La belleza nos reconcilia con el mundo
Kant realizó una crítica acerca de los juicios de conocimiento, estableciendo cómo conocer los objetos a través de la experiencia o de los datos sensibles y el entendimiento.
El conocimiento parte de la experiencia, tamizada y enfocada por parte de categorías del conocimiento o los aprioris como el espacio y el tiempo. En el entendimiento se unifica los datos de los sentidos en la intuición, pasados por las ideas formales, podemos pensarlos y obtenemos juicios sintéticos a priori según Kant. Son universales y objetivos.
Con
la razón podemos pasar del ser (cognoscible por el entendimiento) al
deber ser. Se pueden formular axiomas de conductas en el pensamiento,
a nivel formal, pero sin conexión con la sensibilidad. Ella sólo
puede dar cuenta del ser de las cosas, de cómo son o cómo las
conocemos.
La
acción moral no es observable, es resultado de un juicio formal y
una evaluación del pensamiento. La acción moral no está dada, sino
que debe ser.
Es sólo pensable, pura formalidad: solamente puede ser
tratada con ideas despegadas de la sensibilidad. Y ella nos permite
pensar normas o axiomas que tenemos que considerar que toda persona
debe cumplir: son normas universales, racionales y autónomas,
separadas de la heteronomía de las circunstancias y de los
sentimientos que no dependen de nosotros.
El
ser humano puede dirigir su vida, darse sus propias leyes y no está
determinado como los seres naturales sometidos a la necesidad. De esa
forma, tiene libertad o, al menos, libre arbitrio: es un sujeto y no
un objeto, es un fin y no un medio. Este hecho es lo que le otorga
dignidad, pero no le da felicidad. Fuera de la emotividad, la ética
no nos hace felices, sino, como mucho, dignos de la felicidad.
En cualquiera de estos dos casos, la razón no trata la subjetividad y queda separada de ella. La sensibilidad queda constreñida a servir al entendimiento o a la búsqueda de fines en la ética. A partir de estas dos facultades no podemos disfrutar de la sensibilidad.
Kant explica que la experiencia estética proporciona placer, indica que más allá de la facultad cognoscitiva (basada en la sensibilidad y el entendimiento) y la facultad práctica (la capacidad de darse máximas acerca del deber ser por medio de la razón autónoma, que fomenta una facultad de desear según el concepto de libertad) existe la facultad estética (que realiza juicios en relación con el sentimiento de placer y displacer), mediando la tercera entre las dos primeras y que permite a las personas el desenvolvimiento de la búsqueda del placer en la actividad (aunque sea siquiera la artística). La facultad estética realiza juicios de gusto, acerca de los sentimientos de placer y displacer.
Las capacidades de elaboración
de juicios y de ejercer el pensamiento, no se reducen a las
capacidades cognoscitivas o a las morales, sino que dentro de las
facultades humanas es posible el elaborar juicios que proporcionen
sentimientos de placer, es posible interpretar la realidad de forma
placentera y relacionarse con ella sin verse reducidas a la
investigación y la observación del mero cumplimiento del deber
(reduciendo la actividad a ser dignos de la felicidad y olvidando la
búsqueda de la propia felicidad).
Hay un modo de
captar la realidad de forma placentera, más allá de cómo sea lo
que nos rodea o los objetivos (el placer es desinteresado, carece de
la satisfacción de la utilidad del objeto, que simplemente es
contemplado y no utilizado como instrumento para conseguir algo). La
estética carece de fin, es mera contemplación, no hay utilización
de medios para lograr algo positivo porque no busca nada fuera de sí.
La capacidad estética, así, permite ir más allá de la investigación de la realidad y su uso para lograr fines más allá de la propia actividad (la obtención de los propósitos, las finalidades, la utilidad o instrumentalización); realizando una actividad creativa, en la que se generan nuevas representaciones y se logra satisfacción dentro de la propia actividad (dado que el placer es desinteresado y sin fines, situado en la pura contemplación).
El objeto deja de ser usado como objeto de estudio o como medio para el cumplimiento del deber, se convierte en fin en sí mismo al ser contemplado y no usado, liberándolo de la instrumentalización y la búsqueda del control del objeto.
Kant señala que en el juicio
estético de la belleza hay un libre juego de las facultades del ser
humano, un juego entre el entendimiento y la imaginación (dado que
en él hay un cierto concepto de belleza, que nunca lo cubre del todo
y deja abierto la apertura a nuevas representaciones, concepto que es
comunicable y, por tanto, universal, pero universal
subjetivo).
Dicho juicio permite dar papel a la
sensualidad, dado que es un juicio de gusto, que se nutre de un
sentimiento de placer. La razón y la sensualidad quedan entonces
reconciliadas y no separadas o divididas. Entiendo que estuvieron
separados por el control de la razón a lo sensual en las capacidades
cognoscitivas -reducir la experiencia a experimentos dependientes de
la teoría que se investiga- o en las capacidades morales (poner por
encima el concepto del deber o los valores).
La estética hace juicios subjetivos, pero que son universalizables. Son comunicables, se puede con el lenguaje hacer valoraciones estéticas que, aunque no sean compartidas por los demás, son entendibles. Puede que varias personas no estén de acuerdo con que un cuadro es bello, pero entienden a la persona que dice que es bello (y por tanto pueden emitir su discrepancia). Hay un sentido común que permite la elaboración de juicios comunicables.
La sensibilidad no queda
reducida al conocimiento sensible (a la experimentación, que es
mediada por la teoría), en la estética no se reduce la experiencia
sensible por el control de la razón, sino que se puede mostrar como
lo que también es: estimulante de los apetitos sensuales, que son
placenteros.
El arte permite independizar la
sensualidad de la razón, liberando a la primera y reconciliando a
ambas. En el arte se puede mostrar la percepción y los sentimientos
sin ataduras y sin estar cincunscritos dentro de las limitaciones o
la utilización de la razón teórica o la práctica, se pueden
desenvolver con libertad dentro de símbolos y conceptos,
armonizándose así sensualidad y razón.
A través de la estética, nos reconciliamos con el mundo por darnos la belleza una predisposición positiva hacia él: el que se pueda apreciar belleza en la realidad, hace que parte de ella nos resulte agradable o positiva.
Schiller siguiendo a Kant,
indica que la imaginación siendo una facultad central de la mente y
al ser la belleza una condición necesaria de la humanidad, la
facultad estética puede modular la humanidad. Schiller entiende que
en la civilización hay dos conceptos divididos y separados, la
sensualidad (“impulso sensual”, activo) y la razón (“impulso
de forma”, pasivo y receptivo).
Su reconciliación
por medio de la estética traerá la liberación política y del ser
humano, dado que la belleza traerá la libertad. Hará sensual a la
racionalidad y racional a la sensualidad, permitiendo capacidades a
las personas que les liberen del constreñimiento de la necesidad y
de las leyes impuestas. Libera de la necesidad al hacernos entender
que el estado de cosas presentes no está determinado, sino que se
puede actuar en él.
La razón se reconcilia con la
sensualidad y permite que pueda ser vivida y experimentada para que
podamos disfrutar del mundo a través de nuestras facultades
mentales.
Bibliografía:
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