2021(e)ko urtarrilaren 28(a), osteguna

La vida como literatura

 

La vida como literatura


Juan José Angulo de la Calle


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Los seres vivos tienen que estar constantemente en movimiento, aunque sea por la presión de las necesidades más básicas o por evitar el dolor que da el agarrotamiento de las partes del cuerpo que no se mueven. Hacia dónde dirigir el movimiento es la cuestión. Los animales se ven impelidos por las directrices programadas de sus instintos. Las personas, carentes de instintos totalmente deterministas, actúa en función de otro tipo de indicaciones.


La acción se interpreta como intencional si se le atribuye la composición de creencias y deseos. Las personas puede que actúen movidos por una intención, porque buscan algo que consideran que vale la pena el esfuerzo. Desean algo positivo (deseo) y realizan la acción que entiendan que es la mejor forma de acceder a ello (según sus creencias). Si las creencias e ideas muestran que un curso de acción es realmente positivo o deseable, además de eficaz para su logro, entonces llevará a cabo dicha acción.


Las acciones se realizan por algo, porque tienen “sentido”, una razón de ser. Si cada acción tiene que tener un “sentido”, entonces el conjunto de acciones que se hacen con miras a largo plazo, también puede ser objeto de atribución de razón de ser. Se puede buscar un objetivo para cada etapa de la vida o un objetivo en la vida.


Las personas nos contamos “relatos”, tratamos de explicarnos a nosotros mismos por qué vivimos. La vida, así, se interpreta similar a la literatura, una narración con un comienzo (planteamiento de qué se va a hacer con la vida, sueños, ilusiones...), una trama (el desenvolvimiento de las acciones y el proceso de aprendizaje ensayo-error para corregir los planes a medio plazo para que ayuden al gran plan a largo plazo que es el objetivo en la vida) y un final (en la que se consigue cumplir con nuestras expectativas y supuestamente lleguemos a ser felices). 

 

 Construimos nuestra vida en función de estos planteamientos, dentro de nuestras capacidades y limitaciones construimos nuestras propias vidas (dentro del margen de las posibilidades que permite la realidad).


Durante la vida, dotada de tantos años, pueden aparecer varios planes de vida, en función de cambios de parecer y replanteamientos; pero eso no implica que no se pueda buscar un gran relato vital y existencial. Nuestros aspectos físicos y biológicos también influyen sobre nosotros, las personas no viven puramente de sus ideales y pueden ser sacrificados en pos de necesidades más básicas (fisiológicas, afectivas, emocionales...).


La vida es más que nuestras ilusiones y nos afectan los avatares de la vida, llegando a la renuncia de los sueños, la resignación o la bajada de expectativas. Es muy difícil que personas, que son limitadas, puedan satisfacer los deseos humanos, que son potencialmente ilimitados (dada la imaginación y la capacidad de crear nuevos conceptos con el lenguaje). No siempre se vive en función de grandes objetivos e ilusiones. La realidad al final siempre se impone.


Sin embargo, la vida puede ser vista como una “historia”, un “relato” que nos contamos a nosotros mismos, a pesar de que se es consciente que las cosas no tienen por qué pasar como pretendemos y que puede que no logremos el final esperado. La vida puede ser interpretada como literatura, una narración que procuramos que se cumpla.


La vida puede contemplarse estéticamente, se puede tener un momento de parada para observar lo que hemos vivido y lo que pretendemos hacer con nuestra vida, y ser tratado como una obra de arte, susceptible de ser objeto de juicios estéticos, tales como la belleza y la sublimidad. 

 

La vida puede ser vista como hermosa, horrible o tan sobrecogedora y apabullante que nos parezca sublime. La vida puede ser vista como una obra que se puede contemplar, que nos da una contemplación que nos puede deleitar (si no es especialmente dura y dolorosa). La vida puede ser vista como arte.


La existencia puede ser entendida como una tragicomedia, compuesta por igual por dolores y alegría, pero compuesta de una “trama” que se trata trágicamente de construir en función de nuestros objetivos, aunque no se sepa muy bien cuál será al final, dadas nuestras limitaciones. 

 

Puede ser contemplada desde fuera, estéticamente y enjuiciada en función de valores como la belleza y sublimidad. Esto permite un distanciamiento, muchas veces necesario por la crudeza de la vida. Está claro que la vida se vive y se sufre, pero eso no quita que no pueda ser contemplada... y soñada.


Biblografía:


-Bloch, Ernst  1977: El Principio Esperanza.  Madrid: Aguilar.

 

-Elster, John 2007: Explaining Social Behavior. Cambridge: Cambridge

University Press.


-Nehamas, Alexander 2002: Nietzsche. La vida como literatura. México, D.F. : Fondo de Cultura Económica.

 

-Ortega y Gasset, José 1998: Unas lecciones de metafísica.  Madrid: Alianza Editorial.

2021(e)ko urtarrilaren 27(a), asteazkena

Juicio de sublimidad en Kant


 

Juicio de sublimidad de Kant


Juan José Angulo de la Calle



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Lo sublime y terrible en el arte clásico: la tragedia clásica

 

 

Cuando se habla de lo sublime, se suele referir una obra que supera las expectativas y los límites; suele dar cuenta de lo que nos sobrecoge y da gozo ambiguo porque se da alivio respecto a lo inmenso y terrible, al haber distancia en la contemplación.


Si el sufrimiento no es absoluto, tal vez se pueda interpretar la vida como una tragedia. Según Aristóteles, en la contemplación de la tragedia se vive el dolor del héroe por compasión y nos aliviamos cuando se descarga toda la tensión cuando él recibe su brutal dolor final en el que acaba todo su dolor con el fin de la vida o con una acto brutal totalmente violento, apoteosis de la tensión trágica, pero fin.


Un ejemplo paradigmático es la tragedia de Edipo. Edipo mató a su padre sin saber quién era, venció a la esfinge y se casó con la reina de Tebas, su madre, sin saber quién era. El incesto produjo una maldición en Tebas. Cuando Edipo descubre la verdad que su saber no vio, se arranca los ojos. La brutalidad final descarga tensión.


La tragedia de Orestes, a su vez, representa mucho la tragedia clásica porque muestra toda la carga fatalista, situaciones límites e irresolubles de ellas; una historia trágica que solamente puede resolverse con la brutalidad final trágica, en forma del desgarramiento de las Furias en su proceso para convertirse en Euménides.  

 

Orestes se vio en una situación irresoluble, trágica. Según su moral, debía vengar a su padre matando a su asesina: su madre. Si no vengaba a su padre, le atormentarían las Furias; pero si lo hacía, las Furias le atormentarían por ser vil matricidio. Sufrió horrores hasta Atenas. Allí los atenienses votaron en favor de perdonar a Orestes y la Furias, frustradas, sufrieron el desgarro interno por no ver cumplida la venganza que las nutre y sufren brutalmente hasta convertirse en Euménides, diosas protectoras de las nuevas leyes.


El dolor de la vida podría verse como tragedia sublime. La existencia es una tragedia porque en ella hay sufrimiento y dolor por ser mortales y limitados; quizás se pueda interpretar como tragedia, algo que se puede contemplar y gozar con ella como algo terrible y excesivo, pero puede que soportable si se puede ver como sublime.

 

La vida es una tragedia porque se compone de penalidades, angustia, ansiedad, sufrimiento y miles formas de dolor. Los seres sintientes tenemos que sufrir porque tenemos una sensibilidad que nos hace susceptibles de sentir las alteraciones externas e internas, que tienen que venir por el enfrentamiento con otros derivados de los conflictos de intereses y por el efecto del deterioro del paso del tiempo. 

 

La vida es siempre sufrimiento porque los seres humanos somos limitados y nos tienen que afectar las cosas, y entonces hay fatalidades (dolor, muerte..) que deben superarnos. Asumir que el dolor es necesario, no hay remedio.

 

La vida es sufrimiento, debemos sufrir porque somos limitados y nos tienen que afectar todas las fatalidades (dolor, angustia, enfermedades, vejez...) que nos ocurren y que nos dañan. 

 

La vida es una tragedia, pero puede que como tal nos pueda conmover si la vemos como una historia, dramática y quizás hermosa en tanto humana, y nos resulte sublime (algo inmenso que nos sobrecoge, pero gozoso de forma ambigua, tras verla como una historia a contemplar).

 

El juicio sublime según Kant

 

Existen en el arte otros valores estéticos aparte de la belleza. Además de la belleza, las obras de arte pueden ser valoradas como sublimes en función de nuestra capacidad de enjuiciamiento estético.


El juicio de belleza es un juicio de gusto o de sentimiento en el que se logra el disfrute ante la contemplación de partes de la realidad articulando sensaciones bajo formas armónicas y ordenadas. 

 

Lo sublime, por su parte, es un juicio de sentimiento acerca de aquello que nos sobrecoge, hacia lo inmenso, lo informe. Es sentirse desbordado por lo inconmensurable o por lo que nos supera. Ante algo inmenso y que parece va más allá de toda comprensión, nos sentimos abrumados y entonces surge el juicio de sublimidad.


Kant distingue entre lo sublime matemático y lo sublime dinámico. Por un lado, lo sublime matemático consiste en el intento de encarar la noción de infinito en un espacio limitado. La imaginación trata de abarcar lo inmenso pero es incapaz, no puede dar cuenta de la infinitud o la inmensidad y deja paso a la razón. 

 

Al verse inadecuada para captar la inmensidad por la sensibilidad, siente respeto por lo que le supera, lo cual conlleva displacer y placer por igual. Cuando en la noche contemplamos la inmensidad del espacio, nos sentimos sobrecogidos, ínfimos y sentimos respeto por el universo, que nos absorbe y abarca.


En lo sublime dinámico nos encontramos ante algún fenómeno cuyo poder es mucho mayor al nuestro. Ante aquello que tiene gran potencia o poder, las fuerzas de la naturaleza, nos sentimos superados. Ese juicio nos da dolor y tensión por vernos insignificantes frente a una naturaleza mucho más potente. 

 

Sin embargo, la distancia nos da cierto alivio y nos permite darnos cuenta que, por muy poderosa que sean las fuerzas naturales, nosotros podemos elegir y ellas no. Ellas están determinadas y nosotros somos seres con conciencia y libre arbitrio. 

 

Al ver que tenemos cierta libertad frente a la naturaleza bruta, sentimos alivio y placer, y se despierta el sentimiento moral. La naturaleza puede ser inmensa, pero el sujeto tiene conciencia y cierta libertad: eso le pone por encima del cosmos.


Ante aquello que nos resulta demasiado para nosotros, ante lo que nos resulta violento, hostil o grotesco podemos distanciarnos de ello e interponerle el juicio de lo sublime y disfrutar de la capacidad de contemplar sabiendo que no anula nuestra conciencia porque todavía somos capaces de juzgarlo estéticamente y sabiendo que por mucho que nos supere seguimos teniendo capacidad de elección y de poder intentar sobreponernos. Frente a aquello que nos desborda, tenemos la posibilidad del disfrute con el juicio estético de lo sublime.


La promesa realista de que ante lo aparentemente absoluto podemos conseguir conseguir un placer junto al displacer, supone una herramienta útil para soportar la realidad. 

 

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Francamente, resistir pagando un precio de displacer resulta muy verosímil y viable dada la realidad presente, la búsqueda de ilusión parece ingenua e ilusa dado que tenemos que vivir en un mundo en el que el sufrimiento es la norma y el gozo, una excepción. 

 

 

 

En un mundo de abusos y dolor, tener que pagar una contrapartida parece más realista que un puro gozo fruto de un optimismo desbordado y voluntarista, aparentemente negador de la realidad o evasivo de ella.



Bibliografía:

 

-Ardeo Rubio, Iñaki 2005: “Fundamentos de estética”, in: Revolución Neolítica, n. 5. Donostia/San Sebastián: Ti.Ta. Editores asociados.

-Crespo Sánchez, Javier 2004 “Apuntes sobre belleza y sublimidad en Kant y Schiller”, in: Thauma, n. 3. Donostia/San Sebastián: Vicerrectorado de alumnos de la UPV/EHU, pp. 30-45. 

-Kant, Immanuel 2001: Crítica del juicio. Trad. Manuel García Morente. Madrid: Espasa Calpe.


2021(e)ko urtarrilaren 26(a), asteartea

"Eros y civilización" de Marcuse

 

Eros y civilización


Juan José Angulo de la Calle


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 Represión innecesaria

 

 

Marcuse, en Eros y civilización, caracterizaba la historia de las sociedades como la historia de la represión (represión de la búsqueda de los placeres o de la satisfacción). Siguiendo a Freud, explica que, aparentemente, los impulsos, si no son controlados, son peligrosos y van contra la estabilidad de la sociedad, dado su desenfreno y afán de posesión (de recursos o, incluso, de las personas como objeto de deseo sexual). 


El principio del placer (la búsqueda impulsiva de la satisfacción) deberá ser restringida según Freud para adecuarlo a un principio de la realidad (ajustarse al entorno por medio de la consciencia de la realidad vigente y el control de los impulsos, aceptando la represión y la frustración) por medio de la cultura, de forma que se cree una civilización normalizada.


De esa forma, el ego (la conciencia) se organiza a partir del principio de la realidad y guía su vida por la razón. La cual le permite diferenciar lo nocivo de lo útil, lo bueno de lo malo, y lo verdadero de lo falso. Dicha organización deja de lado la fantasía fuera, ligada al principio del placer. 


La escasez de recursos es el principal motivo de la represión. Como no hay suficientes recursos de subsistencia para todos, se debe fomentar que las personas destinen sus energías al trabajo y la producción más que a otro tipo de actividades (sexuales, artísticas o cualquiera que busque la satisfacción).


De esa forma hace asumir a las personas una disciplina que les permita restringir su búsqueda de la mayor satisfacción posible y a conformarse.


Marcuse objeta a estas afirmaciones que el principio de realidad es histórico y la adaptación a la realidad depende del tipo de realidad o sociedad de cada época.


El principio de realidad depende de la estructura económica y social que tiene cada momento de la historia, con sus correspondientes relaciones sociales y sus formas de dominación dentro de la estratificación social.


Marcuse distingue entonces dos tipos de represión: represión básica o necesaria para la perpetuación de la especie humana y represión excedente. La represión excedente es el resultado de la dominación social, de una distribución injusta de los recursos y de la explotación.


Destaca que el principio de realidad tiene en cada época una forma distinta, según su estructura económica y social (a la cual llama principio de actuación). Atribuir a la escasez la justificación del principio de actuación presente es falaz, dado que la escasez no es tal.


La cuestión no es que no haya recursos para todos, sino que el reparto de dichos medios de subsistencia es injusto, restringido y derivado de la explotación del capitalismo.


La escasez no proviene de una realidad material dada, a la que atenerse, sino a una distribución injusta de los recursos con sus formas de dominación clasistas que son las que la crean.


La escasez es impuesta. Dicha imposición es derivada de unas formas de dominación jerárquica ejercidas por parte de las clases poseedoras. 

 

 

Represión y capitalismo 



Entonces, el principio de actuación de la etapa capitalista es fomentado por las jerarquías para fomentar un tipo de organización del trabajo.


En esa administración de la producción, al trabajador se le exige una disciplina y una represión de sus impulsos y deseos.


De esa forma, se consigue que él asuma la restricción de la búsqueda de la satisfacción (de más recursos) y se centre en un trabajo que no tiene que ver con sus deseos. 


La disciplina laboral establecida le da a entender que debe reprimirse para producir en un trabajo en el que no se desarrolla sus inquietudes ni su búsqueda de satisfacción.


En cambio dicho régimen consiste en un modo de producción impersonal, sin relación con los objetivos del empleado, conforme a las exigencias de la empresa privada y el mercado capitalista.


El sistema económico-social fomenta un principio de actuación, una represión de los impulsos establecida, para generar actitudes tendentes a la producción y al beneficio de los propietarios. Fomenta que los trabajadores se resignen a someterse a la disciplina de un trabajo impersonal y que no tiene presentes los deseos del trabajador.


Propicia que se autorregulen los obreros para adaptarse al estado de cosas actual y olviden sus deseos de más recursos. Una búsqueda de mayor satisfacción o de más cantidad de recursos les llevaría a buscar otro tipo de modelo socio-económico (que no esté sometido a este tipo de régimen).


La sociedad, así establecida, impulsa un modo de vida moderado y en el que los impulsos son desplazados o dejados a la espera de verse cumplidos tras el proceso productivo.


El modo de vida tiene que ser establecido de esa manera para responder a una disciplina laboral con unos ritmos acelerados de vida -horarios, intensidad laboral por las exigencias de la producción y del mercado-. 


Esta moral del trabajo se ve defendida por las ideas dominantes que fomentan este tipo de vida resignado.  Se impulsa esta tendencia para que los trabajadores no centren sus energías en sus propios impulsos (intereses particulares, inquietudes, deseos, ilusiones)


Esto sirve para que destinen todas las fuerzas a un tipo de producción objetivo, que no tiene en cuenta las necesidades subjetivas de los productores (tales como la satisfacción en el trabajo, la gratificación de aportar algo positivo o beneficioso para la sociedad...).


El capitalismo tiene que ver con intereses extraños a los creadores de bienes y servicios (beneficios del empresario) y las exigencias del mercado dirigido por las grandes fortunas, que actúan como oligopolios o de forma monopolística con su capacidad de presión y de compra de la mayoría de activos.


Es una producción en la que se utilizan los recursos (sean materias primas de la naturaleza o sean recursos humanos) como instrumentos para un tipo de creación de bienes y servicios.


Su único objetivo no es el logro de la gratificación, sino la obtención del mayor beneficio. Es un modo de producción basado en un tipo de trabajo que no tiene nada que ver con la personalidad de los trabajadores. 


Él consiste en una división social del trabajo compuesto de relaciones sociales asimétricas (jerarquías y formas de dependencia entre clases) y en el que el trabajo de cada persona está especializado, tipificado y demarcado. Además este modo no permite el desenvolvimiento de facultades personales o capacidades creativas: las tareas están demarcadas de antemano y no se pueden realizar aportaciones propias, convirtiendo el trabajo en algo impersonal.


En términos marxistas, se podría decir que la presión para reprimir los deseos de mejoras y la resignación al presente son una forma de alienación. Lo son en tanto en cuanto el trabajo no tiene nada que ver con el trabajador. Es impersonal: se trabaja para beneficio de alguien externo, el empresario, y para el mercado.


Esto quiere decir que este tipo de trabajo se encuentra fuera de las inquietudes del trabajador, es ajeno a él. Por eso, se fomenta la resignación y represión de sus inquietudes como una forma de virtud o disciplina.


Se ha de controlar el Eros. El Eros es el deseo, la tendencia a atender solo a los intereses personales o el afán por mayores recursos, satisfacción y calidad de vida.


En el principio de actuación contemporáneo, se ha de reprimir el deseo no solo porque dicho auto-control hace que los trabajadores se ajusten a los ritmos de trabajo establecidos de forma disciplinada y con resignación.


Se impone esta represión excesiva porque si las personas se guiasen por el principio del placer, si se decidiesen a buscar gratificación en la vida, tendrían que ir contra el sistema económico-social que los domina y reprime.  

 


Imaginación y 

sociedad lúdico-artística



Una vez que se dieran cuenta que en la vida se puede gozar, además de vivir para cumplir con los deberes morales y las obligaciones laborales, las personas buscarían la satisfacción por sí misma.


Cuando se dieran cuenta que la vida también tiene que ver con la gratificación, la buscarían no solamente en la sexualidad, sino que también la querría en el resto de aspectos de la vida.


Ello llevaría a buscar mejoras en la calidad de vida, mejoras en las condiciones laborales (sin explotación laboral y alienación) y conduciría a la lucha social; a efectos reales, se tendrían que retomar las suspendidas luchas de clases, de forma que se consigan retribuciones en función de lo que los trabajadores producen realmente y no un mero salario menor.


Se lucharía por un trabajo en mejores condiciones y en el que no hubiera ningún tipo de embrutecimiento por las exigencias de un mercado competitivo y que solamente responde a la acumulación de capitales a cada vez menos manos, por medio de explotación laboral y especulación en libertinaje comercial de los grandes financieros sin regulación (una desregulación especulativa que permite la formación de burbujas financieras y consecuentes crisis).


Un principio del placer desatado iría contra las formas de dominación. Los trabajadores lucharían por el cambio social y procurarían crear otras formas de producción, distribución y de relaciones sociales que les permitiesen el desarrollo de sus facultades, capacidades, inquietudes y deseos. Según Marcuse, lo harían porque interpretarían que en el estado de cosas presente no es posible el desarrollo de la persona y, en la búsqueda de la gratificación, procurarían construir otro modelo socioeconómico.


Marcuse muestra que hay otras maneras de vivir la sexualidad. La cultura sexual se ha reducido mucho a la mera genitalidad y a relacionarla con sensaciones de la vista y el oído (la máxima difusión de la pornografía y el abuso de imágenes de mujeres-objeto en la publicidad).


El autor defiende que las sensaciones del olfato y el gusto han sido dejado de lado, pese a ser más sensibles e intensas. La cultura europea ha ensalzado las obras artísticos e iconos que son conocidos de forma pasiva por medio de imágenes, esculturas y piezas musicales.


Sin embargo, la sexualidad, sensualidad y sensibilidad se puede tratar de forma más extensa, incluso dentro de la propia cultura conceptual y el arte. Lo representa por medio de los mitos de Prometeo, Orfeo y Narciso.


Prometeo sería el condenado al trabajo y a la disciplina férreo del poder, representada por sus cadenas y el castigo físico frente a los deleites de la sensibilidad.


Orfeo logra con su música domar a las fieras y calmar la ira de los argonautas con su armonía. Es la representación de que el arte puede hacer gozosa la realidad, sin necesidad de someter a la naturaleza ni de utilizarla.


Narciso se enamora de sí mismo. Vive su sexualidad en solitario. Es la muestra de que se puede explorar el cuerpo, experimentar con las propias zonas erógenas y centrarse en las propias sensaciones.


Se puede lograr mucha satisfacción con la vida sexual en solitario, una vez que se hacen ensayos para encontrar los focos de la sensibilidad sensual, que tiene mucha razón de ser porque siempre se encuentra el placer sexual en las propias sensaciones y los estímulos del organismo.


El gozo contemplativo proporciona mucha gratificación porque en el juicio de belleza, según Kant, hay un juego; se produce un juego conceptual entre el entendimiento (noción general de belleza) y la imaginación (concreción de una obra de arte bella, o un ser hermoso, concreta bajo unas formas determinadas). Se puede lograr satisfacción sensible de una forma ordenada a través del arte y la imaginación.


Marcuse hace un ejercicio de imaginación y postula que podría ser posible otro tipo de sociedad, basada en el placer de la creatividad. Es posible otro tipo de sociedad porque se dispone de tecnología suficiente como para producir los recursos necesarios para subsistir y permite la liberación de tiempo.


Si se centrase la producción a la producción de los productos de primera necesidad, se dejaría la sobreproducción de productos innecesarios y un reparto equitativo daría una organización de la sociedad en la que no hubiera escasez y hubiese igualdad real.


Así, toda persona tendría cubiertas sus necesidades básicas, no tendría que trabajar de más y dispondría de tiempo para actividades más creativas. Permitiría que las personas se desarrollasen en una actividad productiva relacionada con el diseño, la imaginación y la generación de productos artísticos o artesanales útiles.


Marcuse defiende se podría crear una sociedad lúdico-artística en la que el trabajo físico se podría reducir debido a la mecanización y se dejase tiempo para un trabajo más creativo basado en el uso de la imaginación, y que proporcionaría placer satisfactorio de forma ordenada y sin excesos.

   

Bibliografía:

 

 

-Azurmendi, Joxe (1984): El hombre cooperativo. Pensamiento de Arizmendiarreta. Oiartzun: Caja Laboral Popular.

 

-Katz, Claudio (2010): La economía marxista hoy. Madrid: Maia Ediciones.

 

-Keeran, R. & Kenny, Th.  (2010): El socialismo traicionado.  Detrás del colapso de la Unión Soviética. 1917-1991.  Barcelona: El Viejo Topo.

 

-Freud, S.  (2017): El malestar en la cultura.  Madrid: Akal.

 

-Marcuse, H. (2002): Eros y civilización.  Traducción: Juan García Ponce.  Barcelona: Editorial Ariel.

 

-Marx, K. (2008): El capital.  México D. F.: Siglo XXI editores.

 

-Roemer, J. E. (1995): Un futuro para el socialismo.  Barcelona: Editorial Crítica.

 

-Roemer, J. E. (1989): Teoría general de la explotación y de las clases.  Madrid: Siglo XXI editores.

 

-Voslensky, M. (1981): La nomenklatura.  Los privilegiados en la U.R.S.S.  Barcelona: Editorial Argos-Vergara.

 

2021(e)ko urtarrilaren 25(a), astelehena

Antropología filosófica

 Antropología filosófica


Juan José Angulo de la Calle

 

 

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La antropología filosófica es la reflexión general que trata de definir el concepto de humanidad. Procura explicar en qué consiste ser humano, cuál es la cualidad denominada humanidad y qué papel ocupa el ser humano en el mundo.


Hasta la época contemporánea no había existido la antropología filosófica como rama de la filosofía independiente y separada. Había formado parte de cuestiones filosóficas que la abarcaban (teoría del ser, ética...).


Scheler indica que no sabemos bien lo que somos, pero indica que, al menos, somos conscientes de esta carencia. Según Scheler, ha habido muchas “imágenes” o concepciones de la humanidad, pero eran soluciones dentro de una filosofía más global (con todo su entramado ético, gnoseológico...). En su época no había una filosofía específica del ser humano.


Max Scheler hizo una clasificación de las visiones del ser humano. Presenta cinco modelos de ser humano planteados por la cultura occidental:


1) Homo religiosus. Su origen proviene de la Biblia. El ser humano fue creado por Dios, proviene de dos progenitores que estaban en beatitud y cayeron. Ser humano significa estar en una condición de decadencia, sometido a la insatisfacción, la angustia y la culpa; pero también implica estar en un estado en el que se busca la felicidad perdida.


2) Homo sapiens. Derivado de la cultura griega. Hay una clara distinción entre ser humano y el animal: el ser humano es superior al resto de animales porque tiene racionalidad. Hay una chispa del entender divino, esta chispa tiene afinidad con el orden del mundo (el cosmos o racionalidad universal), esta chispa se adquiere sin necesidad de la experiencia sensorial y permanece inmutable e invariable en el devenir histórico. Lo defienden: Aristóteles, Santo Tomás, Descartes, Kant y Hegel.


3) Homo faber. Es un modelo que apareció durante la revolución industrial. Se ve al ser humano como un animal desarrollado, detentador de grandes instrumentos (sobre todo el lenguaje) con los que hace su vida y a sí mismo. Es una diferencia cuantitativa, se considera que los animales tienen cierto conocimiento y de técnica que transforma el entorno; pero se entiende que el ser humano es un animal cuyas capacidades tienen mayor complejidad, la diferencia es cuantitativa. El ser humano usa símbolos, se sirve de herramientas y es animal cerebral. Lo defienden: Demócrito, Epicuro, Bacon, Hume, Comte, Mill, Spencer, Lamarq, Darwin, Feuerbach, Marx, Schopenhauer, Nietzsche y Freud.


4) Homo traditor. La confianza en el progreso del ser humano se sustituye por una visión de decadencia humana insoluble . El ser humano es interpretado como el traidor de la vida, dado que acrecienta su auto-conciencia de forma excesiva. El ser humano es enfermizo, su Logos va por encima de la evolución cerebral: gasta mucha energía en el cerebro, en vez de redistribuirla en el resto del organismo. Las creaciones humanas no evitarán la extinción: la civilización destruirá al ser humano. La única forma de salvarse el limitar el papel de la conciencia y volver al impulso. Dicha visión se encuentra en Leesing, Boole, Schopenhauer, Nietzsche, Bergson y los psicoanalistas.


5) Homo creator. Esta visión exalta al ser humano y su capacidad creativa. Scheler lo identifica con el ser humano, que construye sus propios valores (su manera de vivir) y se hace dueño de sí mismo. Subraya la responsabilidad del ser humano, que es dueño de su vida y su destino. En la creatividad el ser humano tiene libertad para proyectar su futuro. Es la filosofía de Nietzsche.


A partir del siglo XX se da una respuesta explícita sobre lo humano de forma específica. En este siglo, se diversifican las ciencias y se cimentan. Muchas ciencias tratan de aspectos concretos del ser humano (sociología, psicología, economía...), pero no dotan de una visión de conjunto. La antropología filosófica busca una “imagen” global del ser humano, una que dé cuenta de qué es el ser humano y cuál es su papel en el mundo.


Los descubrimientos científicos y cuestionamientos filosóficos (Copérnico, Darwin, Freud, Marx, Nietzsche...) rebajan la “visión” del ser humano. La Primera Guerra Mundial hace que se dude de la idea del progreso tecnológico, científico y civilizador. A partir de ella, las personas, sin referentes consolidados, se pregunta por la existencia. La primera dirección que se toma es a través de la fenomenología y el existencialismo, preguntándose por la conciencia y por el existir humano. La segunda dirección es la antropología filosófica que hace una comparación entre el ser humano y los otros seres vivos.


Max Scheler concluye que la especificidad del ser humano es su capacidad de decir: “no”; puede negar o sobreponerse a los “instintos” y trasciende la realidad dada. Llama a esta esencia: espíritu. De alguna manera, es dualista y considera que al ser humano le ha tocado en suerte una “chispa divina”, una capacidad de dirigir su propia vida y eso le hace capaz de decir “no” y cambiar el entorno.


Plessner, por su parte, considera que el ser humano es una unidad psicofísica en el mundo de la vida. Según él, el rasgo característico de la persona es romper con el instinto, superar las pulsiones. El ser humano es excéntrico, carece de centro ordenador que determine su vida. El ser humano no es cuerpo, tiene cuerpo. Ser cuerpo es vivir sin más (como los animales) y tener cuerpo es tener conciencia del cuerpo (usarlo y no ser usado). La persona no vive mediado por lo dado, sino por su propia cultura (que ella crea). Para sobrevivir construye la cultura.


Gehlen, en cambio, considera al ser humano un indigente. Es un ser con limitadas capacidades físicas para adaptarse al medio (carece de garras, zarpas, habilidades especiales...). En principio es una desventaja, pero al final es una ventaja porque dicha situación le obliga a socializarse. Al no tener órganos especializados y precisos para un entorno determinado, no está adaptado un medio específico y tiene que actuar en grupo para procurar adaptarse. Esto es, sobrevive porque se construye su propio entorno: es capaz de crear un medio ambiente sociocultural (sociedades aunadas por una cultura que crea identidad de grupo). El ser humano es cultural por naturaleza y en función de esa cultura transforma el entorno para que se adapte a él y no al revés. Supera sus deficiencias con la técnica y el saber. Se adapta a todos los medios gracias a la información y al conocimiento.


Después de Gehlen, se forjan otras versiones del ser humano hasta que Foucault cuestiona la posibilidad de cimentar un concepto del ser humano. Él señala que el ser humano ha muerto, al igual que Nietzsche proclamó la muerte de Dios. Entiende que las disciplinas de su época (la lingüística de Saussure, el psicoanálisis de Lacan y la etnología de Levi-Strauss) muestran que existe un inconsciente que difumina al sujeto constituyente (de la era moderna), restándole control y entidad. El “ser humano” de la era moderna, según Foucault, deja paso a un inconsciente anónimo e impersonal.


Además, el tratado del ser o la metafísica, sobre la que podrían fundarse las versiones del concepto de humanidad, va cada vez perdiendo cada vez más validez tras las críticas de Kant (la considera pura formalidad del pensamiento y fuera del conocimiento), Wittgenstein (queda fuera del lenguaje referencial y del conocimiento), positivistas y otros autores. Los tratados acerca del ser, y también acerca del específico ser de la humanidad, solamente pueden ser interpretados como definiciones que pueden ser dichas, designadas pero indemostrables. Cada definición no puede ser comparada con las demás para ver su validez, se quedan en exposiciones coherentes que no pueden ser demostradas por carecer de medios que las especifiquen y se puedan contrastar, solamente pueden ser mostradas.


A pesar de todo, forma parte de un uso determinado del lenguaje (o un juego del lenguaje) que puede ser tratado y pensado, tal vez con una reflexión y abstracción de los asertos de la ciencia. Todavía puede ser pensada esta cuestión y en la actualidad hay debates acerca de factores observables en el ser humano como la formación de identidad, la posesión de valores o la capacidad intelectiva.



Bibliografía:


-Arana, J. R. (2005): Balada de la filosofía y de la ciencia. Barakaldo: Ediciones de Librería San Antonio


-Gehlen, A. (2000): El hombre, su naturaleza y su lugar en el mundo. Salamanca: Editorial Sígueme.


-Foucault, M. (1997): Las palabras y las cosas. Madrid: Siglo XXI.


-Navarro Cordón, J. M. & Calvo Martínez, T. (1982): Historia de la filosofía. Valencia: Ediciones Anaya.


-Plessner, H. (2005): Die Stufen des Organischen und der Mensch. Einleitung in die philosophische Anthropologie. Berlín: Walter de Gruyter.


-Scheler, M. (1990): El puesto del hombre en el cosmos. Madrid: Librería del jurista.

2021(e)ko urtarrilaren 24(a), igandea

Límites de la ciencia y la posmodernidad

  Límites de la ciencia y la posmodernidad


Juan José Angulo de la Calle

 

 

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Con Einstein se supo que la gravedad se basaba en la curvatura que creaban los objetos de grandes masas sobre el espacio (que provocaban que los objetos menores girasen en la curvatura creada en el espacio). Indicó que el tiempo y el espacio no eran absolutos, como señaló Newton, sino que dependen de factores como una velocidad cercana a la de luz.

 

Einstein caracterizó la relatividad del tiempo con el experimento mental de los dos gemelos: si un gemelo se quedase en la Tierra y el otro fuese al espacio en un cohete a una velocidad cercana a la luz, el gemelo en el cohete se vería alterado su espacio-tiempo de forma que el tiempo pasase más lento y que, al volver a la Tierra, encontrase a su hermano anciano, mientras que él permanecería en la juventud.


En cuanto a la relatividad del espacio, si un objeto fuese a una velocidad cercana a la luz, ampliaría su masa y tendería, si aumentase, a ir al infinito; se daría este caso si es que pudiera ser propulsado por una necesaria energía infinita, convirtiéndose en luz.


Albert Einstein había señalado que la materia podía ser igualada a la energía, lo que condujo a que Max Plank plantease que la materia podía dividirse en paquetes de energía compactos llamados quantum (los protones, electrones, fotones, mesones, bosones, gluones y un largo etcétera). Dichos cuantos tenían la peculariedad de que a veces funcionaban como partículas (son casi como puntos) y a veces como ondas (oscilantes, como las ondas del agua).


Dada su indeterminación, resulta difícil tener conocimiento preciso de ellos, máxime porque, al ser medidos, son afectados. Por ello, no se puede calcular a la vez la velocidad y la posición de una partícula, dando a una incertidumbre en los científicos respecto a la indeterminación física, descrita por Heisenberg.


Los descubrimientos del experimento de la doble rendija aumentaron la perplejidad acerca de la física microcósmica. Por medio de él, se comprobó que las partículas actúan de una forma si no son observadas, y que funcionan de manera diferente en el caso de que sean medidas [En ese momento, la función de onda se colapsa y queda concretado todo cuanto, queda en una posición y funciona como una partícula concreta].


Debido a que el observador puede afectar a lo observado, Schörinder planteó el experimento mental acerca de qué pasaría si se encierra a un gato con una ampolla radiactiva que se activa al captar un electrón como partícula. Al no haber colapso de la onda, la partícula no sería captada y pudiera ser que la radioactividad no tuviera un funcionamiento normal. La partícula quedaría indeterminada, provocando que el gato estuviera en un limbo cuántico: muerto y vivo a la vez.


Lyotard señaló que la modernidad se reducía a un conjunto de relatos. Los valores y las ideas serían mitos que nos contamos a nosotros mismos. Relatos que han ido cayendo por la fuerza de los hechos. El Progreso ya no es un gran valor debido a los efectos de la contaminación. La Ilustración y el humanismo no han evitado genocidios. La noción de Verdad queda en entredicho con el principio de incertidumbre de Heisenberg, la paradoja de Bertrand Russell de que la teoría de conjuntos conducía a la imposibilidad de solución del conjunto de todos los conjuntos que no se incluye a sí mismo, y el teorema de incompletitud de Gödel (según el cual, hay fórmulas mátematicas que, meramente por el modo en que están planteadas, no puede resolverse de una forma o de otra).


Pero la post-modernidad también era otro relato más, debida cuenta de que el relativismo se anula a sí mismo, haciendo que sea relativo hasta el relativismo. Pese a la incertidumbre que tienen los físicos respecto a sus cálculos, pese a la relatividad física y a la incompletitud matemática, la ciencia cuenta con cada vez mejores teorías, dada la consciencia de sus limitaciones y la consecuente autocrítica, y, así, se elaboran teorías contrastadas experimentalmente que cada vez son más explicativas y dan cuenta de la realidad de una forma mejor. Los grandes conceptos perduran bajo otras formas, las afirmaciones se sostienen por medio de demostraciones matemáticas o experimentales (contrastables).

 

 

Bibliografía y webgrafía:



-Artola, M. & Sánchez Ron, J. M. ( 2012): Los pilares de la ciencia. Barcelona: Espasa Libros.

-Baker, J. (2013).  50 cosas que hay que saber sobre física cuántica.   Barcelona: Ariel.

-Clegg, B.  (2014).  50 temas fascinantes de la física cuántica que invitan a reflexionar.    Barcelona: Blume.

-Lederman, L. & Teresi, D.  (2010).  La partícula divina.  Si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?   Barcelona: Crítica.
 
-Lyotard, J-F. (1987): La condición postmoderna.  Madrid: Catedra.

-Newton, I.  (2011).   Principios matemáticos de la filosofía natural.   Madrid: Alianza editorial.

-Rosenblum, B. & Kuttner, F.  (2016).  El enigma cuántico. Encuentros entre la física y la conciencia.    Barcelona: Tusquets.


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