Budismo zen
Juan José Angulo de la Calle
Se supone que el ego es
la imagen ilusoria que se tiene de uno mismo, separado del entorno, y
es una tendencia a procurar control sobre lo que nos rodea (una forma
de egocentrismo). Se va por la vida procurando que salgan las
cosas como queremos, en lugar de adaptarnos a lo existente y nos
frustramos si no conseguimos lo que queremos.
Según el budismo, la conciencia egoica surge como resultado del apego al deseo. El modo de vida en el que se actúa procurando lo que se quiere (para uno mismo) alimenta el egocentrismo. Parte de nuestra forma de ser proviene del resto del universo. Recogemos sensaciones que generan nuestra memoria y conciencia, el aire externo y los alimentos se integran en nosotros, tenemos relaciones con otros seres que nos afectan... Todo está interconectado, somos parte del cosmos. Por tanto, tener una conciencia demasiado individualista es una negación de una parte de nosotros y una ruptura con el resto de lo existente. Hay que adaptarse a lo que nos rodea, en lugar de tratar de controlarlo.
El zen procura llevar la conciencia al aquí y ahora, de forma que se atienda a lo que nos rodea, se evite aferrarse a nuestros deseos (apegarse al pasado o al futuro) y se procure que nuestra conciencia tenga en cuenta el entorno al que tenemos que adaptarnos.
Según el budismo, la conciencia egoica surge como resultado del apego al deseo. El modo de vida en el que se actúa procurando lo que se quiere (para uno mismo) alimenta el egocentrismo. Parte de nuestra forma de ser proviene del resto del universo. Recogemos sensaciones que generan nuestra memoria y conciencia, el aire externo y los alimentos se integran en nosotros, tenemos relaciones con otros seres que nos afectan... Todo está interconectado, somos parte del cosmos. Por tanto, tener una conciencia demasiado individualista es una negación de una parte de nosotros y una ruptura con el resto de lo existente. Hay que adaptarse a lo que nos rodea, en lugar de tratar de controlarlo.
El zen procura llevar la conciencia al aquí y ahora, de forma que se atienda a lo que nos rodea, se evite aferrarse a nuestros deseos (apegarse al pasado o al futuro) y se procure que nuestra conciencia tenga en cuenta el entorno al que tenemos que adaptarnos.
Más o menos el zen
procura llevarnos a un estado de conciencia en el que se pueda vivir
más "plenamente" o con más consciencia, suprimiendo los
apegos que nos distraen de lo que nos rodea (del presente).
Puede ser hacer zazen (estar sentado en posición de loto) atendiendo
a la respiración y dejando pasar los pensamientos sin retenerlos,
puede ser estar concentrado en la ceremonia del té, componer
haikus... La cuestión es estar a lo que se está, con una
concentración en cada acto, sin aferrarnos a ningún pensamiento que
vaya surgiendo. Es una forma dejar fluir la naturalidad.
Es vivir el aquí y ahora.
Lo que critica el
budismo es el afán de control, el ansia de controlarlo todo, toda
situación y procurar que todo sirva a uno mismo (dando como
resultado el ego, la conciencia egocéntrica). Critica el
procurar que todo sirva a uno mismo porque lleva a creer
subconscientemente que todo lo que existe es un objeto que sirve a un
sujeto, lo que provoca que no se vea el entorno como parte de
nosotros mismos. Eso te escinde de la realidad, hace que la
persona se crea diferente de cuanto le rodea. Y en realidad, en
parte todo lo que nos rodea forma parte de nosotros y viceversa (el
aire que respiramos acaba integrándose en el organismo, lo mismo que
los alimentos, aprendemos de los demás, el exterior nos ofrece
sensaciones que acaban convertidos en recuerdos que configuran
nuestra forma de ser...). Como dijo Ortega, "yo soy yo y
mis circunstancias". Según el budismo el universo es una
unidad, todo está interconectado y una actitud egoica hace que esa
persona se escinda de la realidad de la que forma parte y acabe
alienado.
A ver, se puede intervenir en la realidad, se puede actuar y moverse con nuestros objetivos, siempre en cuando no se vuelva una obsesión. Tener deseos no lleva al sufrimiento, es el apego a los deseos lo que nos puede hacer sufrir. Se puede desear algo, y no pasa nada si no nos impide hacer todo lo demás. El problema es apegarse a algo porque puede llevar a frustrarnos si no lo conseguimos, o a tener miedo de perderlo si se consigue (en cualquier caso solo proporciona una satisfacción pasajera, que acaba en tedio). Si se vive solo en función de lo que se desea, se está aferrado al futuro o al pasado (si es rencor), perdiendo de vista el presente, que es lo que realmente se está viviendo. La atención al aquí y ahora nos pone en contacto con las sensaciones reales que se tienen, más allá de las ilusiones de los deseos acerca de cuestiones que no se están viviendo (sean los objetivos futuros o remordimientos del pasado), y nos pone en comunicación con el entorno del que se forma parte.
Se puede pasear pensando durante un rato que se quiere comer caramelos o que apetece ver una película a la noche o que da rabia que llueva, pero si durante todo el paseo no se hace otra cosa más que pensar en estas cuestiones se pierde la atención a la brisa refrescante que puede haber o no ver a un amigo... Se perderían muchas cosas y una persona así podría acabar frustrada porque no ha conseguido todo lo que quería y se habría perdido un montón de cosas por creer de forma no consciente que las cosas no han salido como "deberían" (como le hubieran gustado, en realidad) y sentiría que el mundo y la vida son asquerosas.
Se pueden tener objetivos y procurar hacerlos, pero sin obsesionarse, sin tener un afán enorme, casi desmedido, por conseguirlo. Hacer la vida en función de los logros y el éxito, querer siempre conseguir lo que se quiere y ser siempre ganador puede llevar a frustrarse en el caso de que se pierda. Sentirse humillado por perder depende de nuestra manera de afrontar las pérdidas, si se cree que en la vida tanto se puede ganar como perder, entonces se tomarán mejor las cosas. La vida hay que tomarla como en un convite, tomar lo que tienes delante (aprovechar oportunidades) y cuando se retiren no preocuparse por ello. Se puede degustar la oportunidad que se tiene al alcance pero sabiendo que lo mismo que en ese momento se tiene, en otro puede que no se pueda tener y que eso es una oportunidad para hacer otras cosas. Hay que saber que a veces se gana y otras se pierde, que todo lo que tenemos es prestado por la suerte y realmente nada está bajo nuestro control (ni nuestra salud que se puede perder por cualquier enfermedad, ni el trabajo que depende de la economía, ni nada...). Afanarse por tener el control en todo momento y vivir procurando que siempre salga lo que se quiere solo puede llevar a la frustración antes o después.
En la práctica del zazen, tras ponerse en posición de loto o semiloto, se observa la respiración y se dejan pasar los pensamientos, sin retenerlos ni asirlos. Es una forma de darse cuenta de nuestra propia naturalidad, observando nuestra vitalidad, y permite ser consciente de que, en realidad, todo viene y se va (tanto cada ciclo de respiración, como los pensamientos).
Según el budismo, todo es transitorio. Todo pasa, envejece y desaparece. Por tanto, procurar retener algo, sentir apego por algo es algo artificioso y forzado. Todo en la vida está en movimiento y cambia. El organismo está activo y las articulaciones están hechas de tal forma que son abatibles y requieren constante movimiento para evitar agarrotamientos y otros efectos nocivos. Aferrarse a un objetivo, hacer la vida en función de él en cierta medida es "enfermizo", ya que impide el transcurso normal de la "vitalidad". Según Heráclito todo cambia, todo es fuego (que está constantemente crepitando y variando): en cierto sentido, no se puede entrar dos veces en el mismo río, porque la segunda vez que se intente ya no es exactamente el mismo río, el cauce ha cambiado y uno mismo también ha cambiado.
En cierta medida, el budismo niega que exista un yo porque siempre estamos cambiando y no puede haber una identidad fija (eso es una ilusión). Según Sartre, somos nada, nada porque en cada momento podemos cambiar nuestra forma de ser (dado que somos libres y no tenemos unos instintos iguales a los de los animales que les determinan) y estamos siendo.
A ver, se puede intervenir en la realidad, se puede actuar y moverse con nuestros objetivos, siempre en cuando no se vuelva una obsesión. Tener deseos no lleva al sufrimiento, es el apego a los deseos lo que nos puede hacer sufrir. Se puede desear algo, y no pasa nada si no nos impide hacer todo lo demás. El problema es apegarse a algo porque puede llevar a frustrarnos si no lo conseguimos, o a tener miedo de perderlo si se consigue (en cualquier caso solo proporciona una satisfacción pasajera, que acaba en tedio). Si se vive solo en función de lo que se desea, se está aferrado al futuro o al pasado (si es rencor), perdiendo de vista el presente, que es lo que realmente se está viviendo. La atención al aquí y ahora nos pone en contacto con las sensaciones reales que se tienen, más allá de las ilusiones de los deseos acerca de cuestiones que no se están viviendo (sean los objetivos futuros o remordimientos del pasado), y nos pone en comunicación con el entorno del que se forma parte.
Se puede pasear pensando durante un rato que se quiere comer caramelos o que apetece ver una película a la noche o que da rabia que llueva, pero si durante todo el paseo no se hace otra cosa más que pensar en estas cuestiones se pierde la atención a la brisa refrescante que puede haber o no ver a un amigo... Se perderían muchas cosas y una persona así podría acabar frustrada porque no ha conseguido todo lo que quería y se habría perdido un montón de cosas por creer de forma no consciente que las cosas no han salido como "deberían" (como le hubieran gustado, en realidad) y sentiría que el mundo y la vida son asquerosas.
Se pueden tener objetivos y procurar hacerlos, pero sin obsesionarse, sin tener un afán enorme, casi desmedido, por conseguirlo. Hacer la vida en función de los logros y el éxito, querer siempre conseguir lo que se quiere y ser siempre ganador puede llevar a frustrarse en el caso de que se pierda. Sentirse humillado por perder depende de nuestra manera de afrontar las pérdidas, si se cree que en la vida tanto se puede ganar como perder, entonces se tomarán mejor las cosas. La vida hay que tomarla como en un convite, tomar lo que tienes delante (aprovechar oportunidades) y cuando se retiren no preocuparse por ello. Se puede degustar la oportunidad que se tiene al alcance pero sabiendo que lo mismo que en ese momento se tiene, en otro puede que no se pueda tener y que eso es una oportunidad para hacer otras cosas. Hay que saber que a veces se gana y otras se pierde, que todo lo que tenemos es prestado por la suerte y realmente nada está bajo nuestro control (ni nuestra salud que se puede perder por cualquier enfermedad, ni el trabajo que depende de la economía, ni nada...). Afanarse por tener el control en todo momento y vivir procurando que siempre salga lo que se quiere solo puede llevar a la frustración antes o después.
En la práctica del zazen, tras ponerse en posición de loto o semiloto, se observa la respiración y se dejan pasar los pensamientos, sin retenerlos ni asirlos. Es una forma de darse cuenta de nuestra propia naturalidad, observando nuestra vitalidad, y permite ser consciente de que, en realidad, todo viene y se va (tanto cada ciclo de respiración, como los pensamientos).
Según el budismo, todo es transitorio. Todo pasa, envejece y desaparece. Por tanto, procurar retener algo, sentir apego por algo es algo artificioso y forzado. Todo en la vida está en movimiento y cambia. El organismo está activo y las articulaciones están hechas de tal forma que son abatibles y requieren constante movimiento para evitar agarrotamientos y otros efectos nocivos. Aferrarse a un objetivo, hacer la vida en función de él en cierta medida es "enfermizo", ya que impide el transcurso normal de la "vitalidad". Según Heráclito todo cambia, todo es fuego (que está constantemente crepitando y variando): en cierto sentido, no se puede entrar dos veces en el mismo río, porque la segunda vez que se intente ya no es exactamente el mismo río, el cauce ha cambiado y uno mismo también ha cambiado.
En cierta medida, el budismo niega que exista un yo porque siempre estamos cambiando y no puede haber una identidad fija (eso es una ilusión). Según Sartre, somos nada, nada porque en cada momento podemos cambiar nuestra forma de ser (dado que somos libres y no tenemos unos instintos iguales a los de los animales que les determinan) y estamos siendo.
Watts, Alan 2006: "El camino del zen", Barcelona: RBA.
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