Justicia marxista e imaginación revolucionaria
La necesaria conceptualización iniciada por el Marxismo Analítico
Juan
José Angulo de la Calle
Doctor
en Filosofía
Resumen
Karl
Marx y Friedrich Engels no postularon una idea de justicia para
diferenciarse del idealismo y del socialismo utópico. En este
artículo, postulo un concepto de justicia marxista y establezco la
relación entre él y la imaginación.
Palabras
clave: Justicia
Marxista, Marxismo Analítico, Imaginación Revolucionaria.
Abstract
Karl
Marx and Friedrich Engels did not postulate an idea of justice in
order to distinguish themselves from idealists and utopic socialists.
In this article, I postulated a concept of Marxist justice and I
established the relationship between this idea and the imagination.
Key
words: Marxist
justice, Analitical Marxism, Revolutionary Imagination.
- Introducción
Hay
una carencia de un concepto de justicia en la teoría marxista
clásica. Dicha falta resultaba relevante dado que resultaba una
incongruencia que en una teoría de tipo emancipatorio se careciera
de una idea de justicia. No resultaba demasiado congruente el uso de
términos tales como “explotación” sin un concepto de justicia
en el que estuviesen enmarcados y a partir del cual se pudiese
realizar la valoración de que existiese explotación. Solamente se
puede entender la explotación como una vulneración la justicia y si
no se describe la explotación como carencia de justicia, resulta un
concepto poco inteligible.
Para
tratar esta ausencia, consulté a los autores de la Escuela de
Marxismo Analítico, dado que ella, además de analizar
lingüísticamente el significado de los conceptos clásicos de Marx
y aplicar teoría de juegos para explicar algunos de ellos, trató de
alguna manera el concepto de justicia en Marx.
En
concreción, el fundador de la Escuela adujo las posibles razones de
esta ausencia. Gerald A. Cohen (2001) que podían explicar la
presencia de dicha carencia:
1)
La separación del idealismo por parte de Marx y Engels. Ellos se
centraron en las motivaciones materiales -necesidades, intereses- y
las contradicciones sociales -conflictos, relación asimétrica entre
clases, formas de explotación-. De esa forma, ellos no ponían el
mismo énfasis que daban los idealistas al papel de las ideas e
ideales, sino que le asignaron un papel fundamental a las causas
materiales;
2)
La necesidad de distinguirse de los socialismos utópicos. Ellos eran
considerados voluntaristas: tenían proyectos idealistas, pero no
tenían presentes los movimientos sociales reales ni las capacidades
tecnológicas de cada etapa de la historia;
3)
Su consideración de que los conceptos de justicia y moral forman
parte de la ideología. Las ideas de moral y de justicia de cada
época son los conceptos de las clases dominantes. Por tanto, ambas
fomentan el mantenimiento del statu quo.
4)
La creencia de que no era necesario una conceptualización de valores
morales por ser evidentes, por estar dentro ya de forma implícita en
el proyecto revolucionario.
Sin
embargo, en una carta que escribió Engels a Bloch, él expuso que
tanto Marx como él daban cierto papel a la conciencia, la voluntad y
la libertad. Según estos autores, las personas trabajadoras, la
clase dominada en el capitalismo, se veían impulsadas a la lucha
social por presiones materiales -necesidades de subsistencia- y por
las contradicciones sociales -explotación y dominación-, pero
acaban eligiendo dicho curso de acción voluntariamente y tras un
proceso de cambio en su conciencia, por una reflexión racional que
les especifique la mejor opción.
Pero,
en primer lugar, nosotros hacemos nuestra historia con premisas y
condiciones muy determinadas. Entre éstas, las económicas son en
definitiva las decisivas. Pero las condiciones políticas, etc., y
por cierto, que inclusive las tradiciones que obsesionan a los seres
humanos, también desempeñan u papel, aunque no decisivo. [...]
Pero,
en segundo lugar, la historia, la historia se hace ella misma de tal
modo que el resultado final proviene siempre de conflictos entre gran
número de voluntades individuales, cada una de las cuales está
hecha a su vez por un cúmulo de condiciones particulares de
existencia. [...] (Engels, 1974, p. 119)
Resultado
de dicho descubrimiento, la importancia de las ideas en la concepción
materialista de la historia, construiré un concepto de justicia
marxista: una exposición del propio concepto, una explicación de
cómo se encuadra dentro de la teoría marxista (la interpretación
materialista de la historia). Asimismo, voy a describir qué papel
tiene la idea de justicia en el materialismo histórico, y su
relación con la imaginación.
- Objetivos
El
objetivo general de este artículo es:
- Comprender la justicia marxista y su relación con la imaginación.
Los
objetivos específicos son:
- Comprender la posibilidad de una noción de justicia marxista.
- Comprender la relación de esa idea de justicia con la imaginación.
- Hipótesis
La
hipótesis general de este artículo es:
- Es posible construir una idea de justicia marxista y ella está relacionada con la facultad de la imaginación.
Las
hipótesis específicas son:
- Es posible postular una idea de justicia marxista y consiste en la negación de la explotación.
- Para que el concepto de explotación sea discernible para el entendimiento, tiene que hacerse uso de la facultad de la imaginación.
- Para configurar una noción de justicia marxista es necesario el uso de la imaginación.
- Estado de la cuestión
Como
ya se indicó con anterioridad, los autores del Marxismo Analítico
retomaron el tratamiento de los conceptos de la filosofía de Marx y
los actualizaron, inclusive la cuestión de la justicia.
Según
Miller (1984) Marx era amoralista y por eso no mencionó nociones
como la justicia. En cambio, Husami (1978) indicó que Marx
implícitamente escribió sobre la justicia. Elster (1983) indica
que ya hay una noción de justicia marxista en la proclama de Marx:
“A cada cual por su facultad, a cada cual por su capacidad”.
Sin
embargo, esta proclama hace referencia a la sociedad comunista
futura, habla del ser y no del deber ser. No indica cómo deberían
ser las cosas, sino como serán. Por tanto, no es una consideración
moral, ni por lo tanto una noción de justicia. Marx no dio una idea
de justicia, por lo que hay que construirla.
- Justicia marxista
Para
realizar una teoría de la justicia marxista, he consultado varias
teorías de justicia distributiva para exponer qué elementos de cada
una de ellas son necesarios para configurarla (Roemer, 1996). Tenidas
en cuenta las últimas concepciones de justicia distributiva, expongo
que la justicia, según el marxismo, es la distribución de recursos
según méritos, con igualdad de oportunidades y, por consiguiente,
carencia de jerarquías que menoscaben la igualdad restando
autonomía. Una distribución justa sería aquella en la que se
repartiese en función de lo producido o creado con el trabajo, de
forma contraria a la explotación.
Sin
embargo, esta definición es una primera aproximación, dado que para
su adecuación a la teoría marxista deben utilizarse sus conceptos.
Para describir la justicia conforme a las ideas expuestas por el
marxismo clásico y para enmarcarlas dentro de sus conceptos de forma
coherente, se tiene que relacionar con la idea de explotación. No ha
habido una exposición de idea de justicia en el marxismo clásico.
Por eso, para poder elaborarla, se puede partir del concepto de
explotación y, a través de él, describir la justicia como negación
de la explotación.
- Explotación, justicia e imaginación
Marx
(2008) escribió que las mercancías tienen un valor de uso y un
valor de cambio. El valor de uso es la utilidad de un bien o
servicio (e.g. el valor de un paraguas es protegernos de la lluvia) y
es la causa por la que la gente lo adquiere. Sin embargo, este valor
es subjetivo y debe introducirse un medio de medición objetivo, y
ése es las horas de trabajo que se requiere en realizar un producto.
La elaboración y transformación de materias primas en bienes y
servicios de mayor valor. El trabajador con su trabajo añade un
valor al producto, una plusvalía; pero al trabajador no se le paga
por el valor que produce, sino un sueldo: se le paga su fuerza de
trabajo, su esfuerzo, no lo que produce. Por tanto, se produce una
explotación, cuantificable en la medida de la diferencia entre
plusvalía y salario.
Roemer
(1989) replanteó y actualizó el concepto de explotación. Presentó
la explotación como la distribución en la que la retribución
entregada a los trabajadores no tienen el mismo valor-trabajo
producido durante la jornada laboral (y que se introduce en el
producto, provocando que suba su valor).
Un
agente explotado es aquel cuya riqueza no concuerda con su dotación
de trabajo en este sentido: su riqueza no es suficiente para
permitirle firmar un contrato por el que compre una sucesión
infinita de bienes que incorporan, en cada período, tanto trabajo
como el que ha desarrollado, dado que también está dispuesto a
hipotecar sus futuros ingresos del trabajo por tales compras. De
forma similar, un explotador es aquel que, cuando firma un contrato
de este tipo, siempre le sobra riqueza, con independencia de si el
conjunto de bienes que consume incorpora tanto trabajo como el que ha
desarrollado. (Roemer, 1989, p.194)
Los
productos en el mercado tienen un valor-precio que es similar al
valor-trabajo generado por los productores; y, por tanto, la
retribución que reciben debería permitirles adquirir productos de
un valor-precio similar al valor-trabajo creado por los trabajadores,
pero no es así: la retribución es inferior al valor-precio de otros
productos de valor similar al producido por los trabajadores: por lo
tanto, hay explotación.
Explicó
que dicha distribución no equitativa era posible por la presencia de
estratificación clasista, hay clases que disponen de los medios de
producción y subsistencia, medios que producen los recursos que
necesitan las clases bajas y, en tanto en cuanto se da ésta
situación, las clases bajas acaban dependiendo de las altas. La
presencia de clases con distintos grados de propiedad genera que haya
grados de dependencia que permiten formas de dominación y que las
clases bajas acepten las condiciones que les imponen las clases altas
por depender de ellas (por no disponer de empresa propia o medios de
subsistencia propios, y tener que entrar en empresas privadas en unas
relaciones sociales asimétricas).
[…]
la pertenencia a una clase otorga un determinado bienestar o grado de
explotación. Se puede determinar en qué parte de la jerarquía de
la riqueza se sitúa un productor simplemente observando cómo se
relaciona con los medios de producción, sin observar explícitamente
su riqueza. En realidad, como veremos más adelante, se puede también
inferir su estado de explotación observando su posición de clase.
En la división en clases que se da cuando hay un mercado de trabajo,
la venta de fuerza de trabajo [el esfuerzo en el trabajo] está
asociada con la pobreza y la compra de fuerza de trabajo con la
riqueza, situándose la clase de agentes que no utilizan en absoluto
el mercado de trabajo en el centro de las riquezas. Además, se da el
caso de que la posición de clase de un productor viene determinada
endógenamente: escoge su posición de clase como consecuencia de la
optimización frente a los imperativos del capital. La propiedad
diferencial de los medios de producción es la responsable de la
posición diferencial de clase. (Roemer, 1989, p. 87)
La
explotación es concebible en tanto se entiende que podría existir
una distribución más equitativa respecto a la que se realiza en
cada etapa de la historia. Dicho reparto es pensable gracias a la
imaginación, que es capaz de idear una hipótesis viable (Roemer,
1996, p. 232). El modelo hipotético que podría establecerse en cada
época de la historia no es resultado del simple entendimiento, ya
que él únicamente podría establecer el estado de cosas presentes:
solamente es capaz de realizar una mera observación descriptiva.
[…]
la definición de explotación capitalista según la teoría de
juegos es superior, al estar asociada con una especificación
concreta de la alternativa organizativa que llevaría a los
productores a recibir sus derecho v (S) [los derechos v (S) son el
conjunto de derechos que permitirían a los trabajadores adquirir, en
una hipotética sociedad, una retribución por el trabajo que tenga
un valor cercano a los bienes y servicios que ellos han creado o
proporcionado]. En el caso de dotaciones diferenciales de trabajo o
de trabajo heterogéneo, hemos sostenido que el concepto de
explotación basado en la redistribución de la propiedad per cápita
[pagar un valor-precio igual al valor-precio producido por el trabajo
de cada empleado] es claramente superior a la definición basada en
el plustrabajo. […] Si un agente sólo vende fuerza de trabajo en
el óptimo [en el mejor de los casos dentro de la división social
del trabajo capitalista], carece entonces de capital, y al darle
cierta cantidad de él – ya sea su parte per cápita o per labor–
se mejorará su situación [está explotado si sus condiciones de
vida serían mejores en otro sistema económico y social]. […]
Cuando Marx habla de la expropiación del trabajo no pagado, afirma
que todos los agentes tienen derecho a los frutos de su parte per
cápita de los medios de producción. (Roemer, 1989, 267-270)
La
explotación se iría cambiando en cada etapa de la historia y el
materialismo histórico solamente describiría cómo en cada momento
se procura cambiar la explotación.
La
teoría de la explotación, tal y como ha sido propuesta, pretende
esclarecer el desarrollo histórico sin hacer referencia a la
sensibilidad de la gente que hace la historia. El materialismo
histórico implicaría, como corolario, una sociología de las
creencias morales o de la injusticia, en la que las clases explotadas
llegaran a considerarse explotadas y, por tanto, se rebelaran contra
su explotación. (Roemer, 1989, p. 319)
Así,
la justicia se va realizando a lo largo de la historia,
progresivamente se van reduciendo los grados de explotación (la
mayor la esclavitud, alta el servilismo y la última forma, la
explotación del trabajador asalariado). La justicia es una realidad
que tiene que ser construida. Por eso y para mostrar el papel de la
idea de justicia en el desarrollo de la historia, describiré el
materialismo histórico.
- Materialismo histórico, ideas, justicia y conducta social
Según
Cohen (2000), fundador del marxismo analítico, las fuerzas
productivas, su desarrollo, fomentan un determinado modo de
producción y unas consecuentes relaciones sociales que permiten un
mayor aprovechamiento de las fuerzas o una mayor productividad. THE
ECONOMIC structure of a society is the whole set out fits production
relations. Production relations are relations of effective power
over persons and productive forces
[…]
(Roemer, 2000, 63 orri.)
Todo
este proceso genera desigualdades y contradicciones sociales que
fomentan el cambio social (Cohen, 2000, p. 207)
Aunque
las presiones materiales y la necesidad impulsan a la lucha social,
los trabajadores se introducen en la lucha social como resultado de
sus reflexiones, por una toma de decisión racional, por sus ideas y
su voluntad. Al final, las presiones materiales generan en las
clases dominadas las inquietudes de tratar de mejorar su situación
y, por elección, deciden realizar la opción que entienden más
racional o justa, adentrándose en la lucha de clases que realizará
la revolución o el cambio social de cada etapa de la historia.
Simboliza
la organización de las sociedades y sus elecciones con un ejemplo de
unos niños que pueden elegir diversas maneras de construir un
bungalow para sus juegos y la manera de organizarlo luego:
[…]
they are said to change their minds for reasons which appears
accesible to historical materialism: they reject bungalow-building
after reflecting on features of their physical circumstances. […]
one way that a culture consolidates itself is by misrepresenting the
feasible set of material possibilities as being smaller than it is in
fact. Culturally disruptive material possibilities as screened out
of thought and imagination: in certain contexts people prefer to
think that they have no choice but to take a course to which there
are, in fact, a number of alternatives. (Cohen,
2000, p. 344).
Las
conclusiones de Cohen indican que las variaciones de la historia son
resultado de la lucha de clases. Dicha lucha es motivada por las
presiones materiales y sociales, pero en última instancia ella es
resultado de una determinada formación de la conciencia y de la
elección de las personas inscritas en dicha actividad
revolucionaria. Por eso, analizaré el comportamiento social o
colectivo de los grupos sociales, para profundizar en los aspectos
mencionados, en la conciencia y en la voluntad de los grupos sociales
(que son los que realizan la lucha de clases).
Es
preciso describir el grupo social de la clase trabajadora, pero para
eso hay que dar una conceptualización general de la teoría de
acción de grupos, inscrita en la teoría de juegos. Jon Elster
(2007) trató acerca del comportamiento social de los grupos en
juegos. Su teoría de juegos se halla bajo el principio del
individualismo metodológico o descripción de los grupos como
composiciones de agentes sociales con intereses particulares que
deciden actuar de forma colectiva en tanto en cuanto entienden que la
actuación común reportará beneficios a cada uno de ellos (Elster,
2007).
Elster
observó en sus investigaciones que dentro de los grupos se suele
valorar la igualdad y la justicia (incluso por encima de intereses
individuales):
To
explain this rejection, we might assume that Responders will be
motivated by envy
to
reject low offers […] This result suggests that Responder behavior
is
determined by considerations of fairness.
For the Proposer to offer (8,2) when
he could have offered (5,5) is seen as more unfair than when his only
alternative was one that was equally disadvantageous to him. What
matter are intentions,
not outcomes. […]
This
interpretation is supported by the importance of strong reciprocity
in other games such as the Trust Game (chapter 15). People are
sometimes willing to punish others, at some cost and no benefict to
themselves, for behaving unfairly. (Elster,
2007, pp. 334-335)
Los
agentes de los grupos necesitan seguridad; esto es, tener la
suficiente información, creencias e ideas que les muestren que el
proyecto compartido es realizable (viable y posible según los medios
disponibles) y que es estable (que en el grupo hay equilibrio, es una
asociación con garantías de que cada fracción va a cumplir su
parte de la actuación colectiva, a través de sanciones y
recompensas), resultando las ganancias mayores que los costes o
posibles riesgos (Elster, 2007, 335-348); pero el valor de la
justicia, como ya he descrito es igualmente importante. Aunque
asimismo eso implica que los objetivos considerados justos deben ser
viables.
La
colaboración, el juego de grupo en el que la cooperación se basa en
el apoyo mutuo y no solamente en la mera coordinación de actividad,
es una de las claves principales desde esta posición: se logra si se
muestra con claridad que el curso de acción conjunto es la opción
más racional o más favorable para todos.
Las
creencias tienen un papel importante en la conducta social y, para
que fomenten aceptación del proyecto colectivo, los datos que
dispongan los agentes sociales (sea por ser extraídos por la
reflexión de cada uno de ellos o difundidos por los cargos de la
asociación) deben mostrar que el proyecto es viable o verosímil.
Por lo tanto, un concepto de justicia (que podría ser una de las
ideas que lleve a una acción colectiva revolucionaria), debe
disponer de elementos, creencias y datos, que muestren que el
objetivo propuesto se puede conseguir.
Las
características particulares del grupo designado clase trabajadora.
Elster (1985) entiende que una clase es un conjunto de agentes con
unos mismos intereses y status social que se unen en acciones
conjuntas para lograr mayores beneficios. […]
A class is a group of people who by virtue of what they possess are
compelled to engage in the same activities if they want to make the
best endowments
(Elster, 1985, p. 322). Surge
así la inquietud de unificarse por el resentimiento surgido en los
conflictos sociales y por la indignación ante un reparto no
equitativo. Con ello aparece una voluntad de cambio, debido a la
necesidad de buscar un cambio efectivo (Elster, 1985, pp. 342-343).
La
búsqueda de mejoras lleva a los agentes a identificarse entre ellos
por entender que son igualmente afectados por la falta de autonomía
y por comprender que tienen, por tanto, intereses comunes. Las
personas trabajadoras llevarán a cabo la lucha de clases si
entienden que van a suponer una mejora de sus intereses particulares
(que actuando como clase en movimiento se lograrán beneficios para
todas las personas trabajadoras, en las que están incluidas ellas.
The
motivation to engage in collective action involves, centrally, the
structure of the gains and losses associated with it for the
individual. It also depends on the absolute level of welfare of the
agents, to the extent that this influences their beliefs and motives,
as well as their organizational ability. (Elster,
1985, p. 351)
La
dominación de las clases altas conduce a la explotación y a la
consecuente posibilidad de la indignación. Asimismo, puede surgir en
los trabajadores la conciencia de que la lucha puede reportar mutuos
beneficios.
La
conciencia de clase, de esa forma, cobra forma de solidaridad (el
valor que indica que ayudarse mutuamente reporta beneficios a todos
los implicados) (Elster, 1985, p. 347) Si los trabajadores entienden
que los intereses entre las clases son totalmente contrapuestos e
incompatibles, acabará configurándose en ellos una conciencia
revolucionaria, en la que se es consciente de que dado que los
intereses son diametralmente opuestos, solamente conseguirán
satisfacer sus intereses de clase si se da una revolución social.
Si
una parte de la clase trabajadora se da cuenta de que las clases
altas buscan el mayor beneficio para cada vez menos manos aún a
costa de la explotación y que los trabajadores no lograrán ajustar
sus retribuciones a lo que producen por la presencia de jerarquías y
dominación de clase, llegarán a la conclusión de que solamente un
cambio total de la sociedad conducirá a la satisfacción de sus
intereses (Elster,
1985, p. 366)
La
lucha continuada y tenaz puede llevar a aumentar dicha conciencia de
clase hasta, tal vez, llegar al radicalismo y al activismo
transformador. “[…]
In
any case, itinerant segments of the working class -but then one might
want to question whether the radicalism is a sign of highly develop
class consciousness, given its strongly activist character.”
(Elster,
1985, p. 363). Aunque para que se llegue a ese punto se debe
fortalecer la asociación (o asociaciones distintas con unidad de
acción o coordinadas) con estabilidad.
Para
ello, en las organizaciones obreristas se tiene que procurar que cada
agente cumpla su papel en la lucha conjunta. Se logra por medio del
liderazgo y la presencia de cargos de agentes dinamizadores que
coordinen, castiguen las actitudes unilaterales que perjudiquen al
grupo y a su actividad, y que proporcionen la suficiente información
acerca de las posibles pérdidas y ganancias de la lucha conjunta
como para que lleve a cada agente a la lucha social por convicción;
es decir, se tiene que conseguir el caso de que cada agente llegue a
la conclusión de que la acción colectiva es la más racional.
[…]
Obviously, leaders are always necessary, regardless of the motivation
of individuals, to coordinate collective action. If the motivations
also are such that individuals must be assured of each other before
they act, leadership takes on the additional function of providing
assurance. If one individual knows an is trusted by one hundred
people, he can create the information conditions by two hundred
transactions -first asking each of them about their willingness to
join the collective action and then telling each about the
willingness of everybody else. (Elster,
1985, p. 366).
Nuevamente
las creencias son mostradas como relevantes, dado que la acción
colectiva ha de ser racional para convencer y para superar formas de
irracionalidad que lleven a actitudes no cooperantes por miedo u
otros factores, tales como la no identificación con el grupo por
existir diferencias irrelevantes como las diferencias raciales,
nacionales o sexuales. Es necesario presentar el proyecto como la
opción más racional. Se debe mostrar que los objetivos son
realizables (están compuestos de fuertes creencias, bien asentadas)
y son positivos. Para ello, la imaginación tiene que tener un papel
en el funcionamiento de la conciencia de clase: se debe mostrar que
el cambio es posible y, para ello, tiene que ser concebible otro tipo
de sociedad (imaginada).
- Imaginación revolucionaria
Los
autores del Marxismo Analítico no trataron la facultad de la
imaginación, dicha facultad tendrá que ser tratada por otra Escuela
marxista. El concepto de imaginación que he utilizado es el
planteado por Marcuse, perteneciente a la Escuela de Frankfurt. Esta
Escuela criticaba la razón instrumental occidental. Horkheimer
(1973) explícitamente esta forma de racionalidad como la reducción
del pensamiento al cálculo (buscar el mejor medio para lograr un
fin, sin replanteárselo). Marcuse encontró una alternativa a este
tipo de racionalidad en la imaginación y su capacidad de pensar
nuevas realidades.
El
concepto de imaginación no es ajeno al marxismo, en tanto Marx
entendía que el ser humano es, ante todo, un productor, homo
faber,
solamente puede existir y realizarse como persona a través de su
actividad productiva, y en esa producción por medio del trabajo es
creativa.
[...]
El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la
especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir
según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al
objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también
según las leyes de la belleza.
Por
eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en
donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico.
Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece
la naturaleza como su
obra y su realidad. El objeto de trabajo es por eso la objetivación
de la vida genérica del hombre,
pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la
conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un
mundo creado por él.
(Marx, 2005, p. 114)
Hay
una relación entre la imaginación y la idea de justicia y para
demostrarlo he tenido que seguir las observaciones de Marcuse (2002)
realizadas en Eros
and Civilitation,
en las que se indicaba que la imaginación es revolucionaria: es
capaz de mostrar que es posible vivir en otro modelo social en el que
se logre satisfacción si se construye una sociedad de economía
artesanal e industrial, no como la actual en la que el trabajo y los
modos de vida son alienantes e insatisfactorios.
Freud
(1999) consideraba que no había que dejarse llevar por el deseo, el
principio del placer, porque llevaría a la posesión de las personas
como objetos y porque los recursos son limitados: se debe aplazar el
placer y ajustarse a la sociedad en un principio de realidad, basado
en la cultura, costumbres, normas, civilización y entendimiento
racional.
Sin
embargo, Marcuse considera que esa escasez es debida a una
determinada estructuración de la sociedad y del mal reparto de los
recursos: es en realidad un principio de actuación, una disciplina
impuesta por las clases dominantes sobre las clases dominadas.
Detrás
del principio de la realidad yace el hecho fundamental de la ananke o
escasez (scarcity,
Lebensnot),
que significa que la lucha por la existencia se desarrolla en un
mundo demasiado pobre para la satisfacción de las necesidades
humanas sin una constante restricción, renuncia o retardo. […]
Sin
embargo, este argumento, que aparece mucho en la metapsicología de
Freud, es falaz en tanto que se aplica al hecho
bruto de la escasez, cuando en realidad es consecuencia de una
organización
específica
de la escasez, y de una actitud existencial específica, reforzada
por esta organización. La escasez prevaleciente ha sido organizada,
a través de la civilización (aunque de muy diferentes maneras), de
tal modo que no ha sido distribuida colectivamente de acuerdo con las
necesidades individuales, ni la obtención de bienes ha sido
organizada para satisfacer mejor las necesidades que se desarrollan
en el individuo. […] El último, que es inherente a toda división
social del trabajo, se deriva del conocimiento y está confinado a la
administración de funciones y arreglos necesarios para el desarrollo
del conjunto. En contraste, la dominación es ejercida por un grupo
o un individuo particular para sostenerse y afirmarse a sí mismo en
una posición privilegiada. (Marcuse, 2002, pp. 46-47)
Se
establece esta disciplina porque sirve para que los trabajadores
asuman estar inscritos en un proceso productivo y distributivo que
beneficia a las clases dominantes, dejando de lado la gratificación
de las clases dominadas.
El
principio de actuación, que es el que corresponde a una sociedad
adquisitiva y antagónica en constante proceso de expansión,
presupone un largo desarrollo durante el cual la dominación ha sido
cada vez más racionalizada: el control sobre el trabajo social
reproduce ahora a la sociedad en una escala más amplia y bajo
condiciones cada vez más favorables. Durante un largo tiempo, los
intereses de la dominación y los intereses del conjunto coinciden:
la provechosa utilización del aparato productivo satisface las
necesidades y facultades de los individuos. Para una vasta mayoría
de la población, la magnitud y la forma de satisfacción está
determinada por su propio trabajo; pero su trabajo está al servicio
de un aparato que ellos no controlan, que opera como un poder
independiente al que los individuos deben someterse si quieren vivir.
Y este poder se hace más ajeno conforme la división del trabajo
llega a ser más especializada. Los hombres no viven sus propias
vidas, sino que realizan funciones preestablecidas. Mientras
trabajan no satisfacen sus propias necesidades y facultades, sino que
trabajan enajenados.
Ahora el trabajo ha llegado a ser general y, por tanto, tiene las
restricciones impuestas sobre la libido: el tiempo de trabajo, que
ocupa la mayor parte del tiempo de vida individual, es un tiempo
doloroso, porque el trabajo enajenado es la ausencia de
gratificación, la negación del principio del placer. La libido es
desviada para que actúe de una manera socialmente útil, dentro de
la cual el individuo trabaja para sí mismo sólo en tanto que
trabaja para el aparato, y está comprometido en actividades que por
lo general no coinciden con sus propias facultades y deseos.
(Marcuse, 2002, p. 54)
Se
establece este principio de actuación porque si se posibilitase que
las personas buscasen el gozo, buscarían satisfacción en el trabajo
(y en el ámbito social) y se moverían y lucharían para que se
dieran los cambios necesarios que permitiese la gratificación.
El
individuo no debe ser dejado solo [fuera de un entorno social marcado
por las ideas dominantes de las clases altas]. Porque, dueño de sí
mismo, y ayudado por un libre, inteligente conocimiento de las
potencialidades de la liberación de la realidad de la represión, la
energía libidinal generada por el id [el ello, el deseo, eros]
presionaría contra sus aún más ultrajantes limitaciones y lucharía
por abarcar un campo todavía más amplio de relaciones
existenciales, haciendo explotar, por tanto, el ego de la realidad y
sus actuaciones represivas.
(Marcuse, 2002, 56-57 orri.)
Kant
determinó que el placer que otorga la imaginación (parte del juicio
de belleza) está fuera del entendimiento (que se encontraría fuera
del principio de realidad), aunque se equilibran ambas en un juego
entre ambas facultades. En
el juicio de gusto, pues, encontramos dos componentes: una
representación por un lado y un sentimiento por otro. Dicho
sentimiento se determina: (1) como juego, (2) como universalmente
comunicable y (3) como placer.
(Kant, 1984, pp. 116-119).
Dicha
facultad puede ir más allá del principio de actuación, en tanto
que está fuera del principio de realidad. La imaginación es un
proceso de pensamiento con leyes propias y valores creados, libre del
control del principio de realidad (que se basa en el objetivo
entendimiento) y es así ya que ella es una función que estaba antes
de la configuración mental establecida por la organización de la
sociedad (anterior a la educación y la cultura) (Marcuse, 2002,
pp.138-139). La imaginación es una facultad que va más allá del
entendimiento (que es mera observación no crítica de la realidad) y
permite un gozo controlado, en tanto que es contemplativo, estético,
desinteresado (sin necesidad de posesión: basta la contemplación),
y en tanto que no genera desordenes sociales.
[…]
Como un proceso mental independiente, fundamental, la fantasía tiene
un auténtico valor propio, que corresponde a una experiencia propia
-la superación de una realidad humana antagónica-. La imaginación
visualiza la reconciliación del individuo con la totalidad, del
deseo de realización, de la felicidad con la razón. Aunque esta
armonía haya sido convertida en una utopía por el principio de la
realidad establecido, la fantasía insiste en que puede y debe llegar
a ser real, en que detrás de la ilusión está el conocimiento. Nos
percatamos por primera vez de las verdades de la imaginación cuando
la fantasía en sí mismo toma forma, cuando crea un universo de
percepción y comprensión -un universo subjetivo y al mismo tiempo
objetivo-. Esto sucede en el arte. El análisis de la función
cognoscitiva de la fantasía lleva así a la estética como la
“ciencia de la belleza”: detrás de la forma estética yace la
armonía reprimida de la sensualidad y la razón -la eterna protesta
contra la organización de la vida por la lógica de la dominación,
la crítica del principio de actuación. (Marcuse, 2002, p. 140)
Ella
permite idear nuevas formas de sociedad, en función de las que sí
sea posible lograr gratificación si se fomenta que la producción
sea una actividad artística.
La
libido [el deseo] puede tomar el camino de la autosublimación sólo
como un fenómeno social
[no mediante la represión o un arte reducido a consuelo]: como una
fuerza irreprimida puede promover la formación de la cultura sólo
bajo condiciones que relacionan a individuos asociados entre sí en
el cultivo del medio ambiente para sus necesidades y facultades en
desarrollo. La reactivación de la sexualidad polimorfa y narcisista
deja de ser una amenaza para la cultura, si el organismo existe no
como instrumento del trabajo enajenado, sino como un sujeto de
auto-realización -en otras palabras, si el trabajo socialmente útil
es al mismo tiempo la transparente satisfacción de una necesidad
individual. En la sociedad primitiva esta organización del trabajo
puede ser inmediata y “natural”; en la civilización madura puede
ser imaginada sólo como el resultado de la liberación. Bajo tales
condiciones, el impulso de “obtener placer de las partes del
cuerpo” puede extenderse a buscar su objetivo en relaciones
libidinales duraderas y en expansión porque esta expansión aumenta
e intensifica la gratificación instintiva. […] La idea estética
de una razón sensual sugiere tal tendencia
(Marcuse, 2002, p. 150)
Marcuse
presenta un ejemplo de esa imaginación revolucionaria postulando un
tipo de sociedad que no existe en la actualidad, pero que puede ser
realizada por utilizar elementos de la sociedad actual, como la
tecnología avanzada que permita crear más tiempo libre para la
producción lúdico-artística. Propone una sociedad
lúdico-estética, en la que el trabajo pesado lo llevarían máquinas
para producir lo necesario para subsistir (en contra de la
sobreproducción de la sociedad consumista capitalista), permitiendo
liberar tiempo libre para dedicarlo a un tipo de trabajo más
creativo y más gratificante (Marcuse, 2002, pp. 181-182).
Para
que la conciencia transformadora aparezca necesita ser activada por
medio de la imaginación. El mero conocimiento del estado de cosas
actual no impulsa a los agentes a la lucha social. Saber que tienen
dificultades para vivir y que hay contradicciones sociales, no les
lleva a buscar el cambio porque si no son capaces de concebir un tipo
de sociedad alternativo hipotético, podrían llegar a la conclusión
de que el estado de cosas presente es el único posible y que es
necesario.
Para
que haya una conciencia revolucionaria en las personas trabajadoras,
tiene que realizar una reflexión que les indique que es posible otro
tipo de sociedad y esa conclusión solo puede tener lugar si
previamente han sido capaces de imaginarse otra verosímil sociedad
organizada bajo otras formas, aunque con elementos de la presente. Si
son capaces de idear una hipotética sociedad realizable, entonces
podrían desear construirla y luchar por ella. Pero, para que se
llegue a ese punto, tienen que haber cogido y adaptado elementos de
la sociedad presente, adoptando una postura realista, y
estructurarlos de otra forma, a fin de que sea un proyecto
revolucionario.
Por
otro lado, como ya se ha descrito, dentro de la propia teoría
marxista, no puede configurarse un concepto de explotación si no se
puede concebir una distribución hipotética alternativa en la que
sea viable un reparto de recursos más equitativo. Si no es posible
construir esa hipótesis por medio de la imaginación, no se podría
comparar cada tipo de producción y distribución de cada época con
su alternativa; y, por tanto, no se podría señalar que un tipo de
distribución es un abuso porque se podría repartir de forma más
justa.
La
idea de justicia necesita del concepto de explotación, ya que la
explotación es lo que en la idea de justicia marxista se designa
como injusticia; y el concepto de explotación requiere de la
imaginación para poder hacer comparaciones entre las sociedades
existentes y las hipotéticas, y así poder decir que las primeras
son menos equitativas que las segundas. Por tanto, la propia idea de
la justicia marxista requiere que se incluya la imaginación como
método para analizar la explotación.
- Ejemplo de imaginación revolucionaria: el socialismo de mercado
El
ejemplo de sociedad lúdico-artística de Marcuse no queda muy
concretado y es impreciso, por lo que es necesario exponer otro
ejemplo más claro y bien estructurado. Dentro del Marxismo
Analítico, lo podemos encontrar en el socialismo de mercado de
Roemer (1995). En el socialismo de mercado, por un lado, están mejor
concretados los elementos de la actual sociedad (empresas sin
jerarquías y organizaciones obreristas) que se van a usar en la
nueva; y, por otro lado, en él está mejor especificada su nueva
estructura (mercado libre, pero sin poder de clase –sin propiedad
privada en algunos de sus modelos-).
El
primer modelo de socialismo de mercado serían las Empresas
Gestionadas por Trabajadores, que estarían bajo propiedad colectiva
y la toma de decisiones se llevaría a cabo por los propios
trabajadores (Roemer, 1995, pp. 66-72). Tendría aspectos similares
a las cooperativas de Mondragón: serían democráticas
(asamblearias), tendentes a cierto igualitarismo (con un reparto
justo por méritos o producción de los trabajadores, sin abusos para
pocos) y tendentes a la estabilidad (buscando cierto ahorro para la
inversión y su consecuente logro de beneficios, que se repartirían
de manera equitativa) (Roemer, 1995, pp. 71-72).
Sin
embargo, es muy complejo que las personas trabajadoras mismas tomen
la decisión de reducir las retribuciones en pos de la inversión.
Para resolver las dificultades en las tomas de decisiones, Roemer
propone un segundo modelo en el que, si bien la propiedad es
colectiva, las decisiones las toman unos directivos (Roemer, 1995,
pp.72-73). La economía se dividiría en dos medios de adquisición:
el dinero, para adquirir bienes y servicios, y bonos, repartidos
entre todas las personas, que requieren ser unidos para la
adquisición de los medios de producción (empresas). Con dinero no
se podría comprar empresas o acciones, una persona o unas pocas no
podrían ser los propietarios; se necesitaría que se juntasen los
bonos de muchas personas (bonos intransferibles y no intercambiables
por dinero de forma ninguna): así se garantizaría que la propiedad
sea colectiva. Si bien, la toma de decisiones recaería en unos
directivos, cuya función es meramente administrativa y tendrían
similar status social al resto de las personas trabajadoras.
Es
difícil implantar estos modelos, dado que los actuales patrones
están en contra. Tal vez, un modelo menos radical sería más fácil
de implantar. El tercer modelo consistiría en un capitalismo sin
poder de clase (Roemer, 1995, pp. 76-77). Las personas trabajadoras
dispondrían de un alto porcentaje de acciones en las empresas y
tendrían capacidad de participar en la toma de decisiones de la
empresa, permitiendo una economía más democrática, que permitiese
poder implantar repartos más equitativos y sin presencia de
jerarquías sociales. Queda en duda que los empresarios estuviesen
dispuestos a ceder un poco de su poder y por qué lo harían.
En
cualquier caso, los tres modelos recogen elementos de la sociedad
actual y los colocan en otra estructura, les asignan otras funciones
dentro de otro orden o funcionamiento de las empresas. Estos modelos
no se hayan en el presente, así que son producto de la imaginación.
Gracias a la imaginación se puede idear otro tipo de sociedad,
cogiendo elementos de la sociedad actual y ordenándolos de otra
manera; haciendo realista el proyecto de sociedad justa ideado. A
través de la imaginación, se puede mostrar que otro mundo es
posible, un mundo más justo.
- Conclusiones
Las
conclusiones que se deducen son las siguientes:
1.
La conciencia
(ideas, pensamientos, conceptos e inquietudes) y
la voluntad tienen un papel en la lucha de clases.
En la carta que escribió Engels a Bloch se indicó que tanto él
como Marx consideraban que la conciencia y la voluntad contribuían
en el desarrollo de la historia, pero señalaban que no habían
tratado dicho temática para separarse del idealismo. Destacaron
sobre todo las causas materiales y sociales para distanciarse del
idealismo, que presentaba a las ideas como principal causa del cambio
histórico. También trataron de diferenciarse de los socialistas
utópicos, cuyos proyectos estaban fundamentados en la moralidad y no
en los medios tecnológicos y sociales -movimiento obrero en la etapa
capitalista, por ejemplo-. No tenían presentes los elementos
concretos de cada etapa de la historia y eso hacía que fuesen
demasiado voluntaristas y poco cientíticos.
En
la obra de Cohen Karl
Marx Theory of History: A Defence, se
precisó que según la interpretación materialista de la historia el
factor material tiene mucha influencia en el cambio histórico
(creaba grandes y eso conducía a la lucha social), pero no era el
factor absoluto.
Según
Cohen, el marxismo utiliza explicaciones funcionales, esto es,
describe que cada aspecto social tiene una función. Dado que la
conciencia de clase existe y se encuentra inscrita en el movimiento
obrero como una de sus condiciones necesarias, debe tener una función
determinada, debe servir para realizar o conseguir algo.
La
materialidad no lo es todo en la estructura de la sociedad y no es la
causa absoluta que dé lugar a cada aspecto de la sociedad y a sus
cambios en la historia. Las personas no se ven sometidos de forma
determinista por las presiones materiales, sino que solamente se ven
presionadas a tomar decisiones acerca de ellas y su resolución.
Dichas elecciones dependen del grado de reflexión racional de que
dispongan. Según qué tipo de creencias, valores, ideas y formas de
interpretar su situación, elegirá aquel curso de acción que
considere más racional, es decir, cada persona procura estar
embarcada en una actividad que le proporcione mayores ganancias y en
la que sea seguro su obtención, por basarse en un proyecto creíble,
con garantías y que esté basado en la realidad.
2.
La conciencia sirve para realizar la reflexión acerca de las
elecciones que van a tomar y que puedan afectar a la sociedad.
De ella depende que cada agente social tome parte del movimiento
obrero y de la lucha de clases, o que tenga un tipo de vida más
individualista y trate de resolver sus problemas dentro del estado de
cosas presentes.
La
conciencia tiene esta capacidad por disponer de una forma de
interpretar el contenido de sus ideas, deseos y creencias. La
conciencia no es mera acumulación de datos, no es solamente un
contenido de creencias que permiten entender las dificultades vitales
de cada persona y comprender sus causas en la estructura de la
sociedad. También posee la facultad de interpretar la realidad
social y valorarla como justa o injusta, así como tiene la capacidad
de reflexionar cómo podría transformarse. Ella no es el mero
resultado de la realidad material y social, dado que conocer el
estado de cosas llevaría únicamente a saber cómo es él y no cómo
podría ser.
Si
la capacidad reflexiva no pudiese no cabría la posibilidad de
plantearse otro tipo de sociedad. Pero la conciencia está compuesta
de forma (es la manera de interpretar la realidad) y de contenido
(conjunto de creencias que den cuenta o expliquen cómo es la
realidad). Cada agente puede, entonces, valorar que la realidad
podría ser diferente.
De
esta forma, el materialismo histórico se completa. Si se incluye lo
colegido hasta ahora, la interpretación materialista de la historia
no quedaría meramente como la explicación de los cambios de la
estructura de las sociedades merced a una lucha de clases realizado
por un movimiento que tenga como origen y causa las contradicciones
sociales (dificultades para subsistir en las clases bajas y formas de
explotación) generadas por la presencia de relaciones sociales
asimétricas y en las que se dan formas de explotación (resultado
del desarrollo de la fuerzas productivas).
La
explicación materialista no se reduciría a indicar que las clases
dominadas se vean obligadas a buscar el cambio social por las
presiones materiales (dificultades para acceder a los recursos) y
sociales, sino que tendría que añadir como un factor más la
presencia de una conciencia determinada (conciencia de clase),
poseedora de cierta interpretación de la realidad que le indicase a
cada agente social que el estado de cosas que le ha tocado vivir no
es necesario y que es mejor conseguir construir otro tipo de
sociedad, creído como viable.
La
interpretación materialista de la historia contaría, entonces, con
dos tipos de factores: un factor objetivo o material (dificultades
vitales y contradicciones sociales), que influiría sobre las clases
(proporcionándoles un contenido de conciencia sobre el que
reflexionar, unos problemas determinados sobre los que pensarían los
agentes cómo dar solución) y presionaría a tomar decisiones; y un
factor subjetivo, la conciencia, por medio de la que los agentes
procurarían entender la realidad material y sus posibilidades, y
tratarían de hacer valoraciones al respecto, gracias a las que
podrían elegir un curso de acción conforme a las opciones posibles
(según las creencias o entendimiento de la realidad y sus
posibilidades) y que sea el mejor para sus intereses (conforme a la
valoración que se tenga de la realidad).
De
esa manera, se configuraría su voluntad. La posibilidad de que haya
otro tipo de reparto que le proporcionase mayores beneficios y que
satisfaciese mejor sus intereses particulares, le daría la
motivación suficiente como para tender a unirse a un grupo social
que luche por el cambio histórico.
3.
Es necesario un concepto de justicia marxista, dado que es una teoría
emancipatoria y muchos de sus conceptos, como el de explotación,
serían ininteligibles sin ella.
Además de que, como se ha expuesto en la primera conclusión, las
ideas tienen un papel en los cambios de la historia. El concepto de
explotación, en concreto, es una valoración acerca de la situación
económica y social de un territorio determinado: cuando se habla de
una situación de explotación se está indicando que una
distribución de los recursos no se realiza como debería ser. En
dicho caso, se estarían cometiendo abusos porque el reparto podría
ser mejor y un reparto mejor (según esta apreciación) ha de ser
previamente definido. Solamente puede entenderse como reparto
equitativo en tanto en cuanto coincida con una idea de justicia en la
que se exprese cómo debería ser un reparto o cómo tendría que ser
éticamente.
Descritas
las diferentes teorías de justicia distributiva, se llegó a la
definición de justicia marxista recogiendo aquellos aspectos de
ellas que pudiesen tener semejanza con los conceptos elaborados en el
marxismo clásico. Se definió así la justicia distributiva como la
distribución de recursos en función de los méritos y en igualdad
de oportunidades, más allá de dominaciones clasistas que impidiesen
tal igualdad y restasen autonomía a una parte de la sociedad.
Precisando
el reparto por méritos, se describió que dicho reparto consistía
en una distribución opuesta a la explotación, por ser ella
precisamente una distribución en la que no se repartía el valor que
producen las personas trabajadoras, sino que era acumulado por las
clases altas y en el que a la clase trabajadora solamente se le
retribuía una parte de la riqueza que ella misma había ganado y,
por tanto, merecía. De esta manera, la justicia marxista es la
situación opuesta a la supuesta explotación capitalista.
A
partir de ese concepto general de justicia que puede surgir o
presentarse en los agentes sociales, podrán formarse una idea
derivada de él, en la que se interprete cómo podría ser una
sociedad justa según las posibilidades potenciales existentes en la
sociedad en la que viven. No solamente es preciso un concepto de
justicia para la consistencia teórica, sino que es necesario que
haya una idea de justicia porque ella es la que provoca
modificaciones en la conciencia que conduzcan a los agentes sociales
a participar en la lucha de clases.
Merced
a que un número determinado de trabajadores disponga de la reflexión
de que la realidad social y material que viven es injusta y que es
posible otro tipo de sociedad, entenderán que racionalmente lo
óptimo es tratar de lograr dicha nueva sociedad y lucharán por
conseguirla. La idea de justicia sirve para ayudar a la forma de la
conciencia a interpretar la realidad vigente y poder tomar una
decisión determinada. En el caso de que los agentes sociales tengan
la valoración de que viven en una sociedad justa (dadas las
creencias y deseos que disponen), entonces ningún grupo social
decidirá procurar cambiar la sociedad, por ser indeseable y, en
muchos casos, impensable o una posibilidad que ni siquiera puede ser
planteada por carecer de necesidad.
El
desarrollo histórico no dará lugar a una sociedad más justa si no
poseen los agentes revolucionarios unas ciertas nociones de cómo
podría ser la nueva sociedad que se quiere construir o cómo podría
ser el cambio que se quiere realizar a través de la lucha social. No
actuarán de forma radical si no interpretan que la realidad que
viven es injusta y no lucharán si consideran que es inviable
construir una sociedad justa. Dentro del factor subjetivo del
desarrollo de la historia, la idea de justicia es una de las partes
de la conciencia de las personas que van a participar en la lucha de
clases, mediante una forma de interpretar su contenido de forma que
le conduzca a la reflexión de que se ha de procurar el cambio
social.
4.
La idea de explotación y la idea de la justicia requieren de la
imaginación.
La precisan, dado que, si no es posible idear una hipótesis acerca
de otro tipo de modelo socioeconómico y de distribución de
recursos, no podría afirmarse que hay injusticia, puesto que cada
momento histórico solo tendría una posibilidad y no sería posible
que pudiese ser más justa la sociedad. La idea de justicia también
la precisa, porque es derivada del concepto de explotación.
La
imaginación tiene esta capacidad de generar hipótesis acerca de
potenciales ordenaciones sociales porque puede modificar la forma de
interpretar la realidad –partiendo de los elementos de la sociedad,
inscritos en el contenido de la conciencia–, mostrando que es
posible ordenar la sociedad bajo otras formas y que no es necesaria
la sociedad de cada época de la historia.
La
imaginación, en este sentido, puede llegar a ser revolucionaria
porque puede crear, basándose en elementos de la sociedad vigente
–que están en el contenido de la conciencia–, otros modelos de
sociedad más interesantes y atractivos por ser más justos. Esto
hace que puedan surgir deseos de construir este tipo de sociedad y
embarcarse en la lucha de clases por considerar los agentes de la
clase trabajadora que el proyecto revolucionario es la opción más
racional.
La
idea de justicia que puedan tener los agentes sociales
revolucionarios requiere de las facultades de la fantasía para hacer
concebible una sociedad hipotética más justa y opuesta a la
explotación de cada época. Únicamente se podrá construir la
justicia (o buscar transformar la sociedad para que se asemeje a
nuestra idea de justicia) por medio de la imaginación.
Solamente
se puede configurar mentalmente otro tipo de sociedad a través de la
construcción, mediante la fantasía y la imaginación, de un
verosímil modelo social, basado en elementos de la presente
sociedad, y que sea diferente de cada momento específico de la
historia.
La
forma de la conciencia de cada agente revolucionario solamente podrá
ser modificada, en el caso de que se use la fantasía. A través de
idear una posible sociedad alternativa, podrá valorar que la
realidad que vive no es necesaria y que puede ser cambiada. Así,
comprenderá, si es que llega a estas reflexiones conformes a las
ideas y creencias generadas por la imaginación, que el estado de
cosas presentes es injusto (dado que puede haber otro tipo de
sociedad en la que haya una distribución más justa) y se verá
motivado a construir el proyecto producido por su fantasía, por ser
más beneficioso para sus intereses particulares.
5.
La conclusión final que se ha de sacar es que en el transcurso de la
historia se dan variaciones en la estructura de las sociedades debido
a las luchas de clases.
Ellas son resultado de unas decisiones tomadas a cabo por grupos
sociales por verse motivados a cambiar la realidad, dadas las
presiones materiales y sociales a las que se ven sometidos, y por
poseer ellos (o cada uno de los agentes que los conforman) una idea
de sociedad justa. Esta idea es derivada del ejercicio por parte de
los agentes de los grupos sociales de la facultad de la imaginación.
Ella les ha podido mostrar una cierta idea de cómo podría ser una
sociedad mejor (con una distribución más justa y en la que los
agentes consigan obtener mayores ganancias y poder satisfacer de
forma mayor su intereses particulares) según la potencialidad de las
posibilidades materiales y sociales de las que se disponga en cada
etapa de la historia.
La
hipotética posibilidad creada por la imaginación de los agentes
sociales es tan verosímil (por basarse en elementos de la sociedad)
y tan deseable (por presentar un panorama en el que se satisfacen
mejor los intereses particulares de los agentes implicados) que los
motiva a arriesgarse a luchar por el cambio social; y, si cuentan con
grupos suficientemente estables, bien organizados y con fuerzas,
podrán realizar la toma del poder político y económico para tratar
de realizar el proyecto revolucionario, dando lugar al cambio en cada
etapa de la historia.
La
parte de la conciencia que puede llevar a la lucha social, la forma
de interpretar la realidad y su rechazo por tener una idea de
justicia, requiere de la imaginación para hacer verosímil la
posibilidad de una sociedad justa y, así, permitir la forma de
llegar a la conclusión de que la realidad vigente es innecesaria y
que se puede modificar para construir una sociedad más justa.
La
idea de justicia distributiva solamente puede cumplir su papel en el
cambio histórico en el caso de que se vea configurada y concretada
en cada situación específica por la imaginación revolucionaria
(que pueda dar una imagen distinguida y concreta de cómo podría ser
una sociedad justa de forma viable según los elementos vigentes en
cada sociedad).
Se
podría poner como ejemplo de este ejercicio de imaginación
revolucionaria el modelo de sociedad propuesto por Marcuse (en el que
el trabajo es lúdico-artístico y tendente a la búsqueda de la
satisfacción de necesidades e inquietudes de las personas) y también
se podrían considerar como ejemplos concretos los distintos modelos
de socialismo de mercado (en el sentido en que se ha expuesto en este
trabajo sobre las empresas gestionadas por trabajadores similares a
las cooperativas de Mondragón, las empresas colectivizadas con
directivos y el capitalismo de mercado todavía existente).
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