Emociones y racionalidad
Juan José Angulo de la Calle
Antonio
Damasio considera que hay una relación entre emociones y
racionalidad. En concreto, postula que ciertas regiones cerebrales,
en las que se suelen activar sistemas neuronales encargados de las
emociones, tienen un papel en el conocimiento, el razonamiento y la
toma de decisiones. Estos sistemas tienen gran capacidad para
memorizar categorías de objetos y acontecimientos a través de
representaciones disposicionales de entidades (seres) y sucesos.
Además, procesan los componentes de estas representaciones
memorizadas e idean nuevas combinaciones originales: procesan la
información y pueden manejarla de forma constructiva para formar
otras representaciones similares que puedan ser útiles. De esa
forma, es posible que construyan mentalmente situaciones imaginadas
y, de esa manera, se facilita la anticipación de resultados de
acciones, la formulación de planes futuros y el diseño de nuevos
objetivos para la supervivencia. Las nuevas creaciones mentales son
memorizadas asimismo en estos procesos.
Dichas regiones cerebrales
pre-frontales no son, en principio, las que se ocupan de la
abstracción y el pensamiento, sino de la reacción automática ante
estímulos externos y de las necesidades fisiológicas más
primigenias. Sin embargo, ante las decisiones hacen aparecer en la
mente sensaciones agradables o desagradables en forma de “imágenes”
o similar información y ellas otorgan una subconsciente asociación
de ideas automática que ayudan a decidir y forman parte del
posterior y más avanzado proceso de pensamiento racional. Procesan
la intuición que precede al pensamiento y le sirve de base.
Por
su lado, Goleman describe que las emociones son impulsos que llevan a
actuar: son programas de reacción automáticos de origen evolutivo
que tienden a la acción. Por ejemplo, la ira lleva más sangre a
brazos y puños, y viene acompañado de una respiración frenética
para preparar al combate; el miedo quita sangre al rostro para
enviarlo a las piernas, facilitando a la huida; y la serenidad activa
y el amor activa el sistema parasimpático: relaja y permite pensar.
Todos estos procesos facilitan la supervivencia.
Goleman
divide el sistema nervioso en tres regiones:
-
el tallo encefálico, que regula las funciones vitales básicas tales como respirar, el metabolismo y los movimientos automáticos: se encarga de advertir de los ataques;
-
sistema límbico-centros emocionales, es la base rudimentaria del neo-cortex y se ocupa del aprendizaje, la memoria, el procesamiento de gran variedad de respuestas automáticas, la planificación y comprensión de los datos sensoriales;
-
neo-cortex o cerebro pensante, es la parte racional del sistema nervioso, reflexiona sobre las emociones, permite tener sentimientos sobre las ideas, la capacidad artística y organiza los símbolos y las imágenes de forma planificada.
Dentro
del sistema límbico, la amígdala tiene conexión directa con el
talamo (que procesa los datos de los sentidos) y puede dar reacciones
automáticas frente a amenazas o agresiones. Además, se ocupa del
aprendizaje emocional por medio de intuiciones acerca de los datos
sensoriales, orienta en la dirección adecuada para sacar el mejor
provecho a las posibilidades, eliminando opciones descartándolas por
aversión y orientando, así, las decisiones que pueden ser
posteriormente tomadas por el pensamiento reflexivo, tal como
describía Damasio.
Aros
señala que las emociones son reacciones ante estímulos internos
(necesidades) y externos (como las amenazas) y transmiten
información. Dicha información puede ser interesante y útil para
tener una comprensión de uno mismo, del entorno (del que se
reacciona) o de las personas que nos rodean: permiten conocer las cosas que
motivan a las demás personas, así podemos ponernos en su lugar y saber
cómo interactuar con ellas de forma de que se pueda cooperar con ellas.
Todo ello facilita un mejor conocimiento después de analizar y
ordenar estos datos. Suponen un buen material de reflexión y es
bueno saber manejarse con ellas en una cierta medida.
Sin
embargo, las emociones pueden ser muy peligrosas. Sin su oportuno
control pueden convertirse en pasiones desatadas que desencadenan
consecuencias destructivas. Los celos, la ira, la envidia y el odio
pueden nublar la mente y conducir a un curso de acción irracional y
violento. La razón debe controlar las emociones. Tiene que recibir
su información para analizarla y ver el grado de realidad que tienen
(es limitado porque las pasiones son automáticas y precipitadas). Solamente tras
reflexionar sobre los datos de forma pausada, se puede actuar de forma moderada y
prudente, tras tener una visión global, detenida, objetiva,
rigurosa, contrastable y reposada. La racionalidad tiene que
gobernar la vida de las personas para evitar el caos.
Aros,
Claudio 2005: ¡Al
ataque! Estrategias para jóvenes (y no tan jóvenes) con ganas de
triunfar.
Barcelona: Editorial Oceáno.
Damasio,
Antonio 2013: El error de
Descartes.
Barcelona: Editorial Destino.
Goleman,
Daniel 1996: Inteligencia
emocional.
Barcelona: Editorial Kairós.
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