2019(e)ko urriaren 31(a), osteguna

Filosofía del lenguaje III: Hermenéutica

Filosofía del lenguaje III: Hermenéutica

Juan José Angulo de la Calle

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Preludios: Herder y Schleirmacher


La hermenéutica es la teoría de interpretación de textos (y con Gadamer acaba siendo teoría de la interpretación de discursos -orales o escritos-).

Herder realizó un análisis de los significados culturales: los conceptos se circuncriben, inevitablemente, en una cultura y un lenguaje muy determinado; por lo que es necesario entender cada cultura por separado (descubriendo sus fundamentos) 

Cada cultura puede ser expresada por medio de textos, que deberán ser interpretados.  Para interiorizar los textos, para hacer el trabajo de puente entre el texto y el intérprete, se debe descubrir la intención del autor, a través de hipótesis.

Schleiermacher se vio influído por la reflexión de Herder y desarrolló una teoría de la interpretación de los textos sagrados (él era teólogo luterano).  Señaló que el origen de las lenguas es el resultado de un sistema de relaciones, el uso de un lenguaje está relacionado con él.  

Se debe conocer la intención del autor o del interlocutor para entender un texto o un discurso.  En el texto encontramos lo que quería expresar su autor, su especialidad.  Las partes del texto deben ser entendidas para entender el todo.

El intérprete debe "traducir" o hacer el esfuerzo de dilucidar qué intentaba expresar el autor de un texto (o el interlocutor con su discurso oral): hay que acercar el lector al autor o el autor al lector.  Gracias al contexto se puede hacer este acercamiento.

La interpretación de los textos es un encuentro de mundos: el intérprete tiene una cultura diferente y analiza los textos (o discursos) en base a su modo subjetivo de interpretar, pero a la vez debe analizar los textos como entidades objetivas provenientes de una cultura diferente (de otra época, de otra sociedad e, incluso, de una lengua diferente. 

El intérprete tiene unos conocimientos previos, una cultura diferente y una subjetividad propia: debe ser consciente de ella, partir de ella (dado que es inevitable) y hacer el esfuerzo de intentar entender desde sus conceptos, los conceptos que se expresan en los textos de autores de otra época e incluso de otra civilización.

A través de un cierto encuentro entre la subjetividad del intérprete y la del autor, por medio de un diálogo de realidades, se puede alcanzar algún tipo de puesta en común o "acuerdo" en el que se pueda llegar a realizar una interpretación lo más cercana posible a lo que expresa el autor de un texto o un interlocutor. 


 Gadamer



Gadamer desarrolla más la idea del diálogo que realiza el intérprete, que se basa en la relación entre preguntas y respuestas que se formula el intérprete.  El conocimiento es el arte de hacer las preguntas adecuadas, de forma que el intérprete subjetivo pueda llegar a entender lo que un autor ha querido expresar por medio de discursos orales o escritos.


El sujeto que interpreta un discurso debe hacer una análisis desde su subjetividad (ideas previas, lenguaje y cultura del sujeto) para interpretar la subjetividad del autor que intenta interpretar.


El trabajo hermenéutico es interiorizar el fenómeno de la comprensión.  Se parece al arte o a la estética: por medio de experimentos sensoriales no científicos, se pueden entender bastantes fenómenos susceptibles de interpretación (como los textos o discursos orales, no científicos pero culturales).  

Los sujetos que interpretan entran en un juego en el que el intérprete introduce sus ideas previas, pre-conceptualizaciones, prejuicios e ideas de su propia tradición para interpretar el pensamiento de autores que tienen que tener una subjetividad diferente. 

El mundo sucede en el lenguaje y el lenguaje es lo que presenta el mundo.  El análisis lingüístico que hace la hermenéutica sirve para comprender los discursos (orales y escritos) que describen el mundo. Como solamente es cognoscible la realidad por sus descripciones, la forma de llegar a la verdad es por medio de disponer de una buena teoría de la interpretación que permita comprender lo que expresan los discursos sobre el mundo.


Derrida

 

Jaques Derrida señala que la tradición metafísica occidental ha sido logocéntrica y fonocéntrica.  La metafísica (o teoría del ser) ha tratado sus conceptos como si siempre hubiesen sido iguales y eternos: lo escrito es la forma física de lo oral y los conceptos orales se han transmitido boca a boca y han parecido que siempre han sido los mismos.

Frente a esta metafísica centrada en el discurso conceptual, que es presentado como derivado del discurso oral (que parece que no ha cambiado), Derrida destaca la importancia de la escritura.  En la huella de la escritura se puede comprobar cómo los conceptos han cambiado en el tiempo y cómo son temporales (han quedado marcados y demarcados en épocas muy determinadas, con unas ideas muy determinadas).

En los distintos textos se puede comprobar que los conceptos sobre el ser (y sobre otras cuestiones filosóficas) han cambiado en el tiempo.  

En La genealogía de la moral, Nietzsche muestra que la idea de deber ha cambiado en valores de culturas diferentes: los valores heroicos homéricos destacaban la fuerza y consideraban que el bien es el poder, la conquista y la dominación; pero entonces se introdujo en la moral la idea del "deber", que es una derivación etimológica de la palabra "deuda": la moral judeo-cristiana empieza a exigir deberes y a señalar que los que los menoscaban entran en deuda contra el que se le ha impuesto y se le ha hecho "injusticia" (antes se rezaba: "perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"; ahora se reza: "perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden"; deuda=ofensa que debe ser pagada con un castigo -espíritu de venganza-, aunque sea por medio del dolor moral -sentimiento de culpa en el cristianismo: venganza contra uno mismo-).  Así, los "buenos" dejan de ser los fuertes o "nobles" y pasan a ser "buenos" los bajos o humildes, modestos y mansos.  El concepto de bondad y maldad, cambiaron a lo largo del tiempo.

Se sabe de este tipo de cambios gracias a la escritura, ya que en ella se puede comprobar cómo ha habido diferentes visiones de un mismo concepto a lo largo del tiempo: hay una genealogía de los conceptos.  Por medio de la lengua escrita, se pueden ver las "marcas" (las diferentes conceptualizaciones plasmadas en distintos textos a lo largo del tiempo) de los conceptos de una cultura.  La "diferenzia" escrita permite darse cuenta de que la diferencia conceptual se puede comprobar en la lectura de textos.

En la lectura de textos, se produce una "desconstrucción" de los mismos.  A nada que se lean los textos, se van desamblando la estructura de los mismos y se puede vislumbrar un significado de los textos, expresado en una estructura determinada. 

E. G. Platón demarca una jerarquía de ideas: la Idea de Justicia ordena a las demás; la Idea de Bien es la Idea superior y esta esquematización conceptual, que está en sus textos, transmite una jerarquización, que luego expresará en su filosofía política, al hablar del filósofo-rey de su República ideal.



Bibliografía:


-Berman, A. (1984): L'épreuve de l'étranger. Culture et traduction dans l'Allemagne romantique: Herder, Goethe, Schlegel, Novalis, Humboldt, Schleiermacher, Hölderlin. París: Gallimard.


-Derrida, J. (1971): De la gramatología.  Buenos Aires: Siglo Veintiuno. 

-Derrida, J. (1975): La diseminación.  Madrid: Fundamentos.

-Derrida, J. (1981): Espolones.  Los estilos de Nietzsche.  Valencia: Pre-textos. 


-Derrida, J. (1989): La escritura y la diferencia.  Barcelona: Anthropos.




-Gadamer, J-G. (2013):
Hermenéutica, estética e historia. Antología, Salamanca: Sígueme.


-Nietzsche, F. (2000): La genealogía de la moral. Madrid: Editorial EDAF.


-Platón (1994).  La República o el Estado. 
  
 Barcelona: Edicomunicación.

 

 

 

2019(e)ko urriaren 30(a), asteazkena

Filosofía del lenguaje II: Pragmática

Filosofía del lenguaje II: Pragmática

Juan José Angulo de la Calle
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Wittgenstein y Austin son los precursores de la pragmática del lenguaje: la reflexión acerca de los usos reales del lenguaje corriente.  A partir de sus presupuestos, hicieron sus propios planteamientos autores como Grice, Strawson y Searle.


 Segundo Wittgenstein



En su etapa de madurez, Ludwig Wittgenstein se replantea sus consideraciones acerca del lenguaje.  El joven Wittgenstein consideraba que el lenguaje cumple una función comunicativa, transmisora de conocimientos o descripciones de la realidad: el lenguaje se ocupa de referir los sucesos del mundo.

Sin embargo, tras recibir críticas y observaciones, el maduro Ludwig Wittgenstein reconsideró sus reflexiones acerca del lenguaje.  En sus Investigaciones filosóficas describió que, en realidad, el lenguaje puede usarse de diferentes formas, puede cumplir diversas funciones, hay diferentes formas de expresión en la práctica comunicativa real.

Hay diferentes juegos del lenguaje.  El lenguaje formal lógico-referencial es uno de entre muchas maneras de utilizar el lenguaje: en la práctica, se puede utilizar diferentes formas de expresión lingüística y hay distintos usos del lenguaje con diferentes objetivos.

El logos no se reduce al lenguaje racional, sino que hay otras maneras de usar el logos o habla: existe el uso de la retórica, la dialéctica, la poética...  

La validez, el grado de verdad y falsedad, se determinaría en función de los criterios de los distintos usos prácticos del lenguaje.  Cada uso es un juego de lenguaje, con normas, reglas y criterios de validez propios. 


 Austin, los actos del lenguaje

 

John L. Austin investigó exhaustivamente el lenguaje y su uso y concluyó que el lenguaje, además de su función descriptiva, tenía distintos usos y que existen actos del lenguaje.

Los actos locucionarios (oraciones enunciativas) expresan estados de cosas, describen sucesos del mundo. 

Los actos del lenguaje o actos ilucucionarios son los que son realizados por medio del lenguaje para ejecutar una acción determinada (solicitudes, peticiones, contratos verbales, contratos matrimoniales...).

Cuando alguien dice: "¿Me puedes pasar la sal?", no se está preguntando sobre la capacidad de una persona para dar la sal, sino que está haciendo una petición.  La respuesta correcta no es decir: "sí, puedo" (tomando la expresión de forma semántica o al pie de la letra); sino que es pasar la sal.

Cuando el sacerdote o el juez dice: "yo os declaro marido y mujer", está casando a una pareja heterosexual con sus palabras.  Con una expresión está realizando un acto: sellar un contrato verbal matrimonial.

Por último, los actos perlocucionarios procuran causar algo en el mundo: causar algo mediante lo que se hace diciendo algo.  E.g. hacer una amenaza, de forma que condicione a una persona (de tal forma que haga lo que tú quieras).



Bibliografía:



-Austin, J. L. (1982): Cómo hacer cosas con palabras: Palabras y acciones . Barcelona: Paidós.

-Wittgenstein, L. (2017). Investigaciones filosóficas. Madrid: Editorial Trotta.


 

2019(e)ko urriaren 28(a), astelehena

Filosofía del Lenguaje I: Semántica



Filosofía del Lenguaje I: Semántica

Juan José Angulo de la Calle





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Gottlob Frege escribió "Sentido y referencia" para construir un lenguaje lógico que pudiera ser científico y que permitiese llegar a los fundamentos de la matemática [su principal interés: era matemático].  

Dicho lenguaje lógico [lógico matemático] sería un complemento del lenguaje corriente y una mejora para aclararlo.  En él, se pueden diferenciar dos elementos: el sentido y el referente.  El referente es el ser, entidad u objeto que existe en el mundo y el sentido es la manera de presentar lingüísticamente dicho referente.

Existe el referente del planeta Venus y sus sentidos pueden ser "Venus", "lucero del alba" y "lucero del ocaso".  Todos estos sentidos presentan el referente del planeta Venus, solamente que de diversas formas.

Pueden existir sentidos sin referente, como el nombre "Pegaso", que designa un significado sin correspondencia con ningún ser que exista.

Bertrand Russell consideró que sentidos como "Pegaso" pueden existir de alguna manera, como en la mitología transmitida en poemas, pinturas y esculturas (de alguna manera un sentido puede existir).

Russell consigna que el lenguaje que puede ser evaludado como verdadero o falso, el lenguaje lógico-referencial, se compondría de una serie de proposiciones acerca de los objetos, una serie de descripciones susceptibles de ser consideradas verdaderas o falsas, tras ser comprobada su validez de forma empírica.

La proposición:

El actual rey de Francia es calvo

es una descripción que, en la actualidad, no puede evaluarse si es verdadera o falsa.  Si se dice que es verdadera, se estará diciendo que el actual rey de Francia es calvo; y si se dice que es falsa, se estará concluyendo que el actual rey de Francia tiene cabello.  Ninguna de estas evaluaciones es verdadera porque la proposición no describe un ser que exista (no hay rey de Francia, hay una República francesa). Podría ser verdadera o falsa si formase parte de un libro de historia, existiendo un ser que fuese rey de Francia y calvo (en los libros de historia).
 
El joven Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus Logico-philosophicus, señala que la principal función del lenguaje es describir y referir los sucesos del mundo.  El lenguaje pulido no trata acera de los "objetos", ya que el concepto de "objeto" es demasiado formal y abstracto, demasiado ambiguo e intratable. En cambio, los sucesos que ocurren en el mundo son más fáciles de datar y comprobar que se dan.

Dichos sucesos pueden ser descritos por medio de proposiciones que puedan hacer referencia a los sucesos del mundo y evaluarse la verdad de las proposiciones comprobando que se dan los sucesos que describen ellas.  Lo que refieren las proposiciones puede ser comprobado empíricamente, se puede comprobar si ocurre lo que describen las proposiciones.

El conjunto de las proposiciones acerca de los sucesos del mundo sería todo lo que puede ser expresado por el lenguaje y demarcaría los límites del mundo (los límites del conocimiento sobre la realidad: los límites de lo que consideramos que es el mundo).  Todo aquello que no puede ser transmitido por una proposición lógica es incognoscible, dado que sería sentido sin referente alguno

Todo lo demás evocaría algo de lo que no se puede describir con el lenguaje y que está fuera del lenguaje descriptivo y referencial, fuera del habla.   El resto es mera formalidad y no entra dentro del conocimiento; no entra dentro de la función del lenguaje, que es describir los sucesos que tienen referentes y que son cognoscibles empíricamente.  Las cuestiones que superan los límites del lenguaje referencial van más allá del lenguaje: la metafísica y la ética se pueden evocar, pero no se puede hablar de ellas propiamente.

Estos son los principios de la filosofía del lenguaje y de la lógica, el análisis del significado (la semántica: el significado más literal de las expresiones), la función del lenguaje lógico y refencial.  

Otra cuestión es el diverso uso del lenguaje y sus distintos actos de lenguaje, la pragmática del lenguaje o los distintas formas de usar el lenguaje corriente (de forma poética, retórica...) para llevar a cabo prácticas del lenguaje (peticiones, ruegos, declaraciones, acuerdos verbales).  Todo ello será tratado por los distintos análisis de las distintas formas de uso del lenguaje corriente: la pragmática del lenguaje.


 Bibliografía:


-Frege, G."Sobre sentido y referencia". Frege (Publicado en Zeitschrift für Philosophie und philosophische, Kritik, Nueva Serie, n.º 100,1892, p. 25-50.): http://filenguajeisehf.yolasite.com/resources/Frege-Sobre-sentido-y-referencia.pdf (consultado el 28 de octubre de 2019)

-Russell, B. & Whitehead, A. N. (1963): Principia mathematica.  London: Cambridge University Press. (consultado el 28 de octubre de 2019): https://lesharmoniesdelesprit.files.wordpress.com/2015/11/whiteheadrussell-principiamathematicavolumei.pdf

-Wittgenstein, L. (2012): Tractatus lofico-philosophicus.  Madrid: Alianza Editorial.


Justicia marxista e imaginación revolucionaria


 Justicia marxista e imaginación revolucionaria

La necesaria conceptualización iniciada por el Marxismo Analítico 

 

Juan José Angulo de la Calle
Doctor en Filosofía




Resumen

Karl Marx y Friedrich Engels no postularon una idea de justicia para diferenciarse del idealismo y del socialismo utópico. En este artículo, postulo un concepto de justicia marxista y establezco la relación entre él y la imaginación.




Palabras clave: Justicia Marxista, Marxismo Analítico, Imaginación Revolucionaria.


Abstract

Karl Marx and Friedrich Engels did not postulate an idea of justice in order to distinguish themselves from idealists and utopic socialists. In this article, I postulated a concept of Marxist justice and I established the relationship between this idea and the imagination.




Key words: Marxist justice, Analitical Marxism, Revolutionary Imagination.



  1. Introducción


Hay una carencia de un concepto de justicia en la teoría marxista clásica. Dicha falta resultaba relevante dado que resultaba una incongruencia que en una teoría de tipo emancipatorio se careciera de una idea de justicia. No resultaba demasiado congruente el uso de términos tales como “explotación” sin un concepto de justicia en el que estuviesen enmarcados y a partir del cual se pudiese realizar la valoración de que existiese explotación. Solamente se puede entender la explotación como una vulneración la justicia y si no se describe la explotación como carencia de justicia, resulta un concepto poco inteligible.

Para tratar esta ausencia, consulté a los autores de la Escuela de Marxismo Analítico, dado que ella, además de analizar lingüísticamente el significado de los conceptos clásicos de Marx y aplicar teoría de juegos para explicar algunos de ellos, trató de alguna manera el concepto de justicia en Marx.

  

En concreción, el fundador de la Escuela adujo las posibles razones de esta ausencia. Gerald A. Cohen (2001) que podían explicar la presencia de dicha carencia:

1) La separación del idealismo por parte de Marx y Engels. Ellos se centraron en las motivaciones materiales -necesidades, intereses- y las contradicciones sociales -conflictos, relación asimétrica entre clases, formas de explotación-. De esa forma, ellos no ponían el mismo énfasis que daban los idealistas al papel de las ideas e ideales, sino que le asignaron un papel fundamental a las causas materiales;

2) La necesidad de distinguirse de los socialismos utópicos. Ellos eran considerados voluntaristas: tenían proyectos idealistas, pero no tenían presentes los movimientos sociales reales ni las capacidades tecnológicas de cada etapa de la historia;

3) Su consideración de que los conceptos de justicia y moral forman parte de la ideología. Las ideas de moral y de justicia de cada época son los conceptos de las clases dominantes. Por tanto, ambas fomentan el mantenimiento del statu quo.

4) La creencia de que no era necesario una conceptualización de valores morales por ser evidentes, por estar dentro ya de forma implícita en el proyecto revolucionario.

Sin embargo, en una carta que escribió Engels a Bloch, él expuso que tanto Marx como él daban cierto papel a la conciencia, la voluntad y la libertad. Según estos autores, las personas trabajadoras, la clase dominada en el capitalismo, se veían impulsadas a la lucha social por presiones materiales -necesidades de subsistencia- y por las contradicciones sociales -explotación y dominación-, pero acaban eligiendo dicho curso de acción voluntariamente y tras un proceso de cambio en su conciencia, por una reflexión racional que les especifique la mejor opción. 

  

Pero, en primer lugar, nosotros hacemos nuestra historia con premisas y condiciones muy determinadas. Entre éstas, las económicas son en definitiva las decisivas. Pero las condiciones políticas, etc., y por cierto, que inclusive las tradiciones que obsesionan a los seres humanos, también desempeñan u papel, aunque no decisivo. [...]

Pero, en segundo lugar, la historia, la historia se hace ella misma de tal modo que el resultado final proviene siempre de conflictos entre gran número de voluntades individuales, cada una de las cuales está hecha a su vez por un cúmulo de condiciones particulares de existencia. [...] (Engels, 1974, p. 119)


Resultado de dicho descubrimiento, la importancia de las ideas en la concepción materialista de la historia, construiré un concepto de justicia marxista: una exposición del propio concepto, una explicación de cómo se encuadra dentro de la teoría marxista (la interpretación materialista de la historia). Asimismo, voy a describir qué papel tiene la idea de justicia en el materialismo histórico, y su relación con la imaginación.

  1. Objetivos

El objetivo general de este artículo es:


  • Comprender la justicia marxista y su relación con la imaginación.


Los objetivos específicos son:


  • Comprender la posibilidad de una noción de justicia marxista.
  • Comprender la relación de esa idea de justicia con la imaginación.

  1. Hipótesis

La hipótesis general de este artículo es:


  • Es posible construir una idea de justicia marxista y ella está relacionada con la facultad de la imaginación.



Las hipótesis específicas son:



  • Es posible postular una idea de justicia marxista y consiste en la negación de la explotación.
  • Para que el concepto de explotación sea discernible para el entendimiento, tiene que hacerse uso de la facultad de la imaginación.
  • Para configurar una noción de justicia marxista es necesario el uso de la imaginación.


  1. Estado de la cuestión


Como ya se indicó con anterioridad, los autores del Marxismo Analítico retomaron el tratamiento de los conceptos de la filosofía de Marx y los actualizaron, inclusive la cuestión de la justicia.

        Según Miller (1984) Marx era amoralista y por eso no mencionó nociones como la justicia. En cambio, Husami (1978) indicó que Marx implícitamente escribió sobre la justicia. Elster (1983) indica que ya hay una noción de justicia marxista en la proclama de Marx: “A cada cual por su facultad, a cada cual por su capacidad”. 
 
         Sin embargo, esta proclama hace referencia a la sociedad comunista futura, habla del ser y no del deber ser. No indica cómo deberían ser las cosas, sino como serán. Por tanto, no es una consideración moral, ni por lo tanto una noción de justicia. Marx no dio una idea de justicia, por lo que hay que construirla.


  1. Justicia marxista

Para realizar una teoría de la justicia marxista, he consultado varias teorías de justicia distributiva para exponer qué elementos de cada una de ellas son necesarios para configurarla (Roemer, 1996). Tenidas en cuenta las últimas concepciones de justicia distributiva, expongo que la justicia, según el marxismo, es la distribución de recursos según méritos, con igualdad de oportunidades y, por consiguiente, carencia de jerarquías que menoscaben la igualdad restando autonomía. Una distribución justa sería aquella en la que se repartiese en función de lo producido o creado con el trabajo, de forma contraria a la explotación.

Sin embargo, esta definición es una primera aproximación, dado que para su adecuación a la teoría marxista deben utilizarse sus conceptos. Para describir la justicia conforme a las ideas expuestas por el marxismo clásico y para enmarcarlas dentro de sus conceptos de forma coherente, se tiene que relacionar con la idea de explotación. No ha habido una exposición de idea de justicia en el marxismo clásico. Por eso, para poder elaborarla, se puede partir del concepto de explotación y, a través de él, describir la justicia como negación de la explotación.

  1. Explotación, justicia e imaginación

Marx (2008) escribió que las mercancías tienen un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso es la utilidad de un bien o servicio (e.g. el valor de un paraguas es protegernos de la lluvia) y es la causa por la que la gente lo adquiere. Sin embargo, este valor es subjetivo y debe introducirse un medio de medición objetivo, y ése es las horas de trabajo que se requiere en realizar un producto. La elaboración y transformación de materias primas en bienes y servicios de mayor valor. El trabajador con su trabajo añade un valor al producto, una plusvalía; pero al trabajador no se le paga por el valor que produce, sino un sueldo: se le paga su fuerza de trabajo, su esfuerzo, no lo que produce. Por tanto, se produce una explotación, cuantificable en la medida de la diferencia entre plusvalía y salario.

Roemer (1989) replanteó y actualizó el concepto de explotación. Presentó la explotación como la distribución en la que la retribución entregada a los trabajadores no tienen el mismo valor-trabajo producido durante la jornada laboral (y que se introduce en el producto, provocando que suba su valor).

Un agente explotado es aquel cuya riqueza no concuerda con su dotación de trabajo en este sentido: su riqueza no es suficiente para permitirle firmar un contrato por el que compre una sucesión infinita de bienes que incorporan, en cada período, tanto trabajo como el que ha desarrollado, dado que también está dispuesto a hipotecar sus futuros ingresos del trabajo por tales compras. De forma similar, un explotador es aquel que, cuando firma un contrato de este tipo, siempre le sobra riqueza, con independencia de si el conjunto de bienes que consume incorpora tanto trabajo como el que ha desarrollado. (Roemer, 1989, p.194)

Los productos en el mercado tienen un valor-precio que es similar al valor-trabajo generado por los productores; y, por tanto, la retribución que reciben debería permitirles adquirir productos de un valor-precio similar al valor-trabajo creado por los trabajadores, pero no es así: la retribución es inferior al valor-precio de otros productos de valor similar al producido por los trabajadores: por lo tanto, hay explotación.

Explicó que dicha distribución no equitativa era posible por la presencia de estratificación clasista, hay clases que disponen de los medios de producción y subsistencia, medios que producen los recursos que necesitan las clases bajas y, en tanto en cuanto se da ésta situación, las clases bajas acaban dependiendo de las altas. La presencia de clases con distintos grados de propiedad genera que haya grados de dependencia que permiten formas de dominación y que las clases bajas acepten las condiciones que les imponen las clases altas por depender de ellas (por no disponer de empresa propia o medios de subsistencia propios, y tener que entrar en empresas privadas en unas relaciones sociales asimétricas).

[…] la pertenencia a una clase otorga un determinado bienestar o grado de explotación. Se puede determinar en qué parte de la jerarquía de la riqueza se sitúa un productor simplemente observando cómo se relaciona con los medios de producción, sin observar explícitamente su riqueza. En realidad, como veremos más adelante, se puede también inferir su estado de explotación observando su posición de clase. En la división en clases que se da cuando hay un mercado de trabajo, la venta de fuerza de trabajo [el esfuerzo en el trabajo] está asociada con la pobreza y la compra de fuerza de trabajo con la riqueza, situándose la clase de agentes que no utilizan en absoluto el mercado de trabajo en el centro de las riquezas. Además, se da el caso de que la posición de clase de un productor viene determinada endógenamente: escoge su posición de clase como consecuencia de la optimización frente a los imperativos del capital. La propiedad diferencial de los medios de producción es la responsable de la posición diferencial de clase. (Roemer, 1989, p. 87)

La explotación es concebible en tanto se entiende que podría existir una distribución más equitativa respecto a la que se realiza en cada etapa de la historia. Dicho reparto es pensable gracias a la imaginación, que es capaz de idear una hipótesis viable (Roemer, 1996, p. 232). El modelo hipotético que podría establecerse en cada época de la historia no es resultado del simple entendimiento, ya que él únicamente podría establecer el estado de cosas presentes: solamente es capaz de realizar una mera observación descriptiva.

[…] la definición de explotación capitalista según la teoría de juegos es superior, al estar asociada con una especificación concreta de la alternativa organizativa que llevaría a los productores a recibir sus derecho v (S) [los derechos v (S) son el conjunto de derechos que permitirían a los trabajadores adquirir, en una hipotética sociedad, una retribución por el trabajo que tenga un valor cercano a los bienes y servicios que ellos han creado o proporcionado]. En el caso de dotaciones diferenciales de trabajo o de trabajo heterogéneo, hemos sostenido que el concepto de explotación basado en la redistribución de la propiedad per cápita [pagar un valor-precio igual al valor-precio producido por el trabajo de cada empleado] es claramente superior a la definición basada en el plustrabajo. […] Si un agente sólo vende fuerza de trabajo en el óptimo [en el mejor de los casos dentro de la división social del trabajo capitalista], carece entonces de capital, y al darle cierta cantidad de él – ya sea su parte per cápita o per labor– se mejorará su situación [está explotado si sus condiciones de vida serían mejores en otro sistema económico y social]. […] Cuando Marx habla de la expropiación del trabajo no pagado, afirma que todos los agentes tienen derecho a los frutos de su parte per cápita de los medios de producción. (Roemer, 1989, 267-270)


La explotación se iría cambiando en cada etapa de la historia y el materialismo histórico solamente describiría cómo en cada momento se procura cambiar la explotación.


La teoría de la explotación, tal y como ha sido propuesta, pretende esclarecer el desarrollo histórico sin hacer referencia a la sensibilidad de la gente que hace la historia. El materialismo histórico implicaría, como corolario, una sociología de las creencias morales o de la injusticia, en la que las clases explotadas llegaran a considerarse explotadas y, por tanto, se rebelaran contra su explotación. (Roemer, 1989, p. 319)

Así, la justicia se va realizando a lo largo de la historia, progresivamente se van reduciendo los grados de explotación (la mayor la esclavitud, alta el servilismo y la última forma, la explotación del trabajador asalariado). La justicia es una realidad que tiene que ser construida. Por eso y para mostrar el papel de la idea de justicia en el desarrollo de la historia, describiré el materialismo histórico.

  1. Materialismo histórico, ideas, justicia y conducta social

Según Cohen (2000), fundador del marxismo analítico, las fuerzas productivas, su desarrollo, fomentan un determinado modo de producción y unas consecuentes relaciones sociales que permiten un mayor aprovechamiento de las fuerzas o una mayor productividad. THE ECONOMIC structure of a society is the whole set out fits production relations. Production relations are relations of effective power over persons and productive forces […] (Roemer, 2000, 63 orri.) Todo este proceso genera desigualdades y contradicciones sociales que fomentan el cambio social (Cohen, 2000, p. 207)



Aunque las presiones materiales y la necesidad impulsan a la lucha social, los trabajadores se introducen en la lucha social como resultado de sus reflexiones, por una toma de decisión racional, por sus ideas y su voluntad. Al final, las presiones materiales generan en las clases dominadas las inquietudes de tratar de mejorar su situación y, por elección, deciden realizar la opción que entienden más racional o justa, adentrándose en la lucha de clases que realizará la revolución o el cambio social de cada etapa de la historia.

Simboliza la organización de las sociedades y sus elecciones con un ejemplo de unos niños que pueden elegir diversas maneras de construir un bungalow para sus juegos y la manera de organizarlo luego:

[…] they are said to change their minds for reasons which appears accesible to historical materialism: they reject bungalow-building after reflecting on features of their physical circumstances. […] one way that a culture consolidates itself is by misrepresenting the feasible set of material possibilities as being smaller than it is in fact. Culturally disruptive material possibilities as screened out of thought and imagination: in certain contexts people prefer to think that they have no choice but to take a course to which there are, in fact, a number of alternatives. (Cohen, 2000, p. 344).

Las conclusiones de Cohen indican que las variaciones de la historia son resultado de la lucha de clases. Dicha lucha es motivada por las presiones materiales y sociales, pero en última instancia ella es resultado de una determinada formación de la conciencia y de la elección de las personas inscritas en dicha actividad revolucionaria. Por eso, analizaré el comportamiento social o colectivo de los grupos sociales, para profundizar en los aspectos mencionados, en la conciencia y en la voluntad de los grupos sociales (que son los que realizan la lucha de clases).

Es preciso describir el grupo social de la clase trabajadora, pero para eso hay que dar una conceptualización general de la teoría de acción de grupos, inscrita en la teoría de juegos. Jon Elster (2007) trató acerca del comportamiento social de los grupos en juegos. Su teoría de juegos se halla bajo el principio del individualismo metodológico o descripción de los grupos como composiciones de agentes sociales con intereses particulares que deciden actuar de forma colectiva en tanto en cuanto entienden que la actuación común reportará beneficios a cada uno de ellos (Elster, 2007).

Elster observó en sus investigaciones que dentro de los grupos se suele valorar la igualdad y la justicia (incluso por encima de intereses individuales):

To explain this rejection, we might assume that Responders will be motivated by envy to reject low offers […] This result suggests that Responder behavior is determined by considerations of fairness. For the Proposer to offer (8,2) when he could have offered (5,5) is seen as more unfair than when his only alternative was one that was equally disadvantageous to him. What matter are intentions, not outcomes. […]


This interpretation is supported by the importance of strong reciprocity in other games such as the Trust Game (chapter 15). People are sometimes willing to punish others, at some cost and no benefict to themselves, for behaving unfairly. (Elster, 2007, pp. 334-335)

Los agentes de los grupos necesitan seguridad; esto es, tener la suficiente información, creencias e ideas que les muestren que el proyecto compartido es realizable (viable y posible según los medios disponibles) y que es estable (que en el grupo hay equilibrio, es una asociación con garantías de que cada fracción va a cumplir su parte de la actuación colectiva, a través de sanciones y recompensas), resultando las ganancias mayores que los costes o posibles riesgos (Elster, 2007, 335-348); pero el valor de la justicia, como ya he descrito es igualmente importante. Aunque asimismo eso implica que los objetivos considerados justos deben ser viables.


La colaboración, el juego de grupo en el que la cooperación se basa en el apoyo mutuo y no solamente en la mera coordinación de actividad, es una de las claves principales desde esta posición: se logra si se muestra con claridad que el curso de acción conjunto es la opción más racional o más favorable para todos.  


Las creencias tienen un papel importante en la conducta social y, para que fomenten aceptación del proyecto colectivo, los datos que dispongan los agentes sociales (sea por ser extraídos por la reflexión de cada uno de ellos o difundidos por los cargos de la asociación) deben mostrar que el proyecto es viable o verosímil. Por lo tanto, un concepto de justicia (que podría ser una de las ideas que lleve a una acción colectiva revolucionaria), debe disponer de elementos, creencias y datos, que muestren que el objetivo propuesto se puede conseguir.

Las características particulares del grupo designado clase trabajadora. Elster (1985) entiende que una clase es un conjunto de agentes con unos mismos intereses y status social que se unen en acciones conjuntas para lograr mayores beneficios. […] A class is a group of people who by virtue of what they possess are compelled to engage in the same activities if they want to make the best endowments (Elster, 1985, p. 322). Surge así la inquietud de unificarse por el resentimiento surgido en los conflictos sociales y por la indignación ante un reparto no equitativo. Con ello aparece una voluntad de cambio, debido a la necesidad de buscar un cambio efectivo (Elster, 1985, pp. 342-343).

La búsqueda de mejoras lleva a los agentes a identificarse entre ellos por entender que son igualmente afectados por la falta de autonomía y por comprender que tienen, por tanto, intereses comunes. Las personas trabajadoras llevarán a cabo la lucha de clases si entienden que van a suponer una mejora de sus intereses particulares (que actuando como clase en movimiento se lograrán beneficios para todas las personas trabajadoras, en las que están incluidas ellas.


The motivation to engage in collective action involves, centrally, the structure of the gains and losses associated with it for the individual. It also depends on the absolute level of welfare of the agents, to the extent that this influences their beliefs and motives, as well as their organizational ability. (Elster, 1985, p. 351)

La dominación de las clases altas conduce a la explotación y a la consecuente posibilidad de la indignación. Asimismo, puede surgir en los trabajadores la conciencia de que la lucha puede reportar mutuos beneficios.

La conciencia de clase, de esa forma, cobra forma de solidaridad (el valor que indica que ayudarse mutuamente reporta beneficios a todos los implicados) (Elster, 1985, p. 347) Si los trabajadores entienden que los intereses entre las clases son totalmente contrapuestos e incompatibles, acabará configurándose en ellos una conciencia revolucionaria, en la que se es consciente de que dado que los intereses son diametralmente opuestos, solamente conseguirán satisfacer sus intereses de clase si se da una revolución social.

Si una parte de la clase trabajadora se da cuenta de que las clases altas buscan el mayor beneficio para cada vez menos manos aún a costa de la explotación y que los trabajadores no lograrán ajustar sus retribuciones a lo que producen por la presencia de jerarquías y dominación de clase, llegarán a la conclusión de que solamente un cambio total de la sociedad conducirá a la satisfacción de sus intereses (Elster, 1985, p. 366)

La lucha continuada y tenaz puede llevar a aumentar dicha conciencia de clase hasta, tal vez, llegar al radicalismo y al activismo transformador. “[…] In any case, itinerant segments of the working class -but then one might want to question whether the radicalism is a sign of highly develop class consciousness, given its strongly activist character.(Elster, 1985, p. 363). Aunque para que se llegue a ese punto se debe fortalecer la asociación (o asociaciones distintas con unidad de acción o coordinadas) con estabilidad.

Para ello, en las organizaciones obreristas se tiene que procurar que cada agente cumpla su papel en la lucha conjunta. Se logra por medio del liderazgo y la presencia de cargos de agentes dinamizadores que coordinen, castiguen las actitudes unilaterales que perjudiquen al grupo y a su actividad, y que proporcionen la suficiente información acerca de las posibles pérdidas y ganancias de la lucha conjunta como para que lleve a cada agente a la lucha social por convicción; es decir, se tiene que conseguir el caso de que cada agente llegue a la conclusión de que la acción colectiva es la más racional.

[…] Obviously, leaders are always necessary, regardless of the motivation of individuals, to coordinate collective action. If the motivations also are such that individuals must be assured of each other before they act, leadership takes on the additional function of providing assurance. If one individual knows an is trusted by one hundred people, he can create the information conditions by two hundred transactions -first asking each of them about their willingness to join the collective action and then telling each about the willingness of everybody else. (Elster, 1985, p. 366).

Nuevamente las creencias son mostradas como relevantes, dado que la acción colectiva ha de ser racional para convencer y para superar formas de irracionalidad que lleven a actitudes no cooperantes por miedo u otros factores, tales como la no identificación con el grupo por existir diferencias irrelevantes como las diferencias raciales, nacionales o sexuales. Es necesario presentar el proyecto como la opción más racional. Se debe mostrar que los objetivos son realizables (están compuestos de fuertes creencias, bien asentadas) y son positivos. Para ello, la imaginación tiene que tener un papel en el funcionamiento de la conciencia de clase: se debe mostrar que el cambio es posible y, para ello, tiene que ser concebible otro tipo de sociedad (imaginada).


  1. Imaginación revolucionaria

 Los autores del Marxismo Analítico no trataron la facultad de la imaginación, dicha facultad tendrá que ser tratada por otra Escuela marxista. El concepto de imaginación que he utilizado es el planteado por Marcuse, perteneciente a la Escuela de Frankfurt. Esta Escuela criticaba la razón instrumental occidental. Horkheimer (1973) explícitamente esta forma de racionalidad como la reducción del pensamiento al cálculo (buscar el mejor medio para lograr un fin, sin replanteárselo). Marcuse encontró una alternativa a este tipo de racionalidad en la imaginación y su capacidad de pensar nuevas realidades.


El concepto de imaginación no es ajeno al marxismo, en tanto Marx entendía que el ser humano es, ante todo, un productor, homo faber, solamente puede existir y realizarse como persona a través de su actividad productiva, y en esa producción por medio del trabajo es creativa.

[...] El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza.


Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto de trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado por él. (Marx, 2005, p. 114)

Hay una relación entre la imaginación y la idea de justicia y para demostrarlo he tenido que seguir las observaciones de Marcuse (2002) realizadas en Eros and Civilitation, en las que se indicaba que la imaginación es revolucionaria: es capaz de mostrar que es posible vivir en otro modelo social en el que se logre satisfacción si se construye una sociedad de economía artesanal e industrial, no como la actual en la que el trabajo y los modos de vida son alienantes e insatisfactorios.

         Freud (1999) consideraba que no había que dejarse llevar por el deseo, el principio del placer, porque llevaría a la posesión de las personas como objetos y porque los recursos son limitados: se debe aplazar el placer y ajustarse a la sociedad en un principio de realidad, basado en la cultura, costumbres, normas, civilización y entendimiento racional.

         Sin embargo, Marcuse considera que esa escasez es debida a una determinada estructuración de la sociedad y del mal reparto de los recursos: es en realidad un principio de actuación, una disciplina impuesta por las clases dominantes sobre las clases dominadas.

Detrás del principio de la realidad yace el hecho fundamental de la ananke o escasez (scarcity, Lebensnot), que significa que la lucha por la existencia se desarrolla en un mundo demasiado pobre para la satisfacción de las necesidades humanas sin una constante restricción, renuncia o retardo. […]


Sin embargo, este argumento, que aparece mucho en la metapsicología de Freud, es falaz en tanto que se aplica al hecho bruto de la escasez, cuando en realidad es consecuencia de una organización específica de la escasez, y de una actitud existencial específica, reforzada por esta organización. La escasez prevaleciente ha sido organizada, a través de la civilización (aunque de muy diferentes maneras), de tal modo que no ha sido distribuida colectivamente de acuerdo con las necesidades individuales, ni la obtención de bienes ha sido organizada para satisfacer mejor las necesidades que se desarrollan en el individuo. […] El último, que es inherente a toda división social del trabajo, se deriva del conocimiento y está confinado a la administración de funciones y arreglos necesarios para el desarrollo del conjunto. En contraste, la dominación es ejercida por un grupo o un individuo particular para sostenerse y afirmarse a sí mismo en una posición privilegiada. (Marcuse, 2002, pp. 46-47)

         Se establece esta disciplina porque sirve para que los trabajadores asuman estar inscritos en un proceso productivo y distributivo que beneficia a las clases dominantes, dejando de lado la gratificación de las clases dominadas.


El principio de actuación, que es el que corresponde a una sociedad adquisitiva y antagónica en constante proceso de expansión, presupone un largo desarrollo durante el cual la dominación ha sido cada vez más racionalizada: el control sobre el trabajo social reproduce ahora a la sociedad en una escala más amplia y bajo condiciones cada vez más favorables. Durante un largo tiempo, los intereses de la dominación y los intereses del conjunto coinciden: la provechosa utilización del aparato productivo satisface las necesidades y facultades de los individuos. Para una vasta mayoría de la población, la magnitud y la forma de satisfacción está determinada por su propio trabajo; pero su trabajo está al servicio de un aparato que ellos no controlan, que opera como un poder independiente al que los individuos deben someterse si quieren vivir. Y este poder se hace más ajeno conforme la división del trabajo llega a ser más especializada. Los hombres no viven sus propias vidas, sino que realizan funciones preestablecidas. Mientras trabajan no satisfacen sus propias necesidades y facultades, sino que trabajan enajenados. Ahora el trabajo ha llegado a ser general y, por tanto, tiene las restricciones impuestas sobre la libido: el tiempo de trabajo, que ocupa la mayor parte del tiempo de vida individual, es un tiempo doloroso, porque el trabajo enajenado es la ausencia de gratificación, la negación del principio del placer. La libido es desviada para que actúe de una manera socialmente útil, dentro de la cual el individuo trabaja para sí mismo sólo en tanto que trabaja para el aparato, y está comprometido en actividades que por lo general no coinciden con sus propias facultades y deseos. (Marcuse, 2002, p. 54)

             Se establece este principio de actuación porque si se posibilitase que las personas buscasen el gozo, buscarían satisfacción en el trabajo (y en el ámbito social) y se moverían y lucharían para que se dieran los cambios necesarios que permitiese la gratificación.


El individuo no debe ser dejado solo [fuera de un entorno social marcado por las ideas dominantes de las clases altas]. Porque, dueño de sí mismo, y ayudado por un libre, inteligente conocimiento de las potencialidades de la liberación de la realidad de la represión, la energía libidinal generada por el id [el ello, el deseo, eros] presionaría contra sus aún más ultrajantes limitaciones y lucharía por abarcar un campo todavía más amplio de relaciones existenciales, haciendo explotar, por tanto, el ego de la realidad y sus actuaciones represivas. (Marcuse, 2002, 56-57 orri.)


Kant determinó que el placer que otorga la imaginación (parte del juicio de belleza) está fuera del entendimiento (que se encontraría fuera del principio de realidad), aunque se equilibran ambas en un juego entre ambas facultades. En el juicio de gusto, pues, encontramos dos componentes: una representación por un lado y un sentimiento por otro. Dicho sentimiento se determina: (1) como juego, (2) como universalmente comunicable y (3) como placer. (Kant, 1984, pp. 116-119).

Dicha facultad puede ir más allá del principio de actuación, en tanto que está fuera del principio de realidad. La imaginación es un proceso de pensamiento con leyes propias y valores creados, libre del control del principio de realidad (que se basa en el objetivo entendimiento) y es así ya que ella es una función que estaba antes de la configuración mental establecida por la organización de la sociedad (anterior a la educación y la cultura) (Marcuse, 2002, pp.138-139). La imaginación es una facultad que va más allá del entendimiento (que es mera observación no crítica de la realidad) y permite un gozo controlado, en tanto que es contemplativo, estético, desinteresado (sin necesidad de posesión: basta la contemplación), y en tanto que no genera desordenes sociales.


[…] Como un proceso mental independiente, fundamental, la fantasía tiene un auténtico valor propio, que corresponde a una experiencia propia -la superación de una realidad humana antagónica-. La imaginación visualiza la reconciliación del individuo con la totalidad, del deseo de realización, de la felicidad con la razón. Aunque esta armonía haya sido convertida en una utopía por el principio de la realidad establecido, la fantasía insiste en que puede y debe llegar a ser real, en que detrás de la ilusión está el conocimiento. Nos percatamos por primera vez de las verdades de la imaginación cuando la fantasía en sí mismo toma forma, cuando crea un universo de percepción y comprensión -un universo subjetivo y al mismo tiempo objetivo-. Esto sucede en el arte. El análisis de la función cognoscitiva de la fantasía lleva así a la estética como la “ciencia de la belleza”: detrás de la forma estética yace la armonía reprimida de la sensualidad y la razón -la eterna protesta contra la organización de la vida por la lógica de la dominación, la crítica del principio de actuación. (Marcuse, 2002, p. 140)


Ella permite idear nuevas formas de sociedad, en función de las que sí sea posible lograr gratificación si se fomenta que la producción sea una actividad artística.


La libido [el deseo] puede tomar el camino de la autosublimación sólo como un fenómeno social [no mediante la represión o un arte reducido a consuelo]: como una fuerza irreprimida puede promover la formación de la cultura sólo bajo condiciones que relacionan a individuos asociados entre sí en el cultivo del medio ambiente para sus necesidades y facultades en desarrollo. La reactivación de la sexualidad polimorfa y narcisista deja de ser una amenaza para la cultura, si el organismo existe no como instrumento del trabajo enajenado, sino como un sujeto de auto-realización -en otras palabras, si el trabajo socialmente útil es al mismo tiempo la transparente satisfacción de una necesidad individual. En la sociedad primitiva esta organización del trabajo puede ser inmediata y “natural”; en la civilización madura puede ser imaginada sólo como el resultado de la liberación. Bajo tales condiciones, el impulso de “obtener placer de las partes del cuerpo” puede extenderse a buscar su objetivo en relaciones libidinales duraderas y en expansión porque esta expansión aumenta e intensifica la gratificación instintiva. […] La idea estética de una razón sensual sugiere tal tendencia (Marcuse, 2002, p. 150)

Marcuse presenta un ejemplo de esa imaginación revolucionaria postulando un tipo de sociedad que no existe en la actualidad, pero que puede ser realizada por utilizar elementos de la sociedad actual, como la tecnología avanzada que permita crear más tiempo libre para la producción lúdico-artística. Propone una sociedad lúdico-estética, en la que el trabajo pesado lo llevarían máquinas para producir lo necesario para subsistir (en contra de la sobreproducción de la sociedad consumista capitalista), permitiendo liberar tiempo libre para dedicarlo a un tipo de trabajo más creativo y más gratificante (Marcuse, 2002, pp. 181-182).

Para que la conciencia transformadora aparezca necesita ser activada por medio de la imaginación. El mero conocimiento del estado de cosas actual no impulsa a los agentes a la lucha social. Saber que tienen dificultades para vivir y que hay contradicciones sociales, no les lleva a buscar el cambio porque si no son capaces de concebir un tipo de sociedad alternativo hipotético, podrían llegar a la conclusión de que el estado de cosas presente es el único posible y que es necesario.

Para que haya una conciencia revolucionaria en las personas trabajadoras, tiene que realizar una reflexión que les indique que es posible otro tipo de sociedad y esa conclusión solo puede tener lugar si previamente han sido capaces de imaginarse otra verosímil sociedad organizada bajo otras formas, aunque con elementos de la presente. Si son capaces de idear una hipotética sociedad realizable, entonces podrían desear construirla y luchar por ella. Pero, para que se llegue a ese punto, tienen que haber cogido y adaptado elementos de la sociedad presente, adoptando una postura realista, y estructurarlos de otra forma, a fin de que sea un proyecto revolucionario.

Por otro lado, como ya se ha descrito, dentro de la propia teoría marxista, no puede configurarse un concepto de explotación si no se puede concebir una distribución hipotética alternativa en la que sea viable un reparto de recursos más equitativo. Si no es posible construir esa hipótesis por medio de la imaginación, no se podría comparar cada tipo de producción y distribución de cada época con su alternativa; y, por tanto, no se podría señalar que un tipo de distribución es un abuso porque se podría repartir de forma más justa.

La idea de justicia necesita del concepto de explotación, ya que la explotación es lo que en la idea de justicia marxista se designa como injusticia; y el concepto de explotación requiere de la imaginación para poder hacer comparaciones entre las sociedades existentes y las hipotéticas, y así poder decir que las primeras son menos equitativas que las segundas. Por tanto, la propia idea de la justicia marxista requiere que se incluya la imaginación como método para analizar la explotación.


  1. Ejemplo de imaginación revolucionaria: el socialismo de mercado

El ejemplo de sociedad lúdico-artística de Marcuse no queda muy concretado y es impreciso, por lo que es necesario exponer otro ejemplo más claro y bien estructurado. Dentro del Marxismo Analítico, lo podemos encontrar en el socialismo de mercado de Roemer (1995). En el socialismo de mercado, por un lado, están mejor concretados los elementos de la actual sociedad (empresas sin jerarquías y organizaciones obreristas) que se van a usar en la nueva; y, por otro lado, en él está mejor especificada su nueva estructura (mercado libre, pero sin poder de clase –sin propiedad privada en algunos de sus modelos-).

El primer modelo de socialismo de mercado serían las Empresas Gestionadas por Trabajadores, que estarían bajo propiedad colectiva y la toma de decisiones se llevaría a cabo por los propios trabajadores (Roemer, 1995, pp. 66-72). Tendría aspectos similares a las cooperativas de Mondragón: serían democráticas (asamblearias), tendentes a cierto igualitarismo (con un reparto justo por méritos o producción de los trabajadores, sin abusos para pocos) y tendentes a la estabilidad (buscando cierto ahorro para la inversión y su consecuente logro de beneficios, que se repartirían de manera equitativa) (Roemer, 1995, pp. 71-72).


Sin embargo, es muy complejo que las personas trabajadoras mismas tomen la decisión de reducir las retribuciones en pos de la inversión. Para resolver las dificultades en las tomas de decisiones, Roemer propone un segundo modelo en el que, si bien la propiedad es colectiva, las decisiones las toman unos directivos (Roemer, 1995, pp.72-73). La economía se dividiría en dos medios de adquisición: el dinero, para adquirir bienes y servicios, y bonos, repartidos entre todas las personas, que requieren ser unidos para la adquisición de los medios de producción (empresas). Con dinero no se podría comprar empresas o acciones, una persona o unas pocas no podrían ser los propietarios; se necesitaría que se juntasen los bonos de muchas personas (bonos intransferibles y no intercambiables por dinero de forma ninguna): así se garantizaría que la propiedad sea colectiva. Si bien, la toma de decisiones recaería en unos directivos, cuya función es meramente administrativa y tendrían similar status social al resto de las personas trabajadoras.

Es difícil implantar estos modelos, dado que los actuales patrones están en contra. Tal vez, un modelo menos radical sería más fácil de implantar. El tercer modelo consistiría en un capitalismo sin poder de clase (Roemer, 1995, pp. 76-77). Las personas trabajadoras dispondrían de un alto porcentaje de acciones en las empresas y tendrían capacidad de participar en la toma de decisiones de la empresa, permitiendo una economía más democrática, que permitiese poder implantar repartos más equitativos y sin presencia de jerarquías sociales. Queda en duda que los empresarios estuviesen dispuestos a ceder un poco de su poder y por qué lo harían.

En cualquier caso, los tres modelos recogen elementos de la sociedad actual y los colocan en otra estructura, les asignan otras funciones dentro de otro orden o funcionamiento de las empresas. Estos modelos no se hayan en el presente, así que son producto de la imaginación. Gracias a la imaginación se puede idear otro tipo de sociedad, cogiendo elementos de la sociedad actual y ordenándolos de otra manera; haciendo realista el proyecto de sociedad justa ideado. A través de la imaginación, se puede mostrar que otro mundo es posible, un mundo más justo.


  1. Conclusiones

Las conclusiones que se deducen son las siguientes:



1. La conciencia (ideas, pensamientos, conceptos e inquietudes) y la voluntad tienen un papel en la lucha de clases. En la carta que escribió Engels a Bloch se indicó que tanto él como Marx consideraban que la conciencia y la voluntad contribuían en el desarrollo de la historia, pero señalaban que no habían tratado dicho temática para separarse del idealismo. Destacaron sobre todo las causas materiales y sociales para distanciarse del idealismo, que presentaba a las ideas como principal causa del cambio histórico. También trataron de diferenciarse de los socialistas utópicos, cuyos proyectos estaban fundamentados en la moralidad y no en los medios tecnológicos y sociales -movimiento obrero en la etapa capitalista, por ejemplo-. No tenían presentes los elementos concretos de cada etapa de la historia y eso hacía que fuesen demasiado voluntaristas y poco cientíticos.

En la obra de Cohen Karl Marx Theory of History: A Defence, se precisó que según la interpretación materialista de la historia el factor material tiene mucha influencia en el cambio histórico (creaba grandes y eso conducía a la lucha social), pero no era el factor absoluto.

Según Cohen, el marxismo utiliza explicaciones funcionales, esto es, describe que cada aspecto social tiene una función. Dado que la conciencia de clase existe y se encuentra inscrita en el movimiento obrero como una de sus condiciones necesarias, debe tener una función determinada, debe servir para realizar o conseguir algo.


La materialidad no lo es todo en la estructura de la sociedad y no es la causa absoluta que dé lugar a cada aspecto de la sociedad y a sus cambios en la historia. Las personas no se ven sometidos de forma determinista por las presiones materiales, sino que solamente se ven presionadas a tomar decisiones acerca de ellas y su resolución. Dichas elecciones dependen del grado de reflexión racional de que dispongan. Según qué tipo de creencias, valores, ideas y formas de interpretar su situación, elegirá aquel curso de acción que considere más racional, es decir, cada persona procura estar embarcada en una actividad que le proporcione mayores ganancias y en la que sea seguro su obtención, por basarse en un proyecto creíble, con garantías y que esté basado en la realidad. 
 
2. La conciencia sirve para realizar la reflexión acerca de las elecciones que van a tomar y que puedan afectar a la sociedad. De ella depende que cada agente social tome parte del movimiento obrero y de la lucha de clases, o que tenga un tipo de vida más individualista y trate de resolver sus problemas dentro del estado de cosas presentes.

La conciencia tiene esta capacidad por disponer de una forma de interpretar el contenido de sus ideas, deseos y creencias. La conciencia no es mera acumulación de datos, no es solamente un contenido de creencias que permiten entender las dificultades vitales de cada persona y comprender sus causas en la estructura de la sociedad. También posee la facultad de interpretar la realidad social y valorarla como justa o injusta, así como tiene la capacidad de reflexionar cómo podría transformarse. Ella no es el mero resultado de la realidad material y social, dado que conocer el estado de cosas llevaría únicamente a saber cómo es él y no cómo podría ser.

Si la capacidad reflexiva no pudiese no cabría la posibilidad de plantearse otro tipo de sociedad. Pero la conciencia está compuesta de forma (es la manera de interpretar la realidad) y de contenido (conjunto de creencias que den cuenta o expliquen cómo es la realidad). Cada agente puede, entonces, valorar que la realidad podría ser diferente.

De esta forma, el materialismo histórico se completa. Si se incluye lo colegido hasta ahora, la interpretación materialista de la historia no quedaría meramente como la explicación de los cambios de la estructura de las sociedades merced a una lucha de clases realizado por un movimiento que tenga como origen y causa las contradicciones sociales (dificultades para subsistir en las clases bajas y formas de explotación) generadas por la presencia de relaciones sociales asimétricas y en las que se dan formas de explotación (resultado del desarrollo de la fuerzas productivas).

La explicación materialista no se reduciría a indicar que las clases dominadas se vean obligadas a buscar el cambio social por las presiones materiales (dificultades para acceder a los recursos) y sociales, sino que tendría que añadir como un factor más la presencia de una conciencia determinada (conciencia de clase), poseedora de cierta interpretación de la realidad que le indicase a cada agente social que el estado de cosas que le ha tocado vivir no es necesario y que es mejor conseguir construir otro tipo de sociedad, creído como viable.

La interpretación materialista de la historia contaría, entonces, con dos tipos de factores: un factor objetivo o material (dificultades vitales y contradicciones sociales), que influiría sobre las clases (proporcionándoles un contenido de conciencia sobre el que reflexionar, unos problemas determinados sobre los que pensarían los agentes cómo dar solución) y presionaría a tomar decisiones; y un factor subjetivo, la conciencia, por medio de la que los agentes procurarían entender la realidad material y sus posibilidades, y tratarían de hacer valoraciones al respecto, gracias a las que podrían elegir un curso de acción conforme a las opciones posibles (según las creencias o entendimiento de la realidad y sus posibilidades) y que sea el mejor para sus intereses (conforme a la valoración que se tenga de la realidad).

De esa manera, se configuraría su voluntad. La posibilidad de que haya otro tipo de reparto que le proporcionase mayores beneficios y que satisfaciese mejor sus intereses particulares, le daría la motivación suficiente como para tender a unirse a un grupo social que luche por el cambio histórico.

3. Es necesario un concepto de justicia marxista, dado que es una teoría emancipatoria y muchos de sus conceptos, como el de explotación, serían ininteligibles sin ella. Además de que, como se ha expuesto en la primera conclusión, las ideas tienen un papel en los cambios de la historia. El concepto de explotación, en concreto, es una valoración acerca de la situación económica y social de un territorio determinado: cuando se habla de una situación de explotación se está indicando que una distribución de los recursos no se realiza como debería ser. En dicho caso, se estarían cometiendo abusos porque el reparto podría ser mejor y un reparto mejor (según esta apreciación) ha de ser previamente definido. Solamente puede entenderse como reparto equitativo en tanto en cuanto coincida con una idea de justicia en la que se exprese cómo debería ser un reparto o cómo tendría que ser éticamente.

Descritas las diferentes teorías de justicia distributiva, se llegó a la definición de justicia marxista recogiendo aquellos aspectos de ellas que pudiesen tener semejanza con los conceptos elaborados en el marxismo clásico. Se definió así la justicia distributiva como la distribución de recursos en función de los méritos y en igualdad de oportunidades, más allá de dominaciones clasistas que impidiesen tal igualdad y restasen autonomía a una parte de la sociedad.

Precisando el reparto por méritos, se describió que dicho reparto consistía en una distribución opuesta a la explotación, por ser ella precisamente una distribución en la que no se repartía el valor que producen las personas trabajadoras, sino que era acumulado por las clases altas y en el que a la clase trabajadora solamente se le retribuía una parte de la riqueza que ella misma había ganado y, por tanto, merecía. De esta manera, la justicia marxista es la situación opuesta a la supuesta explotación capitalista.

A partir de ese concepto general de justicia que puede surgir o presentarse en los agentes sociales, podrán formarse una idea derivada de él, en la que se interprete cómo podría ser una sociedad justa según las posibilidades potenciales existentes en la sociedad en la que viven. No solamente es preciso un concepto de justicia para la consistencia teórica, sino que es necesario que haya una idea de justicia porque ella es la que provoca modificaciones en la conciencia que conduzcan a los agentes sociales a participar en la lucha de clases.

Merced a que un número determinado de trabajadores disponga de la reflexión de que la realidad social y material que viven es injusta y que es posible otro tipo de sociedad, entenderán que racionalmente lo óptimo es tratar de lograr dicha nueva sociedad y lucharán por conseguirla. La idea de justicia sirve para ayudar a la forma de la conciencia a interpretar la realidad vigente y poder tomar una decisión determinada. En el caso de que los agentes sociales tengan la valoración de que viven en una sociedad justa (dadas las creencias y deseos que disponen), entonces ningún grupo social decidirá procurar cambiar la sociedad, por ser indeseable y, en muchos casos, impensable o una posibilidad que ni siquiera puede ser planteada por carecer de necesidad.

El desarrollo histórico no dará lugar a una sociedad más justa si no poseen los agentes revolucionarios unas ciertas nociones de cómo podría ser la nueva sociedad que se quiere construir o cómo podría ser el cambio que se quiere realizar a través de la lucha social. No actuarán de forma radical si no interpretan que la realidad que viven es injusta y no lucharán si consideran que es inviable construir una sociedad justa. Dentro del factor subjetivo del desarrollo de la historia, la idea de justicia es una de las partes de la conciencia de las personas que van a participar en la lucha de clases, mediante una forma de interpretar su contenido de forma que le conduzca a la reflexión de que se ha de procurar el cambio social.

4. La idea de explotación y la idea de la justicia requieren de la imaginación. La precisan, dado que, si no es posible idear una hipótesis acerca de otro tipo de modelo socioeconómico y de distribución de recursos, no podría afirmarse que hay injusticia, puesto que cada momento histórico solo tendría una posibilidad y no sería posible que pudiese ser más justa la sociedad. La idea de justicia también la precisa, porque es derivada del concepto de explotación.

La imaginación tiene esta capacidad de generar hipótesis acerca de potenciales ordenaciones sociales porque puede modificar la forma de interpretar la realidad –partiendo de los elementos de la sociedad, inscritos en el contenido de la conciencia–, mostrando que es posible ordenar la sociedad bajo otras formas y que no es necesaria la sociedad de cada época de la historia.

La imaginación, en este sentido, puede llegar a ser revolucionaria porque puede crear, basándose en elementos de la sociedad vigente –que están en el contenido de la conciencia–, otros modelos de sociedad más interesantes y atractivos por ser más justos. Esto hace que puedan surgir deseos de construir este tipo de sociedad y embarcarse en la lucha de clases por considerar los agentes de la clase trabajadora que el proyecto revolucionario es la opción más racional.

La idea de justicia que puedan tener los agentes sociales revolucionarios requiere de las facultades de la fantasía para hacer concebible una sociedad hipotética más justa y opuesta a la explotación de cada época. Únicamente se podrá construir la justicia (o buscar transformar la sociedad para que se asemeje a nuestra idea de justicia) por medio de la imaginación.

    Solamente se puede configurar mentalmente otro tipo de sociedad a través de la construcción, mediante la fantasía y la imaginación, de un verosímil modelo social, basado en elementos de la presente sociedad, y que sea diferente de cada momento específico de la historia.

La forma de la conciencia de cada agente revolucionario solamente podrá ser modificada, en el caso de que se use la fantasía. A través de idear una posible sociedad alternativa, podrá valorar que la realidad que vive no es necesaria y que puede ser cambiada. Así, comprenderá, si es que llega a estas reflexiones conformes a las ideas y creencias generadas por la imaginación, que el estado de cosas presentes es injusto (dado que puede haber otro tipo de sociedad en la que haya una distribución más justa) y se verá motivado a construir el proyecto producido por su fantasía, por ser más beneficioso para sus intereses particulares.

5. La conclusión final que se ha de sacar es que en el transcurso de la historia se dan variaciones en la estructura de las sociedades debido a las luchas de clases. Ellas son resultado de unas decisiones tomadas a cabo por grupos sociales por verse motivados a cambiar la realidad, dadas las presiones materiales y sociales a las que se ven sometidos, y por poseer ellos (o cada uno de los agentes que los conforman) una idea de sociedad justa. Esta idea es derivada del ejercicio por parte de los agentes de los grupos sociales de la facultad de la imaginación. Ella les ha podido mostrar una cierta idea de cómo podría ser una sociedad mejor (con una distribución más justa y en la que los agentes consigan obtener mayores ganancias y poder satisfacer de forma mayor su intereses particulares) según la potencialidad de las posibilidades materiales y sociales de las que se disponga en cada etapa de la historia.

La hipotética posibilidad creada por la imaginación de los agentes sociales es tan verosímil (por basarse en elementos de la sociedad) y tan deseable (por presentar un panorama en el que se satisfacen mejor los intereses particulares de los agentes implicados) que los motiva a arriesgarse a luchar por el cambio social; y, si cuentan con grupos suficientemente estables, bien organizados y con fuerzas, podrán realizar la toma del poder político y económico para tratar de realizar el proyecto revolucionario, dando lugar al cambio en cada etapa de la historia.

La parte de la conciencia que puede llevar a la lucha social, la forma de interpretar la realidad y su rechazo por tener una idea de justicia, requiere de la imaginación para hacer verosímil la posibilidad de una sociedad justa y, así, permitir la forma de llegar a la conclusión de que la realidad vigente es innecesaria y que se puede modificar para construir una sociedad más justa.

La idea de justicia distributiva solamente puede cumplir su papel en el cambio histórico en el caso de que se vea configurada y concretada en cada situación específica por la imaginación revolucionaria (que pueda dar una imagen distinguida y concreta de cómo podría ser una sociedad justa de forma viable según los elementos vigentes en cada sociedad).

Se podría poner como ejemplo de este ejercicio de imaginación revolucionaria el modelo de sociedad propuesto por Marcuse (en el que el trabajo es lúdico-artístico y tendente a la búsqueda de la satisfacción de necesidades e inquietudes de las personas) y también se podrían considerar como ejemplos concretos los distintos modelos de socialismo de mercado (en el sentido en que se ha expuesto en este trabajo sobre las empresas gestionadas por trabajadores similares a las cooperativas de Mondragón, las empresas colectivizadas con directivos y el capitalismo de mercado todavía existente).


Bibliografía

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