Soviets,
su abolición
y burocratización
de la URSS
(perspectiva
filosófica)
Juan José Angulo de la
Calle
El materialismo histórico tras el colapso de la Unión Soviética
Cohen, en su libro más importante Karl Marx´s Theory of
History: a Defence, expone que el
materialismo histórico puede explicar el colapso de la Unión Soviética. Cohen
señala que Rusia (y se puede extender al resto de países de economía
planificada) no estaba preparada para la construcción del socialismo.
Carecía de las condiciones materiales y sociales para poder
construir un tipo de sociedad posterior al capitalismo, dado que Rusia no
estaba lo suficientemente desarrollada tecnológicamente (industrialmente) como
para poder producir suficientes recursos para la población de la Unión
Soviética y, a la vez, tener una economía saneada.
“[…] Now, I
am confident that the Russia of 1917 was indeed characterized by an incomplete
development of the productive forces [...]”[1]
Por esa carencia de industrialización, carecía de un
proletariado propiamente dicho, que pudiese estar dispuesto a luchar por una
sociedad socialista.
No había una clase que conociese lo suficiente la disciplina
laboral de las industrias y su modo de producción como para estar formado en un
tipo de producción industrial que le fomentase a estar interesado a buscar un
tipo de producción y de distribución en el que se produzca masivamente recursos
para poder ser distribuidos a todos equitativamente.
En cambio, la mayoría de la población era campesina.
“En consecuencia, puede subrayarse que no hay dirección
teórico- política que presentarse en el 17, aunque resulte tentador apuntar lo
contrario. Cuando en Europa los análisis
teóricos cunden, sustentan una práctica política, en Rusia no existe causalidad
cultura-política. El sujeto es el campesinado y, en circunstancias
excepcionales, la intelligentsia rural; la lentitud con que se forma la clase
proletaria impide hablar de un horizonte socialista sensu stricto.”[2]
Esta clase, en cambio, estaba más interesada en una reforma
agraria, que en una revolución. Querían un reparto de tierras para cada familia
y no tenían interés en realizar trabajo colectivo alguno. Por tanto, no se
podía contar con una colaboración suficiente como para tener, siquiera, una
población dispuesta a la construcción del socialismo.
“[…] El esfuerzo del leninismo es ciclópeo. Cambiar con
urgencia los modelos vigentes [reforma agraria] entre los opositores al régimen
zarista, entre los campesinos que llevan décadas de lucha para conseguir la
redistribución de las tierras.”[3]
No se puede hablar de que exista principalmente en Rusia un
proletariado con una conciencia de clase colectivista, derivada de la
masificación en las fábricas, de la disciplina fabril, formados en una lucha en
la que solo se pueden conseguir mejoras de vida de forma colectiva (mejoras de
condiciones laborales para todos) y en la que hay imposibilidad de una salida
individualista. La división de las fábricas no es posible, al contrario de la
división parcelada de tierras por cada individuo, que sí podría ser posible en
un reparto de tierras de una reforma agraria. Por eso, hay más noción colectiva
en el proletariado urbano, respecto al campesinado.
Únicamente había obreros en las grandes ciudades del imperio
ruso, como Moscú, San Petersburgo y otras. El resto del país se componía de
jornaleros dentro de las clases desposeídas:
“[…] The
standard reply, against the charge that the 1917 revolution occurred without
the existence of a developed proletariat [...]”[4]
La Revolución Bolchevique, por tanto, carecía de las
condiciones objetivas o materiales. No
había suficiente desarrollo de las fuerzas productivas, el
desarrollo industrial que permitiera una producción suficiente de recursos como
para poder ser repartida equitativamente entre toda la población. Y, por otro
lado, carecía de las condiciones subjetivas o sociales (disponer de una clase
concienciada y dispuesta a la construcción del cambio social).
Logros e inconsistencias
del primer
Estado Socialista
Como ya he indicado, Rusia y las otras naciones del antiguo
Imperio Ruso, no estaban preparadas para la construcción del socialismo. El economista marxista Mandel comenta: ”[…]
¿Tenían razón los mencheviques, contra Lenin y Trotski, al oponerse a la
revolución rusa con el argumento de que Rusia no estaba preparada para el
socialismo? […] Rusia no estaba, de hecho, “madura, para el establecimiento de
una sociedad tal.”[5]
Dadas estas condiciones, el materialismo histórico puede
exponer que el colapso de la Unión Soviética (y se puede extender al resto de
países insertados en el Pacto de Varsovia) fue debido a que no tenía las
condiciones necesarias y suficientes como para poder realizar el proyecto
socialista de forma bien estructurada económicamente (por carecer de suficiente
desarrollo de las fuerzas productivas) y no disponer de una base social, una
clase preparada e interesada en el proyecto socialista, que tuviese motivación
o formación, resultado del trabajo en la sociedad industrial.
Engels ya establecía en 1875 que Rusia no era un país
suficientemente desarrollado como para realizar la construcción del socialismo.
En un escrito de la publicación Volksstaat, respondía a un folleto escrito por
el socialista Piotr Tkachov. En este folleto se indicaba que Engels desconocía
la situación social de Rusia y que, aunque Rusia carecía de proletariado urbano
y de burguesía (con las fuerzas productivas o tecnología que conlleva ella),
los jornaleros estaban preparados para realizar la revolución por poseer una
base de tradicional organización comunal. Engels responde:
“La revolución a que aspira el socialismo moderno consiste,
brevemente hablando, en la victoria del proletariado sobre la burguesía y en
una nueva organización de la sociedad mediante la liquidación de las
diferencias de clase. Para ello se precisa, además de la existencia del
proletariado, que ha de llevar a cabo esta revolución, la existencia de la
burguesía, en cuyas manos las fuerzas productivas de la sociedad alcanzan ese
desarrollo que hace posible la liquidación definitiva de las diferencias de
clase. […] Sólo al llegar a cierto grado de desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad, muy alto hasta para nuestras condiciones presentes,
se hace posible elevar la producción hasta un nivel en que la liquidación de
las diferencias de clase represente un verdadero progreso, tenga consistencia y
no traiga el estancamiento o, incluso, la decadencia en el modo de producción
de la sociedad. Solamente en manos de la burguesía han alcanzado las fuerzas
productivas ese grado de desarrollo. Por consiguiente, la burguesía es, también
en este aspecto, una condición previa, y tan necesaria como el proletariado
mismo, de la revolución socialista. Por tanto, quien sea capaz de afirmar que es
más fácil hacer la revolución en un país donde, aunque no hay proletariado, no
hay tampoco burguesía, demuestra exclusivamente que debe estudiar el abecé del
socialismo.”[6]
Según Engels, en Rusia no podría surgir una revolución
socialista estable por no estar el país preparado tecnológicamente (por no
disponer de las fuerzas de producción que permitan crear suficientes recursos
para toda la sociedad y, así, que puedan ser repartidos justamente). En Rusia
solamente podría ser construido un Estado socialista con grandes problemas
económicos (por estar sin una capacidad grande de producción), que no podría
distribuir los recursos justamente.
Santiago Carrillo tiene una interpretación similar a la
expuesta. Él fue antiguo Secretario
General del Partido Comunista de España, enlace con la URSS en la guerra civil
española (fue uno de los responsables de que se cometieran las matanzas de
Paracuellos del Jarama siguiendo la línea de acción del Estado soviético de esa
época y, por tanto, gran conocedor del sistema soviético) y después de ella en el exilio (viviendo
varios años en varios países de Europa del Este –URSS inclusive-). Como conocedor de primera mano de los Estados
del bloque soviético, señaló que el derrumbe del muro de Berlín y de la Unión
Soviética no implica que el proyecto comunista haya fracasado o que no tenga
razón de ser porque nunca se llegó al comunismo: nunca se llegó a cumplir del
todo el proyecto, no se construyó una administración política y social sin
Estado, tal como Marx y Engels habían definido a la sociedad comunista[7].
Claude Bitot señaló que en los países del Este ni siquiera
consiguieron llegar al socialismo o comunismo inferior, y que lo que había en
ellos era un capitalismo de Estado[8].
Entiendo que, en parte, podría ser así porque el Estado, al ser propietario de la mayoría
de los medios de producción (empresas) y de dirigir de forma planificada desde
el Estado a los koljós (empresas colectivas), y exportar todo lo que producen
todas las empresas al extranjero, el Estado hace casi las funciones de entidad
capitalista. Entonces, las personas que
administraban el Estado casi harían la función de capitalistas: no llegaron a
conseguir llegar a establecer el socialismo tal como se entendía con anterioridad.
Voslensky, antiguo
miembro de la nomenklatura (la burocracia soviética), escribió un texto
exhaustivo y lleno citas de fuentes oficiales soviéticas, leyes, conversaciones
con personas con cargos y experiencia propia; y describió que el poder político
y económico era acaparado y reservado para la nomenklatura [listado de seleccionados],
burócratas que tenían el poder por encima incluso del partido y del Secretario
General (con sus luchas de poder internas, pero con poder), que perseguían
expresiones divergentes a la línea oficial del partido y de los burócratas, y
que no dejaban espacio para que las personas trabajadoras participaran en los
asuntos públicos[9]. Se concluye que la
URSS y los Estados del Pacto de Varsovia son dictaduras burocráticas.
Keeran y Kenny investigaron en profundidad la Unión
Soviética, su desarrollo político, económico y social, y concluyeron justo lo
contrario: que en la URSS fue una de las experiencias más elevadas de justicia
social, que durante varias fases de ella hubo un crecimiento exponencial del
crecimiento económico, servicios de educación y sanidad gratuitos, reducción de
las desigualdades sociales (los salarios más altos eran sólo diez veces más
elevados que el salario medio de un obrero) y pleno empleo[10].
Según su libro y sus fuentes, la calidad de vida de la
población era grande y las diferencias salariales entre varios puestos eran
pequeñas: había un gran grado de igualdad social.
“En 1983, el sociólogo americano Albert Szymanski reseñó
varios estudios occidentales y la calidad de vida soviéticos. […]
Los altos funcionarios del gobierno ganaban unos 600 rublos al mes y los
obreros unos 150 rublos al mes. Los
salarios más altos, por lo tanto, eran solo diez veces más elevados que el
salario medio de un obrero, mientras que en los Estados Unidos los directivos
de empresas mejor pagados ganaban 115 veces más que los obreros.”[11]
A lo largo de todo su libro El socialismo traicionado
desarrollaron la consistente tesis de que las causas del colapso de la Unión
Soviética fueron: la aplicación de injustificadas medidas de Jruschov (y luego
Gorvachov) de libre mercado y descentralización de la producción que condujo a
una “segunda economía” parasitaria que eran el caldo de cultivo de grupos
“proto-burgueses”, transformación que fue el motor de la lucha política dentro
del PCUS por Yakolev, Yeltsin y otros, y que acabaría con el golpe de fuerza
promovido por estos mismos y que dio a la democracia formal y de liberalismo
salvaje y acelerado (privatización de casi todo) y a la reducción drástica de
servicios sociales asequibles y a un incremento grande del desempleo y la
pobreza[12].
En el ámbito político, Keeran y Kenny señalan que el poder
lo tenía el PCUS, en el que se podían meter los ciudadanos de la Unión: “Stalin
reubicó poblaciones enteras, atacó a los judíos como “cosmopolitas sin raíces”
y concedió a los rusos el poder en el Partido y el estado.”[13]
No todos los
solicitantes del pueblo trabajador tenían posibilidad de entrar en el partido
(en el que principalmente se daban las directrices) y tenían que verse pasados
por estrictos filtros y selección, así como una continua vigilancia: “En vez
del reclutamiento masivo [del secretariado de Juschev] se instauraron unas
normas de admisión al Partido más estrictas.”[14]
Ni siquiera se llegó a construir la
democracia con las reformas de Gorbachov llamadas perestroika (apertura en todos los ámbitos) y
la glasnot (mayor posibilidad de expresarse por parte del pueblo trabajador y
resto del pueblo): “La perestroika no produjo sus objetivos declarados, es
decir, un socialismo democrático, productivo y eficiente.”[15]
Por lo tanto, no había posibilidad que la población en
general tuviese un espacio en el que se pudiese expresar: abolidos los soviets,
se quitó la posibilidad que tenían las personas trabajadoras para poder
expresarse y participar de los asuntos públicos; esa democracia obrera acabó
cuando se abolieron los soviets en 1936 y fueron sustituidos por la burocracia:
entiendo, por tanto, que en la URSS había una dictadura burocrática.
Puede que mi punto de vista sea corto de
miras y que los comunistas más ortodoxos me puedan argumentar que en la URSS sí
que había democracia socialista; pero, con el razonamiento que he realizado y
dispongo, solamente puedo concluir que la URSS no era un régimen de democracia
obrera.
De todas formas, el PCUS fue un partido en el que había
cierto margen de pluralidad de opiniones y de debate:
“[…] Desde fuera era habitual considerar que, dado que en la
Unión Soviética existía un solo partido, el pensamiento político era monolítico
y el debate político era inexistente.
Esto distaba mucho de ser cierto.
Desde antes de la revolución, había en el Partido comunista soviético
más de una tendencia o corriente.
Gorvachov no sacó sus reformas de la nada: reflejaban tendencias en el Partido
que habían representado, anteriormente y en parte, Nikolái Bujarin, Nikita
Jrushchov y otros.”[16]
Queda preguntarse qué espacio tenía las personas
trabajadoras que no llegaban a ser admitidos en el partido o que no tenía
posicionamientos comunistas, pero sí una opinión que tendría que poder ser
expresada, de forma que se cumpliese el poder obrero, cuyo modelo marxista es
la Comuna de París, que era asamblearia, plural y de puestos rotativos y
destituibles por la asamblea. Ambos,
citando al historiador Shapiro[17]
reconocen que hubo un menoscabo en la llamada democracia socialista durante el
periodo de secretariado de Iosif Stalin y las direcciones de los altos cargos
del PCUS de la época [cuyo modelo político, el Estado-Partido, no cambió
después]:
“Entre 1941 y 1953,
la Unión Soviética derrotó a la Alemania fascista y se reconstruyó tras la
devastación de la guerra. En 1948, el
rendimiento industrial global superaba el de 1940, y el de 1952 superaba el de
1940 dos veces y media. La Unión
Soviética desarrolló una bomba atómica y
obligó a Occidente a aceptar un punto muerto en la Guerra Fría. Es verdad que había problemas, sobre todo
períodos de escasez aguda de productos agrarios, e incluso los logros tuvieron
un cierto coste en vidas, calidad de vida, democracia socialista y liderazgo
colectivo, pero sin embargo se habían producido.”[18]
Citan al autor Stephen Handelman, que describió que la
burocracia tenía un gran poder en la URSS (sino todo el poder): “[…] la
sociedad se dirigía por completo según los intereses de los burócratas [del
Partido][19]”
Sin embargo Keeran y
Kenny, apoyados en fuentes consistentes, destacaron los grandes avances
económicos y sociales de la URSS.
De hecho, hay fuentes independientes que
avalan las mejoras que trajo la URSS. La
Organización Mundial de la Salud en un informe de 1963 (estudio comenzado en
octubre de 1958) valora que la medicina que se aplica en los servicios
sanitarios gratuitos de la URSS era muy avanzada, fruto de décadas de
investigación y que llega hasta ciudades y aldeas remotas[20]. La Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que hubo una mejora alimentaria y
un incremento calórico en la población soviética durante el largo recorrido de
la URSS, tal como aparece en fuentes que se encuentran subidas en
www.faostat3.fao.org.
En diciembre de 1983 un estudio de la CIA indicó que la URSS
experimentó un crecimiento, desarrollo y estabilidad económica continua, se describe en su informe que:
“la habilidad de la economía soviética” para mantener su viabilidad ante la
ausencia de importaciones “es mucho mayor que la de la mayoría, y posiblemente
todas, de las economías” de otros países industrializados[21]. Añade que hubo
una mejoría en el nivel de vida de su población durante sus últimos treinta
años:
“El representante demócrata por Wisconsin, que preside la
citada comisión del Congreso, ha sido la primera personalidad en pronunciarse
sobre el informe. Ha señalado que la economía de la URSS, en contra de las
habituales informaciones y juicios expresados por los portavoces oficiales,
había experimentado grandes progresos. "Dejando a un lado los problemas
permanentes", ha añadido, "hay que reconocer la Unión Soviética ha
experimentado un desarrollo económico regular y que su nivel de vida ha
mejorado a lo largo de los treinta últimos años".”[22]
De hecho, después de la caída del Régimen Soviético se
incrementó el descenso de la pobreza: se puede ver en un estudio del Banco Mundial (subido en
el www.worldbank.es).
Además, las relaciones de igualdad en derechos entre hombres
y mujeres debían de ser grande y muy visibles porque hubo mujeres de la
República Federal Alemania que exigieron que se aplicasen las leyes de la
Alemania del Este [23].
Por otro lado, tal como señalaba Voslenski, había un
relativo pleno empleo: el desempleo había sido eliminado oficialmente en la
URSS en los años 30 [24]. De hecho,
Michael Voslensky en su texto de investigación reconoció que se lograron
realizaciones positivas en la URSS: educación y sanidad gratuita, cultura
asequible, subsidios de jubilación, vacaciones en un destino prefijado y un
pleno empleo relativo; pero señaló que los trabajadores tenían, por ley,
derecho a como mucho 9 metros cuadrados por personas y que los trabajadores
vivían con dificultades [25].
En definitiva, la URSS tenía dificultades económicas, pero
era un país de: 1) gran productividad; 2) crecimiento, desarrollo y estabilidad
económica; 3) bastante bienestar y gran igualdad social (como se refirió con anterioridad, las
diferencias salariales eran de 1 a 10, frente a la diferencia de 1 a 115 que
había entre obreros y directivos de Estados Unidos); 4) la “solución” que
buscaron Jruschev (un poco), Brezhnev y Gorbachov, sin tener en cuenta las
eficaces reformas de Andrópov, fue una permisividad a la iniciativa privada,
que acabó dando lugar a un mercado negro que, cuando se organizó, formó una
mafia que corrompió la economía y al PCUS: culminando con el golpe de fuerza de
1991 del “influído” por la mafia Boris Yeltsin para imponer la democracia
formal por la fuerza y dar paso a un liberalismo salvaje (que benefició a los
oligarcas mafiosos) que privatizó todo, hasta empresas clave para dar servicios
públicos (agua, luz y gas), y eliminaron los servicios sociales (generando un
crecimiento exponencial de la pobreza) [26].
La economía de la URSS era estable, con todos los problemas
que dan la planificación petrificada en un mundo cambiante y la gestión
burocrática (papeleos, actividad mecánica, falta de iniciativas y creatividad,
anquilosamiento, falta de incentivos para las mejoras, la inventiva y la
renovación).
Fueron necesarias reformas, se permitió abrirse a cierto espacio a empresas privadas (camufladas como supuestas cooperativas) y, consecuentemente, colapsó por:
1) la presencia de dos economías contrapuestas que
generaban más problemas,
2) el surgimiento de mafias poderosas con intereses
grandes en establecer un capitalismo salvaje y que perjudicaron a la economía
soviética
3) las mafias, que corrompieron el Partido Comunista hasta que lograron “convencer” (o
directamente comprar) a miembros con poder en la burocracia y en el PCUS (como
Borís Yeltsin) a que dieran un golpe de fuerza para imponer la democracia formal
y un liberalismo acelerado y salvaje real (privatizaciones enormes hasta en
empresas clave de servicios mínimos e, incluso, Servicios Sociales).
Todo este proceso de corrupción económica y
política dio a que se diese el golpe de fuerza de 1991 para
destruir la URSS: este proceso es lo que hizo que la URSS desapareciese,
desarticulada a la fuerza por la mafia y la corrupción.
La eliminación de los Soviets
(base de la democracia socialista)
Entiendo [me puedo equivocar] que los aspectos graves de la
URSS, en cualquier caso, serían la falta de posibilidad de participación del
pueblo trabajador en los asuntos públicos, la persecución de actividades contrarrevolucionarias (tomadas como cuestionamiento y ataque del Estado y la
Revolución) [27], los gulags [28] y centros de internamiento, y las
“purgas”[29].
Las fases iniciales en el Estado
Soviético dieron lugar a hambrunas por la guerra civil y por problemas de reorganización [30]), como la de Ucrania
en los años treinta [31].
Además, se llevaron a cabo fusilamientos selectivos [32]. Hubo bastantes encarcelamientos de contrarrevolucionarios, saboteadores y espías; casi medio millón de personas fueron encarcelados en gulags desde 1937-1953 y otros miles fueron detenidos en los años posteriores [33]. Sin entrar en leyendas negras, ni sobredimensionamientos propagandísticos liberales, estos serían los datos oficiales [34].
El economista marxista Ernst Mandel considera que el poder
obrero fue destituido por una burocracia y que ello es perjudicial para la
economía porque los trabajadores conocen mejor sus necesidades reales y con la
burocracia no se sienten parte relevante del proceso productivo, no lo
interiorizan y no se implican con toda su iniciativa y motivación:
“Las sugerencias concretas primitivas para la reforma de la
economía y de la sociedad soviética y después para una revolución política,
elaboradas por los marxistas revolucionarios, nunca exigieron la “interrupción”
inmediata de la producción de mercancías.
Más bien, solicitaban su inclusión óptima dentro de un sistema de
producción y planificación socializadas que también aspiraba a un desarrollo a
largo plazo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción
realmente socialistas. Lo uno no se
puede separar de forma arbitraria de lo otro, ni, por supuesto, pueden
permanecer largo tiempo en oposición.
Sin un incremento de las fuerzas productivas reales, no hay socialismo;
pero sin verdaderas relaciones socialistas de producción, la construcción del
socialismo es igualmente imposible.
No puede ser una cuestión de producir “primero” tantas toneladas de
acero, cemento, o un número de automóviles, casas, etc., y “después” (¿mediante
qué, nos preguntamos?) los productores se convertirán en los reguladores de sus
condiciones laborales y de vida. Al
mismo tiempo, y en un proceso constantemente interactivo, debe lograrse un
progreso en el frente de la producción y de la productividad laboral, y en el del incremento de la
autoadministración de los trabajadores en la economía y en el Estado (el poder
real de los Consejos, de la democracia socialista). Sin un progreso decisivo en la autogestión
obrera, en la igualdad social y en la democracia socialista, las fuentes para
el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas se secarán gradualmente, una
tras otra. […]
[…] La burocratización del Partido se confundió con la
burocratización del Estado para oprimir de nuevo al proletariado.
El significado histórico objetivo de la revolución política
antiburocrática sólo puede captarse si se comprende la función objetiva de la
democracia socialista, o democracia de los Consejos Obreros. […] Sólo existe
una alternativa a la arbitrariedad: un sistema de administración y
planificación en el que las masas de trabajadores asignen recursos y determinen
prioridades por sí mismas y democráticamente.
Tal plan requiere que las masas mismas articulen sus necesidades
(como productores, consumidores y ciudadanos); dicho de otro modo, que lleguen
a ser dueños y dueñas de sus condiciones de trabajo y de vida, y que
gradualmente se liberen del despotismo tanto del diktat burocrático como del
del mercado (la tiranía de los valores en cartera).”[35]
Según el teórico comunista Pannekoek el sistema planteado
por Marx tiene que ser consejista: los consejos obreros son los órganos
obreristas que más se ajustan a la teoría de Marx, que tomó a la Comuna de
París como referente de la dictadura del conjunto del proletariado y organismo
político-económico que permitía el poder obrero (y que representaba el
auténtico poder obrero socialista propiamente dicho) [36].
Es la forma en que haya poder obrero y que
evite la formación de una burocracia que sustituya los consejos obreros en los
que se pueden expresar: así se evitaría la aparición una dictadura burocrática,
que entiendo que sobrevino, sobre todo, con la abolición de los soviets o
consejos obreros en 1936).
Pannekoek considera que la democracia liberal parlamentaria
es meramente formal porque se ve condicionada por la gran capacidad de
influencia de los poderes económicos fácticos, que pueden presionar a los
gobiernos [37]: hoy se ve que los partidos grandes se financian por la banca, se
ven condicionados por ello y terminan anteponiendo sus intereses (precarización
del trabajo, especulación financiera sin regulación y privatizaciones en
servicios básicos) por encima de los de la mayoría de la población.
Adler va en la misma línea haciendo una división entre
“democracia política”, una democracia en las formas meramente, a una
“democracia social”: una democracia real, en el que el pueblo trabajador
expresa directamente su voluntad, sin injerencias de coacciones de los poderes
económicos fácticos de los capitalistas [38].
Pannekoek señala cómo debieron ser los soviets, asamblearios
de forma que sustituyan la democracia meramente formal y eviten la formación de
una burocracia que sustituyan la democracia obrera:
“La clase obrera en lucha necesita una organización que la
permita comprender y discutir, una organización mediante la cual pueda tomar
decisiones y llevar éstas a término, una organización que permita dar a conocer
las acciones que dicha clase emprende y los objetivos que se propone
alcanzar. […]
¿Cómo puede la clase obrera, en sus luchas revolucionarias,
unir sus fuerzas en una organización potente sin caer en el cenagal de la
burocracia? Respondemos a esa pregunta
planteándonos otra: ¿puede decirse que los obreros luchan realmente por su
libertad cuando éstos se limitan a pagar sus cuotas y a obedecer a sus
dirigentes?
Combatir la libertad no es dejar que los dirigentes decidan
por sí mismo ni seguirlos con obediencia o a lo sumo criticarlos de vez en
cuando. Combatir la libertad es
participar con todos los medios, pensar y decidir por uno mismo, asumir todas
las responsabilidades como personas, entre compañeros iguales. […]
La revolución proletaria no consiste sólo en destruir el
poder capitalista; exige también que el conjunto de la clase obrera supere su
situación de dependencia e ignorancia para lograr la independencia y construir
un mundo nuevo.
La verdadera organización que los obreros necesitan en el
proceso revolucionario es una organización en la que cada uno de ellos
participe en cuerpo y alma, tanto en la acción como en la dirección, una
organización en la cual cada uno de ellos piense, decida y actúe poniendo en
tensión todas sus facultades, como un bloque unido de personas plenamente
responsables. Los dirigentes
profesionales no caben en una organización así.
Por supuesto, en ella habrá que obedecer; cada cual tendrá que someterse
a las decisiones que él mismo ha contribuido a tomar. Pero la totalidad del poder se concentrará siempre
en manos de los obreros mismos.
¿Podrá darse alguna vez una organización así? ¿Cuál será su estructura? No es necesario intentar definir su forma,
porque la historia ya la ha producido.
Los comités de huelga fueron su primera expresión, su prototipo. […]
Durante la
revolución rusa, cuando estallaban huelgas interminables en las fábricas, los
huelguistas elegían delegados que se reunían en nombre de la asamblea en nombre
de toda una ciudad, o incluso de la industria o de la industria o de los
ferrocarriles de toda una provincia, con el fin de dar unidad al combate. […] Esos comités se llamaron soviets o
consejos. […] De este modo [con su desarrollo] los soviets
se convirtieron en el centro permanente de la revolución; estaban compuestos por delegados de todas las fábricas, tanto de las que estaban en
huelga como de las que funcionaban. Y no
tenían en absoluto la pretensión de convertirse en un poder independiente
puesto que sus miembros cambiaban con frecuencia; a veces incluso todo el
soviet era sustituido. Sus miembros
sabían además que todo el poder del soviet estaba en manos de los trabajadores;
no podían.
Ese modelo iba a ser adoptado inmediatamente en 1917; los
soviets de soldados y obreros se formaron por todo el país y fueron la
verdadera fuerza motora de la revolución.
La importancia revolucionaria de los soviets se comprobó de
nuevo en Alemania cuando en 1918, tras la descomposición del ejército, se
crearon soviets de obreros y soldados de acuerdo con el modelo ruso. Pero los obreros alemanes, que se habían
habituado a la disciplina del partido y del sindicato y cuyos fines políticos
inmediatos se inspiraban en los ideales de la república y la reforma,
designaron para los puestos de dirección de los soviets a sus dirigentes
sindicales y a los líderes del partido. […] No es sorprendente, pues, que un
“congreso de los consejos” decidiera abdicar en favor de un nuevo parlamento
cuya elección debía realizarse lo más pronto posible.
Con esto se ve claramente que el sistema de consejos sólo
puede funcionar cuando se cuenta con una clase obrera revolucionaria. […]
Esto implica igualmente que los consejos obreros no pueden
ser constituidos por grupos revolucionarios.
Dichos grupos no pueden hacer otra cosa que propagar la idea, explicando
a sus compañeros obreros que la clase obrera en lucha debe organizarse en
consejos."[39]
En un texto posterior, Pannekoek avisa de que en la nueva
República Socialista Federativa Soviética de Rusia Federal Rusa (1917-1923) se
estaba dando un proceso en el que el partido estaba procurando ganar más poder
por encima de las masas obreras.
El partido comunista como única voz con
formación y retórica conducía a que los trabajadores se vieran convencidos
acríticamente por ellos y que no se les ocurriera cómo debatir, de forma que se
desarrollasen las ideas y que hubiese mayor participación.
Los trabajadores,
carentes de educación y desorientados, empezaban a delegar y dejar hacer a
revolucionarios profesionales que fueron tomando cada vez más poder, se dio una
orientación a que el partido fuese acumulando más poder por encima del resto de
trabajadores.
Los comunistas pretendían
llevar a cabo ellos solos como partido la construcción del socialismo, sin
esforzarse demasiado en fomentar la participación de los trabajadores de los
soviets [40] [aunque quedaba abierta la posibilidad de hacerlo, los soviets eran
un espacio en el que los trabajadores tenían voz y podían participar en los
asuntos públicos].
Considero que el partido comunista, presentándose como la
vanguardia de la clase trabajadora y conocedora formada preeminente, estaba
intentando presentarse como el único detentador del conocimiento, el partido
era presentado como el filósofo-rey que es el único que tiene el saber
político; se estaba provocando de hecho la pasividad obrera, la apatía sobre
los asuntos públicos y la delegación acrítica y pasiva hacia los cargos [aunque
con la posibilidad de la participación].
Entiendo que así, en cierto grado, se estaba dando un proceso de
burocratización; minando, así, el poder obrero y asambleario de los Consejos
que había considerado Pannekoek base del socialismo marxista, cuyo modelo era
la asamblearia, horizontal y de cargos destituibles de la Comuna de París:
“Al declarar ellos (es decir, los partidos) eran capaces de
vencer a la clase capitalista, los dirigentes de los partidos comunistas
estaban demostrando que subestimaban la potencia de su enemigo. Y al presentar a Rusia como modelo que debía
seguirse no sólo por el heroísmo y el espíritu combativo de que ésta había dado
pruebas sino también por sus métodos y sus objetivos, dichos dirigentes dejaban
ver su incapacidad para tomar en consideración la diferencia que existía entre
el régimen zarista ruso y la dominación en los países de Europa y América.
La clase capitalista que controla enteramente la economía y
que detenta un poder financiero e intelectual considerable no se dejará
aniquilar por un grupo minoritario. No hay partido en el mundo lo
suficientemente poderoso para destruirla.
Sólo la clase obrera puede esperar abatirla un día.
Como el capitalismo constituye ante todo una fuerza
económica, no puede ser derrocado más que por otra potencia económica, en este
caso, por la clase obrera en acción.
A primera vista puede parecer utópico poner la esperanza de
una revolución en la unidad de los trabajadores. Las masas no tienen conciencia de clase muy
desarrollada; lo ignoran todo de la evolución social, apenas se interesan por
la revolución. […] ¿Existe una gran
diferencia entre esas masas indiferentes y, por ejemplo, el pueblo ruso? ¿Se puede confiar más en un pueblo así que en
una minoría entusiástica, enérgica, dispuesta al sacrificio y movida por una
fuente conciencia de clase? La cuestión
no tiene interés si de lo que se trata es de la revolución para mañana, como
opina el partido comunista.
Pero la verdadera revolución proletaria estará determinada
por el mundo capitalista existente; la verdadera revolución comunista vendrá de
la consciencia de clase del proletariado.
[…]
Esos trabajadores no constituyen una masa neutra e
indiferente de la que se pueda prescindir una minoría revolucionaria que trata
de derrocar a la minoría capitalista en el poder. La revolución no puede hacerse sin ellos, y
cuando pasen a la acción demostrarán que no son gentes que se dejan someter por
un partido.
[…]
El papel de los partidos no puede ser sino provisional; en
un primer momento señalan el camino a seguir y reflejan los deseos de las
clases a las que representan. Pero a
medida que se extiende y se intensifica la lucha de clases se verán superados
progresivamente por los objetivos más osados y por los ideales más elevados de
los trabajadores. Todo partido que se
esfuerce en mantener a la clase en un nivel inferior está condenado. La teoría de que el partido domina a la clase
y, por tanto, debe conservar siempre esa posición no es en la práctica sino la
justificación de la represión y, en última instancia, de la derrota de la clase
misma.
[…]
El sindicalismo es el otro medio por el que el partido
comunista ha intentado ganarse a la masa de los trabajadores. También en este caso, después de haber
denunciado la inutilidad de los sindicatos en los procesos revolucionarios, el
partido ha exigido a sus miembros afiliarse a aquéllos a fin de conquistarlos
para el comunismo. No se trataba, por lo
demás, de transformar a los sindicados en militantes revolucionarios que
poseyeran una sólida consciencia de clase, sino simplemente de “sustituir” a
los viejos dirigentes corrompidos por miembros del partido comunista. Con ello el partido controlaría ese vasto
aparato de la clase dirigente que son los sindicatos y se situaría a la cabeza
de los poderosos ejércitos formados por los sindicados. Pero los viejos dirigentes no iban a dejar su
puesto voluntariamente; éstos excluyeron a los comunistas de sus
organizaciones. Por eso se crearon
sindicatos “rojos”.
[…]
El partido comunista ha sabido utilizar esa verdad [que el
reformismo es insuficiente y que solamente el comunismo podrá liberar] para sus
particulares intereses cada vez que ha estado implicado en una huelga. Para el partido, lo que importa es tomar las
riendas de manos de los dirigentes sindicales poco dispuestos a luchar
realmente. Por eso no ha dudado en
declarar que los trabajadores deben dirigirse a sí mismos, ya que, al
considerarse representante de la clase obrera, esa dirección volvería al
partido. Ha exigido todo el beneficio de
los éxitos conseguidos por la clase obrera.
En lugar de tratar de educar a las masas en la acción revolucionaria,
sólo se preocupa por aumentar su influencia entre las masas. […]
En el transcurso del proceso revolucionario la clase obrera
sólo podrá contar con sus propias fuerzas. […]
Los partidos pueden vivir de promesas y programas, pero las clases
sociales se mueven por pasiones y sentimientos mucho más profundos. Sólo la lucha decidida de los trabajadores
contra el capitalismo puede despertar su respeto y su confianza y sólo entonces
se sienten atraídos los trabajadores.
Eso no ocurre cuando el partido comunista tiene como único
objetivo la conquista personal del poder.
[…]
El partido comunista no ha hecho nada para acrecentar las
fuerzas de la clase obrera. No ha
ayudado a los trabajadores a encontrar la coherencia y la unidad. Se ha limitado a convertir a los obreros en
militantes entusiastas pero ciegos y, por lo tanto, fanáticos y a convertirlos
en sujetos obedientes al partido en el poder.
Su objetivo no ha sido forjar una clase obrera poderosa, sino afirmar
las fuerzas del partido. Y ello porque
en lugar de basarse en las condiciones existentes en los países capitalistas
desarrollados de Europa y de América se ha inspirado en el ejemplo de la Rusia primitiva.
Cuando un partido deseos de ganar partidarios se muestra
impotente para despertar el espíritu revolucionario de aquéllos a los cuales se
dirige, no vacilará –si le preocupan poco los medios empleados para conseguir
sus fines- en recurrir a los instintos reaccionarios. […]
Rusia es el ejemplo supremo [de algún tipo de entendimiento
con países capitalistas]; y para seguir el ejemplo ruso, el partido comunista
tendrá que dominar a la clase. Los
dirigentes del partido comunista ruso dominan porque concentran todos los
elementos de poder en sus manos. Y lo
mismo ocurre con todos dirigentes comunistas en todo el mundo. Los miembros del partido han de ser
disciplinados. Moscú y el Kommintern
(Comité Ejecutivo de la III Internacional) son los dirigentes supremos; pueden
revocar y sustituir a su gusto a los líderes comunistas de otros países.
[…]
La “guardia roja” no era únicamente un ejército de
trabajadores que combatía contra el capitalismo; era también un arma dirigida
contra todos los adversarios del partido comunista. Cada vez que algún trabajador tomaba la
palabra en una reunión [en los soviets valorados por Pannekoek como órganos
socialistas-marxistas de poder obrero] para criticar la política del partido se
le reducía inmediatamente al silencio mediante la intervención de los guardias
rojos a una indicación de los dirigentes.
Los métodos utilizados con los camaradas disidentes no tendían a
enseñarlos mediante la argumentación sino a romperles el cráneo. De este modo los elementos más jóvenes y más
combativos fueron convirtiéndose en granujas, en vez de hacer de ellos
verdaderos comunistas. Ésos jóvenes
guardias rojos, que lo único que aprendieron fue a atacar a los enemigos de sus
dirigentes, cambiarían luego de bando convirtiéndose en perfectos nacionalistas
[nacionalistas burgueses o conformistas con cualquier Estado independiente,
quiere decir Pannekoek].
[…]
Pero el partido comunista no podrá sanarse. Rusia firma la
paz con las naciones capitalistas y ocupa un puesto entre ellas con su propio
sistema económico. El partido comunista,
intrínsecamente vinculado a Rusia, está condenado a vivir simulacros de
combate. Los grupos de oposición se
escinden explicando la degeneración del partido comunista como si ésta tuviera
su origen en errores de táctica y en los fallos de ciertos dirigentes, a fin de
no incriminar los principios comunistas.
Pero eso es en vano, pues el fracaso del partido comunista está inscrito
en sus principios mismos.”[41]
Alexandra Kolantai era una bolchevique leal y conocedora de
primera mano de la realidad del proceso revolucionario comunista en Rusia y
países del antiguo Imperio zarista. No era nada sospechosa de ser
contrarrevolucionaria, pero hizo una crítica a la creciente burocratización.
Haciendo autocrítica, observa que había en los primeros años de la República
Socialista Federativa Soviética de Rusia (1917-1923) una Oposición Obrera
(protestas y críticas sindicales) y que tiene razón de ser en tanto en cuanto
habían dificultades económicas (por la guerra civil y defensa frente a
batallones internacionales invasores) y en que se estaba limitando el poder de
los trabajadores de los soviets.
Se estaba realizando la colocación de especialistas
(tecnócratas) como cargos responsables en asuntos económicos y políticos. Había
cierta burocratización, menor escucha a los trabajadores de los soviets (y su
consecuente descontento) y mayor influencia del Partido Comunista y tecnócratas en los consejos por parte de los
consejos (por ser la única voz con formación); aunque todavía existían los
soviets y eran un espacio para que los trabajadores pudiesen expresarse y
participar en los asuntos públicos.
Ella
estaba en contra de la burocracia, por no saber, como saben los obreros, cómo
funciona y se administra una industria o unas tierras, por ser una institución
que va en contra de la iniciativa y creatividad obrera y porque merma el poder
obrero y su autonomía, limita la capacidad de participación de los trabajadores
en los consejos obreros o soviets.
“[…] En efecto, estos dirigentes deben ser lo bastante
astutos y hábiles como para poder complacer a grupos sociales tan
contradictorios entre sí cuales el proletariado, los pequeños propietarios, el
campesinado, y la burguesía personificada por especialistas y
pseudoespecialistas de toda especie.
¿Por qué, pues, los sindicatos se vieron entonces solos en
la porfiada defensa del principio de la dirección colectiva, incluso si no
podían aportar ningún argumento científico a favor de sus tesis? ¿Y por qué los “especialistas” defendían, en
aquel mismo momento, el principio de la “dirección de uno solo”? El motivo estriba en que, en ese debate,
incluso si desde ambos bandos se negaba
que tratábase de una disputa sobre los principios, se oponían dos puntos
de vista históricamente irreconciliables.
El principio de la “dirección a cargo de una sola persona” es producto
de la concepción individualista de la clase burguesa. La “dirección de una sola persona” es, en su
base, la voluntad libre, ilimitada y aislada de una sola persona separada de la colectividad.
[…]
La clase obrera y sus portavoces tienen conciencia de lo
contrario, es decir, de que las nuevas aspiraciones comunistas sólo pueden ser
realizadas mediante el esfuerzo colectivo de los propios trabajadores. Cuanto más hayan desarrollado las masas su
capacidad de expresar su voluntad colectiva y su pensamiento común, más de
prisa y profundamente serán llevadas a cabo las aspiraciones de la clase
obrera; pues, entonces, podrá ser creada una industria comunista nueva,
homogénea, unificada, bien ordenada.
Únicamente aquellos que se hallen directamente ligados a la producción
pueden introducir en ella innovaciones que la animen.
[…] Los miembros de base pedían libertad de crítica,
proclamaban firmemente que la burocracia les asfixiaba, que no les dejaba
ninguna libertad de acción, ninguna iniciativa.
Los líderes del Partido cobraron conciencia de aquella
corriente; así, Zinoviev hizo numerosas promesas verbales referentes a la
libertad de crítica, al ensanchamiento del campo de la actividad de las masas,
a la condena de los dirigentes que se apartaban de los principios de la
democracia, etc. Mucho se dijo, y se
dijo bien; pero de las palabras a los hechos hay distancia considerable. La conferencia de septiembre, al igual que
los discursos de Zinoviev –tan llenos de promesas-, nada cambió, ni en el
Partido, ni en la vida de las masas. No
fue destruida la raíz de la que crecía la Oposición [Oposición Obrera o
sindical]. La base mostrábase agitada
por una insatisfacción mal formulada, por un espíritu crítico y de
independencia.
[…] Excluir a los trabajadores de la organización de la
producción, privarles (a ellos o, lo que es lo mismo, a sus organizaciones) de
la posibilidad de crear nuevas fórmulas de producción industrial por medio de
sus sindicatos, rechazar esas organizaciones que expresan a la clase proletaria
para ir a fiarse por entero de la habilidad de especialistas entrenados y
acostumbrarse a actuar bajo un sistema de producción totalmente diferente…, eso
significa abandonar los raíles del pensamiento marxista científico. Y, no obstante, es lo que precisamente están
a punto de hacer los dirigentes de nuestro partido.
[…]
Mientras que la clase obrera, durante la primera fase de la
revolución, sentíase como única portadora del comunismo, había una unanimidad
perfecta en el Partido. En los días
inmediatamente posteriores a la Revolución de Octubre, , nadie podía imaginar que había
individuos “de arriba” e individuos “de abajo”, puesto que los obreros avanzados
se hallaban férvidamente comprometidos en la realización, punto tras punto, de
nuestro programa comunista de clase. El
campesino que había recibido la tierra no se afirmaba entonces como un
ciudadano con plenos derechos de la República Soviética. Los intelectuales, los especialistas, los
hombres de negocios que suben ahora (toda la pequeña burguesía y los
pseudoespecialistas, hoy en la escala de la sociedad soviética, disfrazados de
“especialistas”) se mantenían aparte, en una expectativa vigilante, si bien las
masas obreras avanzadas tenían toda la libertad para desarrollar sus
capacidades creativas.
Ahora ocurre justo lo contrario. El obrero siente, ve y comprende a cada
instante que el especialista y, lo que es más grave, los pseudoespecialistas ignorantes
e inexpertos le apartan a un lado y copan todos los altos puestos
administrativos de las instituciones industriales y económicas. […] El partido no pone su confianza en los
obreros, en sus organizaciones sindicales, sino que en tales elementos [los
especialistas]. Las masas obreras lo
notan y, en vez de unanimidad y de la unidad del Partido, aparece una fisura.
Las masas no son ciegas.
Para ocultar las desviaciones de una política de clase y los compromisos
con los campesinos y con el capitalismo mundial, así como la confianza
concedida a los discípulos del sistema capitalista de producción, los
dirigentes más populares del Partido pueden
de sobra emplear todas las palabras que se les antojen; no por ello la
clase obrera dejará de advertir dónde empieza la desviación.
Pueden los obreros alimentar un afecto ardiente y un gran
amor hacia la personalidad de Lenin; pueden sentirse fascinados por la
incomparable elocuencia de Trotsky y por su capacidad de organización; pueden
respetar cierto número de otros líderes como líderes. Pero, cuando las masas notan que no hay
confianza en ellas, resulta natural que digan: “No. Alto. Nos negamos a seguiros a ciegas. Examinemos la situación. Vuestra política, al escoger el término medio
entre tres grupos sociales opuestos es, desde luego, hábil, pero refleja la
adaptación y el oportunismo de los cuales nosotros ya hemos hecho la
prueba. Acaso hoy podamos ganar algo con
vuestra política “realista”, pero estamos atentos para no caer por fin en el
mal camino, cuyos zigzag y revueltas nos llevarán, desde el futuro, a las
ruinas del pasado.”
La desconfianza que los líderes experimentan con relación a
los obreros aumenta constantemente y, cuanto más “realistas” se hacen los
dirigentes, cuanto más se transformen en hombre de Estado inteligentes, más se
deslizan sobre el filo de un cuchillo cortante, entre el comunismo y el
compromiso con el pasado burgués; y, sobre todo, más se ahonda el abismo entre lo “alto” y lo
“bajo”, y menos comprensión existe, y más penosa e inevitable pasa a ser la
crisis producida en el interior mismo del partido.
[…]
Cuanto más atrae el Partido a los mejores elementos de
nuestro sindicato y de nuestras fábricas y los envía al frente o a las
instituciones soviéticas, más débil se hace la relación entre los obreros de la
base y los centros directivos del Partido.
Los obreros, por medio de la Oposición Obrera, preguntan: “¿Qué somos
nosotros? ¿Somos verdaderamente la punta
de lanza de la dictadura de clase, o bien simplemente un rebaño obediente que
sirve de apoyo a los que, después de cortar todos los nexos con las masas,
hacen su propia política y constituyen la industria sin preocuparse de nuestras
opiniones y nuestras capacidades creativas, bajo la cobertura del nombre del
Partido?”
Hagan lo que hagan los dirigentes del Partido para rechazar
a la oposición obrera, ésta permanecerá siempre como lo que es, una sana fuerza
de clase destinada a inyectar una energía revitalizadora en la vida económica,
y también en el Partido, que comienza a perder sus rasgos y a declinar.
[…]
¿Qué és lo que sostiene la plataforma de la Oposición
Obrera? ¿Y qué papel asigna la Oposición
Obrera? “Creemos que el problema de la
reconstrucción y del desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país no
podrá ser resuelto sino mediante un completo cambio del sistema de control de
la economía” (informe de Chliàpnikov, diciembre de 1920). Fijaos bien, camaradas: “mediante un completo
cambio del sistema de control de la economía”.
¿Qué significa esto? “La base de
la controversia –continúa este informe- gira en torno a estas preguntas: ¿por
qué medios puede el Partido realizar su política económica en esta etapa de
transición? ¿Por intermedio de los
obreros organizados en los sindicatos, o por encima de sus cabezas de las
cabezas de estos obreros; es decir, por medios, burocráticos, por intermedio de
funcionarios estatales canonizados?”
Ahí reside la clave: ¿llevaremos a cabo el comunismo con los
obreros, o por encima de ellos, o sea con los funcionarios de los soviets? Meditemos, camaradas, si es posible construir
una economía comunista utilizando los medios y las capacidades de los desechos
de otra clase, totalmente impregnados por la rutina del pasado. Si pensamos en plan marxista, en plan
científico, respondemos categóricamente y explícitamente: “¡No!”.
[…]
En lo que concierne a la Rusia obrera, no hay motivo para
desesperar, puesto que la Revolución de Octubre nos ha abierto una perspectiva
nueva, desconocida hasta ahora, de creación económica y de desarrollo de formas
de producción completamente inéditas, que potencien un inmenso crecimiento económica y de desarrollo de formas de
producción completamente inéditas, que potencian un inmenso crecimiento de la
productividad del trabajo. No sólo hay
que no tomar la dirección del pasado, sino, por el contrario, hay que liberar
por entero los poderes creativos del futuro.
Este es el programa de la Oposición Obrera.
¿Quién construirá la economía comunista? Una sola clase: la clase obrera, y no algunos
genios individuales que pertenecen al pasado.
Porque la clase obrera está orgánicamente unida a las nuevas formas de
producción, esas formas más rentables y más perfectas que hoy nacen en medio de
dificultades. ¿Qué órgano realizará esta
tarea? ¿Los sindicatos industriales
puramente obreros, o bien LAS HETEROGÉNEAS INSTITUCIONES ECONÓMICAS SOVIÉTICAS
[los consejos obreros o soviets]? ¿Qué
órgano puede formular y resolver los problemas que acarrea la creación de una
nueva organización de la economía y de la producción? La Oposición Obrera considera que únicamente
pueden hacerlo las colectividades de obreros, y no una colectividad burocrática
compuesta por funcionarios socialmente heterogéneos y que contenga en sí una
fuerte dosis de elementos de la antigua especie capitalista, de espíritus
tallados en la rutina.
“Los sindicatos deben abandonar su presente actitud de
resistencia pasiva con respecto a las instituciones económicas, y pasar a una
participación activa en la dirección de la entera estructura económica del
país.” (Tesis de la Oposición Obrera.)
Buscar, descubrir y crear formas nuevas y más perfectas de economía; encontrar
nuevos estímulos para la productividad del trabajo: todo ello no puede ser más
que obra de las colectividades de trabajadores, estrechamente ligados a las
nuevas formas de producción. Sólo ellos
pueden extraer, a partir de su experiencia cotidiana, conclusiones acerca de la
manera de gestionar el trabajo en un nuevo Estado obrero en el cual la miseria,
la pobreza, el paro y la competitividad en el mercado laboral dejen ser
estímulos del trabajo; conclusiones a
primera vista sólo prácticas, pero que, sin embargo, llevan en sí aspectos teóricos preciosos.
Hallar un estímulo, una incitación al trabajo: ésa es la mayor tarea de
la clase obrera en los umbrales del comunismo.
Nadie, a no ser la clase obrera organizada colectivamente por sí misma,
es capaz de resolver ese gran problema.
La solución del problema que proponen los sindicatos
industriales consiste en dar a los obreros completa libertad para experimentar,
para adaptar y para descubrir las nuevas formas de producción; libertad de exteriorizar y desarrollar sus capacidades
de creación. Ese es el modo en que la
Oposición Obrera concibe la solución de este difícil problema, y de ahí el
punto clave de sus tesis: “La organización del control de la economía social es
prerrogativa del Congreso Panruso de Trabajadores Unidos, unidos en sus
sindicatos y electores del cuerpo central que dirija toda la vida económica de
la República.” Este punto asegura la
libertad de expresar las capacidades creativas de la clase obrera, sin que se
vean restringidas y mutiladas por la maquinaria burocrática, saturada de
espíritu rutinario propio del sistema burgués capitalista de producción y
control. La Oposición Obrera tiene
confianza en el poder creador de su propia clase: la obrera. De esta premisa se deriva el resto de su
programa.
* * *
A partir de este punto, empieza el desacuerdo de la
Oposición Obrera con la línea seguida por los dirigentes del Partido. He aquí la esencia de las tesis firmadas por
los dirigentes del Partido: desconfianza respecto a la clase obrera (no en la
esfera política, sino en la de las capacidades de creación económica). No creen que las bastas manos de los obreros,
técnicamente inexpertos, puedan crear los cimientos de las formas económicas
que, en el curso de los años, formarán un sistema armonioso de producción comunista.
Todos –Lenin, Trotsky, Zinóviev, Bujarin- piensan que la
producción es asunto “tan delicado” que no es posible sin la asistencia de los
“directivos”. Según esto, primeramente resulta preciso educar a los
obreros, “enseñarles”, y únicamente después cuando hayan crecido, nos podremos
quitar de encima a todos los “educadores” del Consejo Superior de Economía
Nacional y permitir que los sindicatos tomen el control de la producción.
[…] “Los sindicatos –claman Lenin y Zinóviev- son precisos
para el trabajo poco refinado” (página 22 del informe de 30 de
septiembre). En cuanto a Trotsky, sería
de una opinión diferente: a su juicio, la labor esencial de los sindicatos
consiste en organizar la producción. En
ello tiene todo la razón. También la tiene
cuando dice: “En la medida en que las escuelas son escuelas de comunismo, lo
son no por difundir propaganda en general (pues, en tal caso, desempeñarían el
papel de “clubs”), ni tampoco por movilizar a sus miembros para el trabajo
militar o la colecta del impuesto sobre los productos, sino que lo son por
suministrar a todos sus miembros una educación general sobre la base de su
participación en la producción” (informe de Trotsky, 30 de diciembre). Todo eso es cierto, pero hay una grave
omisión: LOS SINDICATOS NO SOLO SON ESCUELAS DE COMUNISMO, SINO QUE TAMBIÉN SON
CREADORES DE COMUNISMO.
Trotsky pierde de vista la creatividad de la clase
obrera. Sustituye la iniciativa de los
“verdaderos organizadores de la producción”, por la de los comunistas en el
interior de los sindicatos. (Informe de Trotsky, 30 de diciembre). […] Trotsky
es franco. No cree que los obreros estén
preparados para crear el comunismo, que sean capaces de buscar, a través de
penalidades y sufrimientos, las nuevas formas de producción, capaces de
equivocarse y, sin embargo, lograr vencer. […]
En opinión de Lenin, los sindicatos –o sea, las
organizaciones de la clase obrera- no son los creadores de las formas
comunistas de la economía popular, sino que sirven de correa de transmisión
entre la vanguardia y las masas: “Los sindicatos en su labor cotidiana, deben
persuadir a las masas, a las masas de esa clase, la cual…”, etc.
El grupo de Bujarin se sitúa en el término medio, o más bien
intenta coordinar ambos sistemas de educación.
Hace falta señalar, no obstante, que también él se niega a reconocer el
principio de creatividad sindical independiente en la industria. Según él, los sindicatos desempeñan una doble
función (al menos, es lo que proclama en sus tesis”: por un lado, constituye
una “escuela de comunismo” y, por otro, realizan un papel de intermediarios
entre el Partido y las masas (esta opinión la recoge del grupo de Lenin). En otras palabras, el sindicato debe jugar un
papel de una máquina que lleve a las masas proletarias a la vida activa (daos
cuenta, camaradas: “a la vida activa”, no a la creación de nuevas formas de
producción). Además, el sindicato debe
convertirse, en proporción creciente, en parte tanto del aparato económico como
del poder del Estado; esto se toma de la teoría de “la absorción progresiva”
formulada por Trotsky. […]
[…]
[…] Trotsky se manifiesta – o más bien, se manifestaba- en
favor de un sistema que, con la ayuda del que ha sido adoptado por los
ferrocarrileros, machaque tenazmente en
la cabeza de los obreros organizados la sabiduría de la reconstrucción
comunista; un sistema que pueda, merced a un personal nombrado desde arriba,
mediante manejos y toda clase de medidas milagrosas promulgadas con arreglo al
espíritu del “sistema de choques”,
remodelar los sindicatos, de manera que se basen en las instituciones
económicas soviéticas y pasen a ser los instrumentos obedientes apropiados para
ser utilizados en los planes económicos dispuestos por el Consejo Superior de
Economía Nacional.
Zinóviev y Lenin no tienen prisa en amalgamar los sindicatos
con el aparato económico. Los sindicatos,
dicen, deben seguir siendo sindicatos.
En cuanto a la producción será gestionada por los hombres que NOSOTROS
hayamos escogido. Cuando los sindicatos
hayan educado a buenas cantidades de Ilia y Dimitri obedientes y trabajadores,
los “introduciremos” en las instituciones económicas soviéticas, y de este modo
los sindicatos desaparecerán gradualmente y se disolverán.
La creación de nuevas formas de economía nacional les es,
pues, confiada a las instituciones burocráticas soviéticas; los sindicatos no
se quedan con otra función sino con la “de escuela”; ésta es la consigna de
Lenin-Zinóviev: “Educación, más educación, aún más educación.” […] Bujarin y su
grupo, siempre poniendo el acento en la función educativa del sindicato en la
actual situación política, son partidarios de una democracia proletaria
completa en el interior de los sindicatos, partidarios de otorgar a los
sindicatos amplios poderes electorales, no sólo tal como entendemos los
principios electorales generalmente aplicados, sino para una elección sin
condiciones de delegados nombrados directamente para el sindicato. ¡Caramba,
qué democracia! Esto huele a Oposición, con una sola diferencia. La Oposición Obrera ve en los sindicatos a
los organizadores y creadores de la economía comunista, en tanto que Bujarin,
como Lenin y Trotsky, únicamente les conceden el papel de “escuela de
comunismo” y ningún otro. […]
[…]
[…] El partido debe crear las condiciones: o sea, dar
libertad a las masas obreras ligadas por finalidades económicas comunes, de
manera que hagan surgir de sí mismas a los obreros-creadores, de manera que
elaboren una nueva forma de utilizar su fuerza de trabajo, de manera que puedan
saber cómo repartirla para reconstruir la sociedad y crear así un nuevo orden
económico sobre cimientos comunistas.
Pero sólo los obreros pueden engendrar en su espíritu nuevos métodos para
organizar el trabajo y gestionar la industria.
* * *
Esa es una sencilla verdad marxista. Sin embargo, los dirigentes de nuestro
Partido no la comparten con nosotros.
¿Por qué? Porque tienen, en primer lugar, confianza en los técnicos
burócratas heredados del pasado, y no en la sana creatividad elemental de clase
de las masas obreras. […]
[…]
En una república obrera, el desarrollo de las fuerzas
productivas por medio de la técnica desempeña una función secundaria en comparación con el segundo factor, es
decir, la organización eficaz del trabajo y la creación de un nuevo sistema
económico. Incluso si la Rusia soviética
consiguiese aplicar por completo su proyecto de electrificación general, sin
introducir cambios esenciales en el sistema de control y de organizaciones de
la economía y de la producción, tan sólo lograría alcanzar a los países
capitalistas avanzados en cuanto a desarrollo.
Sin embargo, en la utilización eficaz de la fuerza de
trabajo y en la construcción de un nuevo sistema de producción, los
trabajadores rusos se hallan en circunstancias excepcionalmente favorables, que
les proporcionan la posibilidad, de dejar muy atrás en todo a los países
capitalistas. El paro como estímulo del
trabajo ha desaparecido en la Rusia soviética.
Por ello, nuevas formas posibilidades se abren ante la clase obrera,
liberada del yugo del capital, para expresar su propia creatividad al encontrar
nuevos estímulos laborales y al instituir nuevas formas de producción sin
precedente en toda la historia del hombre.
Pero, ¿quién puede desarrollar la creatividad y la inventiva
necesarias en este terreno? ¿Serán los
elementos burocráticos que están a la cabeza de las instituciones soviéticas, o
bien los sindicatos industriales, cuyos miembros, en el curso de su actividad
de organizar a los obreros en la fábrica, encuentran métodos creadores
concretos, métodos útiles que pueden ser aplicados en la reorganización del
entero sistema económico? La Oposición
Obrero afirma que la administración de la economía debe ser asunto de los
sindicatos; la Oposición es, por lo tanto, más marxista en sus concepciones que
los dirigentes, tan perfectamente formados en lo teórico.
La Oposición Obrera no es tan ignorante que desestime el
gran valor del progreso técnico, o la utilidad de los técnicos. No piensa, pues, que después de haber elegido
su propio órgano de control sobre la industria pueda, tranquilamente, licenciar
al Consejo Superior de Economía Nacional, al Comité Central de la Industria, a
los diversos centros económicos, etc. En
Absoluto. Pero la Oposición Obrera opina
que debe asumir por sí misma su control sobre los centros administrativos
técnicamente dirigidos; opina que debe proporcionarles tareas teóricas y
utilizar sus servicios, igual que hacían los capitalistas cuando alquilaban
técnicos para sus propios proyectos. […]
[…]
Digamos una vez más, y brevemente, cuál es el programa de la
Oposición Obrera:
1) Debe ser formado
un órgano por los obreros-productores en sí mismos, a fin de administra la
economía.
2) Para ello, o sea
para que los sindicatos se transformen, dejen de ser asistentes pasivos de los
órganos económicos, participen activen activamente y expresen su iniciativa
creadora, la Oposición Obrera propone una serie de medidas preliminares que
permitan alcanzar gradualmente y con normalidad esa meta.
3) El traslado de
las funciones administrativas de la industria a manos de los sindicatos no
tendrá lugar más que cuando el Comité Panruso de los Sindicatos haya constatado
que éstos son capaces y están suficientemente preparados para desempeñar dicha
tarea.
4) Todos los
nombramientos para puestos administración económica se harán de acuerdo con los
sindicatos. Todos los candidatos
nombrados por el sindicato son responsables ante él y pueden ser revocados por
él.
5) Para aplicar
todas estas proposiciones, es preciso reforzar los núcleos de base en los
sindicatos, y preparar a los comités de fábrica y de taller a gestionar la
producción.
6) Por medio de la
concentración en un solo órgano de la entera administración de la economía
nacional (suprimiendo así el actual dualismo entre el Consejo Superior de la
Economía Nacional y el Comité Ejecutivo Central Panruso de los Sindicatos), es
preciso crear una voluntad única que hará fácil la aplicación del plan y el
surgimiento del sistema comunista de producción.
¿Acaso esto es sindicalismo?
¿No es, por el contrario, lo que está escrito en el programa de nuestro
Partido? ¿Y los principios firmados por
los demás camaradas, acaso no se derivan de ese programa?
[…]
¿Preponderará la burocracia o la actividad autónoma de las
masas? He ahí el segundo punto de la controversia entre los dirigentes y la
Oposición Obrera. […]
[…]
Pero ahí [en el debate interno sobre la administración más
“eficaz”] no está el problema principal.
Todo niño de la Rusia Soviética sabe que el problema vital es arrastrar
a las amplias masas obreras, campesinas y de otra composición a la
reconstrucción de la economía del Estado proletario y transformar las
condiciones de existencia, por consiguiente; en otros términos, la tarea está clara:
despertar la iniciativa y la actividad autónoma de las masas. Pero ¿qué es lo que se hace para fomentar y
desarrollar semejante iniciativa? Nada
en absoluto. Por supuesto que, en cada
reunión, invitamos a obreros y obreras a “crear una nueva vida, a construir y a
ayudar a las autoridades soviéticas”, pero no bien las masas o los grupos de
obreros toman en serio esa invitación y se ponen a aplicarla en la vida,
ciertas instituciones burocráticas, al sentirse ignoradas, se apresuran a
cortar en flor los esfuerzos de esos demasiado celosos emprendedores.
[…]
Mientras tanto, ¿qué hace nuestros dirigentes de nuestro
Partido? ¿Prueban a encontrar la causa
del mal? ¿Admiten abiertamente que el
propio sistema, que nació merced a los soviets, paraliza y esclerotiza a las
masas, por más que originalmente estuviese destinado a fomentar sus
iniciativas? Por el contrario, en lugar
de encontrar medios de fomentar la iniciativa de las masas, que bajo ciertas
condiciones se adaptaría perfectamente a nuestras flexibilizadas instituciones
soviéticas, nuestros dirigentes adoptan a menudo el papel de defensores y de
caballeros de la burocracia. Cuántos
camaradas, siguiendo el ejemplo de Trotsky, repiten que “si sufrimos, no es por
haber elegido del lado malo de la burocracia, sino por no haber aprendido
todavía los aspectos buenos” (“Para un plan común”, Trotsky).
La burocracia, tal como es, consiste en la negación directa
de la actividad autónoma de las masas.
Por ello, quien quiera hacer participar activamente a las masas en
dirección de las cosas, quien reconozca que tal participación es la base de del
nuevo sistema en la República Obrera, no puede buscar los buenos y los malos
aspectos de la burocracia, sino que debe, resueltamente y con claridad,
condenar este inutilizable sistema. […]
[…] UNA TERCERA PERSONA DECIDE VUESTRA SUERTE: ESA ES LA
ESENCIA DE LA BUROCRACIA.
[…]
La Oposición Obrera, junto con un grupo de obreros
responsables de Moscú, y en nombre de la regeneración del Partido y de la
eliminación de la burocracia en las instituciones soviéticas, reclama una
realización completa de todos los principios democráticos, no sólo durante el
actual período de respiro, sino también en los momentos de tensión interior y
exterior. Esa es la condición primera y
fundamental de la regeneración del Partido, de su vuelta a los principios de su
programa, de los cuales se separa cada día más, bajo la presión de elementos
extraños a él [guerra civil, invasiones extranjeras y boicot
internacional]."[42]
Antonio Gramsci también está en contra de poner cargos de
poder a gente formada o intelectuales, no estaba de acuerdo con la
burocratización.
La burocracia es una
forma de organizarse anquilosada, cuadriculada, antipopular, antidemocrática
obrera y poco capaz de renovación y búsqueda de cambio. Es anquilosada y poco
variable: busca la formalidad, prima lo teórico (más prefijado y poco
cambiable) sobre lo práctico, que es más adaptativo y cambiante; su ámbito,
sobre todo, es el trabajo de los obreros en las fábricas y otras empresas, que
exige remodelaciones, cambios de ritmos, adaptación, formación continua, iniciativa
y aportaciones, optimización del trabajo fruto de lo que se aprende con la
experiencia laboral: un proceso de constante cambio y adaptación.
“Cuestiones de nomenclatura [“listado”: la burocracia en el
Estado socialista panruso] y de contenido.
Una de las características de los intelectuales como categoría social
cristalizada (es decir, que se concibe a sí misma como una continuidad
ininterrumpida en la historia y, por tanto, independiente de la lucha de los
grupos, y no como expresión de un proceso dialéctico por el cual todo grupo
social dominante elabora su propia categoría de intelectuales) es,
precisamente, la de vincularse, en la esfera ideológica, a una categoría
intelectual precedente mediante la misma nomenclatura de conceptos. Todo nuevo organismo histórico (tipo de
sociedad) crea una nueva superestructura, cuyos representantes y abanderados
especializados (los intelectuales) no pueden dejar de concebirse también como
“nuevos” intelectuales, surgidos de la nueva situación y no como continuadores
de la intelectualidad precedente [que era más el caso, como señala
Kolantai]. Si los “nuevos” intelectuales
se presentan como continuación directa de la inteligentsia anterior no son en
realidad “nuevos”, es decir, no están ligados al nuevo grupo social que
representa orgánicamente [con los soviets] la nueva situación histórica sino
que son un residuo conservador y fosilizado del grupo social históricamente
superado (que es lo mismo que decir, en definitiva, que la nueva situación
histórica no ha llegado todavía al grado de desarrollo necesario para poder
crear nuevas superestructuras [organismos derivados de la base económica:
Estado, Administración, cultura…], sino que vive todavía bajo la envoltura de
la vieja historia).”[43]
Considero que la burocracia se nutre de:
1) procesos de
papeleos que generan retrasos;
2) gestiones organizativas que toman cuerpo
propio y hacen que se convierta la administración en algo kafkiano.
Kafka era un gran escritor y describió muy
bien la burocracia (aunque de una forma exagerada y caricaturizada): escribió
novelas acerca del funcionamiento de la burocracia y cómo lo que en principio
ella era un modo de organización de las cuestiones, un medio, se acaba
convirtiendo en un fin: el objetivo es el continuismo de la burocracia, que
toma cuerpo aparte y que hace que las personas sirvan al aparato burocrático,
en lugar de su descrita función principal de que la burocracia ayude a la
gente, con una administración organizada.
Se ve bien en El castillo, en la que se presenta una administración
(situada en un castillo) de difícil acceso y que acaba por no recibir a la
gente[44]; y en El proceso, en el que se da un juicio más basado en
procedimientos incomprensibles (por eso el abogado era muy respetado y
halagado) y cuyo procesamiento se debía más a factores irracionales de los
juristas (que te juzgaban más por la apariencia de culpabilidad, que por las
declaraciones del acusado)[45].
Incluso en la novela de realismo socialista autorizada se ve la progresiva burocratización y
sobrecontrol del Partido Comunista en los soviets, que metía presión y coacción
autoritaria a los jornaleros para que se siguiesen las directrices del Partido.
Davídov, nuevo comisario del partido, fue enviado desde
Moscú para “supervisar” (portando una
pistola) el nuevo Koljós "Stalin" de Gremiachi, gestionado por el soviet
local.
Un comisario autoritario que
“informa” de las directrices generales del Partido, les da grado de saber
científico y por encima de meras opiniones; y mete presión a los que son
disconformes con la colectivización acelerada de los llamados Kulaks (supuestos
campesinos ricos, a los que había que colectivizar sus tierras de forma forzosa),
exigiendo explicaciones de una manera muy autoritaria y con acritud. Además de que las votaciones eran a mano
alzada, con toda coartación que supone:
En una reunión del soviet de Gremiachi da la versión de conocimiento casi absoluto e
indiscutible del Partido a personas sencillas con limitada educación:
“—¡Esa es precisamente la política de nuestro Partido!
—continuó Davídov, después de hacer cesar no sin gran trabajo el tumulto—.
Cuando la puerta está abierta, no se necesita llamar, ¿verdad? Claro que hace
falta destruir al kulak como clase y entregar sus bienes al koljós. Y haces
mal, camarada, guerrillero, en tirar tu gorro bajo la mesa: todavía lo
necesitarás para cubrirte. No se puede ya alquilar tierras, ni contratar
jornaleros. ¡Se acabó! Hemos tolerado al kulak por necesidad, porque daba más
trigo que cualquier koljós. Pero ahora ocurre lo contrario. El camarada Stalin
ha estudiado bien toda esa aritmética, y ha dicho: "Es preciso suprimir de
nuestra vida al kulak, y dar todos sus bienes al koljós". Te quejaste de
no tener máquinas... ¿Y los quinientos millones que se han dado a los koljoses
para ponerlos a flote? ¿Qué dices de eso? ¿Lo has oído? No valía la pena de
hacer tanto escándalo... Primero vamos a parir al koljós, y luego pensaremos en
las máquinas. Y tú quieres comprar la albarda antes que el caballo. ¡Ni más ni
menos!
—¡ Vaya con Liubishkin, que quería avanzar de espaldas!
—Jo, Jo . . .
—¡Pero si nosotros estamos encantados con el koljós!
—Bien dicho lo de la albarda, ¿ eh ?...
—¡Por mí, esta noche!
—¡Que nos apunte en seguida!
—¡Vamos a expropiar a los kulak!
—¿Quién se inscribe en el koljós? ¡Levantad la mano! —
propuso Nagulnov.
Se hizo la cuenta: treinta y tres manos se habían levantado.
Un individuo, perdiendo la cabeza, había levantado las dos.
El calor hizo que Davídov se quitara la chaqueta. Se
desabrochó el cuello de la camisa, y esperó, con la sonrisa en los labios, a que
se hiciera la calma.
—¡Sois conscientes, ese es un hecho! ¿Pero creéis que basta
entrar en el koljós, y ya está todo? ¡No, no es bastante! Vosotros, los pobres, sois el sostén del Poder soviético.
Vosotros, sois la fuerza y la savia, debéis entrar en el koljós y atraeros al
campesino medio, que aún vacila...
—Pero si no quiere ¿qué podemos hacer nosotros? —preguntó
Menok—. ¡No se trata de un buey, para llevarlo a la fuerza atado a una maroma!
—Hay que convencerlo. No es un luchador por nuestra causa el
que no sabe persuadir a los otros. A propósito, mañana hay reunión. Vota en
favor, y persuade a tu vecino campesino medio que haga lo mismo. Y ahora, vamos
a discutir la lista de los kulaks. ¿Qué es lo que va a decidirse? ¿Su expulsión del Cáucaso septentrional o
qué?
—¡De acuerdo!
—Que se les arranque hasta la raíz.
—No, no hasta la raíz, sino con raíz y todo —corrigió
Davídov y volviéndose a Razmetnov, añadió:— Da lectura a la lista de kulaks.
Vamos inmediatamente a sancionar su expropiación.
Razmetnov cogió una hoja y se la dio a Davídov.
—¿Frol Damaskov merece este castigo proletario? Todas las
manos se levantaron a la vez. Pero Davídov, al contarlas, notó que uno se
abstenía.
—¿Tú no eres del mismo parecer? —dijo alzando las cejas
humedecidas por el sudor.
—Yo me abstengo —respondió brevemente un cosaco de
apariencia tranquila y gris.
—¿Y por qué razón? —preguntó Davídov.
—Porque es mi vecino y me ha hecho mucho bien. No puedo
levantar la mano contra él.
—¡Fuera de aquí inmediatamente! —gritó con voz temblorosa
Nagulnov, que se había incorporado como un jinete en los estribos.”[46]
Por otro lado, el miembro del Partido Nagulnov es un
comunista autoritario, que trata de malas maneras a los críticos e, incluso,
ahoga la autocrítica.
“—En el koljós de Gremiachi, se ahoga todo autocrítica —
continuó Samojin—. Nagulnov ha instaurado el terror. Nadie se atreve a abrir la boca en su presencia. En lugar de
persuadir a la gente, grita, patalea, blande el revólver. Lo cual hace que todo
ande de través en el koljós Stalin de Gremiachi. Los campesinos desertan en
masa.
[...]
—Tiene la palabra Nagulnov. […]
[...]
—Camaradas, yo estoy en el Partido desde el comienzo de la
revolución... He estado en el Ejército Rojo...”[47]
Considero que el órgano del poder obrero en Rusia y del
antiguo imperio zarista era el soviet (abolidos en 1936).
El soviet surgió en 1905 por la grave
situación de dificultad material que sufrieron campesinos y obreros en la
guerra rusa-japonesa; su reacción fue formar Comités de huelga que tomaron la
forma de consejos de trabajadores (soviets): el soviet era un organismos de
organización horizontal, asambleario, obrerista y con cargos rotativos que
debían responder ante el consejo y podían ser destituidos por él [48].
La represión posterior y el desgaste
provocaron que desaparecieran hasta febrero (marzo del calendario occidental)
de 1917.
Revolución Bolchevique (y de otros partidos), procesos de burocratización y
abolición de los soviets.
En 1917, ante los desastres de la I guerra mundial y el
hambre, obreros y campesinos de San Petersburgo y otras ciudades realizaron
espontáneamente la revolución de Febrero, se formó la Duma, de democracia
formal, y volvieron los soviets para que se garantizase el poder popular. El zar Nicolás II (autócrata) fue depuesto y
se asignó su puesto a su tío liberal, que renunció a la corona y se tuvo que
proclamar la República.
Durante varios meses hubo un poder dual, la Duma tenía el
poder central, que era reconocida por los soviets, y los soviets llevaron a
cabo decisiones en ciudades y algunos pueblos.
Pasaban los meses y las promesas socialdemócratas de Kerenski (uno de
los más duraderos presidentes provisionales) no se cumplían: no se detuvo la
participación rusa en la I Guerra Mundial, los pueblos como Ucrania y Polonia
no tuvieron un proceso de autodeterminación, no hubo reforma agraria como
pedían ciertos soviets campesinos, ni se dieron garantías para que se
cumplieran la aplicación de la jornada de 8 horas al día.
Por eso, los soviets dieron pasos hacia delante, dinamizaron
protestas con el lema “paz, pan y tierras” y en algunos de ellos repartieron
tierras en desuso de propietarios huidos por la guerra (o la revolución), y
enseguida la Duma tuvo que aprobar leyes que abalaran estas prácticas (y no
pareciese que los soviets eran un poder aparte y más popular) [49].
El Proceso Constituyente para establecer una Constitución en
la nueva República Federal se retrasó mucho por las dificultades y poca estabilidad
del nuevo gobierno. Se hicieron unas
elecciones en la que los mencheviques (socialdemócratas y reformistas) lograron
unos 300 diputados, le siguieron los Socialistas-Revolucionarios (favorables a
hacer una reforma agraria) y los bolcheviques lograron solamente unos 78
diputados). La indecisión, provocó que
el militar Kornilov (nombrado por el moderado presidente socialista-revolucionario Kerenski),
intentase un golpe de Estado para acelerar el Proceso Constituyente. Se detuvo a tiempo, pero dejó en cuestión al
gobierno menchevique-liberal [50].
Las protestas obreras y campesinas con el lema “paz, pan y
tierras” siguieron en las grandes ciudades como Petrogrado (antiguo San
Petersburgo) y Moscú. Hubo algunas dinamizadas por los bolcheviques que
llevaron a confrontaciones con las fuerzas de seguridad del Gobierno
Provisional y se mandó deportados y detenidos a Siberia a varias figuras
revolucionarias (como Stalin, Lenin, Zinoviev, Trotski y Kamenev). Lenin y Trotski
tuvieron que exiliarse (uno a Suiza y el otro a América), mientras Kamenev y
Stalin volvieron de la deportación sin directrices claras y sin saber muy bien
qué hacer [51].
En abril (mayo occidental), Lenin vuelve y escribe Las tesis
de abril, en la que daba directrices en el mismo hilo del libro que escribió
diez años antes. En ¿Qué hacer? abogaba
por activar revolucionarios profesionales que formasen cuadros que se moviesen
en todos los entornos obreros y campesinos y que, como vanguardia de la clase
obrera, dinamizase a las masas y dirigiese un proceso de recuperar los soviets
y darle la forma y poder de la Comuna de París [52]. Su escrito de abril de 1917 defendía que los
bolcheviques debían ser la vanguardia que dinamizase a las masas para que
tomaran el poder y se diese todo el poder a los soviets [53].
Las confrontaciones y tensiones entre trabajadores,
revolucionarios y el Gobierno Provisional llevaron a que los soviets tomaran la
iniciativa y se reunieran en el II Congreso de todos los Soviets durante
mediados de octubre (noviembre occidental) de 1917 para decidir si continuaba
el poder dual o si se decidía que se debía dar todo el poder de los soviets.
En medio de este proceso, Kerenski, temeroso de un uso de
fuerza de los bolcheviques, el 20 de octubre cerró la sede de un periódico
bolchevique. Entonces, agitadores
revolucionarios (sobre todo bolcheviques, pero también mencheviques
internacionalistas, socialistas-revolucionarios radicales y anarquistas),
clamaron que se estaba dando un ataque al proceso del Congreso de los Soviets
al atacar a uno de sus grupos, y agitaron a las masas de trabajadores a tomar
el Palacio del Gobierno (Palacio de Táurice o Palacio de Invierno), deponer el
gobierno y darle todo el poder a los soviets.
Con los lemas: “todo el poder para los soviets” y “paz, pan y tierra”
convencieron a miles de obreros y campesinos de Petrogrado (después en Moscú) a
realizar la revolución. Finalmente,
hicieron que Kerenski y el resto del Gobierno Provisional tuviera que huir al
exilio, siendo de facto depuestos por la Revolución Socialista [54].
Mientras los trabajadores sitiaban y presionaban el Palacio
de Táurice, los representantes soviéticos mencheviques y
socialistas-revolucionarios oficiales abandonaron el II Congreso de todos los
Soviets en protesta a lo que consideraban violencia bolchevique. Entonces, los bolcheviques, mencheviques
internacionalistas y socialistas-revolucionarios radicales votaron por
unanimidad que se diera todo el poder a los soviets (unos soviets que eran
plurales, con grupos obreristas diferentes, aunque con mayor representación
bolchevique en las grandes ciudades). El
II Congreso soviético, congreso del poder popular, ratificó la Revolución
Bolchevique en favor de que se diese todo el poder a los soviets, decidieron con
el poder popular que disponían que hubiera un poder consejista y asambleario
abierto de campesinos y obreros [55].
En principio, el nuevo gobierno que iba a llevar a cabo el
tan retrasado Proceso Constituyente iba a ser multicolor. Sin embargo, después de los fusilamientos de
la familia zarista, los Socialistas-Revolucionarios (oficiales) realizaron un
atentado contra la vida de Lenin y los bolcheviques, viéndose atacados y que
estaba amenazada la Revolución Socialista, reaccionaron quitando poder de
participación a los demás partidos, sospechosos de intenciones
contrarrevolucionarias.
Los bolcheviques fueron la voz principal de los soviets en
las asambleas en la que podían participar, capaces así de convencer sin
demasiados debates de realizar las colectivizaciones socialistas del llamado
“comunismo de guerra” (realizadas en la guerra civil contra las fuerzas
reaccionarias, capitalistas, monárquicas, liberales que iban en contra del
régimen consejista).
Después, en 1921, se frenó la revuelta de los marinos de
Kronstadt, que indicó que no se permitían demasiada autonomía de los soviets
(aunque todavía quedaban ahí, como espacio en el que los trabajadores podían
expresarse y participar en los asuntos públicos) [56]. En Ucrania, la colectivización y formación de
soviets por parte de Nestor Mahkno y sus seguidores fue desangrada por el
Ejército Rojo comandado por León Troski, en combates y posteriores
fusilamientos, pese a que el Ejército Rojo y la guerrilla anarquista hubieran
luchado juntos contra el ejército invasor alemán. [Troski se vio en 1921 en la tesitura de que tenía que interceder en la negociación de paz con Alemania de Brest-Litovsk, en la que pudiera ser necesario en las negociaciones entregar territorios como Ucrania y, por ello, los soviets anarquistas ucranianos eran un obstáculo a estas operaciones tácticas] [57].
Finalmente, mucho después los soviets que existieron durante
el período de 1905-1921 fueron abolidos bajo toda forma en 1936 y la
administración quedó a cargo de burócratas [58]; por lo que en la URSS se quitó
el órgano en el que las personas trabajadoras tenían voz en los asuntos
públicos: en los económicos y en los políticos.
Fueron sustituidos por miembros de la nomenklatura, burócratas [59].
Considero [me puedo equivocar] que, así, se acabó el poder obrero y se tornó en
una dictadura burocrática, que luego se trasladó a los países del Este durante
la II Guerra Mundial del Ejército Rojo contra el Ejército Nazi.
Colapso del Bloque del Este e implicaciones en la filosofía de Marx
La caída del Bloque del Este dio lugar a una apertura y al conocimiento de regímenes de dictadura burocrática, en los que se ejerció tanto el dominio que se efectuaron purgas y crearon los gulags. Los abusos son una muestra del dominio que ha habido y hay en las dictaduras comunistas, derivadas de revoluciones violentas en las que, para romper de forma radical con lo establecido y para tomar el poder frente a la coacción del capital para la defensa armada del capitalismo, se forman figuras autoritarias, que es fácil que se corrompan y acaparen todo el poder. Lo que lleva en primer lugar a la pregunta de si es posible hacer una revolución y toma del poder que no se corrompa.
Para que haya democracia real y no meramente formal, debe suprimirse el poder del capital, que coacciona gobiernos o los derriba de miles de formas. Los intereses de la clase trabajadora y los de la patronal son contrapuestos, contradictorios e irreconciliables. No es posible el pacto social, a menos que una parte ceda y suele ser la clase trabajadora. Todas las mejoras salariales y en condiciones laborales han ido en contra de los intereses de la patronal, que busca el máximo beneficio a costa de quien sea (aunque sea por no pagar por lo que se produce, sino un salario siempre menor: explotación) y procura siempre la acumulación de capitales a cada vez menos manos (por eso es capitalismo y no mercantilismo) [Hoy día, la mitad de las riquezas del mundo las tienen menos de 10% de grandes fortunas].
Para que no haya coacciones y presiones del capital, la democracia se debe conquistar. La única forma de que haya democracia real es que se tome el poder, de forma que el pueblo pueda participar en las cuestiones públicas sin coacciones y presiones.
Solamente habría poder popular si formase un poder con fuerza suficiente para defenderse (o eliminar) de las imposiciones de los poderes económicos fácticos, que dominan la esfera pública por sus presiones económicas, amenazas de guerra económica (cierre de empresas, EREs, corralitos, acaparación de productos básicos y boicot social) financian con donaciones anónimas a partidos grandes de forma que puedan dar la mayor propaganda y dén imagen de fuerza. La democracia debe ser conquistada por los trabajadores, que son mayoría y que no tienen que sufrir que se regule la explotación intocable por la igualdad meramente formal y no real.
El colapso del bloque del Este, aunque se trate de evitar
decirlo, afecta a las aseveraciones de Marx. Entiendo que realmente no se ha
producido la predicción de Marx, que entendía que la revolución proletaria se
daría en Estados Unidos o América: por lo tanto, se equivocó.
En realidad, no se ha construido exactamente el proyecto de
Marx, que era establecer en países desarrollados (como Alemania, Estados
Unidos, República Francesa y Gran Bretaña), en los que en primer lugar se
darían gobiernos político-económicos similares a la Comuna de París
(asamblearia, directa, con diferentes organizaciones obreristas, algunas
empresas convertidas en cooperativas obreras y con cargos rotativos). Dichos gobiernos con poderes especiales se
ocuparían de colectivizar los medios de producción (empresas) y eliminar las
clases para que, más adelante, se estableciese una organización de la sociedad
en la que las personas sin jerarquías se organizarían sin Estado (aparato que
consideraba que era la herramienta del sistema clasista).
La posibilidad de la propuesta marxista también plantea
dudas. Es cierto que hay cooperativas
sin asalariados que funcionan [60] y podría haber una sociedad en la que todas
las empresas fueran colectivas (por ejemplo, en la comarca de Mondragón el sistema cooperativo
ha servido para abastecer a todo este territorio) [61].
De todas formas, Marx nunca hizo una teoría elaborada del
Estado del comunismo inferior. Tal vez,
se pueda encontrar una respuesta en un coétaneo que también era comunista
(solamente que libertario, quería la implantación inmediata del comunismo
superior o ausencia de Estado). Bakunin
señala que se podría organizar la sociedad en forma de red, toda ciudad tendría
la estructura asamblearia de la Comuna de París y, federándose con otras, podría
conformar una organización de un territorio más grande [62]. Desde un punto de la filosofía política, la
presencia de una administración y organización política, aunque sea una
democracia participativa y directa, ya supone un Estado. Por tanto, si se pudiese construir la
administración consejista de democracia participativa, supondría de cualquier
manera un Estado [63].
[1] Cohen, Gerald Allan 2000: Karl Marx´s Theory of History. A Defence. New Jersey: Princeton University Press., p. 392.
[2]Rodríguez García, José Luis 1997: La palabra y la espada. Genealogía de
las revoluciones. Madrid: Talasa Ediciones, p. 259.
[3] Ibid., p. 262.
[4] Cohen,
Gerald Allan 2000: Karl Marx´s Theory of
History. A Defence. New Yersey: Princeton University Press, p. 391.
[5] Mandel,
Ernest 1988: “Producción de mercancías y
burocracia en Marx y Engels", in Stephen
A. Resnick, Richard D. Wolff, Samir Amin, Richard Edwards, Andre Gunder Frank,
David Levine, Ernest Mandel et al (pp. 143-192), Repensar a Marx. Madrid: Editorial Revolución, p. 150.
[6] Engels,
Friedrich 1975: “Acerca de las relaciones sociales en Rusia”, in Karl Marx & Friedrich Engels: Obras
Escogidas. Tomo II. Madrid: Editorial
Ayuso, pp. 42-43.
[7] Carrillo, Santiago
2000: ¿Ha muerto el Comunismo? Ayer
y hoy de un movimiento clave para entender la convulsa historia del siglo
XX. Barcelona: Plaza & Janes
Editores.
[8] Bitot, Claude 2002: El comunismo no ha empezado todavía.
Traducción: Emilio Madrid Expósito. París: Les Amis de Spartacus.
[9] Voslensky, Michael
1981: La nomenklatura. Los
privilegiados en la U.R.S.S. Barcelona:
Editorial Argos-Vergara.
[10] Keeran, Roger & Kenny, Thomas Kenny 2014: El socialismo traicionado. Detrás del colapso de la Unión
Soviética. 1917-1991. Traducción: Alba Dedeu. Madrid:
El Viejo Topo, pp. 12-18.
[11] Ibíd., pp. 17-18.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd., p. 38.
[14] Ibíd., p. 56.
[15] Ibíd., p. 99.
[16] Ibíd., p. 30.
[17]
Shapiro, Leonard 1971: The Communist Party of the Soviet Union. New York: International Publisher.
[18]
Keeran, Roger & Kenny, Thomas Kenny
2014: El socialismo traicionado. Detrás
del colapso de la Unión Soviética. 1917-1991.
Traducción: Alba Dedeu. Madrid: El Viejo Topo, p. 39.
[19] Handelman, Stephen 1995: Comrade Criminal: Russia´s
Mafiya. Traducción: Alba Dedeu. New Haven: Yale University Press, p. 56.
[23] Reteurs, Ramón Muñoz (19 de junio de 1990). “Mujeres de la RFA piden que se apliquen las
leyes que protegen, a la mujer en la RDA”.
Subido en:
https://elpais.com/diario/1990/06/19/sociedad/645746403_850215.html (consultado
el 20 de mayo de 2019).
[24] Bonet, Pilar (20 de enero de 1988). “La URSS crea oficinas de empleo para
recolocar a trabajadores en paro.”
Subido en: https://elpais.com/diario/1988/01/20/internacional/569631611_850215.html
(consultado el 20 de mayo de 2019).
[25] Voslensky, Michael
1981: La nomenklatura. Los
privilegiados en la U.R.S.S. Barcelona:
Editorial Argos-Vergara.
[26] Keeran, Roger & Kenny, Thomas Kenny 2014: El socialismo traicionado. Detrás del colapso de la Unión
Soviética. 1917-1991. Traducción: Alba Dedeu.
Madrid: El Viejo Topo.
[27] Ibíd.
[28] Applebaum, Anne
2019: Gulag: Historia de los campos de concentración soviéticos. Traducción: Magdalena Chocano Mena. Barcelona: Debate.
[30] Carrillo, Santiago
2000: ¿Ha muerto el Comunismo?
Ayer y hoy de un movimiento clave para entender la convulsa historia del
siglo XX. Barcelona: Plaza & Janes
Editores.
[32] Ibíd.
[33] Ibíd.
[34] Ibíd.
[35] Mandel, Ernest
1988: “Producción de mercancías y burocracia en Marx y Engels, in Stephen A. Resnick, Richard D. Wolff, Samir
Amin, Richard Edwards, Andre Gunder Frank, David Levine, Ernest Mandel et al
(pp. 143-192), Repensar a Marx. Madrid:
Editorial Revolución, pp. 162-191.
[36] Pannekoek, Anton 1975: Escritos sobre los consejos
obreros. Traducción: Luis López Gutiérrez. Madrid: ZERO.
[37] Ibíd.
[38] Adler, Max
1975: Democracia política y democracia social. Traducción: Victoria Pujolar. México D.F.: Ediciones Roca.
[39] Pannekoek, Anton 1976: “Los consejos obreros”, in
U.G.E. (ed.): Crítica del bolchevismo. Traducción: Francisco Fernández Buey,
(pp. 83-93) Barcelona: Editorial
Anagrama, pp. 83-87.
[40] Pannekoek, Anton 1976: “Acerca del partido comunista”,
in U.G.E. (ed.): Crítica del bolchevismo. Traducción: Francisco Fernández Buey,
Barcelona: Editorial Anagrama, pp. 95-108.
[41] Ibíd., pp. 98-108
[42] Kolantai, Alejandra
1976: La Oposición Obrera.
Madrid: CASTELLOTE EDITOR.
[43] Gramsci, Antonio
1973: La política y el Estado moderno.
Traducción: Jordi Solé-Tura.
Barcelona: Ediciones Península, p. 42.
[44] Kafka, Franz
2006: El castillo. Madrid:
Alianza Editorial.
[45] Kafka, Franz
2016: El proceso. Madrid:
Valdemar.
[46] Sholojov, Mijail
1966: Campos roturados.
Traducción: Preslit-Moscú.
Montevideo: Ediciones pueblos unidos, pp. 32-33.
[47] Ibíd., p. 305.
[48] Anweiler, Oskar
1975: Los soviets en Rusia.
Traducción: Ana Pérez Figueras.
Madrid: ZERO.
[49] Wave, Rex A.
2017: 1917. La revolución
rusa. Traducción: Alejandro
Pradera. Madrid: La Esfera de los
Libros.
[50] Ibíd.
[51] Íbid.
[52] Lenin, Vladimir I.
2016: ¿Qué hacer? Traducción: Francisco Herreros. Madrid: Alianza Editorial.
[53] Lenin, Vladimir I.
2009: Las tesis de abril.
Traducción: Grupo de Trabajadores de la Fundación Federico Engels.
Madrid: Fundación Federico Engels.
[54] Wave, Rex A.
2017: 1917. La revolución
rusa. Traducción: Alejandro
Pradera. Madrid: La Esfera de los
Libros.
[55] Ibíd.
[56] Anweiler,
Oskar 1975: Los soviets en Rusia. Traducción: Ana Pérez Figueras. Madrid: ZERO.
[57] Shujman, Héctor 2007: La revolución desconocida. Ukrania 1917-1921, la gesta Makhnovista. Traducción: José Luis Carretero. Madrid: Confederación Sindical Solidaridad
Obrera.
[58] Ibíd.
[59] Voslensky, Michael
1981: La nomenklatura. Los
privilegiados en la U.R.S.S. Barcelona:
Editorial Argos-Vergara.
[60] Enciam, Joan
2014: "Cooperativas integrales. Hacia una sociedad
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