Lo
sublime, el “sabor agridulce” del mundo
Juan José Angulo de la Calle
El
juicio de belleza es un juicio de gusto o de sentimiento en el que se
logra el disfrute ante la contemplación de partes de la realidad
articulando sensaciones bajo formas armónicas y ordenadas. Lo
sublime, por su parte, es un juicio de sentimiento acerca de aquello
que nos sobrecoge, hacia lo inmenso, lo informe. Es sentirse
desbordado por lo inconmensurable o por lo que nos supera. Ante algo
inmenso y que parece va más allá de toda comprensión, nos sentimos
abrumados y entonces surge el juicio de sublimidad.
Kant distingue entre lo sublime matemático y lo
sublime dinámico. Por un lado, lo sublime matemático consiste en
el intento de encarar la noción de infinito en un espacio limitado.
La imaginación trata de abarcar lo inmenso pero es incapaz, no puede
dar cuenta de la infinitud o la inmensidad y deja paso a la razón.
Al verse inadecuada para captar la inmensidad por la sensibilidad,
siente respeto por lo que le supera, lo cual conlleva displacer y
placer por igual. Cuando en la noche contemplamos la inmensidad del
espacio, nos sentimos sobrecogidos, ínfimos y sentimos respeto por
el universo, que nos absorbe y abarca.
En lo sublime dinámico nos encontramos ante algún
fenómeno cuyo poder es mucho mayor al nuestro. Ante aquello que
tiene gran potencia o poder, las fuerzas de la naturaleza, nos
sentimos superados. Ese juicio nos da dolor y tensión por vernos
insignificantes frente a una naturaleza mucho más potente. Sin
embargo, la distancia nos da cierto alivio y nos permite darnos
cuenta que, por muy poderosa que sean las fuerzas naturales, nosotros
podemos elegir y ellas no. Ellas están determinadas y nosotros
somos seres con conciencia y libre arbitrio. Al ver que tenemos
cierta libertad frente a la naturaleza bruta, sentimos alivio y
placer, y se despierta el sentimiento moral. La naturaleza puede ser
inmensa, pero el sujeto tiene conciencia y cierta libertad: eso le
pone por encima del cosmos.
Ante aquello que nos resulta demasiado para nosotros,
ante lo que nos resulta violento, hostil o grotesco podemos
distanciarnos de ello e interponerle el juicio de lo sublime y
disfrutar de la capacidad de contemplar sabiendo que no anula nuestra
conciencia porque todavía somos capaces de juzgarlo estéticamente y
sabiendo que por mucho que nos supere seguimos teniendo capacidad de
elección y de poder intentar sobreponernos. Frente a aquello que nos
desborda, tenemos la posibilidad del disfrute con el juicio estético
de lo sublime.
La promesa realista de que ante lo aparentemente
absoluto podemos conseguir conseguir un placer junto al displacer,
supone una herramienta útil para soportar la realidad. Francamente,
resistir pagando un precio de displacer resulta muy verosímil y
viable dada la realidad presente, la búsqueda de ilusión parece
ingenua e ilusa dado que tenemos que vivir en un mundo en el que el
sufrimiento es la norma y el gozo, una excepción. En un mundo de
abusos y dolor, tener que pagar una contrapartida parece más
realista que un puro gozo fruto de un optimismo desbordado y
voluntarista, aparentemente negador de la realidad o evasivo de ella.
-Ardeo
Rubio, Iñaki 2005: “Fundamentos de estética”, in: Revolución
Neolítica,
n. 5. Donostia/San Sebastián: Ti.Ta. Editores asociados.
-Crespo
Sánchez, Javier 2004 “Apuntes sobre belleza y sublimidad en Kant y
Schiller”, in: Thauma,
n. 3. Donostia/San Sebastián: Vicerrectorado de alumnos de la
UPV/EHU, pp. 30-45.
-Kant,
Immanuel 2001: Crítica
del juicio.
Trad. Manuel García Morente. Madrid: Espasa Calpe.
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