos se financian con préstamos de bancos y donaciones “anónimas” muy generosas –de grandes empresarios-, a la que corresponden cumpliendo los intereses de la clase capitalista; y logrando después puestos altos en las empresas beneficiadas, lo que se conoce coloquialmente como “puertas giratorias”, entiendo personalmente, a cambio a “los servicios prestados”]: el comunismo, en teoría, busca la liberación humana en su completitud (sin ningún tipo de alienación: laboral, filosófica-ideológica, política, social y sexual).


Kolantai señala que el movimiento obrerista da pasos a avances en las relaciones sociales. Su máxima expresión es el proyecto comunista, que trata de destruir la sociedad capitalista (en la que hay diferencias de clase y dominación clasista), y todos sus abusos burgueses, permite la posibilidad de dar paso a construir un igualitarismo total, en todos sus ámbitos (social, político, económico y sexual). Considera que la construcción del comunismo es la reconstrucción de la sociedad en pro del logro del igualitarismo total (también entre sexos) y la libertad humana general (permitiendo una revolución sexual, necesaria porque en ella se juegan las relaciones sociales, que pueden ser de “amor-camaradería”, refuerzo del compañerismo de la lucha social y parte de la formación de la conciencia de clase). 

 

Concluye Kolantai señalando que el partido comunista puede y debe tratar la revolución sexual, que consider a que no es algo secundario y cuestión a postergar hasta la consecución de la revolución, sino que forma parte de la lucha social en tanto en cuanto en las relaciones sociales se juegan las relaciones sociales, la igualdad de sexos hace que la mujer pueda participar en la lucha de clases y un amor replanteado como compañerismo reforzaría al grupo: daría más unidad, haría que los lazos entre compañeros fueran más estrechos y que se identifiquen más entre ellos, y un “amor-camaradería” se podría extender al resto de compañeros como simpatía, reforzando la unidad del grupo por medio de una ligazón afectiva.


La sociedad comunista debe afianzar el “amor-camaradería, para que las personas se vean emocionalmente vinculadas e impulsadas a la solidaridad (ayuda a otras personas de tu misma posición, clase, al entender que todos tienen los mismos intereses comunes como clase –e.g. si una fábrica hace huelga, otras se pueden solidarizar y apoyarlos de alguna manera-) y que debe haber ayuda mutua entre iguales. El “amor-camaradería” superaría el supuesto “amor libre” liberal y burgués, que no deja de ser una doble moral en la que se perpetúa el sexismo: permite “amor libre” al hombre, se valora como ilustrado y racional buscar el placer en otras mujeres –de la forma que sea-, sin ninguna consulta a su pareja oficial y sin respeto a ello; y luego, considera escandaloso si su esposa realiza exactamente lo mismo. La mencionada afectividad de “amor-camaradería” superaría estas absurdas desigualdades, al estar basadas en el igualitarismo comunista. 

 

Además este amor puede “desplegarse” o extenderse hacia los compañeros de clase en forma de una simpatía que refuerza el apoyo mutuo en el trabajo (para la mejor construcción de la sociedad comunista –al menos, sobre el papel-), el sentimiento de grupo (que está unido afectivamente) y, por consiguiente, esta afectividad, este “amor-camaradería”, ayuda a la lucha de clases, a la revolución proletaria y a la construcción del comunismo (formando un grupo cohesionado y unido, vinculado por el afecto).


Kolantai presenta los elementos distintivos de la nueva moral mínima para las relaciones sentimentales entre sexos: igualdad entre sexos (ausencia en todos los ámbitos de formas de subordinación o, incluso, de servilismo de la mujer respecto al hombre); reconocimiento mutuo de los derechos, sin ataduras férreas y permitiendo la posibilidad de poder hablar acerca de tener relaciones sexuales con otras personas a la vez (siempre desde el respeto mutuo –se tendría que cerrar esa posibilidad si una de las dos personas se pueda sentir mal por ello-); relaciones de fraternidad y sororidad, unidas en la relación de compañerismo; amor abierto y sin crear núcleos afectivos casi exclusivos (como la familia nuclear mal llevada, que puede conducir al aislamiento de la pareja de sus amigos y conocidos); y amor extendido, en la medida de lo posible, al colectivo bajo la forma de simpatía (hacia los compañeros de trabajo y los camaradas de la lucha de clases o de construcción de la revolución social).


Bibliografía:


-Engels, Frederich 1968: El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado.  Traducción: J. L. P.  San Sebastián: Equipo Editorial.


-Kolantai, Alejandra 1976: La mujer nueva y la nueva moral, y otros escritos. Traducción: María Teresa Andrade. Madrid: Editorial Ayuso.


-Kolantai, Alejandra 1976: La Oposición Obrera. Madrid: CASTELLOTE EDITOR.


- Zetkin, Clara 1925: “Entrevista realizada por Clara Zetkin a Vladímir Lenin en 1924”. La Caja de Herramientas. Subida en: http://archivo.juventudes.org/clara-zetkin/entrevista-realizada-por-clara-zetkin-vlad%C3%ADmir-lenin-en-1924 (consultada el 17 de junio de 2019)

 


1 Kolantai, Alejandra 1976: La mujer nueva y la nueva moral, y otros escritos. Traducción: María Teresa Andrade. Madrid: Editorial Ayuso, pp. 56-57.

2 Ibíd., p. 64.

3 Ibíd., p. 65.

4 Engels, F. 1980: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.  Traducción: J. L. P. Madrid: Editorial Júcar, p. 71.

5 Gastesi, Aintzane 2018: “Europa no consigue cerrar la brecha salarial: Las mujeres cobran un 16% menos que los hombres.” La Vanguardia. Subido en: https://www.lavanguardia.com/economia/20180308/441345415228/dia-mujer-8m-huelga-feminista-brecha-salarial-ue.html (consultado el 9 de junio de 2019).

6 Marx, Karl 1998: “Manifiesto comunista”. Traducción: León Mames, in Ramón Andrés (ed.), Marx. Vida, pensamiento y obra (pp. 215-252). Madrid: Editorial Crítica, p. 237.

7 Marx, Karl 1998:Manifiesto comunista”. Traducción: León Mames, in Ramón Andrés (ed.): Marx. Vida, pensamiento y obra. Madrid: Editorial Crítica, p. 237.

8 Ibíd., p. 121.

9 Marx, Karl 2010: Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, Madrid: Biblioteca Nueva.

 

 

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