Eros y civilización
Juan José Angulo de la Calle
Represión innecesaria
Marcuse, en Eros y
civilización, caracterizaba la historia de las sociedades
como la historia de la represión (represión de la búsqueda de los
placeres o de la satisfacción). Siguiendo a Freud, explica que,
aparentemente, los impulsos, si no son controlados, son peligrosos y
van contra la estabilidad de la sociedad, dado su desenfreno y afán
de posesión (de recursos o, incluso, de las personas como objeto de
deseo sexual).
El principio del placer (la
búsqueda impulsiva de la satisfacción) deberá ser restringida
según Freud para adecuarlo a un principio de la realidad (ajustarse
al entorno por medio de la consciencia de la realidad vigente y el
control de los impulsos, aceptando la represión y la frustración)
por medio de la cultura, de forma que se cree una civilización
normalizada.
De esa forma, el ego (la
conciencia) se organiza a partir del principio de la realidad y guía
su vida por la razón. La cual le permite diferenciar lo nocivo de lo
útil, lo bueno de lo malo, y lo verdadero de lo falso. Dicha
organización deja de lado la fantasía fuera, ligada al principio
del placer.
La escasez de recursos es el
principal motivo de la represión. Como no hay suficientes recursos
de subsistencia para todos, se debe fomentar que las personas
destinen sus energías al trabajo y la producción más que a otro
tipo de actividades (sexuales, artísticas o cualquiera que busque la
satisfacción).
De esa forma hace asumir a las
personas una disciplina que les permita restringir su búsqueda de la
mayor satisfacción posible y a conformarse.
Marcuse objeta a estas
afirmaciones que el principio de realidad es histórico y la
adaptación a la realidad depende del tipo de realidad o sociedad de
cada época.
El principio de realidad
depende de la estructura económica y social que tiene cada momento
de la historia, con sus correspondientes relaciones sociales y sus
formas de dominación dentro de la estratificación social.
Marcuse distingue entonces dos
tipos de represión: represión básica o necesaria para la
perpetuación de la especie humana y represión excedente. La
represión excedente es el resultado de la dominación social, de una
distribución injusta de los recursos y de la explotación.
Destaca que el principio de
realidad tiene en cada época una forma distinta, según su
estructura económica y social (a la cual llama principio de
actuación). Atribuir a la escasez la justificación del principio de
actuación presente es falaz, dado que la escasez no es tal.
La cuestión no es que no haya
recursos para todos, sino que el reparto de dichos medios de
subsistencia es injusto, restringido y derivado de la explotación
del capitalismo.
La escasez no proviene de una
realidad material dada, a la que atenerse, sino a una distribución
injusta de los recursos con sus formas de dominación clasistas que
son las que la crean.
La escasez es impuesta. Dicha
imposición es derivada de unas formas de dominación jerárquica
ejercidas por parte de las clases poseedoras.
Represión y capitalismo
Entonces, el principio de
actuación de la etapa capitalista es fomentado por las jerarquías
para fomentar un tipo de organización del trabajo.
En esa administración de la
producción, al trabajador se le exige una disciplina y una represión
de sus impulsos y deseos.
De esa forma, se consigue que
él asuma la restricción de la búsqueda de la satisfacción (de más
recursos) y se centre en un trabajo que no tiene que ver con sus
deseos.
La disciplina laboral
establecida le da a entender que debe reprimirse para producir en un
trabajo en el que no se desarrolla sus inquietudes ni su búsqueda de
satisfacción.
En cambio dicho régimen
consiste en un modo de producción impersonal, sin relación con los
objetivos del empleado, conforme a las exigencias de la empresa
privada y el mercado capitalista.
El sistema económico-social
fomenta un principio de actuación, una represión de los impulsos
establecida, para generar actitudes tendentes a la producción y al
beneficio de los propietarios. Fomenta que los trabajadores se
resignen a someterse a la disciplina de un trabajo impersonal y que
no tiene presentes los deseos del trabajador.
Propicia que se autorregulen
los obreros para adaptarse al estado de cosas actual y olviden sus
deseos de más recursos. Una búsqueda de mayor satisfacción o de
más cantidad de recursos les llevaría a buscar otro tipo de modelo
socio-económico (que no esté sometido a este tipo de régimen).
La sociedad, así establecida,
impulsa un modo de vida moderado y en el que los impulsos son
desplazados o dejados a la espera de verse cumplidos tras el proceso
productivo.
El modo de vida tiene que ser
establecido de esa manera para responder a una disciplina laboral con
unos ritmos acelerados de vida -horarios, intensidad laboral por las
exigencias de la producción y del mercado-.
Esta moral del trabajo se ve
defendida por las ideas dominantes que fomentan este tipo de vida
resignado. Se impulsa esta tendencia para
que los trabajadores no centren sus energías en sus propios impulsos
(intereses particulares, inquietudes, deseos, ilusiones)
Esto sirve para que destinen
todas las fuerzas a un tipo de producción objetivo, que no tiene en
cuenta las necesidades subjetivas de los productores (tales como la
satisfacción en el trabajo, la gratificación de aportar algo
positivo o beneficioso para la sociedad...).
El capitalismo tiene que ver
con intereses extraños a los creadores de bienes y servicios
(beneficios del empresario) y las exigencias del mercado dirigido por
las grandes fortunas, que actúan como oligopolios o de forma
monopolística con su capacidad de presión y de compra de la mayoría
de activos.
Es una producción en la que
se utilizan los recursos (sean materias primas de la naturaleza o
sean recursos humanos) como instrumentos para un tipo de creación de
bienes y servicios.
Su único objetivo no es el
logro de la gratificación, sino la obtención del mayor beneficio.
Es un modo de producción basado en un tipo de trabajo que no tiene
nada que ver con la personalidad de los trabajadores.
Él consiste en una división
social del trabajo compuesto de relaciones sociales asimétricas
(jerarquías y formas de dependencia entre clases) y en el que el
trabajo de cada persona está especializado, tipificado y demarcado.
Además este modo no permite el desenvolvimiento de facultades
personales o capacidades creativas: las tareas están demarcadas de
antemano y no se pueden realizar aportaciones propias, convirtiendo
el trabajo en algo impersonal.
En términos marxistas, se
podría decir que la presión para reprimir los deseos de mejoras y
la resignación al presente son una forma de alienación. Lo son en
tanto en cuanto el trabajo no tiene nada que ver con el trabajador.
Es impersonal: se trabaja para beneficio de alguien externo, el
empresario, y para el mercado.
Esto quiere decir que este
tipo de trabajo se encuentra fuera de las inquietudes del trabajador,
es ajeno a él. Por eso, se fomenta la resignación y represión de
sus inquietudes como una forma de virtud o disciplina.
Se ha de controlar el Eros. El
Eros es el deseo, la tendencia a atender solo a los intereses
personales o el afán por mayores recursos, satisfacción y calidad
de vida.
En el principio de actuación
contemporáneo, se ha de reprimir el deseo no solo porque dicho
auto-control hace que los trabajadores se ajusten a los ritmos de
trabajo establecidos de forma disciplinada y con resignación.
Se impone esta represión
excesiva porque si las personas se guiasen por el principio del
placer, si se decidiesen a buscar gratificación en la vida, tendrían
que ir contra el sistema económico-social que los domina y reprime.
Imaginación y
sociedad lúdico-artística
Una vez que se dieran cuenta
que en la vida se puede gozar, además de vivir para cumplir con los
deberes morales y las obligaciones laborales, las personas buscarían
la satisfacción por sí misma.
Cuando se dieran cuenta que la
vida también tiene que ver con la gratificación, la buscarían no
solamente en la sexualidad, sino que también la querría en el resto
de aspectos de la vida.
Ello llevaría a buscar
mejoras en la calidad de vida, mejoras en las condiciones laborales
(sin explotación laboral y alienación) y conduciría a la lucha
social; a efectos reales, se tendrían que retomar las suspendidas
luchas de clases, de forma que se consigan retribuciones en función
de lo que los trabajadores producen realmente y no un mero salario
menor.
Se lucharía por un trabajo en
mejores condiciones y en el que no hubiera ningún tipo de
embrutecimiento por las exigencias de un mercado competitivo y que
solamente responde a la acumulación de capitales a cada vez menos
manos, por medio de explotación laboral y especulación en
libertinaje comercial de los grandes financieros sin regulación (una
desregulación especulativa que permite la formación de burbujas
financieras y consecuentes crisis).
Un principio del placer
desatado iría contra las formas de dominación. Los trabajadores
lucharían por el cambio social y procurarían crear otras formas de
producción, distribución y de relaciones sociales que les
permitiesen el desarrollo de sus facultades, capacidades, inquietudes
y deseos. Según Marcuse, lo harían porque interpretarían que en el
estado de cosas presente no es posible el desarrollo de la persona y,
en la búsqueda de la gratificación, procurarían construir otro
modelo socioeconómico.
Marcuse muestra que hay otras
maneras de vivir la sexualidad. La cultura sexual se ha reducido
mucho a la mera genitalidad y a relacionarla con sensaciones de la
vista y el oído (la máxima difusión de la pornografía y el abuso
de imágenes de mujeres-objeto en la publicidad).
El autor defiende que las
sensaciones del olfato y el gusto han sido dejado de lado, pese a ser
más sensibles e intensas. La cultura europea ha ensalzado las obras
artísticos e iconos que son conocidos de forma pasiva por medio de
imágenes, esculturas y piezas musicales.
Sin embargo, la sexualidad,
sensualidad y sensibilidad se puede tratar de forma más extensa,
incluso dentro de la propia cultura conceptual y el arte. Lo
representa por medio de los mitos de Prometeo, Orfeo y Narciso.
Prometeo sería el condenado
al trabajo y a la disciplina férreo del poder, representada por sus
cadenas y el castigo físico frente a los deleites de la
sensibilidad.
Orfeo logra con su música
domar a las fieras y calmar la ira de los argonautas con su armonía.
Es la representación de que el arte puede hacer gozosa la realidad,
sin necesidad de someter a la naturaleza ni de utilizarla.
Narciso se enamora de sí
mismo. Vive su sexualidad en solitario. Es la muestra de que se
puede explorar el cuerpo, experimentar con las propias zonas erógenas
y centrarse en las propias sensaciones.
Se puede lograr mucha
satisfacción con la vida sexual en solitario, una vez que se hacen
ensayos para encontrar los focos de la sensibilidad sensual, que
tiene mucha razón de ser porque siempre se encuentra el placer
sexual en las propias sensaciones y los estímulos del organismo.
El gozo contemplativo
proporciona mucha gratificación porque en el juicio de belleza,
según Kant, hay un juego; se produce un juego conceptual entre el
entendimiento (noción general de belleza) y la imaginación
(concreción de una obra de arte bella, o un ser hermoso, concreta
bajo unas formas determinadas). Se puede lograr satisfacción
sensible de una forma ordenada a través del arte y la imaginación.
Marcuse hace un ejercicio de
imaginación y postula que podría ser posible otro tipo de sociedad,
basada en el placer de la creatividad. Es posible otro tipo de
sociedad porque se dispone de tecnología suficiente como para
producir los recursos necesarios para subsistir y permite la
liberación de tiempo.
Si se centrase la producción
a la producción de los productos de primera necesidad, se dejaría
la sobreproducción de productos innecesarios y un reparto equitativo
daría una organización de la sociedad en la que no hubiera escasez
y hubiese igualdad real.
Así, toda persona tendría
cubiertas sus necesidades básicas, no tendría que trabajar de más
y dispondría de tiempo para actividades más creativas. Permitiría
que las personas se desarrollasen en una actividad productiva
relacionada con el diseño, la imaginación y la generación de
productos artísticos o artesanales útiles.
Marcuse defiende se podría
crear una sociedad lúdico-artística en la que el trabajo físico se
podría reducir debido a la mecanización y se dejase tiempo para un
trabajo más creativo basado en el uso de la imaginación, y que
proporcionaría placer satisfactorio de forma ordenada y sin excesos.
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