2024(e)ko ekainaren 24(a), astelehena

Las teorías de la verdad

 Las teorías de la verdad


Juan José Angulo de la Calle



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La realidad es el entorno en el que vivimos, es todo lo que existe.  La verdad sería la descripción de esa realidad, lo más cercana a la realidad descrita.  Sin embargo, hay varias teorías acerca de la verdad.

 

    El realismo ingenuo es la teoría de la verdad que refiere que la verdad es objetiva y que es la mera descripción de la realidad.  Éste es el planteamiento más básico, pero es demasiado ingenuo porque no delimita la separación que hay entre realidad y verdad, cuando el mapa siempre será diferente del territorio.  Es demasiado simplista.

 

    La teoría coherentista de la verdad defiende que, si bien la verdad debe ser la datación de lo existente, hay unas condiciones de posibilidad de la misma.  La teoría de la verdad coherentista defiende que la verdad debe ser sustentada con una teoría bien construida.  Dado que no podemos salir de nuestras propias teorías, la mejor teoría sería la que estuviese mejor estructurada.  Por ello, la verdad debería ser lo más coherente posible.

 

    El pragmatismo de Pierce defiende que la verdad es el resultado de las conclusiones de la práctica.  El pragmatismo de James, por su parte, defiende que la verdad es lo que es práctico, es verdad lo que es útil y se ha probado que sirve para algo (porque ha probado y comprobado algo).


Putman, por su parte, defendería una teoría internalista de la verdad.  La verdad, lo que se pueda saber de la realidad, está limitada a la propia teoría (porque no se puede salir de ella nunca) y la verdad se encontraría dentro de los presupuestos internos de las teorías. 

 

Putnam recuperó la vieja noción de que pudiéramos vivir en una realidad ficticia. Planteó la posibilidad de que, en realidad, fuésemos unos cerebros conectados a un ordenador que nos diese todas las sensaciones y no sumiese en una realidad virtual. El filósofo de la ciencia quería transmitir que, de facto, para las personas daba igual la realidad externa, aunque fuese virtual, porque no hay forma de salir de nuestras propias teorías. 

 

De lo que se trata, entendía, no es tanto buscar corroboración externa (inexistente porque todo fenómeno de la experiencia está previamente concebido y esperado por la teoría); sino buscar construir una teoría consistente, digna de ser proclamada como verdad. Su teoría de la realidad era un realismo internalista, una suerte de teoría coherentista de la verdad que no se atrevía a reconocerse como tal, como coherentista. Para efectos prácticos, bien pudiera ser que estuviésemos en una realidad virtual.

 

-Mora, F. (1994): Diccionario de Filosofía.  Barcelona: Ariel.

2024(e)ko ekainaren 23(a), igandea

La Paz Perpetua de Kant

 La paz perpetua de Kant


Juan José Angulo de la Calle



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Según Kant, el motor de la historia es la guerra. Por medio de ella, las tierras se reparten mejor y, así, se construyen imperios más civilizados e ilustrados.  Por ejemplo, Prusia, donde reinaba el despotismo ilustrado.  

 

Sin embargo, al final las guerras son perjudiciales para la economía y la paz perpetua se acaba imponiendo al formarse un Estado Mundial, encargado de establecer un derecho internacional con las garantías de un Estado que sea responsable de controlar que no haya guerras y tomar medidas efectivas para erradicarlas y sancionarlas.


Dicho estado sería republicano, centrado y cimentado en la res publica o con el deber de establecer una comunidad de ciudadanos comprometidos; pero podría ocuparlo un rey.  Debería haber división de poderes, aunque el rey los ocupe todos (pero estableciendo claramente las funciones y procedimientos particulares en todo momento).

 

A partir de una estructura supranacional con plenos poderes, se podrá sancionar a los países que declaren guerras y se podrá parar todas las guerras.  En un mundo feliz.

 

 -Kant, I. (1997): Filosofía de la historia.  México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

2024(e)ko maiatzaren 31(a), ostirala

El ecologismo de Hans Jonas

 El ecologismo de Hans Jonas


El principio de responsabilidad de Hans Jonas


Juan José Angulo de la Calle


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Hans Jonas critica la ética tradicional.  La moral occidental tradicional había tratado acerca del deber y la virtud, básicamente consistía en una serie de normas de convivencia.  Jonas considera que tenía su sentido este planteamiento en su momento porque no había problemáticas que exortaran a planteárselo de otra forma.

 

Ahora que la contaminación puede conducir a desastres ecológicos y al cambio climático, la ética no debe limitarse a la convivencia porque se debe atender a cuestiones más primarias o fundamentales, como la supervivencia de la vida humana en la Tierra.

 

Entonces, Jonas postula su principio de responsabilidad.  Exorta a que se procure que la producción se reduzca, de modo que los efectos contaminantes se vean eliminados.  Para ello, plantea un tipo de producción austero y que nos desvíe de un crecimiento exponencial de la producción industrial que dilapide los escasos recursos naturales y que conlleve una consecuente gran contaminación industrial.  Plantea una suerte de decrecimiento y de producción limitada.

[De este concepto de principio de responsabilidad se derivó la noción de desarrollo sostenible].

 

Sin embargo, no explica cómo en el capitalismo se puede limitar la producción o si sería posible en él.  Para que haya desarrollo económico tiene que haber crecimiento y él solamente se logra por reducir costos (no gastar en producciones limpias) y aumentar la producción para abaratar los productos (por no hablar que la competitividad obliga a producir cada vez más rápido productos punteros y efímeros que reemplacen a los anteriores).  

 

No hay manera que en el modo de producción capitalista se dén posibilidades al principio de responsabilidad porque responden a otros funcionamientos materiales y a intereses particulares de una minoría que procura sacar el máximo beneficio y sin importar los costes, por no hablar de las exigencias de la competitividad en el libre mercado.  El principio de responsabilidad no se puede dar mientras exista el sistema capitalista.

 

-Jonas, Hans (1995): El principio de responsabilidad: Ensayo de una ética para la civilización tecnológica.  Barcelona: Herder Editorial.

 

-Kant, Immanuel (2001): Crítica de la razón práctica.  Madrid: Alianza Editorial.

2024(e)ko maiatzaren 18(a), larunbata

Razón instrumental en la ideología nacionalsocialista

 


La “racionalidad” del mal

Razón instrumental en la ideología nacionalsocialista


Juan José Angulo de la Calle


Doctor en Filosofía


Logo de Acción Antifascista.
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Resumen


Voy a explicar la relación entre la razón instrumental y la ideología Nacionalsocialista. Dicha relación es el principal tema del libro Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer. Ellos explicaron que la estructura de las ideas del nazismo provienen de las ideas y objetivos de la Ilustración Europea: el control de la naturaleza y el progreso de la sociedad. Ellos también dijeron que el nazismo era la última versión de la ideología de la Ilustración.


Sin embargo, en mi opinión, sus explicaciones fueron incompletas: ellos describieron la estructura de la ideología nazi, pero no explicaron las específicas ideas del nacionalsocialismo y su relación con la razón instrumental. Por lo tanto, voy a explicar esta relación.


Abstract


I am going to explain the relationship between the instrumental reason and the National Socialism ideology which is one the most important topic of the book Dialectic of Enlightenment by Adorno and Horkheimer. They explained that the structure of the ideas of the Nazism comes from the ideas and objectives of the European Enlightenment: the control of the nature and the progress of the society. They also said that Nazism was the last version of the ideology of the Enlightenment.


However, in my opinion, their explanations were incomplete: they described the structure of the Nazism ideology, but they did not explain the specific ideas of the National Socialism and their relationship with the instrumental reason. So I am going to explain this relationship.

 

  1. Nazismo, razón instrumental y consentimiento


Horkheimer y Adorno postularon que el nazi-fascismo alemán suponía el último eslabón de la principal estructura de pensamiento de nuestra civilización. Según ella, la racionalidad se reduce al mero cálculo de medios-fines, se reduce a la planificación eficaz de unos objetivos que no son objeto de reflexión ni crítica. En su obra Dialéctica de la Ilustración describen que dicha tendencia de articular el pensamiento instrumental formaba parte de la estructura conceptual de la ideología nacionalsocialista. Ésta estructura se halla presente en el formato del modo de pensar nazi y forma parte de su metodología. Sin embargo, ambos autores no especifican cómo se va aplicando dicha base dentro del contenido concreto de las ideas del partido fascista alemán. En este escrito voy a tratar de indicar cómo se aplica la razón instrumental en el conjunto de creencias del nacionalsocialismo alemán.


De esta forma, voy a intentar explicar qué razones pudieron llevar a una parte de la población alemana a apoyar, participar o consentir el totalitarismo nazi. Es interesante conocerlo porque las formas de opresión política son resultado del consentimiento de una parte importante de la ciudadanía. Todas las formas de gobierno político se asientan sobre el consentimiento del conjunto de personas tuteladas por los gobiernos. No existe gobierno alguno, ni siquiera el fascismo, sin estar sustentado por el consentimiento a las leyes por parte del pueblo. Si nadie obedece, no hay mando, solamente existe una voz impotente y atónita ante la imperturbabilidad de un pueblo ante la represión. Toda realidad política, por muy alejada que esté de la representación del pueblo, requiere, por lo menos, la pasividad del conjunto de la sociedad. Así, toda ley que se sancione es el resultado del hacer de la gente o de su hacer no hacer (dejar hacer, por no usar expresiones orientalistas). Siempre se es parte activa y no mero espectador. Siempre queda alguna responsabilidad. Sartre señaló que no somos libres de ser libres. Yo añadiría que no somos libres de ser algo responsables. Por lo tanto, si existe un gobierno fascista o una realidad política ilegítima, queda bajo la responsabilidad de todos.


¿Qué es lo que lleva a consentir un estado ilegítimo o a grupos fascistas? ¿Qué es lo que lleva a ser cómplice “pasivo” de las injusticias? Más allá de confusiones, de relativismos, de cobardías, de perezas, de irresponsabilidades y de delegaciones, las personas procuran justificarse y explicar su modo de actuar. Es más, las personas suelen actuar por motivos. Lo terrible del mal consentido no es que las personas se engañen a sí mismas o sean irresponsables. Lo terrible es que las personas tratan de sustentar sus excusas por medio de razonamientos para que sus actitudes parezcan justificables. Llega un momento en que las personas consienten la ilegitimidad porque creen que es justo consentir y que hay buenas razones para que las realidades políticas ilegítimas existan. Y, entonces, dejan interpretar como ilegítimas las dictaduras y los abusos. La gente acaba utilizando razones que les llevan a interpretar que el fascismo es aceptable y por esta interpretación terminan validando el consentimiento. Lo que voy a mostrar aquí es que la banalidad del mal es relativa y que, por encima de todo, lo que prima es la racionalidad del mal.


Dicha racionalidad se enmarca dentro de la propia realidad ilustrada forma parte del modo de pensar occidental tradicional de medios-fines, proviene de la búsqueda de dominio sobre la naturaleza para planificar y racionalizar lo existente. Dentro de estos parámetros de pensamiento, la separación entre aquello que puede ser beneficioso para la población y las prácticas políticas ilegítimas “útiles”, resulta indistinguible. Dicha manera de pensar continúa con el nazismo y es precisamente lo que le hace alcanzar el poder y mantenerse en él. Es más, es lo que le permite que el pueblo alemán acepte la Solución Final, que es el último peldaño de una racionalización paulatina y progresiva de los excesos del nazismo.


No es el odio lo que empujó a los nazis a mantenerse en el poder, fueron una serie de discursos éticos a favor de cohesionar a la comunidad alemana para crear entre todos la dignidad alemana y su progreso económico-social. Parte de la sociedad alemana consintió el nazismo porque estaban convencidos por una serie de ideas, por unas razones. Estas razones pertenecían a la razón instrumental, pero eran razones al fin y al cabo. De eso voy a hablar.


  1. Racionalidad como control


En el libro Dialéctica de la Ilustración (primera edición de 1969), Adorno y Horkheimer presentaron unas ciertas nociones de la idea de razón instrumental. La definían como la reducción del pensamiento a un mero proceso de cálculo medios-fines. Además, explicaron que esta forma de pensamiento surgió en la Ilustración, Adorno y Horkheimer postularon que la razón instrumental procedía de la Ilustración europea. La ilustración es el movimiento cultural del siglo XVIII, que pretendía, a través del ejercicio de la razón, acabar con los oscurantismos y las supersticiones, y llegar a un progreso a través de los saberes y las artes (de la “Enciclopedia”). Según Kant, la Ilustración consiste en el logro de la mayoría de edad, la construcción de un sujeto autónomo y responsable de su modo de actuar gracias al ejercicio del pensamiento.


Se pretendía erradicar la superstición y el fanatismo, que son irracionales y opuestas al progreso. Estos objetivos no son del todo inocentes porque esconden una sub-consciente aspiración de lograr control sobre el medio natural y sobre lo que se puede conocer. En cierta medida, se busca conocer para controlar.


La superstición se elimina a través del conocimiento riguroso y objetivo de la realidad. Se suprime al conocer los procesos de una realidad. Gracias a eso, el miedo hacia lo que se desconoce desaparece. Al conocer cómo funciona cada proceso y cómo surge un hecho, es posible manejar cada situación. De esa forma, se sabe cómo actuar y manipular la realidad. El fanatismo se elimina al establecer como única autoridad moral la reflexión del propio sujeto individual y autónomo. Un sujeto que, al conocer el entorno y sabe manipularlo, procura no verse afectado por él y tiende a actuar sobre él según su propio criterio. Así ven Adorno y Horkheimer en su “Dialéctica de la Ilustración” dicha manera de pensar las cosas:


“[…] el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre la naturaleza desencantada. […] Lo que los hombres quieren aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por completo, a ella y a los hombres. […] Poder y conocimiento son sinónimos” (Adorno, 2004, p. 60).


Se quiere conocer para saber cómo funcionan las cosas, y, así, a través de la técnica, reproducir los mismos procesos en beneficio del “progreso”. Nada más gráfico que el comienzo de dicho libro: La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores” (Adorno, 2004, p. 59)i . El objetivo de conocer es eliminar el miedo. Se tiene miedo hacia aquello que no se puede controlar y, si se pretende eliminar lo que da miedo, es que se busca lograr control. La búsqueda de eliminar supersticiones en realidad es la búsqueda de poder y control frente a las amenazas. Se usa el pensamiento para satisfacer intereses de poder, se utiliza como instrumento para lograr dominio. El pensamiento, así, es reducido a mera funcionalidad, a razón instrumental, a planificación de medios. “A partir de ahora la materia debe ser dominada por fin sin la ilusión de fuerzas superiores o inmanentes, de cualidades ocultas. Lo que no se doblega al criterio del cálculo y la utilidad es sospechoso para la ilustración.”(Adorno, 2004, p.62) El conocer no es planteado como un afán de saber por el saber, ni un procedimiento para el desarrollo personal: es un modo de “racionalización” de lo que rodea. Busca hacer comprensible la realidad para manipularla. Este proceso empieza con las artes o técnicas que se fomentan en la “Enciclopedia” defendiendo que ellas dan progreso y este proceso acaba, en su afán de planificación y mejor uso de la naturaleza, defendiendo y buscando la división social del trabajo. “La técnica es la esencia de tal saber. Éste no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo de los otros, al capital.”(Adorno, 2004, p.60)


El proceso es sencillo, se empieza con la instrumentalización del pensamiento a través de eliminar en los textos científicos las cualidades y particularidades de los seres concretos y reduciéndolos a meros ejemplos de los conceptos generales. “Lo que podría ser distinto, es igualado. […] No sólo quedan disueltas las cualidades en el pensamiento, sino que los hombres son obligados a la conformidad real” (Adorno, 2004, p. 66)ii . Así, cada ser particular se reduce a una cifra, es tratado como un ejemplar tipificado en una generalidad.


“La sustituibilidad se convierte en fungibilidad universal. Un átomo no es desintegrado en sustitución, sino como espécimen de la materia; y el conejo pasa a través de la pasión del laboratorio no en sustitución, sino desconocido como puro ejemplar.”(Adorno, 2004, p. 65)iii


Toda particularidad de cada ser queda anulada, es ignorada en el proceso de conceptualización. Para la persona que procura investigar la realidad, cada ser es sustituible, reemplazable y equiparable. Dejan de ser tratados como seres concretos para convertirse en ejemplos de una especie: solamente cuentan en la medida en que puedan ser tipificados, ajustados a una generalización que interesa hacer para ciertos fines epistémicos y tecnológicos. De hecho, el nazismo solamente es un pequeño paso en esta manera de pensar.


La rata 1 puede ser fácilmente sustituida por la rata 2 en el laboratorio sin dar problema alguno. A la hora de investigar valen igual ambas y no hay diferencia entre las dos. Eso quiere decir que los seres particulares son tratados en la investigación como objetos que sirven a un fin. Son meros objetos de estudio que únicamente suscitan interés en tanto que valen para conocer algo y en tanto que pueden servir para transformar la naturaleza. Por tanto, son “meros conceptos” de una teoría. “Las únicas afinidades entre lo existente son reprimidas por la relación única entre el sujeto que confiere sentido y el objeto privado de éste, entre el significado racional y el portador accidental del mismo.”(Adorno, 2004, p.66)iv Dejan de ser considerados como seres propiamente dichos. Son objeto de atención solamente en tanto en cuanto puedan ser asimilados en una categorización que pueda servir a alguna planificación que “racionalice” la realidad investigada.


Los seres dejan de ser tratados como tales, son tratados como cifras de un cálculo que sirve a una funcionalidad determinada.


“Con la previa identificación del mundo enteramente pensado, matematizado, con la verdad, la Ilustración se cree segura frente al retorno de lo mítico. Identifica el pensamiento con las matemáticas. […] El modo de procedimiento matemático se convirtió, por así decirlo, en ritual de pensamiento […] dicho procedimiento se instaura como necesario y objetivo: transforma el pensamiento en cosa, en instrumento, como él mismo lo denomina.”(Adorno, 2004, p.79)v


La relación con cada ser vivo se reduce a utilizarlo y tratarlo un mero objeto que sirve a unos fines. Dichas finalidades son la racionalización y el control, y ellas se ponen por encima de los seres. Entonces, para el investigador deja de existir cada ser particular con sus peculiariedades accidentales y su idiosincrasia para pasar a ser tratado como un ejemplar anónimo numerado y cifrado.


La fuente de toda la racionalización es el sujeto, él es el fin al que tienen que servir los objetos de estudio. Desde Descartes se ha conferido al sujeto pensante la capacidad de producir representaciones del mundo. Cuando surgió su pensamiento dejó de considerarse el conocimiento algo propio del objeto. El conocimiento dejó de ser objetivo e inmediato como en el pensamiento griego. Dicho modo de conocer ha llevado a conferir al sujeto un poder y una autoridad casi total en el planteamiento que hizo Kant. Según su teoría, el sujeto es trascendental: es un ser que crea el conocimiento y los conceptos. Por lo tanto, el sujeto trascendental es el único detentador del poder legítimo para darse a sí mismo normas morales y justificación.

“El sí mismo, que tras la metódica eliminación de todo signo natural como mitológico no debía ser cuerpo ni sangre, ni alma ni siquiera yo natural, constituyó, sublimado en sujeto trascendental o lógico, el punto de referencia de la razón, de la instancia legisladora del obrar.”(Adorno, 2004, p.82) vi


El sujeto queda así cerrado. Sus categorías son lógicamente producidas por él mismo y los datos externos de los sentidos son reducidos a las categorías. Es más: en el sujeto trascendental kantiano todos los conceptos se limitan y se restringen a ellas.


No se conocen las cosas en sí, sino los fenómenos. Solamente es cognoscible la interpretación o representación que se haga de las cosas. No hay contacto directo con las cosas. El hecho de conocer se restringe a las capacidades del propio sujeto, esto es, el conocimiento se reduce a las categorías cerradas del propio sujeto. No se sabe cómo pueda ser realmente cada objeto y no es relevante llegar a saberlo.


El trato con el entorno, entonces, no puede ser cercano de ninguna manera. Por consiguiente, no tiene por qué haber ninguna consideración respecto al medio ambiente. La moralidad también se cierra en el sujeto trascendental, dado que él tiene que ser autónomo y no verse afectado por las emociones. Los sentimientos que puedan surgir del contacto con los demás seres y todo lo que es ajeno al propio razonar pueden condicionar al sujeto y hacer que él sea más heterónomo y menos libre. El sujeto solamente tiene que tomar como referencia su propia teoría y, por tanto, lo que le rodea solamente debe ser tratado como una parte de teoría, como un concepto enmarcado en una proposición más compleja y parte de una teoría que la abarque. El sujeto tiene que situar cada realidad como un concepto que pueda ser tratado como un objeto, como un objeto de estudio; y, como tal objeto, tiene que ser usado para una finalidad (sea el saber o la técnica derivada de ese saber).


Los seres (los procesos, los animales y plantas, las personas) se convierten en cifras de estadísticas y planificaciones. Pueden ser objetos de estudio, pueden ser materia útil para aplicaciones en proyectos tecnológicos o pueden ser instrumentos que sirvan a programas económicos que atienden a las “exigencias” y “realidades” sociales. Se produce, así, la mirada que describía Sartre cuando hablaba del ser-del-otro y del infierno que suponía: ser observado y juzgado, ser tratado como objeto por otro para instituirse como sujeto y ser.


“[...] cuando el otro nos devuelve la mirada, no sólo adquirimos noticia de que tenemos delante un sujeto que se resiste a ser relegado a la condición de mero objeto, sino que sabemos que, al mirarnos, nos está objetualizando, esto es, nos está anulando como sujetos. Hay, por tanto, una objetivación mutua que, sin embargo, no persigue convertir al otro en un mero en sí. El para sí quiere dominar al otro como libertad, es decir, poseerlo como objeto y como libertad.”(Cruz, 2002, p.212)vii


Así, no se tiene en cuenta al otro como fin y no se tiene un contacto como un igual. No se considera a otra persona como a alguien que forme parte de uno mismo y con el que se forma “comunidad” o con el que se interrelacione.


No se aprende nada con él, sino más bien se calcula por medio de él y se procura que sirva a unos determinados fines que son supuestamente útiles al sujeto pensante. Todo lo que rodea al sujeto queda reducido a los intereses y fines de él, el sujeto se “apropia” de los demás seres o, al menos, procura que ellos se adapten al sujeto. No hay conciencia del otro, solamente se tiene conciencia del objeto representándolo como un útil que sirve y se ajusta a los deseos. Se reduce a los seres a algo manejable por el sujeto y que son limitados a ser medios del sujeto. El sujeto trata a otros seres como instrumentos, los considera como una cosa que le sirven y a los que no hay que adaptarse ni conocer, ni tener que adaptarse a ellos.


Dicho afán de dominar no es más que un mero miedo hacia la naturaleza (entorno). Es una forma de intentar controlar lo que podría amenazarnos. La existencia puramente natural, animal y vegetal, constituía para la civilización el peligro absoluto.”(Adorno, 2004, p.84)1 Si se pretende dominar es en tanto que nos puede afectar y alterar el entorno natural. Nos puede afectar porque formamos parte del mundo y estamos en conexión con lo que nos rodea. Por tanto se tiende a procurar controlar lo que nos rodea para que no afecte a nuestra autonomía y libre arbitrio, para evitar las emociones que no controlamos.


“Los comportamientos mimético, mítico y metafísico aparecieron sucesivamente como eras superadas, caer en las cuales estaba cargado del terror a que el sí mismo se transformara de nuevo en aquella pura naturaleza de la que se había liberado con indecible esfuerzo y que justamente por ello le inspiraba indecible terror.” (Adorno, 2004, p. 84) 2


Con este ejercicio de la racionalidad se había configurado un modelo determinado de conducta racional. Se habían desarrollado unos hábitos que restringían las emociones con el fin de llegar a ser libre y ser capaz de dominarse a uno mismo; esto es, ser capaz de racionalizarse a sí mismo.


“El dominio no se paga sólo con la alienación de los hombres respecto de los objetos dominados: con la reificación del espíritu fueron hechizadas las mismas relaciones entre los hombres, incluso las relaciones de cada individuo consigo mismo. Éste se convierte en un nudo de reacciones y comportamientos convencionales, que objetivamente se esperan de él.”(Adorno, 2004, p.81)3


El sujeto queda atrapado en un mecanismo construido por él mismo y para él. Pero este proceso tiene su propia lógica, él forma parte de un sistema que tiene que “racionalizar” (planificar) las conductas en torno a unos fines y a unos programas de producción y distribución. Dicha administración finalista puede dirigirse al mundo del trabajo (la división social del trabajo o la explotación), o puede dirigirse a un tipo de ocio planificado (el consumismo).


“A través de la mediación de la sociedad total, que invade todas las relaciones y todos los impulsos, los hombres son reducidos de nuevo a aquello contra lo cual se había vuelto la ley de desarrollo de la sociedad, el principio del sí mismo: a simples seres genéricos, iguales entre sí por aislamiento en la colectividad coactivamente dirigida. Los remeros [de la Odisea, cuando tienen que pasan la isla de las sirenas], que no pueden hablar entre sí, se hallan esclavizados todos al mismo ritmo, lo mismo que el obrero moderno en la fábrica, en el cine y en el transporte colectivo” (Adorno, 2004, p.89) 4


Desde esta dialéctica de la Ilustración, la actuación primordial es deshacerse de todo aquello que no se pueda controlar. Surge la frialdad burguesa, que es la búsqueda de eliminar las emociones para que nada interrumpa ni impida el ascenso hacia los puestos de poder. Esta moral está representada por Kant y su búsqueda de la autonomía frente a la subjetiva felicidad, que solamente conduce a la heteronomía y a la variabilidad de las circunstancias y los sentimientos5.


La razón instrumental genera alienación. Ella no afecta solamente al entorno manipulado y contaminado, ni tampoco se limita a su aplicación social (división social del trabajo), sino que perturba al sujeto que se quiere crear. El burgués –el máximo representante de la búsqueda del poder – es un ser frío que tiene que arrancarse todo lo que no le sirva.


“La otra posibilidad es la que elige el mismo Odisea, el señor terrateniente, que hace trabajar a los demás. Él oye [ a las sirenas, los recuerdos encantadores: emociones], pero impotente, atado al mástil de la nave, y cuanto más fuerte resulta la seducción más fuertemente se hace atar, lo mismo que más tarde también los burgueses se negarán la felicidad con tanta mayor tenacidad cuanto más se les acerca al incrementarse su poder.”(Adorno, 2004, p.87)6


Para un empresario, según esta interpretación, las consideraciones sobran. Si tiene que tener alguna consideración con el medio ambiente, no podrá producir con menos gastos y ser competitivo; si concibe a sus asalariados más que como cifras y les ve como fines, le costará más tener que explotarlos. Un empresario con compasión no podría competir en el mercado.


Sade presenta a unos personajes que llevan hasta las últimas consecuencias la “racionalidad” calculadora de medios-fines. Él presenta la máxima expresión de la planificación tendente al dominio, describiendo la tortura más organizada y óptima. Ella hace la mejor y mayor instrumentalización de los seres humanos, que son descritos sin tapujos como objetos. A través de esa planificación, consigue la mayor construcción del sí mismo, logra el egoísmo más cerrado y menos afectado por los demás. Sade es el precursor del totalitarismo, en sus novelas sus protagonistas dominan completamente las vidas de sus víctimas. Su objetivo no es simplemente el placer que otorga torturar a sus víctimas, la finalidad que busca es el dominio, que llega a ser total.


“Los amos introducen el placer como racional, como tributo a la naturaleza no del todo domada; tratan, para sí mismos, de neutralizarlo y al mismo tiempo de conservarlo en la cultura superior; y para los sometidos procuran dosificarlo donde no puede ser enteramente negado. El placer se convierte en objeto de manipulación hasta que, finalmente, desaparece en la organización.”(Adorno, 2004, p.151)7


Así, la apatía es la emoción que se procura alcanzar y ella es usada como medio para someter y dominar. En la formación de un perverso, uno de los pasos que tiene que seguir es conseguir hacer las cosas con apatía. De esa forma, no aparecen emociones que estorben la búsqueda de control. “[…] el libertinaje ahoga la piedad en el hombre y habitualmente sólo sirve para endurecerlo: sea porque la mayor parte de sus extravíos necesita la apatía del alma, […] la verdad es que un libertino rara vez es un hombre sensible.”(Sade, 2003, p. 74)8 Las emociones tienen que ser reprimidas para que no perdamos autocontrol. “La libertad frente a los remordimientos es ante la razón formalista tan esencial como la libertad frente al amor y al odio.” (Adorno, 2004, p.142) 9


La autonomía del individuo de la que habla Kant, se ve representada en Sade por su afán de buscar la apatía para poder dominarse a sí mismo y, así, poder realizar sin interrupciones la consecución del dominio. Si el perverso destruye irrupciones ajenas a la propia “racionalidad” instrumental, puede realizar lo que considera lo más racional sin interrupciones.


“Elaborad vuestro proyecto unos días antes, reflexionad sobre todas las consecuencias, examinad con atención todo lo que podrá seros útil… lo que podría traicionaros, y calculad todo esto con la misma sangre fría que si fuera seguro que vais a ser descubierta.” (Sade, 1977, p.257)10


De esa manera, nada de fuera puede conmover al perverso, dado que llega a ser insensible a cualquier emoción interna. Es decir, se hace imposible una com-pasión (no se puede compartir una pasión que no se padece, o no se hace caso).


Aunque lo más terrible de Sade, no es que continúe en esta tradición de la razón instrumental. Lo temible es que cuando justifica el asesinato solamente se da un paso cuantitativo respecto a la razón instrumental. El asesinato se enmarca dentro de la búsqueda del control y el dominio. En este caso, se sitúa el afán de control sobre las personas, su sumisión a través del miedo: “Descubren [los cuatro protagonistas perversos de las “120 jornadas de Sodoma] que había un leve comienzo de motín general entre los folladores subalternos [algunas de las víctimas de los protagonistas], que el acontecimiento del sacrificio de uno de ellos ha calmado por completo.”(Sade, 2003, p.391)11 El que se llegue al exceso de plantear el asesinato como algo racional, enseña que el pensamiento ilustrado es un mero cálculo medios-fines. Según Adorno y Horkheimer, el pensamiento de la Ilustración es una mera reflexión acerca de la mejor organización e instrumentalización del entorno y la sociedad. En esta forma de pensar, el asesinato como medio no choca, sino que más bien es pensable bajo los mismos parámetros y es comprensible para los demás (sin lo cual, la obra de Sade sería imposible de comunicar y entender). Adorno ya lo señala:


“El no haber ocultado, sino proclamado a los cuatro vientos, la imposibilidad de ofrecer la razón un argumento de principio contra el asesinato, ha encendido el odio con el que justamente los progresistas persiguen aún hoy a Sade y a Nietzsche.”(Adorno, 2004, p.163)12


Dicho pensamiento planificador de los recursos continuará en el nazismo. Durante este régimen se usará a las personas y ellas serán tratadas como meros recursos materiales que gestionar para lograr una organización más productiva. Esta manera de pensar “justificará” el régimen, será la defensa argumental de las decisiones gubernamentales. La razón instrumental será primordial y será considerada más importante que las motivaciones emocionales como el odio.


“Esta actitud “objetiva” – hablando sobre campos de concentración en términos de “administración” y sobre campos de exterminio en términos de “economía”- era típica de la mentalidad de las SS y algo de lo que Eichmann, en el juicio, todavía se sentía orgulloso. Con su “objetividad” (Sachlichkeit), las SS se separaron de tipos “emocionales” como Streicher, aquel “loco carente de sentido de la realidad”, y de ciertos “factótums teutónico-germánicos del partido, que se comportaban como si fueran vestidos con pieles y tocados con cuernos” (Arendt, 2006, p. 104)13


Los nazis motivados por ciegas emociones son tildados por sus propios camaradas como locos y faltos de comprensión. Son vistos como seres que no entienden lo que pasa y que no han superado las emociones para entregarse a una causa racional (el mayor engrandecimiento de Alemania). El odio y la exaltación son solamente pasiones infantiles, les faltan la debida comprensión de la realidad en que se vive y a la que hay que atenerse para procurar hacer lo posible para construir un mayor progreso a través de la planificación más disciplinada y calculada fríamente. El teniente coronel Eichmann, encargado de los asuntos judíos (transporte de “mercancías”), señala que su principal guía de actuación es el imperativo categórico kantiano. Su modo de actuar se basa en la racionalidad en su forma más pura y sin contenidos. “[…] Con mis palabras acerca de Kant quise decir que el principio de mi voluntad debe ser tal que pueda devenir el principio de las leyes generales” […]”(Arendt, 2006, p.199)14 Despreciado el odio ciego, buscada la planificación y buscando la racionalidad, queda claro que el nazismo no se reduce a la imagen carnavalesca del nazi como fanático y estúpido que actúa como un monstruo. Todo nazi tiene que ser una persona fría que actúa por razones con las que pueda justificarse ante los demás. En función de esas razones, el pueblo puede consentir el nazismo por considerar estas ideas lo suficientemente racionales. De lo que se trata ahora es de describir esas razones o justificaciones ideológicas.



3. La "virtud" nacionalsocialista


Las razones por las que se obedeció al nazismo se remontan a 1914. Allí nació un movimiento popular de conciencia nacional que inauguró una manera de actuar considerada virtuosa: la solidaridad nacional. Esta noción fomentaba la unidad del Volk (pueblo) y se defendía que todo el mundo tenía la obligación de participar y aportar su granito de arena para la supervivencia nacional de la comunidad política. La guerra o, mejor dicho, cómo se vivió la guerra y se actuó en ella, fue lo que lo hizo nacer. Hubo un apoyo masivo a la guerra con manifestaciones espontáneas a favor de la patria, sin que interviniera el gobierno en ellas.


“[…] la gente se reunía en las calles en reconocimiento de algo más [que el asesinato del archiduque de los Habsburgo] : el sentimiento compartido de ser alemán y pertenecer a una nación. La declaración de guerra contra Serbia y Rusia, y luego contra Francia y Gran Bretaña, a principios del mes siguiente, fue seguida por una ola de nacionalismo popular, más tarde recordada sentimentalmente como los Días de Agosto, un período en el que las diferencias de clase, credo y región parecieron borrarse y el pueblo, el Volk, pareció estar forjado en una sola pieza.”(Fitzsche, 2006, p.20)15


Dicha actividad popular nacionalista se mantiene durante toda la guerra y consistía en la colaboración mutua y en la solidaridad nacional para hacer frente a la guerra. Más allá de las actividades del gobierno para gestionar la guerra, surgieron espontáneas actividades de apoyo mutuo para ayudar a los soldados y para resistir. Las personas alemanas hacían frente a la guerra con la conciencia de que hacerlo era una virtud puesto que era una forma de colaborar con la comunidad.


“A lo largo de todo el conflicto, los ciudadanos se organizaron para proveer ayuda social, recolectar materiales de guerra, brindar alivio a los soldados heridos y lisiados y levantar la moral, y lo hicieron mucho antes que el gobierno. […]


No obstante, mientras se ensanchaba la brecha entre ricos y pobres, entre trabajadores calificados y no calificados, y entre soldados y oficiales, los alemanes expresaban su disgusto con las desigualdades económicas y sus esperanzas de paz en un vocabulario que destacaba el bien común y los intereses públicos.”(Fritzsche, 2006, pp.49-50)16


Esa unidad del Volk y esa virtud de procurar el mayor progreso y bienestar a un Volk unido más allá de las diferencias de clases (en eso consistirá la planificación nazi) serán más adelante las primordiales invocaciones de los nazis en sus programas, campañas electorales y discursos durante todo su régimen. El bienestar del Volk unido será la razón que se invocará para justificar la política nazi. El odio a los judíos, que tan básico se presupone en los nazis, apenas aparecía en sus discursos durante las elecciones y los primeros años del régimen.


“[…] Sólo en tres ocasiones entre abril de 1933 y la invasión de Polonia, en septiembre de 1939, expresó [Hitler] de manera directa su odio y fobias raciales. En el Reichstag, durante el Congreso de Nuremberg de 1935, expuso el preámbulo de lo que serían las leyes que acababan con el estatus legal de los ciudadanos judíos de Alemania. Con la Guerra Civil española como telón de fondo, y aprovechando la presencia de Mussolini en el Congreso de Nuremberg de 1937, Hiter clamó contra el “contagio” del judeobolchevismo […] Posteriormente, con ocasión del sexto aniversario de su acceso a la cancillería, Hitler pronunció un discurso difundido por radio en el que precedía que, en caso de guerra mundial, los judíos serían “exterminados”. Comparándola con el amplio abanico de temas que tocaba en sus discursos de dos o tres horas de duración, la política racial apenas figuraba en sus pronunciamientos.”(Koonz, 2005, p.122)17


Lo principal es el Volk y el actuar por conseguir lo mejor para él. El objetivo principal defendido por el nacionalsocialismo es el crear una comunidad unida más allá de las diferencias de clases y en la que todos aporten sus esfuerzos y valor para conseguir un mayor progreso y mejoras sociales.


“La unidad nacional; es ésta la dinámica clave de la política del nacionalsocialismo. El atractivo del movimiento radicaba en una visión de la nación que reconocía y legitimaba políticamente al pueblo, sobre la base de lo que cada uno de sus miembros hacía por el Volk y no de quién era de acuerdo con jerarquías de estatus, una visión que prometía la reforma social y la estabilidad económica.”(Firzsche, 2006, p. 225)18


Ésos eran los discursos y las razones usados para justificar el régimen. Fue votado el partido nazi gracias a la invocación de estos objetivos. Finalmente, estos discursos les mantuvieron en el poder, dado que el régimen fue consentido gracias a la convicción popular de que el nacionalsocialismo iba a conseguir una Alemania unida y mejor.


“Durante los años de éxito diplomático y recuperación económica, los alemanes de etnia vivían en un ambiente de colectivismo que les embriagaba. […] Tanto equipos de vigilancia financiados por el nazismo como personas encargadas de sondear el estado de ánimo colectivo, pertenecientes a grupos antifascistas clandestinos, informaban de que los alemanes mostraban su satisfacción por la desaparición del desempleo y por el desmantelamiento del Tratado de Versalles.”(Koonz, 2005, p.294)19


No fue miedo lo que condujo a consentir el régimen, fue la convicción y el apoyo. Dicho apoyo apareció porque fueron presentadas razones convincentes y atractivas, como la virtud ética de participar en una comunidad y procurar su bienestar. “Una nueva “voz de la conciencia” étnica (Gewissensbissen) guiaría a los individuos a poner el bienestar del Volk por encima del suyo propio.”(Koonz, 2005, p.132)20


Las denuncias a los judíos fueron tardías y fueron tratadas como si de una cuestión secundaria se tratara. El antisemitismo era una noción derivada de las retóricas nacionalistas: se describen como nocivos a los judíos porque son intrínsecamente enemigos de Alemania. Los presentaron como amenazas el Volk y, en cualquier caso, estas “denuncias” tardarán más que los discursos y acciones contra el Tratado de Versalles, contra los comunistas y homosexuales. Los primeros campos de concentración se llenaron de comunistas y algunos socialdemócratas por la oficialidad, si bien los ataques descontrolados de las SA se dirigieron tanto a comunistas como a judíos. Pero había una diferencia enorme entre unas acciones y otras: mientras que los alemanes sí consideraban como "enemigos" a los comunistas, los judíos no eran vistos así y les provocaba disconformidad dichos ataques.


“En las horas de incertidumbre que se vivieron tras la quema del Reichstag, la mayoría de alemanes consideraron creíble la amenaza de una revolución comunista, pero sólo los racistas más radicales se tomaron el “peligro judío” lo bastante en serio como para disculpar la brutalidad contra civiles indefensos.”(Koonz, 2005, p.57)21


El régimen de aquél año se tomó muy en serio dicha opinión popular y Hitler hizo un llamamiento a las SA a no excederse y obedecer su autoridad. “[…] Hitler exhortaba a los “obedientes hijos del nacionalsocialismo” a abandonar la violencia incontrolada.”(Koonz, 2005, p.107)22 Tuvo que reciclar a las guardias de asalto, de forma que pudiesen estar acordes con la virtud nazi de colaborar con la comunidad.


“En las descripciones de las SA escritas con anterioridad a 1933, los luchadores nazis se arriesgaban a morir en combate contra los comunistas. Acosaban a los judíos y alteraban la pacífica existencia de los pequeñoburgueses. Los jóvenes desafiaban a sus padres; los mayores ignoraban a sus esposas y novias. Pero a partir de 1933, el führer empezó a ensalzar un nuevo tipo de honor. En lugar de la lucha y el martirio, recordaba a aquellos hombres disciplinados, idealistas y entregados que soportaran privaciones en aras de una meta más elevada. […] La moral, en la memoria oficial que era “Tiempo de Lucha” (Kampfzeit) se encarnaba en el patriotismo, en el idealismo étnico y en el autosacrificio […] Esparcir ese espíritu de comunidad también implicaba la organización intensiva de esa misma comunidad, y para ello era preciso llevar a cabo tareas que en la década de 1920 se denominaban Kleinarbeit (pequeños trabajos). En vez de gozar de los beneficios de sus nuevos puestos, a los integrantes de la vieja guardia se les alentaba a organizar barrios, lo que implicaba entregarse a tareas de captación puerta a puerta, de recolección de fondos, de publicidad; tareas que, hasta 1933, habían realizado las mujeres nazis.” (Koonz, 2005, p.107)23


Sin embargo, ese mensaje no caló y acabaron los excesos impopulares de las SA en la “noche de los cuchillos largos”, en la que se hizo una purga a los principales miembros de las guardias de asalto. No se adaptaron a la nueva coyuntura y no fueron unas buenas herramientas al servicio del proyecto y a la razón de estado: por eso tuvieron que ser eliminados.


    La virtud nazi de colaboración y solidaridad nacional se enmarcaba dentro de la razón instrumental antes descrita. La finalidad era el bienestar y engrandecimiento de la comunidad alemana. Se buscaba la mejora social y política con reformas sociales y un“mejor” ordenamiento político a través de las órdenes del führer. Desde esa perspectiva, los medios necesarios eran la colaboración y el trabajo, como se ha visto. Y aún más, también eran un medio útil el autosacrificio de los individuos arios y la limpieza: “Hasta que la” purga moral del Volkskörper alemán no sea completa” no se dedicaría a la economía. ¿Qué significaba “salud”? Hitler divagaba sin cesar sobre su visión estética de una cultura étnica pura” (Koonz, 2005, p.52)24 Era en función de esta limpieza de la comunidad la que condujo durante la guerra a los medios terribles que harán famoso al régimen nazi.


Según la visión nacionalsocialista, todas las desgracias de Alemania provienen de sus "enemigos", que "han contaminado bajo su enfermiza influencia" la política alemana.


“Vestido con camisa blanca, corbata y traje negro, luciendo una discreta insignia con una esvástica, el canciller Hitler tronaba contra las potencias extranjeras hostiles, la amenaza bolchevique, la decadencia cultural y la tibieza de los liberales. Exudando fundamentalismo étnico, apenas hablaba de los judíos [de momento]. […] Una y otra vez, Hitler representaba el melodrama de un pueblo martirizado, a merced de “gacetilleros políticos de poca monta”, “jefes de partido” corruptos que habían exterminado el… glorioso imperio de nuestro pasado.”(Koonz, 2005, p.50)25


Los comunistas eran "enemigos" de Alemania porque "dividían al pueblo en clases", en vez de procurar la unidad de acción nacional y el pensar como comunidad; los homosexuales eran considerados una amenaza para la reproducción de hijos para el estado y por su supuesta corrupción; los judíos lo serán por ser “técnicamente” otra etnia, y, por tanto, estar en lucha con la autóctona (la idea de raza vendrá después, en los primeros años se habla de Volk, pueblo, etnia).


La lucha contra esos supuestos enemigos era el medio para volver a hacer grande al Volk y hacer que funcione de la forma más ordenada y con mayor disciplina. Era una forma de protegerlo para garantizar que Alemania esté en unas manos que organicen el país de la forma más racional o mejor administrada. Dicha organización y seguridad pasaba por crear los campos de concentración, primero para los comunistas y luego para los judíos y gitanos. . Más adelante se orientarían al exterminio por su idea de “limpieza” en beneficio de la comunidad.


Ahora bien, ¿cómo se hizo asumible para los alemanes los extremos contra los judíos? En primer lugar, se desarrollaron numerosos estudios y documentales raciales (que decían que los judíos son una raza enfermiza que necesita dañar) y sociológicos (que mostraban que los judíos formaban una etnia separada que realizaba una conspiración sionista contra el mundo). Ambos “demostraban” con cierta “objetividad” la “maldad” de los judíos. Esos datos hicieron que los alemanes medios vieran como comprensibles los encarcelamientos.


“[…] Hacia finales de la década de 1930 parecía que la mayoría de alemanes aprobada tácitamente la persecución siempre que no se sintieran amenazados o importunados personalmente. Los estereotipos sobre la naturaleza hebrea que, con visos de objetividad, generaban las investigaciones antisemitas, contribuían a limpiar las conciencias de los alemanes que decidían no devolverle el saludo a un amigo judío, no entrar a comprar a una tienda regentada por judíos, no dar cobijo a los judíos cuyas propiedades hubieran sido “arianizadas”, no consolar a los alumnos judíos marginados.”(Koonz, 2005, p.251)26


Incluso ellos vieron el envío a campos de concentración como una medida racional y civilizada de resolver el “problema judío”. “Aquella persecución sancionada por vía administrativa aparecía como medida de protección contra los judíos, representados como peligro moral amorfo.”(Koonz, 2005, p.294)27 Tanto calaba esta versión de los hechos, que muchos no solamente consentían estos abusos, sino que colaboraban con la persecución a través de delaciones. “A los lectores [de revistas antisemitas] se les incitaba a pasar a la acción. […] El impacto de las denuncias podía ser devastador no sólo económicamente, sino también para el estado anímico.”28 (Koonz, 2005, p.266) La aceptación y la aprobación activa eran significativas dentro del pueblo alemán. Al pueblo llano le había calado el discurso fundamentalista étnico y sus derivados (defensa del Volk a través de eliminar a sus enemigos).


“Lo que nos asusta no es sólo la facilidad con que los soldados mataban a civiles indefensos en los territorios ocupados, sino el espectro de un Estado tan popular que era capaz de movilizar las conciencias individuales de un amplio sector de ciudadanos al servicio de la catástrofe moral. Ese proceso de persuasión tiene poco que ver con el lavado de cerebro, que tiene por objeto convertir a los sujetos en autómatas descerebrados. En la Alemania nazi, la fe en un führer virtuoso y la dicha de pertenecer a un Volk superior propiciaba la iniciativa popular y permitía cierto margen a la elección.”(Koonz, 2005, p.312)29


No fue miedo ni consentimiento apático lo que movió a consentir el régimen totalitario alemán y sus excesos, lo que motivó a participar en el sistema nazi fue la propia convicción y la asunción de sus ideales. Hubo personas que, llevados por su conciencia, consintieron y aceptaron al régimen.

El exterminio fue ignorado por muchos alemanes. Así como los campos de concentración eran imposibles de esconder, el Holocausto fue algo que no se difundió. Sin embargo, toda persona que quisiera realmente saber de su existencia podía llegar a conocerlo. Algunos lo hicieron y, aún así, siguieron fieles al régimen.


“En el primer estudio sobre campos de concentración, publicado en 1947, Eugen Kogon, periodista austriaco que sobrevivió tras cinco años internado en Buchenwald, citaba a testigos creíbles. “Lo metódico de la matanza debió sin duda hacerla visible incluso a ojos de un ciego… No hay ninguna duda de que no había ni una sola persona en Alemania que no supiera que se estaba haciendo daño a los judíos, y que se les había hecho daño desde hace años.” […] El conocimiento sobre el genocidio estaba al alcance de todo el que se interesara por averiguarlo.”(Koonz, 2005, p. 308)30


La obsesión de eliminar “enemigos” de Alemania para llegar a construir una comunidad más próspera, llevó a asumir “limpiarla” de todo aquello que fuese “pernicioso”. Se empezó asumiendo acabar con los comunistas que “dividían el país en clases” y, después, se pasó a la limpieza de judíos, que eran una “peste que contaminaba la pureza racial”. ¿Cómo se llegó al paso de eliminar dicha enfermedad? El primer paso fue aceptar su envío a campos de concentración, habiendo años antes ya aceptado que hubiese campos para enemigos nacionales (comunistas). El segundo paso fue aceptar que hay que eliminar y “limpiar” lo que no sirve al imperio: acabando con los minusválidos, los enfermos mentales, gente con enfermedades hereditarias, tullidos y personas con malformaciones. Se aceptó que había que hacer todo lo posible por levantar Alemania y, en consecuencia, se consintió la eutanasia que libere al país de “lastres”.


“[…] La medicina moderna, al posibilitar “artificialmente” la supervivencia de los débiles, habría perjudicado la salud del Volk a la larga. Con su crítica al anticuado “amarás a tu prójimo”, Frick abogaba por una intervención eugenésica auspiciada por el Estado que satisficiera los “deseos de la naturaleza” […]


A lo largo del siguiente decenio, filósofos y médicos etnicistas de la Alemania nazi se dedicaron a valorar las ventajas del racionamiento [racional distribución, mejor administración] de la atención médica, la asesoría genética, la esterilización involuntaria y la eutanasia, […]”(Koonz, 2005, p.128)31


La “limpieza” de los judíos, además de estar dentro del objetivo de eliminar enemigos, se enmarca dentro de esa mencionada eutanasia y de la defensa de una eugenesia para la raza aria. Entra dentro de esta lógica porque se presenta a los judíos como una etnia separada y diferenciada con objetivos opuestos a los alemanes. Según esta visión, los judíos son una raza corrosiva que atrofia a la raza aria y su eliminación mejorará la pureza racial de Alemania.


“[…] Advirtió [Walter Gross en un discurso por radio en 1933] contra la “falsa humanidad” y la “piedad exagerada”, y expuso la política racial como cruzada moral a favor de la pureza y en contra del egoísmo corrosivo de la filosofía liberal. A continuación pasó a esbozar la batalla en tres frentes contra una “reproducción inconsciente”, es decir, contra la disminución de los índices de natalidad entre los denominados aptos, contra la natalidad sin control de los denominados no aptos y contra la mezcla racial. Por primera vez en la historia, un país que sufría la decadencia racial (Alemania), iba a renacer, pues los biólogos habían descubierto el secreto de la vida eterna de la etnia, y unos líderes políticos preocupados por el tema de la raza decididos a aplicar aquellos conocimientos.”(Koonz, 2005, p.135)32


Las primeras actuaciones de eutanasia a los no aptos y la eliminación de judíos se encontraban en el mismo marco de pensamiento. Una vez consentidas y aceptadas las primeras, las segundas solamente eran un pequeño paso más. Fue algo que no solamente fue consentido, sino asimilado. Por esta asunción, parte del pueblo colaboró y apoyo el régimen participando en las concentraciones populares del régimen y ayudando en la persecución por medio de las delaciones.


Todo eso fue aceptado por la mayoría de los alemanes no por un lavado de cerebro (como muestran los estudios expuestos con anterioridad), sino motivados por unas razones. Ayudaron al fascismo alemán llevados por la virtud de colaborar con su nación y por procurar al país el mejor funcionamiento administrativo y el progreso. Se realizaron actos de colaboración por conseguir un fin. Se hicieron estos actos por una razón, una razón reducida a buscar medios para conseguir un fin (la razón instrumental).


    Lo terrible del nacionalsocialismo no es que el ser humano pudiese sacar lo peor de sí mismo cegado por pasiones ciegas y el fanatismo. Lo aterrador es que los excesos del nazismo son el producto de la racionalidad (o de un cierto tipo de racionalidad) y que se puede justificar el Holocausto (o que es pensable dicha justificación).


Sin embargo, habría que entender que esta realidad pasada tiene algo positivo. Si el Holocausto entra dentro del lenguaje y la racionalidad, entonces él puede ser tratado con el método de la racionalidad, con el discurso y con la crítica racional. Se puede criticar las retóricas de los fascistas y demostrar su falsedad. Probablemente las críticas que se realicen no convenzan a los adeptos al fascismo, pero por lo menos puede influir en el pueblo. A la razón solamente puede ser tratada usando la razón. Ya se ha visto cuán fácilmente pueden alterarse las emociones a través de discursos y teorías: ellas hicieron que muchos alemanes acabasen ignorando a sus amigos (comunistas y judíos) y defender a sus enemigos.


Apelar a sentimientos mediados por teorías, solamente sirve para que se remita cada persona a sus propias teorías y únicamente conduce a la incomprensión entre los interlocutores. Es a la teoría a la que hay que tratar. La compasión, que ha sido usada hasta ahora como medio persuasivo para condenar el Holocausto, es algo fácilmente alterable y cerrado a un grupo de seres a los que se reconoce como parte del grupo social. Todo grupo siempre es cerrado porque para poder crearse una identidad propia como grupo y para afirmarse como tal tiene que diferenciarse de otros grupos. Además, la conducta grupal está marcada por una serie de cerradas normas morales adscritas a un tipo de racionalidad o algún código de conducta que guía la acción (y las emociones) y sobre el que hay que trabajar en la crítica. Fuera de la razón sólo hay barbarie.



Referencias bibliográficas


-Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004). Dialéctica de la Ilustración, Madrid: Editorial Trotta.


-Arendt, H. (2006). Eichmann en Jerusalén, Barcelona: Editorial DeBOLS!LLO.


-Cruz, M. (2002). La filosofía contemporánea, Madrid: Editorial Taurus.


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-Kant, I. (2001). Crítica de la razón práctica. Madrid: Alianza Editorial.


-Koonz, C. (2005) La conciencia nazi. Barcelona: Ediciones Paidós.


-Sade, D. A. (1977). Juliette/2. Barcelona: Tusquets Editores.


-Sade, D. A. (2003). Justine. Barcelona: Tusquets Editores.


-Sade, D. A. (2003). 120 jornadas de Sodoma. Barcelona: Tusquets Editores.

1Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004), Dialéctica de la Ilustración, Madrid: Editorial Trotta, p. 84.

2Ibid., p.84.

3Ibid., p.81.

4Ibid., p. 89.

5Kant, I. (2001). Crítica de la razón práctica. Madrid: Alianza Editorial.

6Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004). Dialéctica de la Ilustración, Madrid: Editorial Trotta, p. 87.

7Ibid., p. 151.

8Sade, D. A. (2003). Justine, Barcelona: Tusquets Editores, p. 74.

9Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004) Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Editorial Trotta, p. 142.

10Sade, D. A. (1977), Juliette/2, Barcelona: Tusquets Editores, p. 257.

11Sade, D. A. (2003). 120 jornadas de Sodoma. Barcelona: Tusquets Editores, p. 391.

12Adorno, Th. W. y Horkheimer, M. (2004). Dialéctica de la Ilustración, Madrid: Editorial Trotta, p. 163.

13Arendt, H. (2006). Eichmann en Jerusalén, Barcelona: Editorial DeBOLS!LLO, p.104.

14Ibid., p. 199.

15Fritzsche, P. (2006). De alemanes a nazis. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, p. 20.

16Ibid., pp. 49-50.

17Koonz, C. (2005). La conciencia nazi. Barcelona: Ediciones Paidós, p. 122.

18Fritzsche, P. (2006). De alemanes a nazis. Buenos Aires:Siglo XXI Editores Argentina, p. 225.

19Koonz, C. (2005). La conciencia nazi. Barcelona: Ediciones Paidós, p. 294.

20Ibid., p. 132.

21Ibid., p. 57.

22Ibid., p. 107.

23Ibid., p. 107.

24Ibid., p. 52.

25Ibid., p. 50.

26Ibid., p. 251.

27Ibid., p. 294.

28Ibid., p. 266.

29Ibid., p. 312.

30Ibid.,, p. 308.

31Ibid., p.128.

32Ibid., p.135.

iIbid., p. 59.

iiIbid., p. 66.

iiiIbid., p. 65.

ivIbid., p. 66.

vIbid., p. 79.

viIbid., p. 82.

viiCruz, M., (2002). La filosofía contemporánea, Madrid: Editorial Taurus, p. 212.

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